Velkan
"Condenaste a mi mate. Deberías dejarme salir y vivir por ti," gruñe, Xander, en mi mente.
"¡Yo no la condené! Solo... estoy confundido."
"Yo no estoy confundido. Yo la quiero. Ayla es mi compañera. ¡Es mía! Y tú no me dejas tenerla. La marcaste tú, no yo. También quiero marcarla. ¡Quiero que el mundo sepa que Ayla es nuestra!" Vuelve a aullar Xander, con una mezcla de furia y deseo.
"No... no puedo. ¿Cómo puedes hablar así? ¿Dónde quedó la lealtad a Sara? ¿Dónde quedó el amor que juramos?"
Xander, se va al fondo de mi mente, mientras veo a Ayla tambalearse, su cuerpo estaba frágil, apenas sostenido por Aaron, y un chispazo de celos me atraviesa como una cuchilla.
—¡Suéltala ahora mismo! —gruño, sintiendo cómo mis colmillos amenazan con salir.
Aaron alza una ceja.
—Si la soltaba, se caía al suelo. Deberías estar agradecido. Mientras tú divagas sobre cómo revivir a la muerta, Ayla está débil por el hechizo —me lanza una sonrisa burlona, que me hace querer estrangularlo.
—Maldito imbécil —lo aparto, Aaron solo suelta una carcajada, pero no la suelta.
—Grosero, vulgar, no respetas a las chicas... —lleva una mano a su pecho, fingiendo indignación—. ¡Soy herido por ti! A veces me pregunto si encontraré una palabra de apoyo en esta vida miserable...
Y por un instante, estoy a punto de reírme también, hasta que la mano temblorosa de Ayla toca la mejilla de Aaron.
—No te preocupes... —susurra ella, con una voz dulce que logra traspasar incluso mi endurecida alma—. No todo en la vida es malo. Puede que hoy las cosas salgan mal, pero no te rindas. Sigue dando lo mejor de ti... de corazón.
El silencio se apodera del salón. Incluso Aaron parece genuinamente sorprendido.
—A él no le nace ser buena persona —mascullo, incapaz de soportarlo. Ella me mira, con esos ojos llenos de luz, y sonríe suavemente, bajando la mano de su mejilla.
No... no sonrías así.
—Todos queremos, al menos una vez, escuchar una palabra bonita —levanta sus pulgares hacia Aaron—. ¡Estás haciendo un gran trabajo!
Aaron carraspea.
—Estás muy jodido, amigo. Gracias, Ayla. No creo merecerlo, porque yo vine a...
—Aaron, solo recibe la buena voluntad de Ayla y déjalo pasar —interviene, Katrina.
—Claro, tu alumna es una lamebotas, y por eso halaga a Aaron —digo, incapaz de contener la bilis.
Ayla se gira hacia mí, diminuta y frágil, pero con una chispa de fuego en la mirada.
—Algunas personas son buenas porque sí, porque les llena el alma —da un paso hacia mí, tan cerca que Xander se agita—. ¿Sabes qué es lo peor que tienes tú? Tus ojos. Y no por la heterocromía. Es porque no te da la gana de ver lo bueno en los demás.
Sus palabras me atraviesan.
—Yo solo quise ayudarte la otra vez. Cuando te vi aquella noche, supe que estabas roto y que querías ser salvado.
Me pasa de largo, pero no lo soporto. La agarro del brazo, con fuerza.
—¿Quién te dijo que yo quería ser salvado? No necesito nada de ti —miento y me duele. Xander aulla molesto.
—Te recuerdo que me pediste buscar a tu novia... y él también —susurra, y su olor a lavanda me golpea como una droga—. Así que sí, tú necesitas más de mí que yo de ti.
—No busques a Sara —las palabras salen antes de que pueda detenerlas.
El silencio cae.
Mierda.
—No lo hagas. Ella me dejó. Se fue muy lejos. No la busques.
Nos quedamos mirándonos, atrapados en ese vacío donde solo existimos ella y yo. Es una muñeca de porcelana. Frágil, hermosa... Prohibida.
