Me encontraba en el aula de Química. El laboratorio era muy grande y contaba con una mesa para dos alumnos. Me pregunté quién sería mi compañero, pero supuse que estaría sola ya que estaba llegando a mitad de año y probablemente todos ya debían tener un compañero.
Quería buscarme un lugar adelante como siempre, pero todos estaban ocupados, así que tuve que sentarme en el fondo. Totalmente sola, como esperaba.
La clase aún no empezaba, pero ya todos estaban sentados en sus sillas. Justo en ese momento aparecieron Violeta y Jennifer. Ambas entraron al salón y me saludaron con la mano, después se sentaron en su mesa y me sonrieron en modo de disculpa. Yo les sonreí devuelta con normalidad, ya que no me molestaba para nada.
Al poco rato el profesor ya había empezado la clase y yo seguía sin compañero. Me sentí aliviada, ya que así tendría que hacer los trabajos yo sola.
Cuando la clase acabó, Violeta, Jennifer y yo salimos del laboratorio juntas.
—Lamento que no tengas compañero.
Hice un gesto con la mano hacia Jennifer para que entendiera que no me molestaba.
—Yo no lo lamento, prefiero estar sola. —aclaré—. ¿Qué clase tienen? —pregunté. Hasta ahora no me había tocado ninguna clase con ellas, aparte de Química.
—Nosotras tenemos Álgebra. —respondió Violeta y yo suspiré fastidiada. Yo tenía Inglés.
—¡Ah! Inglés. —ellas pusieron caras tristes—. Me voy a clase, chicas.
Por suerte, ya sabía cómo llegar a muchos lugares, así que solo me guié por mi mente.
Iba caminando tranquilamente por los pasillos. Tranquilamente, lo prometo, pero cuando volteé a la izquierda, choqué con un chico. ¿Por qué soy tan torpe?
Me demoré dos segundos en reconocerlo. Solo con ver esos lunares supe que era el mismo chico de ayer.
—¿Acaso no sabes caminar?
El mismo chico grosero de ayer.
—Idiota. —murmuré igual que ayer, pero no me escuchó.
Puse los ojos en blanco y seguí caminando.
* * *
Las horas pasaron rápido y por fin era hora del break. Salí del salón de Inglés y caminé hacia la cafetería. Al llegar, mis ojos se fueron a la misma mesa de ayer y ahí las encontré: Violeta y Jennifer comiendo. Cuando me vieron agitaron sus manos y me acerqué a la mesa.
—Ya regreso, voy por mi almuerzo.
Fui a coger un sándwich de jamón y queso y una botella de agua, al igual que ayer. Volví a la mesa con mi bandeja, me senté y empecé a comer mi pan.
—¡Jenn mira! —exclamó Violeta—. Pero disimuladamente...
Jennifer volteó y luego miró a Violeta en plan "Eso es imposible para nosotras, Violeta". Yo volteé...
Y ahí estaban, entrando por la puerta.
El chico con el que me había chocado dos veces, también estaba el chico tierno que me ayudó esa vez. Mis ojos pudieron ver al idiota y a Tayler con unos chicos más. Todos reían y aunque sabían que muchas chicas los estaban viendo (porque así era), simplemente reían y caminaban como si no lo notaran o como si estuvieran acostumbrados... Suspiré, pero no como todas las demás, sino con fastidio. Eran los típicos populares.
—¿Quiénes son ellos? —pregunté a pesar de que ya lo había entendido.
—Ellos son los chicos más sexys de este instituto. —respondió Violeta—. Los más populares.
—Son buenos en deportes y en todo, es como si la vida les diera ese don. —dijo Jennifer.
—En especial Dyl, él es "jefe" de todos, su mejor amigo es Tayler. —comentó Violeta y yo puse los ojos en blanco—. Tayler es lindo, pero Dyl está mucho, mucho, MUCHO mejor.
—Pues para mí es un idiota... —respondí calmadamente y me asusté un poco cuando Violeta se atoró con su propia saliva mientras Jenn solo me miraba con los ojos bien abiertos—. ¿Qué?
—¿Lo conoces?
—¿¡LO CONOCES!? —gritó Violeta mucho más entusiasmada que Jennifer y por suerte, nadie lo notó. Violeta tenía razón, Jennifer era muy parecida a mí, el que Dyl fuera popular para mí no era gran cosa.
—¿Ah? No. —respondí dándole otra mordida a mi sándwich—. Solo tuve un par de "encuentros inesperados" con él. —suspiré cuando vi como Violeta me mostraba una sonrisa coqueta—. No de esa forma. Me choqué con él dos veces y en esas dos veces no fue nada educado...
—Aún así es lindo... —susurró Violeta dándole otra mirada al idiota que ahora tiene nombre: Dyl. Ja, Dyl. Ese nombre me causaba gracia.
