—Esos movimientos... esa furia... no son míos, Arthur. Son lo que aprendí a hacer para que los clientes se fueran rápido, para que no me pegaran más fuerte. En la tina... yo era 'La Gatita' otra vez. Me muevo así, sin ternura, sin amor, porque esa es la única forma en la que mi cuerpo recuerda cómo sobrevivir a la posesión.
—Arthur tardó varios segundos en procesar la magnitud de la confesión. El recuerdo de Maciel se había infiltrado en su intimidad. Su rostro se descompuso en una mezcla de horror y profundo dolor.
—Katrina, no...— Arthur cayó de rodillas junto a ella, sin importarle el frío. No la tocó, pero su voz era un ruego. —Mi amor, eso... eso que hiciste, esos movimientos... eran hermosos para mí. Yo no vi nada más que a mi esposa, apasionada. ¿Cuánto tiempo lleva pasándote esto?
—Desde el principio, Arthur.— Katrina levantó la mirada, el rostro devastado. —Por eso me niego a ir a terapia. Porque si digo esto en voz alta, siento que te arrebataré la única parte de mí que creías pura. Las sombras de mi pasado vuelven a mi presente, y lo siento mucho, pero a veces no puedo evitar sentir más con ellas que contigo.
—Arthur se levantó, su cuerpo desnudo y vulnerable. Caminó hacia el armario y se puso el albornoz, intentando recuperar un poco de control. La frialdad racional se activó.
—Esto es más grande que nosotros, Kat—, declaró, su voz ronca por el llanto. —Creo que deberíamos dejar el casamiento en pausa. No podemos organizar una boda si no estamos estables.
—Katrina se levantó de golpe, la toalla cayendo. —¡No, Arthur! ¡No vamos a posponer nada! ¿Es eso lo que quieres? ¿Usar esto como excusa para avergonzarte de mí? ¡Dijiste que lucharíamos!
—¡Y vamos a luchar!— Arthur se giró, la paciencia agotada. —Pero luchar no significa ignorar la realidad. ¡Significa ser responsables! ¡Necesitas curarte!
—¡No quiero curarme! ¡Quiero casarme!— Gritó ella, retrocediendo hacia la pared. La voz de Arthur subió de tono, la frustración dibujando sombras afiladas en sus facciones.
—¡No me grites!— suplicó Katrina, llevándose las manos a la cabeza. Su voz se volvió infantil. —¡No me grites, por favor, me recuerdas a mi padre!
—La mención de su padre solo avivó la ira de Arthur, que se sintió comparado con su verdugo. Se puso los pantalones y la camisa a toda prisa, el movimiento cargado de resentimiento.
—¡No soy tu padre, Katrina, ni soy Maciel!— Le gritó, golpeando la cómoda con una fuerza sorda. —¡No uses tus traumas para manipularme! ¡No soy uno de tus demonios!
—La violencia de su tono, el golpe sordo, rompieron algo en Katrina. Se encogió. Arthur se quedó inmóvil, mirando su mano, dándose cuenta del daño.
—Sin decir una palabra más, Arthur tomó su almohada. —Voy a dormir en el cuarto de huéspedes. Necesito espacio.
—Arthur salió de la habitación. Diez minutos después, en el cuarto de huéspedes, Elizabeth apareció en el umbral, envuelta en una bata de seda. Había escuchado la discusión.
—¿Qué te hacía pensar que ella no dejaría su pasado atrás, Arthur?— Le preguntó Elizabeth, con una mezcla de lástima y reproche.
—No tenías que escuchar, madre—, replicó Arthur, agotado.
—Es mi casa, Arthur, y esta persona es la que va a llevar mi apellido—, siseó Elizabeth. —Creí que con el tiempo y el lujo olvidaría sus viejos hábitos.
—¡Ella fue violada, madre! ¡Estuvo en coma!— Arthur explotó.
—Y tú fuiste su caballero blanco. Pero la raíz no es la violación. Es su origen. ¿Qué esperabas de alguien que terminó trabajando de eso?— Elizabeth cruzó los brazos. —Ella siempre te culpará por haberle quitado el apoyo económico. Es más fácil.
—Katrina caminó descalza hasta el cuarto de huéspedes. Abrió la puerta sin llamar.
—¡Katrina!— Exclamó Arthur, levantándose de golpe de la cama.
—Arthur, sal de aquí. Esto es entre tu madre y yo.— Katrina no le quitó la mirada a Elizabeth, que la miraba con desprecio.
—¿Te atreves a interrumpir?
Katrina avanzó. —Él me había despojado de todo lo que me había dado: la ayuda económica en la Academia, un lugar donde vivir. Me cerró todas las puertas. La falta de recursos me llevó a trabajar de meretriz. ¡Tu hijo me llevó allí!
—Elizabeth rió, un sonido seco y cruel. —¡Eso no es excusa! ¡Cualquier otra persona hubiera trabajado en un supermercado! ¡Elegiste el camino más fácil! ¡Es más fácil culpar a mi hijo que asumir tu propia falta de moral!
Katrina explotó: -¡ Cállate!-
—Katrina abofeteó a su suegra con una fuerza ciega. El sonido seco resonó en la habitación. Elizabeth se llevó la mano a la mejilla, el shock grabado en su rostro.
—Arthur, testigo del ataque, reaccionó por instinto. Dio un paso hacia Katrina y levantó la mano con la intención de abofetearla.
El miedo de Katrina, la memoria de Maciel y su padre, la hizo encogerse, cerrando los ojos.
Arthur vio el terror en su rostro. Vio a 'La Gatita' encogerse. Su mano se detuvo en el aire, paralizada, a centímetros de su mejilla. Bajó la mano lentamente, temblando, lleno de un arrepentimiento instantáneo y profundo, sabiendo que acababa de cruzar la línea que juró nunca cruzar.
- Siempre, fuiste un cobarde, como tu padre- Elizabeth le reprochó con la mano aún en la mejilla
- ¡ Cállate madre! Haz tus maletas y vuelve a París...se acabó,no habrá boda....¡ No habrá una mierda! - Elizabeth lo miró desconcertada no podía reaccionar - Te dije que te fueras madre-Elizabeth lo miró con furia y luego le lanzó a Katrina- Ahora ganaste, pero mí hijo....algún día se cansará de ti, de tus dramas, caprichos, ya verás -Seguramente me cansaré como mí padre se cansó de ti madre.
- Eres un malagradecido, como tu padre- Katrina era testigo de reproches cruzados y decidió salir de la habitación. Elizabeth asestó su último gran golpe - ¿Ves? No te defendió porque sabe que tengo razón,esa mocosa lo único que quiere es vernos distanciados-Antes que Elizabeth saliera, Arthur le dió un golpe aún más letal - Madre - Elizabeth se giró hacia su hijo con la manilla de la puerta en la mano
- Katrina... Katrina esta embarazada, sí... serás abuela por segunda vez- La noticia había afectado a Elizabeth, ella había pensado que está discusión entre ellos los separaría, pero no...su hijo siempre había sido un hombre de palabra y sabía que lucharía por recomponer las cosas con su nuera.
- Felicidades por la mala noticia- Arthur le devolvió la ironía- Gracias...sabía que te pondría contenta.- Elizabeth salió cerrando la puerta con un golpe seco, Arthur se dejó caer sobre la almohada cerrando los ojos, Katrina, hacía lo mismo en la habitación matrimonial.