Las aprendices debían levantarse al salir el sol, cada semana se distribuían las tareas a realizar, una semana te tocaba trabajar en la cocina en las mañanas, otra en las tardes y otra en la noche. Una semana tocaba trabajar en el jardín externo, otra semana en el interno. Una semana limpieza del templo y así debía ser cada semana, rotar las tareas.
Esta semana me tocaba trabajar en la cocina en las mañanas, así que al despertarme me tocó dirigirme a la cocina, separar los alimentos, lavarlos y comenzar a cocinar. Al finalizar el desayuno, pude sentarme a comer con todas las demás aprendices, ahora que era parte del templo podía juntarme con el resto de las mujeres. Al finalizar mi desayuno mi líder de grupo Hermes me dijo que mi tutor sería Helios, debía ir a la biblioteca para mis tutorías, al finalizar el período de adaptación podía unirme a su grupo de estudiantes.
Cuando llegué a la biblioteca me topé con un Helios de muy mal humor.
—Hola, Helios. — dije con una gran sonrisa.
—Llegas tarde. — se quejó Helios.
—Lo siento, no sabía que debía venir aquí, apenas me acaban de dar mi horario de esta semana.
—No quiero excusas, siéntate. Espero que no se repita, odio la impuntualidad.
—¿Por qué estás tan molesto?
—No puedes hablarme así, de ahora en adelante tienes que comportarte acorde a tu rango. Ya no somos amigos, no me puedes tratar como iguales, yo soy tu superior y tienes que tratarme con respeto.
—¿Cómo así? — pregunté haciéndome la tonta.
—De ahora en adelante debes referirte a mi como señor o hermano Helios y cuando te den ordenes debes ser obediente y quedarte callada, nada de responder ni quejarte.
—¿Y qué pasa si no quiero hacer eso? — pregunté cruzando los brazos en mi pecho.
Helios regreso al estante el libro que tenía en la mano y camino hasta mí, se detuvo frente a mí y bajo su cara para quedar cerca de mi cara, sus ojos fijos en los míos y su nariz a unos centímetros de la mía.
—Te castigaré.
Tragué pesado al recordar las veces que vi a Helios castigando a otras mujeres
—¿Entendido? — preguntó Helios sin dejar de mirarme a los ojos.
—Sí.
—¿Sí qué? — preguntó Helios con un tono severo que me erizo la piel.
—Sí, señor. — respondí de mala gana.
Helios sonrió y retrocedió
—Tienes que esforzarte más, no puedes responder de mala gana, nadie te obliga a nada tú solita te metiste en este problema, ahora haz tu mejor esfuerzo por hacer las cosas bien o sufre las consecuencias.
Me quedé callada y no respondí porque él tenía razón, yo sola me metí en esto y si no quería que usaran mi cuerpito para cosas sucias era mejor que hiciera las cosas bien, aunque deseaba ser castigada por él.
—Muy bien, vamos a iniciar a educarte para que te conviertas en una mujer apropiada.
Me mordí la lengua para no responderle a eso.
—Hoy será sencillo porque es tu primer día, te asignaré los libros básicos que debes leer para comprender nuestra cultura y como trabajamos en el templo, a medida que vayas leyendo te iré explicando si te surgen dudas ¿entendido?
—Sí. — respondí.
—Hoy te dejare pasar tus errores, solo porque es tu primer día y vienes de otro mundo, a partir de mañana no te perdonare ninguna equivocación, aprenderás a comportarte como debes por las buena o por las malas.
Helios comenzó a sacar libros de los estantes y yo tuve que perseguirlo por toda la biblioteca cargando con los libros que elegía. Al terminar salimos de la biblioteca con 10 libros y nos fuimos al área de los salones, entramos a uno que estaba vacío.
El salón no era como los que hay en mi mundo con pizarrón, escritorio y pupitres individuales para cada alumno. Este salón era pequeño, en la esquina tenía un escritorio y en el centro una mesa de madera redonda con varias sillas. Helios me señalo una silla para que tomara mi lugar en la mesa redonda, me senté y puse la pila de libros en la mesa mientras él se quedó de pie a mi lado.
—Este será el lugar en el que nos encontraremos todos los días después del desayuno, estaremos estudiando juntos hasta la hora del almuerzo, después del almuerzo tienes jardinería si no me equivoco.
—Así es. — respondí.
—Nos reuniremos cuando culmines con eso, para una sesión de una hora y luego puedes ir a comer y descansar. ¿Entendido tu nuevo horario?
—Sí.
—Sí señor. —replicó Helios.
—Sí, señor. —dije de mala gana.
Helios movió una silla y se sentó a mi lado, comenzó a buscar un libro y cuando lo encontró lo puso frente a mí.
—Comenzaras a leer este libro, procura leer rápido. Cuando culmines el primer capítulo te explicare varias cosas.
—Sí, señor. — respondí.
Helios sonrió con malicia al escucharme decirle señor sin que él me lo exigiera.