Entonces Ares entra, rompiendo el hechizo.
—Hay que ponerle nombre a las cosas para avanzar —dice, seco—. Chica, no puedes buscar a Sara. Murió hace muchos años.
Ayla nos mira, buscando que alguien lo niegue, pero no lo hacen.
—Creí que... por cómo hablabas de ella... —dice, confundida.
—Sara murió en un accidente —contesto, frío, ocultando la g****a que se abre en mi pecho—. Así que si viene el hijo de puta del Inframundo a pedirte el alma, dile que no.
Ella ríe suavemente.
—No le venderé mi alma a nadie por hacerte feliz.
Por primera vez en mucho tiempo... río. Un alivio extraño se desliza por mis labios.
—Así que también puedes reír.
—Sí, a veces soy humano —nuestros ojos se encuentran.
Y siento el vínculo de compañeros.
—Tus ojos... —murmura ella, antes de tambalearse.
—¡Velkan, estás en una academia! ¡Velkan, controla tus garras! —grita alguien.
Miro mis manos. Garras. Mi lobo estaba en la superficie. Ayla sacude la cabeza y su cuerpo cede.
—Ayla... —la atrapo antes de que se desplome. Su olor me envuelve y su calor me consume.
—La llevaré a la casa de la manada —digo, decidido.
—Es muy lejos. Tengo un departamento aquí cerca —interviene, Aaron—. No es buena idea llevarla a la manada y que los otros la vean.
La alzo en brazos. Su respiración es suave, su cabello roza mi cuello, y por un momento... por un breve y cruel momento... dejo de pensar en Sara.
Perdón, cariño.
Pero Ayla es mi compañera.
☆☆☆
Estábamos en un departamento digno de Aaron. Sombrío y lujoso. Sí, es mi mejor amigo, pero así es él. Según lo que Katrina y Mara me dijeron, el hechizo que usaron para que Ayla olvidara lo sucedido fue muy fuerte, además de que tuvieron que calmar la sensación que ella sintió al creer que se estaba quemando.
No entiendo a Aaron ni su absurdo deseo de hacerla sufrir.
—Gracias —les digo a los tres—. De verdad, gracias, porque sé que no sirvo como Alfa. Y aunque quisiera traer de regreso a Sara porque la amo, tengo una compañera... y no puedo condenarla a sufrir más. No puedo, porque yo moriría si le pasa algo.
—Hermano, te entiendo. Solo recházala como es debido y déjala libre para que otro lobo, o tal vez Aaron, se la lleven —miro a Ares como si estuviera loco—. Pierdo el tiempo como tu hermano mayor, nunca me haces caso y realmente no vas a dejarla.
—La dejo libre el mismo día que tú aceptes a la tuya —me río al verlo molestarse.
—Ya se nos ríe el niño —interviene Katrina, acercándose para abrazarme—. Deja a Ares, ya acepté mi destino —me da un beso en la mejilla, murmurando al oído.
—Vete a la mierda, Velkan —mi hermano camina hacia la salida y mira a Katrina—. Tú, vienes conmigo. Valentina tiene planes contigo.
—Todavía tienes oportunidad, bonita —bromeo, besándole la mejilla. El gruñido de Ares me hace soltar una carcajada—. Soy tu Alfa y me debes respeto, Beta.
—¡Vete a la v***a! —espeta, antes de salir. Katrina se va con una sonrisa, seguida por Mara.
Y así, volvemos a quedar solo Aaron y yo. Me guiña un ojo, niego con la cabeza y camino hacia la habitación donde está Ayla. Ares tenía razón: si yo le hubiera pedido a Aaron que no matara al hermano de esta chica, él realmente no lo habría hecho. Soy amigo de ese imbécil y lo conozco bien. Sé que actua con maldad, pero a veces suele escuchar.
Es un demonio. No podemos esperar nada distinto de él.
Me siento en la cama y observo el rostro cansado de mi compañera. Su respiración es pausada; parece tan frágil, como si pudiera romperse en mil pedazos en cualquier momento.
