capítulo 7

1771 Words
Salí tan enfurecida que ni siquiera me despedí de mis colegas de trabajo, entré en mi coche y en pocos minutos llegué al edificio de su empresa, que por suerte no está muy lejos. Estoy tan enfadada que, si tardara mucho, explotaría. Incluso podría causar un accidente de tráfico. Paso junto a la recepcionista sin siquiera mirarla, también estoy tan enfadada con ella debido a lo que ocurrió el otro día que estoy dispuesta a matarla con la mirada, desafortunadamente, la guapa me detiene, pésima idea. Pésima idea. Tengo fuego en los ojos y no es a ella en quien quiero descargar mi ira. —¿A dónde crees que vas? —su tono arrogante y extremadamente irritante. —Vine a ver a Alexander, déjame pasar —digo con una calma que saqué de lo más profundo, no sé exactamente de dónde. —¿Tienes cita? ¿O crees que esto es casa de la madre Joana y cualquiera puede entrar cuando quiera? —No seas ridícula, tú me conoces, sabes que soy su prometida —La paciencia se ha ido— ¡No te interpongas en mi camino hoy, chica! —Con todo eso, él no nos informó que tienes acceso permitido entonces —Ella sonríe de manera burlona, dan ganas de estrangular su cuello—. Si quieres hablar con el señor García, programa una cita en la recepción y veremos si es posible que te reciba. —Sal de mi camino antes de que olvide la educación que tengo —Paso junto a ella y entro en el ascensor que abrió sus puertas en ese momento, la veo correr hacia el teléfono. Cuando llego arriba, las otras dos secretarias me esperan como perros guardianes, apenas salgo del ascensor con cara de pocos amigos. Por eso ella corrió hacia el teléfono. Qué rabia me da esa mujer. —¿A dónde crees que vas? —La de pelo corto me pregunta. Está parada justo frente a mí, con los brazos cruzados. —A hablar con mi prometido, con permiso. —El Sr. García no nos informó nada sobre su visita, está en una videoconferencia importantísima y no puede ser interrumpido por cualquiera —Esta vez fue la de cabello largo quien habló. —Sabes muy bien que no soy cualquier persona. Infórmaselo entonces, si quieres. Pero no me voy de aquí sin hablar con él. ¡Qué ganas de matar a estas locas! Y para completar, llega otra también. ¿Qué les pasa a estas locas? Seguro que todas tienen un enamoramiento por el jefe, no puede ser. Todas parecen que no me soportan. —Dije que no podías subir, la seguridad está llegando. Sugiero que bajes antes de que lleguen, los guardias del señor García no son muy amigables con los intrusos —¿Qué? Esta loca llamó a seguridad, estoy sorprendida. Sabiendo muy bien que soy su prometida. —Pueden llamar al Papa si quieren, desde aquí no me voy sin hablar con Alexander. —Pero ¿qué está pasando aquí? No dije que... ¿Isabelle? —Frunce el ceño. —Le estábamos diciendo eso a ella, señor García, pero... —Pero tengo que hablar contigo ahora mismo. Y no te atrevas a decirme que no me recibirás —Me mira como si fuera a echarme, me acerco y le digo solo para que escuche—. No me voy de aquí hasta que hable contigo, no me importa lo que estés haciendo —Miro fijamente sus ojos. —Estás en mi lugar de trabajo. Aquí tenemos reglas, ¿sabías? Hablamos después —Las idiotas intentan disimular la sonrisa. Él las mira como si quisiera echarlas a todas en este mismo momento. —Estaría en mi lugar si no hubieras hecho lo que hiciste. Vamos a hablar adentro o aquí, no me importa. Pero vamos a hablar. —Está bien, entra —Paso junto a él y entro a su oficina, echo un vistazo a las tres víboras disfrazadas de secretarias, estas locas me darán dolor de cabeza, sí que lo harán. Ya me odian y yo tampoco las soporto. Alexander Estoy en mi oficina en una videoconferencia con los franceses que por suerte ya está llegando a su fin cuando escucho un alboroto afuera de mi oficina. ¿Qué demonios está pasando? Justo hoy iba a despedir a esas dos incompetentes, pero para mi sorpresa, Isabelle está afuera con una mirada furiosa capaz de matarme. Probablemente descubrió sobre su empleo. Lo que me molesta, por cierto, es la forma en que ella no se rinde ante todo lo que digo o hago, eso es emocionante. Estoy cansado de personas que dicen "amén" a todo lo que digo. No considero bueno recibirla ahora. No sé de qué soy capaz cerca de ella. Así que decido enviarla lejos, pero antes de que diga algo, ella se acerca y dice que no se irá hasta hablar conmigo. Actuando por impulso, le digo que entre. Una vez más, teníamos audiencia. Lo cual me hace sentir incómodo por dos razones. Primero, no me gusta exponer mi vida a nadie, especialmente a los empleados. Segundo, noté que ellas miraban a Isabelle con rabia. Y no era la primera vez. Necesito ponerlas en su lugar. Isabelle es mi futura esposa, la señora García. No puede ser irrespetada de esta manera. Me acerco a las tres, mirándolas