—Muy bien, señorita Thea.
Puse los ojos en blanco y abrí el libro para comenzar mi lectura
—Me encanta que me llames señor, quiero que lo hagas todo el tiempo — dijo en mi oído con un tono de voz apenas audible.
Se me erizo la piel al escucharlo decir eso, sentía que me estaba provocando, pero no era posible, él no lo haría, los monjes no provocan a sus estudiantes.
Se me hizo muy difícil concentrarme con Helios a mi lado, pero me las arregle para terminar el primer capítulo lo más rápido que pude y así avanzamos toda la mañana. Lectura, preguntas, respuestas, lectura, preguntas, leer, preguntar, responder y repetir. Un ciclo eterno de aburrimiento que parecía no terminar nunca, hasta que llegó la hora del almuerzo y me sentí la mujer más feliz del mundo.
Llevé mis libros de estudio a mi habitación y luego fui a comer, después de eso estuve unas horas en el jardín aprendiendo a como regar apropiadamente las plantas. Debo confesar que fue una tarea agotadora pero divertida, poco a poco las demás mujeres se estaban acostumbrando a mi presencia, no hablaban conmigo, pero tampoco huían de mi como me paso la primera semana, nadie quería estar cerca de mí. Al culminar me dirigí a la oficina de Helios y cometí mi primer error, entre sin tocar la puerta.
—Buenas tardes, Helios, regrese tal como me lo pediste. — dije al momento que abrí la puerta.
Mis ojos se abrieron como platos al ver que Helios no estaba solo, estaba acompañado de uno de los sabios, justo el señor cascarrabias de cabello n***o canoso y ojos marrones con el que nos habíamos topado cuando regresamos de la aldea. No recordaba su nombre, demasiado complicado para aprendérmelo.
—¿Qué es esta grosería?, ¿cómo te atreves a entrar sin tocar? Esta no es tu casa para entrar como te da la gana y el hermano Helios no es tu igual, tienes que tratar con respeto a tus superiores— dijo el sabio enojado.
Helios tenia cara de disgusto.
Bajé la cabeza y luego me disculpe.
—Lamento haberlos interrumpido.
—Señorita Thea, debe aprender que ya no está en su mundo y debe comportarse acorde a nuestras normas. — dijo Helios.
—Esta es una gran falta de respeto que merece un castigo. — dijo el anciano de cabello n***o.
—Hermano Xylon, creo que eso no hace falta, apenas es su primer día y ella no comprende nada, en su mundo todo el mundo se comporta así, se tratan como iguales sin distinción. — dijo Helios tratando de calmar la cólera de Xylon.
—Con más razón debe ser castigada, ella pasó una semana aquí observando como funcionaba todo aquí, sabía lo que representaba unirse al templo. Si ella sigue cometiendo errores entonces es tú culpa por ser tan blando y permisivo con ella.
Helios se tensó y apretó el puño.
—Tiene razón, fui muy permisivo con ella porque así lo pidió el gran sabio.
—No estamos repartiendo culpas, volvamos al tema importante. Ella debe recibir un castigo, no quiero pasar sobre tu autoridad, pero si no la castigas tú lo haré yo.
Un escalofrío desagradable recorrió todo mi cuerpo. Helios, no me hagas esto, no permitas que ese viejo me toque, hazlo tú. Le lance una mirada suplicante con la esperanza de que entendiera lo que yo estaba pensando.
—No hace falta, yo lo haré. — dijo Helios en tono decidido. —Thea, ven aquí y cierra la puerta.
Yo asentí y avance hasta donde el escritorio de Helios, mientras él apartaba las cosas para despejar un lado del escritorio. Cuando estuve de pie frente a él, Helios me señalo el lado del escritorio que había despejado.
—Recuesta tu pecho sobre el escritorio y levanta tu vestido — me pidió Helios.
Xylon tenía los ojos fijos en nosotros, el enojo estaba escrito en su cara.
Hice lo que me pidió Helios, me tumbé en el escritorio, mi pecho quedó pegado a la madera y puse mi cabeza hacia la derecha para no tener que mirar al anciano que estaba frente al escritorio. Helios puso sus manos en mi cadera y apretó mi cintura.
—Como esto no es frecuente en tu mundo la reacción natural de tu cuerpo será resistirte. No lo hagas, relaja tu cuerpo. — me pidió Helios — Respira profundo.
—Esto es innecesario, los castigos son desagradables, hazlo rápido, no tenemos todo el día. — demandó Xylon.
Yo cerré los ojos e hice lo que Helios me pidió, comencé a respirar profundo y lento. Me imaginé que no estaba ahí y que estábamos solos él y yo en la playa, riéndonos y disfrutando. Sentí que su mano derecha soltaba mi cadera y comenzaba a acariciar mi hendidura, sus dedos eran tibios y ásperos.
—Abre bien las piernas — susurró en mi oído.