—Ayla es un ángel caído, Velkan. Ella también es un demonio. Personifica muy bien al Cisne n***o —veo a Aaron, recostado en el sillón—. Mi deber es llevarla a donde pertenece. Ya no la quiero, pero el Inframundo es su hogar.
—No te la puedo entregar —digo, con sinceridad—. No quiero que pague por ningún pecado. No quiero que le pase nada. Sé quién fue Sara en mi vida, pero Ayla es mi compañera. Simplemente, ya no puedo apartarme de ella.
—Te lo advierto porque vendrán a buscarla. Todos quieren congraciarse conmigo para reducir su condena —suspira, señalando su cuello—. Ella, al caer a la tierra, se golpeó la cabeza. Puedes ver que tiene una marca en el cuello.
Miro donde me indica, pero no veo nada.
—No hay nada. ¿Qué le pasó al caer? —chasquea los dedos, y de pronto la marca aparece, roja y fea.
—El destierro de Ayla fue brutal. Venir aquí tampoco fue lo mejor. Eso se lo hizo un amigo de su padre con una soga antes de lanzarla al acantilado. No recuerda nada y pasó tanto tiempo en coma... —la rabia me invade al escucharlo.
—¿Ese maldito está recibiendo lo que se merece? —pregunto, mientras el quejido de Ayla me hace mirarla—. Dime su paradero.
—Está recibiendo un buen castigo, tranquilo —chasquea de nuevo, y la marca desaparece—. ¿De verdad quieres traer de vuelta a Sara? ¿No puedes simplemente quedarte con Ayla? Estoy seguro de que ella puede hacerte feliz. Por algo la Diosa Luna te la envió.
Suspiro, acariciando su rostro. Siento como el vínculo de compañeros jala todo mi interior.
—¿Puedes traer a Parker de vuelta? —pregunto—. Es muy difícil, lo sé. Pero si alguien merece regresar, es él. Ayla no debe sufrir más, Aaron. Yo quiero que sea feliz.
—¿Qué me darás a cambio por la vida del crío malcriado? —resoplo—. Está bien, está bien. Pero dime, ¿qué harás con la súcubo? Estás dejando ir tu oportunidad con Sara.
—Lo sé —digo, mientras su aroma inunda mi interior—. Pero no puedo perder a mi compañera. Amo a Sara, pero esta chica... no puedo luchar más. Ella es mi Luna.
—Ella es un demonio —afirma.
—Ella es el ángel caído que la Diosa Luna mandó para mí —lo corrijo, mirando sus largas pestañas.
—Ella es perfecta para ti —dice Aaron, levantándose—. Volveré luego.
Escucho cómo cierra la puerta, y el silencio reina. Busco comodidad y me acuesto a su lado, mirándola dormir. Siempre me quejé de la vida y su maldita costumbre de hacerme sufrir, pero no sabía que tú, mi hermosa compañera, sufrías aún más...
Eres hermosa, por donde te mire. Brillante y frágil como una muñeca de porcelana... mi frágil muñeca de porcelana. No puedo hacerte sufrir. El dolor por Sara se ha ido. Las ganas de morir se han ido y eso, te lo debo a ti.
Mi compañera.
—Parker... —susurra, con voz llorosa.
Hasta en tus peores momentos, te preocupas por otros antes que por ti. ¿Cómo pude siquiera pensar en entregarte a la desgracia?
—Eres mía, compañera —acaricio su nariz con mi índice—. Llegaste a mi vida como un huracán y eres necesaria en mi vida —suspiro—. Un perfecto demonio.
Abre sus ojos, que eran completamente oscuros, como si la noche se reflejara en ellos.
Sonrío.
—Hola, Ayla.
—Hola... —susurra, ronca, y sus ojos vuelven a ser verdes.
Mi compañera era una bailarina humana, pero su vida era un misterio para revelar realmente, que mi hermosa Luna, era una preciosa demonio.
La Diosa Luna hizo una buena jugada.