Un hogar lleno, un pecho vacío La noche era tibia, con un viento ligero que acariciaba los árboles de la colonia Roma. La cena había terminado y Laura hablaba animadamente mientras ambos salían del restaurante. Braulio le abrió la puerta del coche con esa cortesía que aún conservaba, y ella le regaló una sonrisa satisfecha. —Me encantó el lugar. Gracias por pensar en mí —dijo, mientras se acomodaba el cinturón. Braulio asentía en silencio. Puso el motor en marcha y se internaron por las calles tranquilas rumbo a casa. Desde el asiento del copiloto, Laura hablaba de la decoración del restaurante, del sabor del postre de lavanda, del nuevo color que quería probar en su manicura. Pero Braulio no respondía más que con monosílabos cortos. En su mente, lo único que se repetía era la imagen d

