Estábamos en el jardín, mi mamá y yo, y mientras hablábamos, no pude evitar notar lo triste que se veía. Su mirada, normalmente llena de energía y luz, estaba apagada. Sabía que algo había pasado con papá. Cada vez que él no estaba, ella se apagaba, como si le hubieran robado parte de su alma.
—¿Qué pasó, mamá? ¿Dónde está papá? —pregunté, aunque en el fondo ya temía la respuesta—. ¿Por qué nunca fue a verme?
Ella suspiró profundamente, como si estuviera buscando las palabras adecuadas, pero su silencio me desesperaba.
—Amor... —comenzó, pero no hizo falta que terminara la frase. La evasión en su voz me lo confirmó todo.
—Dilo directamente. Está con otra, ¿verdad? Es con Carolina, ¿no es así? —insistí, sintiendo cómo la rabia comenzaba a arder dentro de mí.
Mi mamá bajó la mirada, su silencio me lo dijo todo.
El silencio de mi mamá me perforó el alma. Sus ojos se llenaron de lágrimas, pero ni siquiera hizo el esfuerzo de negarlo. Lo sabía. Todo este tiempo lo había sabido, pero necesitaba escucharlo de sus labios para confirmarlo, para enfrentar la cruda realidad que tanto temía.
—¿Es con ella? —repetí, esta vez con más fuerza, casi suplicando que me negara la verdad que ya sentía clavada en el pecho.
—Alexa… —su voz apenas fue un susurro, rota por el dolor—. No quería que lo supieras así.
Mi respiración se volvió irregular, y sentí un nudo formarse en mi garganta. Mi propio padre, el hombre que alguna vez fue mi héroe, el que prometió estar ahí en los peores momentos… me había abandonado.
—Entonces es cierto. Está con ella… Carolina. —Las palabras salieron de mi boca cargadas de veneno, cada una más amarga que la anterior.
Mi mamá asintió, sin poder mirarme a los ojos. Verla así, derrotada, me hizo sentir una mezcla de furia y tristeza.
—No es tan sencillo, amor. Hay cosas que no sabes… —intentó explicarse, pero la verdad ya estaba dicha.
—¿Qué más hay que saber, mamá? —la interrumpí, alzando la voz—. ¡Papá nos dejó! ¡A ti, a Lucía y a mí! Se fue con ella y nos dejó atrás como si no fuéramos nada.
Mi madre cerró los ojos, tratando de contener el llanto. Sabía que estaba sufriendo tanto como yo, pero en ese momento no podía consolarla. No podía consolar a nadie, ni siquiera a mí misma.
—Lo siento, Alexa. No quise que supieras de esta manera —repitió con un sollozo.
—Mamá, tú te mereces a un hombre mejor que él... —dije, con la voz firme pero quebrada al mismo tiempo, tratando de mantenerme fuerte, aunque por dentro me estuviera desmoronando.
Ella me miró con los ojos llenos de lágrimas, pero aún así intentó defenderlo, como si su corazón se aferrara a la idea de que todo esto tenía una justificación.
—Alexa, él está confundido. Carolina lo embaucó... —respondió, bajando la mirada—. Yo... estaba muy preocupada por ti, por todo lo que pasó cuando entraste a la clínica. Cada día nos distanciábamos más y más. Hasta que un día... me pidió perdón y me dijo que no podía mentirme más. —Su voz se quebró, pero continuó—. Él sigue viniendo algunas veces a ver a Lucía.
El simple hecho de escuchar eso me llenó de rabia. ¿Cómo podía seguir viniendo a ver a mi hermana como si todo estuviera bien, como si no hubiera roto nuestra familia?
—¿Y tú lo aceptas? —pregunté, incapaz de contener la amargura en mi voz—. ¿Le permites venir, después de todo lo que nos hizo? Después de haberte engañado, de habernos dejado...
Ella asintió lentamente, pero no había fuerza en su afirmación. Era como si ella misma no pudiera justificar su decisión.
—Lucía no tiene la culpa de nada, Alexa. No quiero que ella sufra por algo que no entiende aún. Es una niña y merece una familia.
Me quedé en silencio, intentando procesar sus palabras. Lo entendía, pero al mismo tiempo no podía aceptar que ella siguiera permitiendo que él entrara y saliera de nuestras vidas cuando quisiera.
—Es solo que… no puedo perdonarlo, mamá. No después de lo que hizo —le confesé, con la voz quebrada.
Ella suspiró y me miró con tristeza.
—Lo sé, amor. Y no te estoy pidiendo que lo hagas. Solo quiero que sepas que a veces el amor nos hace cometer errores. No estoy diciendo que esté bien lo que hizo... pero yo tampoco soy perfecta. —Su mirada se desvió hacia el suelo—. Tal vez yo también lo perdí, sin darme cuenta, el día que dejé de luchar por nosotros.
—Mamá, tú luchaste demasiado por su matrimonio —dije, con un nudo en la garganta—. Él te falló una y otra vez. El error es suyo, no tuyo.
Mi madre me miró con una mezcla de tristeza y resignación. Sabía que mis palabras eran verdad, pero en su rostro también se reflejaba ese cansancio de haber intentado salvar algo que ya estaba roto desde hacía mucho tiempo.
—Alexa… —susurró, sin fuerzas—. A veces me pregunto si no hice lo suficiente, si dejé de luchar antes de tiempo. Sé que cometí errores.
—No, mamá —insistí, con más firmeza—. No es así. Tú diste todo por esa relación. Fuiste fuerte, más de lo que cualquiera podría ser. No es tu culpa que él haya decidido traicionarte. —Tomé sus manos entre las mías, tratando de transmitirle el apoyo que necesitaba—. Él fue quien te falló, quien no valoró lo que tenía.
Ella soltó un suspiro, una mezcla de alivio y dolor.
—Es difícil aceptarlo, Alexa. Me he aferrado tanto tiempo a la idea de que tal vez yo podría haber cambiado las cosas...
—No podías cambiar a alguien que no quería cambiar, mamá —le dije suavemente—. Tú mereces algo mejor que vivir esperando que él se dé cuenta de lo que perdió. No puedes seguir culpándote por algo que no está en tus manos.
Mi madre asintió lentamente, pero pude ver que aún cargaba con ese peso en su corazón. Sabía que el camino hacia sanar no sería fácil para ninguna de las dos, pero al menos quería que ella supiera que no estaba sola.
Charle con mi mamá toda la tarde. Lucía está en un campamento y mi abuelo en un viaje de negocios, así que estamos solas en casa, solo con mi nana y los sirvientes. Aunque la conversación con ella fue reconfortante, no pude evitar sentir que una sombra de tristeza aún pesaba sobre nosotros.
Después de cenar, subí a mi habitación, exhausta por la mezcla de emociones. Al abrir la puerta, el olor fresco de la rosa blanca que había dejado sobre mi cama me sorprendió. Me acerqué y vi una nota delicadamente colocada junto a la flor.
"Finalmente, mi reina ha regresado. Muy pronto nos veremos, amor mío."
Mi corazón dio un vuelco al leer esas palabras. La caligrafía era familiar, una mezcla de ternura y anhelo. Era de él. ¿Cómo era posible? La confusión y la esperanza se entrelazaron en mi pecho. Había estado pensando en él constantemente, pero ahora que sabía que estaba cerca, mi mente se llenó de preguntas.