—¿Te estás escuchando? —exclamé. No puedo creer que le importe más su apariencia, que su actitud.
—Sí, Violeta. Heather tiene razón. Ese chico es un idiota, sexy, pero idiota. —reprochó Jennifer. Asentí dándole la razón. Tampoco podía negar que, en efecto, ese chico era sexy.
—¿Saben qué? Hay que cambiar de tema. —dije y Jennifer asintió, Violeta hizo lo mismo pero se cruzó de brazos antes de hacerlo.
Hay que hacerla entrar en razón.
Me levanté de la mesa y fui a buscar otro sándwich de jamón y queso. Mientras caminaba le di una mirada a “el idiota” y sus amigos, iba a voltear pero luego vi a una chica que se acercaba a Dyl y lo saludaba con un beso. Hice una mueca de asco, no es que me den asco los besos, pero él le estaba metiendo la lengua hasta la garganta, literalmente.
La cara de esa chica era tan conocida... ¡Ah! Ella era la chica que había visto mi primer día. La del cabello bonito, pero no una chica muy recatada que digamos. A no ser que esos dos chicos se amen tanto que no puedan evitar tener casi coito en medio de la cafetería en donde hay gente comiendo.
Me sentí chismosa, así que decidí no mirarlos más, pero noté que tomé la decisión muy tarde porque había una mirada sobre mí. Y resultó ser Tayler.
Me sentí un poco avergonzada, pero no le hice caso y terminé mi misión "Coger el sándwich de jamón y queso".
Justo en ese momento tocó el timbre indicando que el break había acabado, así que guardé el sándwich en mi bolso y me acerqué a las chicas que ya se habían parado de la mesa. Les pregunté que clase tenían ahora y para mi sorpresa, ellas tenían la misma clase yo. Por fin.
Las tres fuimos al aula de Aritmética y nos sentamos en el medio del salón, una al lado de la otra.
Después de un rato escuché un mini gritó de Violeta. Mis ojos se dirigieron a la puerta y pude ver al idiota en la puerta.
—Daniels, ¿tarde otra vez? —preguntó el profesor.
—Sí... Gracioso, ¿no?
Entró sin pedir permiso y se sentó en una de las sillas de atrás. El profesor solo lo miró y continuó con su clase.
¿Por qué no le dijo nada?
—¿Cómo hizo eso? —susurré con la boca abierta.
—Te hablamos de Dyl, pero no te dijimos que era millonario, creí que era obvio. —respondió Jennifer mientras Violeta seguía embobada—. Sus padres donan mucho dinero a este instituto. Dyl es el jefe no solo de sus amigos, sino también de este lugar.
Asentí un poco fastidiada. Él recibía un respeto que no merecía para nada.
Dejé todos mis pensamientos de lado y me concentré en la clase.
* * *
Salí de la clase riendo al recordar a Dyl haciendo el ridículo.
El profesor le pregunto la raíz cuadrada de ciento sesenta y nueve y él no respondió nada. Luego le preguntó la raíz cuadrada de cien y tampoco dijo nada. Es un completo inútil.
—No sé porque te ríes de Dyl. Pobrecito.
Puse los ojos en blanco hacia Violeta, como ya le dije a ella, no tengo paciencia y ya me está empezando a fastidiar con sus comentarios estúpidos sobre Dyl.
—No es su culpa que se ría. —defendió Jenn también riendo—. Ese chico solo sabe presumir abdominales.
—Tienes razón.
—Como sea, tengo que ir a mi casillero por un libro. —avisó Violeta.
—¡Yo también! —recordó Jennifer—. ¿Nos acompañas?
—No, mejor voy al salón y les guardo asientos.
Cuando se fueron me di la vuelta y quise caminar, pero alguien se paró en frente de mí impidiéndome el paso.
Levanté la vista y me encontré con el rostro de Dyl.
Retrocedí unos pasos al notar que lo tengo muy cerca.
—La chica que no sabe caminar.
Apreté los puños.
¿Qué quiere?
—El chico que no sabe nada.
Dyl apretó su mandíbula ante mi respuesta.
—Mira, te vi en clase y vine a advertirte que no te andes riendo de mí o si no...
—Si no qué? ¿No me dejarás entrar al grupo de porristas? —me burlé. Él no me puede hacer nada, y creo que para todos es obvio que no quiero entrar al grupo de porristas ni a su grupo de amigos. Estoy salvada.
Sin esperar a que me responda, me fui esquivando su cuerpo. Cuando vi que no me siguió, sonreí.
Creo que lo dejé sin palabras.
Bien hecho, Heather, bien hecho.
Estaba muy feliz en ese momento, y también orgullosa de ser alguien que por fin se enfrentaba a ese niño mimado…
Pero la verdad es que no tenía ni idea de lo que me esperaba luego.
