Nivel 3

572 Words
Nivel 3 No sé qué es lo qué está pasando ni tampoco quién es esa persona. Debo admitir que siempre he sido mujer de juzgar por apariencias, pero ese hombre… aumenta por demás los miedos que ya arrastraba en el pasado. Si tiene algo que decirme; ¿por qué simplemente no se acerca a mí durante el día y lo hablamos tranquilamente?. Ni siquiera he cenado. Son las doce de la noche y estoy bajo el calor de mis cobijas, siento la piel erizada y me resulta imposible conciliar el sueño. Necesito hablar con alguien, he pensado en llamar a mis amigas de instituto, pero no sé cómo se tomarán mi interés repentino hacia ellas después de haberlas dejado a un lado cuando me fuí a vivir con Cristian. Aún así, creo que es pronto para sacar conclusiones, quizás ese hombre no vuelva a aparecer o si lo hace, aún me quedan mis padres y Alberto. 03:00 AM. Abro los ojos y casi me caigo de la cama. Entre suspiros y sudores fríos, trato de recobrar la calma y asimilar la extraña pesadilla. Cuando estoy a punto de lograrlo, oigo una especie de “golpecitos” en el cristal de la ventana, como si alguien estuviera llamando. No me cabe la menor duda, literalmente están golpeando el vidrio, pero trato de pensar fríamente; mi habitación está en el segundo piso, y la fuerte lluvia dificultaría una “escalada” por los tejados. Aún así, tengo miedo y no quiero mirar, ya que los toques en el cristal no se detienen. Un estruendoso relámpago ilumina toda la habitación, proyectando en esas centésimas de segundos, una silueta dibujada en el suelo. Debido a la impresión, me armo de un valor sobrehumano y giro mi cabeza hacia la ventana, pero no compruebo que no hay nadie. De hecho, me siento un poco ridícula; ¿quién va a arriesgarse a escalar un tejado bajo semejante lluvia torrencial y en plena madrugada?. 11:00 AM. La noche se me ha hecho eterna, he dormido a trompicones y me siento algo cansada. La taquicardia no cesa y siento mi boca seca. Hacía bastante tiempo que las dejé, pero creo que en este momento no tengo otra opción; pondré una pastilla de Alprazolam bajo mi lengua. Ha pasado una hora desde que tomé la dosis y en cierta manera ha cumplido su función ansiolítica. Pero la sensación de desamparo no deja de perturbarme. Agarro mi teléfono y busco entre los contactos. –¿Mamá?. –¡Eva, hija mía! ¿Cómo te encuentras? No hemos hablado desde…bueno, desde ese día. De mis ojos vuelven a brotar lágrimas y mi garganta se anuda, dificultando mis palabras. –He estado indispuesta… –No es para menos, cariño. Ví que no respondías mis mensaje y decidí esperar a que me hablases tú, pero me tenías preocupada. –¿Os gustaría venir a comer a casa?. –Tu padre está con ciática, pero si quieres me paso a recorte y comes con nosotros. ¿Qué me dices?. –Me parece estupendo –me seco las lágrimas con la manga. –Bien, en veinte minutos voy a buscarte. –Te espero, mamá. Corto la llamada y me asomo al exterior con la vaga ilusión de encontrarme con un ambiente soleado y agradable, pero nada de eso. Sigue lloviendo, las ráfagas de viento arrancan las hojas maduras de los árboles y todo sigue gris, muy gris.
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