Los ojos azules del Rey del Hielo se intensificaron hasta adquirir un brillo que rivalizaba con las estrellas más brillantes, irradiando energía elemental pura que se extendía desde su forma física hacia el ambiente que lo rodeaba. Su poder de hielo, refinado durante siglos de práctica y amplificado por conexiones directas con fuerzas de sus dioses, se expandió como una onda invisible que descendió desde la montaña hacia las bestias que esperaban despertar, la mayoría dormían y solo algunas reposaban. Cuando esa energía tocó a las criaturas invernales, el efecto fue inmediato y dramático. Quinientos pares de ojos cristalinos se encendieron con vida sobrenatural, brillando con la misma intensidad que caracterizaba a su señor. Alas larguísimas se extendieron, creando sonidos que hicieron ec