Entre al aula de Álgebra y cogí un asiento en el medio del lugar, guardé dos asientos que estaban a mi derecha y solo esperé a que llegaran mis nuevas amigas.
La puerta se abrió y gruñí cuando vi al idiota entrar con unos chicos detrás. Todos menos Dyl caminaron y se sentaron en la parte de atrás... Típico de esos chicos... Sentarse al fondo de la clase y no hacer nada.
Dyl se quedó en la puerta y me miró a los ojos. Decidí no apartar la mirada. No me iba a dejar intimidar, así que solo lo mire con desprecio. Luego de unos segundos él sonrió como un villano de película y se acercó al escritorio del profesor. Empezó a hablar con él, pero no pude escuchar nada. El profesor de vez en cuando me daba miradas rápidas.
¿Qué está pasando? Pensé mientras fruncía el ceño.
Ya estaba empezando a creer que no pasaba nada malo, cuando de pronto el profesor asintió, me miró y me llamó. ¿Por qué me está llamando? ¿Qué demonios ha hecho Dyl?
—James. Resuelva estos ejercicios, por favor. —pidió el maestro y me entregó una hoja con varios problemas algebraicos. Tomé la hoja un poco temerosa y me regresé a mi asiento. Dyl no dejaba de mirarme con una sonrisa que me hacía estremecer.
Me senté y empecé a resolver. Los ejercicios estaban realmente sencillos para mi sorpresa. ¿Esto es lo que estaban practicando antes de que llegara aquí?
Terminé y volví al escritorio del profesor para entregarle mi hoja. Él los revisó con la mirada, mirándome un poco sorprendido.
—¡Qué rapidez, James! —exclamó el profesor. Miró la hoja por un minuto y asintió varias veces—. Todo correcto. —dijo. Traté de sonreír, pero algo me decía que esto iba a terminar mal.
—¿Entonces...? —preguntó Dyl. Lo miré confundida.
—Entonces, señorita James, quiero pedirle el favor de convertirse en la nueva tutora de Dyl.
What.
No.
—¿Qué? No, disculpe, pero eso no puede ser. Soy nueva.
—Eso no será problema. Ya demostró tener bastante conocimiento.
—Pero… ¿¡Cómo voy a enseñarle cosas que aún no me han enseñado a mí!? —pregunté tratando de razonar con el profesor, pero la voz de Jennifer sonó en mi cabeza...
Dyl es el jefe no solo de sus amigos, sino también de este lugar.
Y supe que era una guerra perdida.
—Sí, usted es nueva, pero sabe más que todos los de este lugar. No se preocupe por nada. —dijo el profesor y yo negué con la cabeza muchas veces—. Y ganará crédito extra, James. Ya puede sentarse.
Repliqué pero el profesor no quiso escucharme. De verdad era una guerra perdida. Me resigné y volví a mi asiento, en donde ya se encontraban Violeta y Jennifer. Ambas me miraban un poco confundidas, ya que seguramente habían visto mi discusión.
—No quiero hablar ahora. —dije y miré el techo perdiéndome en la nada.
Después de unos minutos el chantajeable profesor empezó su clase, por lo que traté de concentrarme.
* * *
Salí de la clase enojada y de verdad. Hace unos minutos le grité a un chico porque se le cayó el lápiz y quería que se lo pasara. Supongo que en el futuro me reiré de eso.
¡Pero ahora estoy en el maldito presente!
No podía creer que iba a ser tutora de Dyl. Ese chico no tenía ninguna intención de aprender y estaba segura de que había hecho todo eso solo para fastidiarme. Si tal vez me hubiera quedado callada, si tal vez hubiera hecho mal todos los problemas de Álgebra, solo si tal vez... Bah, ya ni importaba, porque nada de eso había pasado. Por hacerme la valiente y la inteligente terminé perdiendo. Como lo detestaba. A él y a la situación.
—Hola, maestra... —susurró alguien en mi oído. No tardé ni dos segundos en saber a quién le pertenecía esa voz.
—¿Qué quieres, idiota? —dije agresivamente. Él ya se vengó de mí así que puedo tratarlo como desee, después de todo, no puede hacerme nada más.
¿Verdad?
—Quiero... —volteó a la derecha antes y se dio cuenta de que el profesor de Álgebra lo estaba observando—... Quiero saber cuándo será mi primera clase. Eso.
—Sí, claro. No me vengas con eso. —susurré para que el profesor no escuchará—. Solo lo haces para fastidiarme.
—Pues sí, no lo voy a negar. —respondió él sonriendo—. Pero aquí no termina, en serio me darás clases. ¿Qué tal algo como al estilo de Malas Enseñanzas, eh? —bromeó con sarcasmo y sentí mi rostro enrojecer de la rabia.
—Adiós. —fue lo único que respondí. Empecé a caminar pero él me agarró del brazo y me susurró en el oído una vez más
—Esta tarde, en tu casa. —se fue con rapidez.