con una mirada serena que quienes trabajan conmigo saben que es peligrosa. —A partir de hoy, la señorita Isabelle Martínez tiene acceso libre a mi oficina, ¿entendido? Ella es mi prometida y no necesita ser anunciada a menos que esté en reuniones importantes, pero exijo que sea atendida de inmediato y si no estoy en mi oficina, tiene acceso total a ella. ¿Fui claro? —Sí, señor —me responden las tres. —Ahora vuelvan al trabajo —Regreso a mi oficina y Isabelle está de pie esperándome. Cierro la puerta y ella me bombardea. —¿Quién te crees que eres para llamar a mi trabajo y pedir mi despido? —Ella está visiblemente irritada, camino hacia mi escritorio, me siento y le hago señas para que se siente también— No quiero sentarme, Alexander. Necesitaba ese trabajo, sabes, mi padre está mal, internado, necesito pagar la cuenta del hospital y muchas otras cosas. No tenías derecho. Me voy a casar contigo, pero eso no significa que puedas decidir sobre mi vida. No soy tu juguete, Alexander García. No puedes empezar a mandar en mi vida a partir de ahora. ¿Sabes cuánto luché por conseguir ese trabajo? Que me pagara bien para costear el tratamiento de papá y algunos gastos de la casa. Te has pasado de los límites. No puedes pensar que la vida de alguien no importa tanto como para perjudicarla de esta manera. —¿Ya terminaste? —le pregunto. Me levanto y camino hacia ella. —No, no he terminado. No tienes idea de cuántas cosas quiero decirte ahora. Necesito ese trabajo, no voy a convertirme en una mujer ociosa que se queda en casa esperando al marido, ¿entendiste? —Parece controlar su furia y yo tengo ganas de besarla. —Entonces, ¿por qué no lo dices, Isabelle? Estoy todo oídos —Me acerco a ella y noto que muestra signos de incomodidad con mi cercanía. —Porque me confundes —Estoy a pocos centímetros de ella, pero aún no la estoy tocando. —¿Yo te confundo? —¿Cómo puedes quitarme el trabajo en un momento y luego defenderme de esta manera? Como hiciste con tus perros guardianes —Le sonrío ligeramente, sus ojos van a mi boca. —Eres mi prometida, pensé que era correcto avisarte que a partir de ahora tienes acceso libre a mi empresa. —Necesito mi trabajo. Lo sabes. —Sé muchas cosas, Isabelle. —¡Deja de decir mi nombre así de esa manera! —Ella traga saliva, me acerco cada vez más a ella. —¿De qué manera, Isabelle? —De esta manera "Isabelle", solo llámame Belle —Ella intenta alejarse pero quedó acorralada por mí y la mesa. —Está bien, Belle —Pongo mis manos sobre la mesa, sujetándola. Ella respira pesadamente—. Siempre y cuando me llames Alex, también prefiero así. Pero entonces, "Belle", volvamos a la parte en la que te confundo. —Tú... Tú me irritas profundamente, dan ganas de… —ella se detiene y me mira a los ojos— Pero... —Pero… —la animo. —Pero necesito irme —Ella intenta liberarse de mis brazos, en un impulso la sujeto por las muñecas, acerco nuestros cuerpos, mirando todo el tiempo sus ojos y lo que veo allí ya no es rabia, sino deseo. El punto que faltaba, saber que también me desea tanto como yo la deseo. Sus labios eran tan tentadores que no resisto y la beso. Un beso ardiente y apresurado que muestra todo mi deseo. Ella intenta luchar para liberarse de mis brazos, suelto sus muñecas llevando mi mano derecha a su nuca y la izquierda a su cintura, manteniendo su cuerpo junto al mío. Fuerzo el paso de mi lengua y finalmente ella se rinde, poniendo las manos en mi cuello. Finalmente dejó de resistirse y durante unos segundos somos uno solo. Lamentablemente, su entrega no duró mucho. En un instante todo cambió, ella quitó sus manos de mi cuello y las puso en mi pecho, empujándome. Intento resistir un poco más. Necesitaba tener a esta mujer aquí y ahora. Llevo días soñando con ella en mis brazos, gritando mi nombre. La aprieto un poco más entre mis brazos, mostrando la evidencia entre mis piernas de que la necesito ahora. Pero parece que eso la asustó aún más, me empujó con más fuerza. Decido no insistir más, no quiero presionarla así. Ella toma su bolso que había caído al suelo y sale corriendo de mi oficina sin siquiera mirarme de nuevo. Me quedo allí parado tratando de asimilar lo que había sucedido, pero no puedo. Ella llegó aquí segura de sí misma y luego salió corriendo como si tuviera miedo. Isabelle va a acabar con mi cordura, ya lo estoy previendo. Necesito protegerme de este nuevo sentimiento que me rodea, no quiero correr el riesgo de enamorarme de esta chica, no puedo permitir que eso suceda. Intento repetir esto en mi cabeza desde que la vi entrar en la sala el día en que iba a casarme con su hermana. Desde ese día, pienso en ella varias veces a lo largo del día. Necesito cuidarme o podré meterme en problemas con esta historia.
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