Otra oportunidad para amarte

En la fiesta de aniversario del matrimonio Torres Muñoz, Amalia estaba sentada en la mesa principal, sonriendo a los invitados mientras esperaba a su esposo. Había pasado casi media hora desde la hora acordada, pero Santiago no llegaba. De repente, la puerta se abrió y entró Martín Jirón, el asistente personal de Santiago, con una expresión seria. —Señorita Amalia —dijo, sin perder la compostura—. Vengo en representación del señor Santiago. Me ha pedido que le entregue estos documentos. Todos los ojos de los invitados se dirigieron hacia la escena. No era común que el anfitrión faltara a su propia celebración, y menos aún que alguien más se presentara en su lugar. Amalia tomó los documentos con manos temblorosas, su mente ya anticipando lo que estaba por venir. Al abrirlos, su rostro palideció. [Acuerdo de Divorcio] —¿Qué es esto? —preguntó, la voz quebrada por la incredulidad—. ¿Por qué no tiene el valor de dar la cara? Martín no contestó a sus preguntas, su rostro impasible. —El señor Santiago está siendo muy generoso con usted. Solo firme y las propiedades pasarán a su nombre. Para Amalia, aquello era solo una humillación. Pedirle el divorcio en pleno aniversario… ¿acaso no había ni un atisbo de respeto por lo que habían compartido? —Dime —dijo, controlando la rabia—. ¿Es por esa mujer con la que lo llamas todas las noches? ¿Es por ella que tiene que irse corriendo cada vez que suena el teléfono? Martín, sin embargo, mantuvo el silencio, su rostro imperturbable. —La señorita Rose requiere cuidados especiales —respondió finalmente—. El señor Santiago solo desea cuidarla, pero este divorcio no tiene nada que ver con ella. Los murmullos entre los invitados comenzaron a crecer, y Amalia podía oír claramente algunas de las conversaciones en voz baja. Nadie esperaba que Santiago fuera capaz de ser tan frío y calculador. Los rumores sobre su despiadada personalidad ya circulaban, pero ver todo esto suceder frente a ellos era algo más… cruel. Amalia, enfurecida, se levantó de su asiento con una rapidez que sorprendió a todos. Se acercó al organizador del evento, que la miraba con desconcierto. —Quiero que saques a todos de aquí. Ahora —ordenó, su voz helada. —Como ordene, señora —respondió el organizador, sin dudar. No iba a ser la burla de nadie. Con el corazón latiendo desbocado, Amalia salió del lugar, dirigiéndose al garaje. Tomó su Ferrari con una furia tan ciega que apenas notó el tráfico. Su mente solo podía pensar en una cosa: el apartamento de Santiago. Sabía que algo no estaba bien, pero no podía detenerse. Las imágenes del divorcio, la humillación, y las palabras de Martín daban vueltas en su cabeza. Estaba tan sumida en su cólera que ni siquiera vio el semáforo en rojo. El sonido del claxon la hizo reaccionar demasiado tarde. Un camión, que venía en dirección contraria con la luz verde, giró sin percatarse de la velocidad a la que Amalia iba. El impacto fue brutal. El último pensamiento que cruzó su mente antes de perder el conocimiento fue el rostro de Santiago… y la pregunta que se quedó grabada en su corazón: ¿por qué?