—¡Tú no sabes donde vivo! —grité en respuesta aunque él ya se había alejado. Me escuchó, estoy segura, pero no respondió. Lo seguí con la mirada y decidí apartar la vista cuando empezó a succionar la boca de la misma chica de antes, supongo que es su novia.
Puse los ojos en blanco y me fui a mi siguiente clase, en donde no vería ni a Violeta ni a Jennifer. Tampoco me esperaron antes del final de la clase. Seguramente decidieron que sería mejor dejarme tranquila y me alegro, pero de todas formas me disculparé con ellas.
Ahora nada puede ser peor.
* * *
Me sentí aliviada cuando el día en el instituto terminó, pero no dejaba de pensar en que Dyl había dicho que vendría a mi casa. Pero no sé como lo hará si nunca me pidió mi dirección.
Estoy en la entrada/salida del colegio.
—¡Heather! —llamó alguien. Volteé y vi Violeta—. ¿Te sientes mejor?
—Sí, discúlpenme por mi mal humor, pero hoy me iré a casa sola, ¿sí? Luego les contaré todo.
Ellas lo aceptaron y se despidieron de mí ya que yo iba a adelantarme. Después de un rato llegué a casa. Mamá estaba en la cocina como siempre, ¿le digo sobre el idiota?
Mejor no. Se volvería loca.
De la emoción.
Sip, conozco a mamá y ella no es una mamá normal. Si le decía sobre Dyl, empezaría a fastidiarme y a preguntarme si era mi novio. Si lo veía, sería capaz de invitarlo a cenar. Y lo peor de todo, si lo llevara a mi habitación, sería capaz de gritar: "¡Usen protección!" Sin vergüenza alguna.
—Hola, mamá.
—Hola, hija, ¿qué tal tu día? —preguntó ella y sentí unas ganas amargas de reír. Había tenido un muy mal día, pero era lindo que ella mostrara interés.
—Bien, mamá. —mentí—. Ya sabes, tareas y esas cosas...
—Claro, ¿ya quieres almorzar? —pregunta y niego con la cabeza.
—No, gracias, no tengo mucha hambre. —dejé escapar una pequeña sonrisa. Todavía tenía ese sándwich de jamón y queso que no pude—. Me voy a mi cuarto.
Cuando llego a mi habitación voy corriendo a mi balcón con mi mochila y me siento en mi silla mecedora de abuelita. Saco el pan de mi mochila, le quito la bolsita y empiezo a comerlo. Lo único que podía consolarme era mi sándwich favorito.
Decidí quedarme sentada ahí a esperar al idiota. Cuando llegara haría que entrara a escondidas así mamá no sabría nada.
Estuve escuchando música hasta que se hicieron las cuatro de la tarde. Me estaba empezando a alegrar, pero también a aburrir un poco. Casualmente mi vista se posa en un chico con una cara bonita y un cuerpo bien trabajado.
Mierda, es Dyl.
Ya estaba empezando a creer que no iba a venir. Cuando lo vi traté de llamar su atención desde el balcón moviendo mis brazos de derecha a izquierda hasta que, después de unos segundos, Dyl me miró por fin.
—¡Maestra! —saluda él desde la calle.
—Espera en la puerta, yo abriré. —ordeno con voz baja—. No toques.
—¿No puedo tocar?
—No, no puedes. —respondo y en unos segundos vuelvo a presenciar su sonrisa vengativa. Es la misma sonrisa malvada que me mostró antes de que me convierta en su tutora.
Oh, no.
Antes de que pueda hacer algo él empieza a caminar hacia la puerta y cierro los ojos al escuchar un toc, toc, toc.
Estaba loca si creía que él me iba a hacer caso.
Bajé corriendo pero ya era tarde. Mamá estaba en la puerta mientras Dyl la miraba con una sonrisa de niño bueno. Suspiré y me acerqué.
—¿No me vas a presentar a tu amigo? —dice mamá y yo pongo los ojos en blanco.
—Mamá, no es mi amigo, él...
—Un gusto, señora. Soy Dyl Daniels. —dijo como todo un caballero, extendiendo la mano. ¿Por qué hace eso? Actúa como si no fuera un ser detestable. Como lo detesto.
—¡Dyl! Eres un joven adorable. Lámame Laura. —respondió mi madre y no pude sentirme más incómoda al verla tratarlo así—. Bueno, los dejo solos.
Se fue sin siquiera preguntar qué haríamos o que iba a hacer él aquí.
—Así que por eso no querías que toque la puerta. —murmuró Dyl mientras yo lo fulminaba con la mirada—. Lo siento. —dijo con sarcasmo.
—Te odio.
—Gracias. Haces que esto sea más divertido.
Lo quiero muerto. Ahora.