MIA
Me despierto de golpe. Mis ojos escanean alrededor para ver dónde estamos.
Seguimos en el coche, y la radio suena suavemente de fondo.
Moviéndome en mi asiento, sacudo la sensación temida que tengo. Tuve una pesadilla. Soñé que estaba atrapada en un edificio en llamas. Sentía el calor haciendo hervir mi cuerpo.
—¿Estás bien, Mia? Estabas teniendo una pesadilla —dice Sasha, su voz llenando el coche. La miro mientras me observa y luego vuelve a la carretera.
Aclarando mi garganta, trato de ponerme cómoda en mi asiento.
—Estoy bien. ¿Cuánto falta para llegar a la manada? —pregunto, tratando de cambiar de tema. Ella no dice nada por un momento.
—Otras dos horas.
Gruño mientras miro el reloj en el salpicadero. Hemos estado en el coche por más de tres horas. ¿Dónde diablos está esa manada?
Sintiendo mi incomodidad, Sasha habla de nuevo.
—Tenemos que salir y estirar las piernas pronto —dice—. Conozco un café que está a solo cinco minutos de aquí. Podemos pasar una hora caminando, comiendo y refrescándonos.
Eso suena bien. Asiento.
Continuamos el viaje en silencio hasta que, cinco minutos después, aparece un café, uno de esos pequeños en medio de la nada, como en las películas.
Lo miro. Es pequeño y tiene muchos cristales. Puedo ver a dos personas trabajando y a un hombre en una cabina mientras nos acercamos. Sasha estaciona el coche en el estacionamiento mientras el hombre de la cabina deja el café.
Ambas salimos del coche una vez que apaga el motor. Estoy mirando mientras Sasha le sonríe al hombre y él le devuelve el gesto antes de subir a su coche y marcharse.
—Se conocen —murmura Lyla en mi cabeza.
Lyla ha estado tranquila durante la mayor parte del viaje. Se queda dormida cuando yo lo hago.
No digo nada, pero miro a Sasha, quien sonríe.
—¿Lo conoces? —le pregunto, y ella se sonroja ante mí.
—Sí, lo conozco. Es uno de los amigos de mi hermano. —Me mira—. Te presentaré a todos una vez que te hayas instalado en la manada.
No digo nada mientras entramos al café. Abrimos la puerta y nos dirigimos a una cabina. Me deslizo en el lado opuesto de Sasha y tomo los menús.
Miro el menú cuando una mujer mayor se acerca con una sonrisa. Me mira por un momento, pero luego cambia la vista entre nosotras.
—¿Qué les puedo traer? —pregunta. Después de unos segundos, decidimos hamburguesas con papas fritas y dos cafés.
La mujer toma los menús y se va. Miro hacia adelante y veo a Sasha mirándome. —¿Cómo te sientes ahora? —pregunta, preocupada.
—Estoy bien —murmuro y miro alrededor. No hay nadie más. La miro de nuevo y le doy una pequeña sonrisa—. Mi pierna ya no me duele tanto.
Sasha asiente y sonríe.
—Me alegra escucharlo —dice—. Tal vez Lyla te curó.
Lyla se mueve en mi cabeza y suspira.
—Estoy intentando —murmura—. Pero es muy profundo. No creo que pueda curarlo por completo. Dejará una cicatriz.
—No importa —le digo, sintiendo su culpa—. Estoy acostumbrada a tener cicatrices. ¿Qué más hará otra más?
Mi loba no dice nada. Lamento que sienta esto.
Mis ojos se dirigen a Sasha.
—Ella está intentando —murmuro mientras me recuesto.
Sasha asiente.
Hay un silencio incómodo entre nosotras. Mis ojos se dirigen a las fotos en las paredes del café. Hay muchas fotos de paisajes y muchos bosques, pero en diferentes momentos del día. Me gusta la foto de la nieve. La blancura de la nieve hace que todo el lugar parezca mágico de alguna manera.
—Mia, ¿podrías decirme qué pasó? —exclama Sasha.
Mis ojos se abren de par en par mientras la miro, sorprendida.
—¿Qué quieres decir? —pregunto, jugueteando con mis dedos en mi regazo, pero manteniendo mis ojos en ella.
Sasha se recuesta y suspira.
—Las heridas que tienes —expresa—. Vi muchas cicatrices cuando te desvestí. Parecen ser de incidentes separados.
Me quedo en silencio por un rato, pero ella vuelve a abrir la boca y hablar.
—Sé que no me conoces y quizás pienses que soy entrometida, pero como dije en el motel, quiero ser tu amiga, Mia, si me permites. Te protegeré a ti y a Lyla también —dice.
No digo nada al principio, pero cuando abro la boca, la mujer mayor se acerca a nosotros con nuestros cafés. Cierro la boca mientras ella coloca las tazas frente a nosotros y se va poco después.
Mis ojos siguen a la mujer hasta que va detrás del mostrador y hacia la parte de atrás.
Miro de nuevo a Sasha, intentando decidir si debo contarle todo. Nunca he tenido a alguien que cuide de mí, ni siquiera que me rescate como ella y su amigo hicieron. Les debo todo, pues salvaron mi vida.
—Díselo —susurra Lyla—. Puede que ella pueda ayudarnos.
Ignoro a Lyla y muevo mi cabeza hacia un lado, observando a Sasha. Sus ojos se quedan en mí por un momento, pero se suavizan.
—No tenía intención de... —dice, pero niego con la cabeza.
—Está bien —murmuro—. Te lo contaré. Pero estoy tratando de pensar por dónde empezar.
Sasha asiente.
—Empieza desde el principio o donde quieras —dice mientras toma un sorbo de su café. Pongo mis manos alrededor de la mía y miro fijamente en ella. Mantengo mis ojos bajos porque no quiero mirar a Sasha porque me siento avergonzada.
—Bueno, fui atacada por algunas personas de la escuela —murmuro—. Mintieron a alguien, lo que resultó en que mi padre me hiriera. —Siento lágrimas punzando en mis ojos, lo que me hace cerrar los ojos mientras una solitaria escapa—. ¿Sabes cuál es la peor cosa? Las personas que me lastimaron en la escuela una vez fueron mis amigos —digo, abriendo los ojos y mirando a Sasha. Su rostro estaba en blanco—. Todo comienza cuando esta nueva chica llega al grupo. Incluso es la novia de mi exnovio.
Me inclino hacia atrás mientras siento que mi corazón se rompe ligeramente al mencionar a Aidan, pero continúo.
—Ella comenzó a difundir mentiras sobre mí y todos se volvieron en mi contra, incluidos mis amigos —digo—. Todos me odiaron, pero todo es por culpa de ella.
Un gruñido bajo emerge de Sasha, haciéndome tensar. Observo cómo cierra los ojos y respira profundamente.
Lyla mira a través de mis ojos y la mira fijamente.
—Está enojada —murmura—. Así como su lobo. —No digo nada.
Una vez que Sasha se calma, abre los ojos y me mira.
—Lo siento —expresa—. Continúa.
Abro la boca para hablar, pero escucho pasos detrás del mostrador. Cierro la boca y veo a la mujer mayor acercarse con nuestros platos en una bandeja.