El momento de la verdad...
Velkan.
No sé cuánto tiempo ha pasado desde que llegué aquí, y, sinceramente, no me importa. La gente de la ciudad no sabe quién soy, y eso me parece estupendo. Mientras sigan ignorándome, mi presencia no afecta a la manada, y si de alguna forma lo hiciera, siempre puedo resolverlo con algo de sangre derramada. Matar unos cuantos lobos no me cuesta nada, menos si me permiten hacer lo que quiero, al fin y al cabo, soy Velkan, Alfa de la manada Pure Blood.
"Es mi voluntad, tú nunca haces nada bien por andar todo débil", protesta Xander, mi lobo.
Lo ignoro, porque no tengo ni ganas de pelear. Estoy demasiado adolorido para eso. No sé si es por el golpe que me dio Aaron o por la pelea con esos malditos vampiros. Cada uno de estos golpes parece acercarme más a mi final. Me siento como un perro herido que ya no tiene fuerzas para seguir. He pasado años buscando la muerte, esperando reunirme con Sara, pero ahora ni siquiera sé si eso es lo que quiero.
Al fin de cuentas, nada me dan. Así que no me importa.
Lo que sí sé es que nunca me voy a olvidar de Sara. Aunque el mundo entero se desmorone, ella es lo único que importa.
Suspiré, cerrando los ojos, y por un momento, encontré una paz que no había sentido en años. El aire se volvió más pesado y mi olfato se agudizó. Un aroma dulce, fresco y embriagante, que jamás podría confundir. Lavanda y manzana. Ese olor. Mi corazón dio un vuelco.
"¡Compañera!", grita Xander, mi lobo, con desespero.
"¡No!", respondo en mi mente.
"¡Es mi compañera! ¡Levántate, imbécil! ¡Búscala, no la dejes ir!"
Mierda. Mi lobo está enloqueciendo. Pero yo... yo no quiero. No puedo. No de esta manera.
La paz que sentía se desvaneció, reemplazada por una necesidad palpable, una urgencia. Pero, aunque el deseo de ir tras ella me quemaba por dentro, me mantuve en mi sitio, ignorando todo instinto que me empujaba hacia esa chica.
Soy un Alfa. Yo controlo mis emociones.
El aroma se intensificó y sentí su presencia cerca de mí. Ella no dijo nada durante un momento, y aunque mi cuerpo deseaba reclamarla, hundir mis colmillos en su piel, algo me detuvo. Me había prometido a mí mismo que nunca más cedería a algo tan insignificante como el destino. Mi compañera era un recuerdo lejano, y Sara era todo lo que me quedaba.
—Dios, ¿está usted bien? ¿Puede escucharme? —la voz de la chica, me llegó como una melodía.
Mis ojos se abrieron lentamente, y ahí estaba ella. La imagen de una diosa, con su largo cabello pelirrojo que caía suavemente sobre sus hombros, sus ojos verdes que brillaban con preocupación, su piel blanca como la luna y labios carnosos que me desconcertaron al instante.
Y, esa maldita fragancia de lavanda y manzana que me golpeaba los sentidos.
No.
Debo odiar ese aroma. Debo odiarla.
—¿Está usted bien, señor? —ella repitió, como si preocuparse por mí fuera lo más natural del mundo. No pude evitar sentir cómo mi corazón palpitaba con fuerza, como si estuviera enloqueciendo por su cercanía—. Creo que mejor lo llevo a un hospital. Aquí está muy frío y puede morir congelado.
Sería una muerte perfecta.
—¿Es mudo? —me mira con más preocupación. Mis ojos se encuentran con los suyos, y mi alma parece gritar su nombre, pero yo, el maldito Alfa, no cederé.
—Estaré bien. Solo llama a mi hermano mayor, él vendrá rápido —digo, tratando de deshacerme de ella lo más rápido posible.
—Muy bien. Entonces déjeme cubrirlo para que no pase más frío —ella se quita su abrigo y me arropa con él, un gesto tan genuino que me hace sentir un pinchazo de frustración.
