No obstante, pasado varios minutos, Sadrac fue quien terminó el beso de forma abrupta, separándose de ella cuando se dio cuenta de que estaba perdiendo control de la situación. Cuando sus labios se separaron, los dos estaban jadeando, con sus rostros a escasos milímetros de distancia. Los ojos de Sadrac brillaban con una mezcla peligrosa de triunfo, posesión, deseo carnal y algo más profundo que lo desconcertaba y lo irritaba al mismo tiempo. Por un momento, pareció que él iba a hacer algún comentario sarcástico o cruel para reestablecer la distancia emocional, pero en lugar de eso, simplemente la atrajo más cerca con un movimiento posesivo, envolviéndola con un brazo mientras su otra mano se enredaba en el cabello de ella como una cadena silenciosa. —Duerme… Elfa enana —ordenó al fin con

