Prólogo.
Prólogo.
Escucho sus pasos detrás de mí y aunque no quiero que me vea en este estado, no puedo evitarlo porque me toma del brazo y me obliga a girarme a él. Su rostro está frente a mí y, por primera vez en mi vida, siento que me ahogo con tan sólo tenerlo cerca.
¿Cómo alguien que amas puede herirte tantas veces? Peor aún, ¿por qué eres tan estúpida de permitírselo?
Quito mi brazo de su agarre y me alejo dos pasos de él.
No lo quiero cerca.
— No tienes que decirme nada — murmuro mientras controlo mis lágrimas, evitando que caigan —. Yo... por fin lo entendí, Jeremy. Por mucho que lo intente, yo no soy quien te hace feliz, ella sí. Y yo nunca seré ella, ya me cansé de intentar llenar el lugar que sólo le has dado a ella. No hay forma de que yo luche contra eso — lo miro a los ojos, ojos que amo, pero al mismo tiempo duele tanto mirar —. No significo nada para ti y ya estoy cansada de intentar lo contrario — hago un fallido intento de sonrisa —. Sube, ella te está esperando, no sigas perdiendo tu tiempo conmigo.
Limpio una patética lagrima que cae de uno de mis ojos y doy media vuelta para subir a mi coche, pero su voz me detiene. Aun así, no me giro a mirarlo.
— Nunca quise hacerte daño, Aurora — dice mientras yo hago lo posible por seguir de pie sin derrumbarme —. Desde el principio fui claro contigo. Esto es tu culpa, yo nunca te pedí que me amaras.
Un sollozo entre cortado, confundido con risa, sale de mis labios al escuchar sus palabras.
Lo que dice es tan cierto, él nunca me dio motivos para pensar que sentía algo por mí.
Sólo alguien con quien pasar el rato, una distracción.
Yo soy su sucio secreto.
— Lo sé — susurro. No sé si me alcanza a escuchar y tampoco me importa. Sólo quiero alejarme de él y sanar sola ésta herida. Así sea lo último que haga, tengo que superarlo, tengo que olvidarlo.
Me subo al auto y, sin mirar atrás, me alejo de la persona que amo, a la cuál le di todo y por la cual me quedé vacía. Porque mientras yo daba todo, él no me daba nada.