¡No lo hagas! ¡No te acerques más!
—¿Puede darme su celular para llamar a su hermano? —insiste, mirando con curiosidad.
De alguna forma, me siento extraño, demasiado expuesto. Pero, ¿cómo le explico que mi mundo se ha vuelto un infierno por su presencia? Lo único que sé es que ella no es parte de ese mundo.
—Bueno, no traigo celular en este momento, usa el tuyo —le ordeno con frialdad. Ella se queda callada, confusa, y me observa en silencio por un momento.
Mi mente está clara: No la quiero cerca de mí.
—Me recuerdas a mi hermano menor —dice, mientras saca su celular y me lo entrega—. Puede marcar el número, yo hablaré con él y le explicaré la situación...
Marco el número de Ares y lo escucho sonar tres veces antes de que me conteste.
—Ares, estoy en la academia de ballet Angel's. Fui atacado y una señorita quiso ayudarme, así que ven a buscarme. Es todo. No te tardes —corto la llamada rápidamente, elimino el número y le devuelvo el celular.
Ahora sí, vete.
—De nada, siempre a la orden —me dice, sonriendo dulcemente.
¡No te rías!
—Eres mi hermano. Solo que más viejo —dice con una suavidad, que me hace darme cuenta de lo mal que me estoy sintiendo.
Lo odio.
—Voy a esperar a mi hermano, puedes irte a donde sea que necesites —le digo, tratando de hacerla desaparecer. Pero, por alguna razón, algo dentro de mí no quiere que se vaya.
Ella suspira, pero no se va.
—Ya le escribí a mi hermano y le dije que estaba esperando a que vinieran por ti —se sienta a mi lado sobre una hoja que puso en el suelo.
La miro fijamente y algo en mí se revuelca, como si me estuviera obligando a no ignorarla. Era un espécimen raro...
—¿Cómo te llamas o de dónde eres? —me pregunta, pero todo en mi cuerpo le grita que se calle.
—Mira, niña, eso no es tu problema. Te dije que te fueras, pero aquí sigues, con tu maldito aroma a lavanda y manzana —me sale de forma cruel, pero la ira es más fuerte que mi intento de control.
Ella abre los ojos con sorpresa.
—No pedí tu ayuda y ya te dije que mi hermano viene por mí. Así que, por favor, vete.
Mis palabras me hieren más de lo que debería.
—Te ayudé por mera lástima, ni creas que realmente quería hacerlo. Lo que pasa es que mi madre me hubiera echado en cara no haber ayudado al moribundo de la calle —dice, su tono era mordaz.
Es extraño. Escucho lo que dice y en lugar de irritarme, me siento más atraído por ella. Algo dentro de mí la reclama.
Ares aparece entonces, olfatea el aire y me da una mirada significativa.
"Es tu compañera", dice, por el enlace mental. Mi corazón se detiene un segundo.
Lo sé... ¡Maldición, lo sé!
Pero ella no puede serlo.
No puedo tener una nueva compañera.
—Soy Ares, su hermano mayor. Un amigo vendrá por él. Te llevaré a casa porque ya es de noche y una chica no debe andar sola en la calle.
—Oh, un caballero —dice, con malicia. Se levanta del suelo y me mira mal.
"Es peligroso porque la vieron contigo. La chica no tiene abrigo y tú no necesitas calor. La llevaré a su casa y después te vengo a buscar", Ares me informa por el enlace mental, comienza a alejarse con ella, pero yo no lo soporto.
"Te le acercas y te arranco la cabeza, Ares", le gruño en respuesta. Él ríe sin preocupaciones.
"Sí, claro, el gran Alfa tiene miedo de que alguien se acerque a su compañera", se ríe por el enlace mental y se alejan.
Mis ojos no pueden dejar de seguirla. Pero, en el fondo, sé que la rechazo, porque no quiero olvidar a Sara.
No puedo tener una segunda oportunidad de Luna.
Me niego rotundamente.