Se me erizo la piel al sentir el roce de sus labios en mi oreja y lo que dijo hizo que mi mente comenzara a descontrolarse, imaginándolo desnudo. No pude evitar sentir que se me calentaba la entre pierna.
—Sí, señor. — respondí mientras abría más mis piernas.
Helios se acostó sobre mí, sentía su cuerpo caliente encima de mí y su paquete pegado a mi trasero, moviéndose de adelante hacia atrás sin llegar a estar dentro de mí, solo para excitar nuestros cuerpos. Poco a poco sentí como su erección crecía y se endurecía contra mi cuerpo, cuando estuvo listo se levantó y agarró la parte de debajo de mi vestido, con su otra mano libre frotó mi hendidura que comenzaba a calentarse con cada segundo que él la tocaba, mi vientre se sentía muy apretado. Sin perder tiempo introdujo uno de sus dedos en mí y busco mi punto G con movimientos lentos que hicieron que me humedeciera sobre su dedo, en un instante estaba mojada y lista para ser penetrada. Él sintió mi humedad y supo que ya estaba lista, poco a poco introdujo su erección en mí.
Estaba muy duro y caliente, era muy grueso para mí y me dolió cuando estuvo completamente dentro de mí. Sin querer solté un quejido, por lo intenso que fue sentirlo completo dentro de mi.
—No te quejes, mocosa. Aprenderás a respetar por las buenas o por las malas. — dijo Xylon.
Helios soltó mi vestido y apretó mis caderas, poco a poco comenzó con el asalto a mi cuerpo, estocadas lentas que me llenaban de placer.
—Helios, hablaremos mañana continuaremos y tú, mocosa grosera, espero que la próxima vez que te vea seas una dama respetuosa. — dijo Xylon mientras salía de la habitación.
Apenas se escuchó el sonido de la puerta Helios volvió a lanzarse sobre mi para hablar en mi oído.
—Él sigue en la puerta, se queda un rato para ver si cumplo con mi deber, perdóname por esto Thea. — susurro Helios en mi oído.
Helios se levantó y comenzó a acariciar mi espalda al tiempo que bajaba la velocidad de sus estocadas. Sus manos recorrieron suavemente mi espalda y luego pasaron a mi trasero, sus manos se sentían calientes y cada pedazo de piel que acariciaban se calentaba. Mi cuerpo vibraba con sus caricias y yo me sentía cada vez más mojada. Esto debía ser algo desagradable, pero yo lo estaba disfrutando, sentir a Helios dentro de mí era increíble.
De golpe se abrió la puerta.
—Se me quedaron mis pergaminos — escuche la voz del sabio Xylon.
—No se preocupe hermano — respondió Helios.
Escuché los pasos dentro de la habitación
—Lo haces muy lento, debería ser más agresivo. — dijo Xylon.
Helios lo obedeció e incremento la velocidad de sus movimientos, su masculinidad dentro de mí se sentía cada vez más dura y caliente.
Los pasos en la habitación comenzaron a escucharse cada vez más lejos y luego se escuchó como cerraba la puerta.
Yo no podía concentrarme en lo que pasaba, el placer me estaba nublando la mente, Helios me estaba penetrando con mucha fuerza y a mi cuerpo le encantaba. Mi vientre se sentía apretado, mi entrepierna estaba caliente y mojada, una electricidad recorría todo mi cuerpo, cada nervio estaba sensible por tanto placer. Mi respiración comenzó a acelerarse sentía, sentía la cara caliente y los pezones duros, comencé a retorcerme entre sus piernas por la excitación. Estaba muy cerca de alcanzar el orgasmo cuando de golpe Helios lo sacó de mí.
Estaba agitada y confundida, no entendía nada, no podía razonar. Me levante y me gire para mirarlo.
—Lo siento, de verdad lamento lo que acabo de hacer, él no me dejo otra opción, si no lo hacía yo él lo haría y no podría perdonarme por eso.
Yo no respondí, estaba aturdida, yo no me sentía mal por eso, quería más.
—¿Estas bien?, ¿te duele mucho? — preguntó Helios.
—Solo estoy aturdida — respondí.
Helios me agarró por los brazos con delicadeza y me llevo hasta la silla.
—Descansa un momento y toma un poco de agua. — dijo mientras llenaba un vaso con agua y me lo ofrecía.
—Gracias — respondí.
—De ahora en adelante tienes que ser muy cuidadosa, aunque creas que estas sola compórtate bien, finge si es necesario. Procura no cometer errores, yo no poder ayudarte cada vez que cometas un error, yo fui delicado y traté de hacer esto lo menos desagradable posible para ti, el resto no te tratara igual.
—Sí, tendré más cuidado.
—¿Me odias por esto? — pregunto Helios con una tristeza que no había visto antes en él.
—No, yo sé que este es tu trabajo y no tenías otra opción. — respondí.
No te odio Helios, todo lo contrario, ahora te deseo más.