Aquella sugerencia golpeó a Zelek como un rayo. Se apartó del mapa, mirando a Sadrac como si acabara de sugerir algo completamente demente. —No estás hablando en serio —dijo Zelek, entrecerrando sus ojos—. ¿Estás pensando seriamente en traer a OTRA Elfa de hielo al reino? ¿Quieres que me case con otra criatura pálida y pequeña que probablemente viene con su propio conjunto de poderes mágicos impredecibles? —Sí, exactamente eso es lo que estoy sugiriendo. Si yo tengo un tempano de hielo como esposa para que sane mi pierna, tú no te quedarás atrás, y tendrás a tu propio tempano de hielo para intereses estratégicos reales —respondió Sadrac sin inmutarse por la reacción de su hermano—. Y déjame explicarte por qué es brillante desde una perspectiva política. Se acercó a Zelek, adoptando el t

