CAPITULO III: LA SOMBRAS EN LA TINA

1240 Words
Katrina deslizó la pluma sobre el papel grueso de su diario. La incomodidad se había instalado en su pecho como un nudo frío, y era en esos momentos, cuando el mundo exterior se volvía demasiado exigente o demasiado dulce, que recurría a la tinta. Escribir no la liberaba, pero al menos le daba un sitio seguro a la podredumbre interna. Hago una pausa y cuando me siento incómoda, escribo en mi diario. Y vuelven a mí... los encuentros sexuales con Maciel. Se instalan sin permiso, sin lógica, como si el trauma tuviera una memoria física propia, una lujuria enferma que no puedo erradicar.— Katrina hizo una pausa, deslizando el dedo por el borde de la página. —No sé por qué me ajito, más que cuando tengo sexo con Arthur. Es una excitación que me asusta, que me hace sentir sucia, pero me consume. Y hoy... me asalta uno, en específico... —La oscuridad apestaba a alcohol y sudor ajeno. La voz era un látigo sobre ella. —¡Vamos, muévete, gatita! ¡Más rápido! ¡No pierdas el tiempo! —Me movía sobre Maciel, intentando imitar los movimientos que había visto hacer a otras chicas. Él se enojó, su rostro se contorsionó en una máscara de asco y frustración. Me agarró brutalmente del cabello, tirando de mí hasta que el cuello me dolió, y me puso a cuatro patas sobre el escritorio, la posición más humillante de todas. —¡Así, rameras! ¡Así es como sirven! —Es como una sombra en mí, un parásito que se alimenta de la intimidad y la pervierte. Arthur dice que debo volver a terapia y me niego. No puedo volver a hablar de eso, a desenterrar la basura. Me prometí que lo enterraría cuando Patrick nació, que mi vida y mi cuerpo serían míos de nuevo. Por suerte mi pequeño, Patrick, me saca de ese letargo con su risa. Y el pequeño "repollito" dentro de mí, este bebé de un mes, me mantiene más activa que cuando estaba embarazada de Patrick. El primer embarazo fue un infierno hormonal, este me da una energía febril. —Katrina cerró su diario de golpe cuando escuchó los pasos inconfundibles de Arthur. Eran firmes, pero lentos, resonando en el pasillo. Él venía cansado de su día dando clases en la Academia, y esa fatiga era una señal. Se levantó de la cama, guardó el diario bajo un cojín y se dirigió al baño. Katrina le prepara un baño de tina reconfortante, lleno de sales y espuma, el aroma del jazmín está llenando el aire. —Arthur suspiró aliviado al entrar y ver el agua esperándolo. Se desnudó sin prisa y se sumergió en el agua caliente. Katrina se sentó en el borde de la tina. Ella le masajea la espalda y los hombros, liberando la tensión de un día largo. Su beso en su nuca, cálido y húmedo, no fue accidental. —Arthur sonrió, cerrando los ojos. —¿Patrick? —Por ahí debe andar— respondió ella, su voz teñida de picardía. —Arthur se rió por la respuesta de su "pequeña gran mujer", como él solía llamarla. —De acuerdo, señora Gerard De Loyola. Veré dónde está para que no nos moleste. No salgas.— Arthur se levantó para salir del baño, y justo antes de que ella le contestara, le soltó una advertencia cariñosa: —¡No corras, Kat! Recuerda lo que dijo el médico. —Pero, para cuando Arthur le dice que no corra, ella ya está en la habitación del pequeño, moviéndose con la velocidad de un felino, desoyendo las advertencias sobre su embarazo. Para su sorpresa, al abrir la puerta, Patrick estaba con su abuela, Elizabeth, tranquilamente en una silla mecedora, leyendo un libro con un aire de superioridad silenciosa. —Katrina, querida, no te preocupes, está conmigo— dijo Elizabeth, sin levantar la vista del libro. Su tono no era cálido, pero era eficiente. —Ve tranquila a atender a mi hijo, se nota que viene agotado de ese... pasatiempo que llama trabajo. —Katrina no se detuvo a discutir el desprecio de Elizabeth. Regresó a la habitación, el corazón latiéndole fuerte por la carrera y por la expectativa. Se despojó de la ropa con una rapidez inusual y entró a la tina. —Arthur la recibió con una exclamación, sus ojos fijos en ella. —¡Guau! Este embarazo te está sentando más que bien. Estás radiante, más hermosa que nunca. Ven aquí. —Katrina no esperó. Se metió en la tina y, con un movimiento fluido, se subió a horcajadas sobre él, sintiendo el agua cálida chocar contra su piel y la de él. En lugar de besarlo o susurrarle, comenzó a moverse. Y otra vez... la sombra de Maciel se proyectó en su mente. No se movió con la dulzura de Katrina la esposa, sino con la urgencia y el ritmo que había aprendido por necesidad. Ella comenzó a moverse más fuerte, imitando los movimientos exactos, las posiciones que hacía para complacer a los hombres del night club. Era un ritmo frenético, diseñado para excitar rápido y terminar. —Arthur estaba tan excitado por su ferocidad inesperada, por el arrebato de deseo primario de su esposa, que no se dio cuenta que Katrina en ese momento era "La gatita". No percibió la desesperación en sus ojos ni la mecánica de su ritmo.⁷ Estaba ciego por el placer. —Las sombras de esos tres meses en el night club habían vuelto, no como un recuerdo, sino como una ejecución; y Arthur, ajeno, era su cómplice en el presente. El agua de la tina se había enfriado drásticamente. Katrina se deslizó fuera de Arthur como si la hubiera quemado,envuelta en una toalla, temblando incontrolablemente a pesar de la temperatura cálida de la habitación. Arthur la miró, su sonrisa aún era amplia, teñida por el placer y la satisfacción. -Eso fue... indomable, Kat. Una locura. Estás más potente que nunca con este embarazo, te juro que...— Arthur salió del agua y tomó una toalla. Trató de acercarse a besarla, un gesto íntimo que Katrina detuvo con el solo lenguaje de su cuerpo. Ella se encogió. —No me toques—, dijo Katrina, su voz apenas un susurro roto. Se sentó en el borde de la cama, evitando su mirada. —Arthur se detuvo, confundido. —¿Qué pasa? ¿Te hice daño? ¿Es el embarazo? —No es el embarazo. Eres tú.— Ella tomó una bocanada de aire, luchando contra la náusea del miedo y la culpa. La luz del baño iluminaba la curva de su vientre y la curva de su hombro, donde la sombra parecía instalarse. —Arthur, tengo que... tengo que confesarte algo. Ahora mismo, en la tina... no estaba aquí. —Él frunció el ceño, el placer disipándose rápidamente, reemplazado por la ansiedad. —¿De qué hablas, Kat? —Las sombras. Esas sombras... no se van. Vuelven cuando tengo sexo contigo. Vuelven con fuerza. Vuelven cuando tengo sexo contigo. Vuelven con fuerza.— Las lágrimas finalmente se desbordaron, quemándole las mejillas. —Hace un momento, no eras tú el hombre que estaba dentro de mí. Eran ellos. —Arthur se congeló a mitad del camino, su toalla cayendo al suelo. —¿Maciel? —Maciel, Kevin, Maximiliano. Ellos y otros. Los hombres del night club.— Katrina se abrazó a sí misma, buscando consuelo en su propio calor.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD