Tentación peligrosa

Lorenzo soltó el nudo de su corbata, llevaba días sin dormir intentando encontrar y descifrar la maldita ubicación de ese hombre. Sin embargo, pareciera como si solo hubieran sido esfumados por la tierra. Toda su vida buscando y cuando pensó que finalmente había encontrado algo, fue una trampa, fue una falsa alarma. La paciencia se le está acabando, tan cerca que estaba y ahora todo el trabajo se había ido a la mie.rda. Lorenzo mira la ubicación de nuevo y lanza al suelo todo… Él levantó su cabeza cuando entró uno de sus compañeros, su rostro solo le dejaba claro que no traía buenas noticias. —Señor, el jefe quiere verlo. Me pidió que sea de manera urgente, no quiere más retrasos —él menciona con su rostro lleno de seriedad, aunque en el fondo se sentía igual de frustrado que Lorenzo. —Claro, iré en unos cuantos minutos. —Lorenzo, solo ten cuidado porque te han dado muchas oportunidades y ahora no sabemos qué te va a pasar. Puede que te cambien de caso o simplemente te trasladen. —Pierde cuidado, las cosas no se van a salir de control. —Lorenzo, recuerda que te tengo aprecio, no me gustaría que esa brillante carrera que tienes se pierda por culpa de ese hombre. —No hay problema, ya te puedes retirar —Lorenzo ordena, aquel hombre baja su cabeza y sale. Lorenzo pasó la mano por su frente lleno de frustración. Tomó la foto de ese maldito y la destruyó por completo, este no es el fin, por el contrario, solo es el inicio de este juego. Caminó hasta la oficina del jefe y dio unos cuantos golpes a la puerta hasta que él le permitió entrar. —Siéntate —él menciona sin siquiera mirarle. Lorenzo asiente con su cabeza y se ubicó en una silla donde se puede ver toda la bitácora de los más buscados del país. Su jefe que tenía un cigarro en sus manos tenía la imagen de él encerrada en un círculo rojo. —Se muy bien porque estoy aquí y debo decirte que me hago responsable de absolutamente todo, era mi trabajo y obviamente es mi error haber perdido la oportunidad de atraparlo —Lorenzo se excusó aunque eso no era nada profesional de su parte era lo mínimo que debía hacer. Su jefe golpeó con fuerza a la mesa y se giró con cara de pocos amigos. No era la primera vez que Lorenzo veía esa mirada de rabia en él. —Me parece muy bien que sepas porque estás aquí. Lorenzo necesito trasladarte de ciudad, no te quiero ver más aquí, te voy a poner a cargo de un nuevo caso. Ya tengo todo listo y lo único que faltaba era decirte. Mi jefe está cansado de poner recursos en este caso y que no se vea el resultado. —Lorenzo apretó sus puños. —No, siento mucho no seguir tus órdenes esta vez, pero no, no voy a cambiarme de caso, no voy a soltar esto que por tantos años he buscado. No voy a cambiarme de ciudad. —No te estoy preguntando. ¡Te estoy dando una jodida orden!, te exijo que te traslades de ciudad y comiences a trabajar en un nuevo caso. —Lorenzo se puso de pie y negó con su cabeza. —Si quieres sacarme de la organización estás en todo tu derecho, pero te garantizo que seguiré trabajando por cuenta propia hasta encontrar al maldito de Emiliano Ferro. No me importa tener que dejar de ser agente, al final mi propósito de vida es poder hallarlo y matarl0. Su jefe vuelve a golpear la mesa con sus puños cerrados, esta vez se puede ver como su rostro se llena de ira de nuevo. Lorenzo se mantiene firme, se mantiene serio con la mirada fija. —No te convertiste en el mejor oficial para lanzar todo al carajo por culpa de un infeliz que no merece ni siquiera uno de tus pensamientos. Entiende que ya no es sano ni productivo que sigas buscando a Emiliano por cielo y tierra, él sabe hacer muy bien sus cosas y esta vez como todas las otras nos ganó. No tenemos pruebas, porque todo lo hace a nombre de otros, así lo encontremos no tenemos como atraparlo y mantenerlo tras las rejas. ¿Entiendes eso? tu y yo sabemos que es él el culpable de todo, pero el maldito infeliz se encarga de que nadie lo atrape. —¿Crees que me daré por vencido? Emiliano pagará de la misma manera, con su familia. No me interesa mancharme las manos con tal de causarle el mismo dolor que él me causó. —¡Basta Lorenzo! No es ético, ni sano para ti decir esas cosas. Te vas a ir a otro país, lejos de aquí, lejos de Emiliano Ferro y seguirás con tu brillante carrera y ya. Es una maldita orden, recuerda que soy tu superior. —Dame unos días, solo unos días más y te juro que haré las cosas a tu modo. —Entiende que no te quiero ver sometido toda la vida a un fin sin causa, te quiero como mi hijo. No me hagas esto más difícil. —Si me quisieras en verdad como hijo te darías cuenta que lo mejor para mí es poder cumplir con mi venganza, quiero que Emiliano pague por lo que le hizo a mi familia… quiero verlo sufrir y que se arrepienta de todo. Dame un par de días, no te pido más por favor. Es esto o morir en el intento. —Tienes una semana para que encuentres a Emiliano Ferro, tienes una semana para que me des un plan de trabajo, para que me digas como te vas a acercar a él… Lorenzo con esto nosotros no solo estamos jugando con tu puesto, también estoy jugando con el mío. Dame pruebas para poder pudrirlo en la cárcel. —Lo haré, no te defraudaré una vez más. —Lorenzo no eches en saco roto todo lo que has logrado. Quiero que salgas y te vayas a la casa, investiga todo, haré lo mismo de mi parte. Lorenzo movió su cabeza y salió, no podía hacer nada más, tan solo seguir órdenes para poder estar cerca de su objetivo. Él fue por su computadora y caminó hasta el carro, no solía tomar días libres. Es más, no tenía vida social y tampoco tenía alguien que lo esperara en la casa. Se detuvo enfrente de un lago, necesitaba tiempo para pensar, De cierto modo las personas a su alrededor tenían la razón, él vivía completamente sofocado, con su cabeza llena de odios y nada más. Lorenzo se puso alerta, escuchó un ruido en los arbustos que estaban detrás. Alistó su revólver y se puso de pie lentamente. Caminó evitando hacer la mayor cantidad de sonidos posible, podría ser cualquier cosa… Se aproximó lo más que pudo y en ese momento movió el arbusto y apuntó con fuerza. No obstante, encontró allí una mujer lo suficientemente hermosa, rubia con unos ojos claros, que llamaba la atención de cualquiera a simple vista. Al ver el revólver ella se puso de pie completamente pálida y con intención de gritar. De inmediato Lorenzo se hizo detrás y le tapó su boca, no podía permitir que todo esto se saliera de control por un malentendido. —Oye, cálmate que no te voy a hacer nada… solo no grites. —Ella abrió sus ojos observandolo con enfado—. Te voy a soltar, pero no grites. Lorenzo maldeció internamente por ser tan impulsivo cuando su cabeza estaba completamente cegada de odio, la soltó lentamente y ella se giró observando el revólver en sus manos. —Puede llevarse todas las joyas y el dinero que tengo, pero no me haga nada —ella suplicó. —No voy a asaltarte, siento mucho el haberte asustado —Lorenzo se disculpó sinceramente—. La verdad creí que era alguien que podría hacerme daño. —¿Así que solo fue un juego? ¿Usted qué clase de persona se ha creído apuntando a cualquiera que esté por allí? —No, no te equivoques pensé que podrías ser tú un ladrón —habló Lorenzo, notando como los colores subían por el rostro de ella. —¡Es usted un atrevido! ¿Quién se cree que es para tratarme de esta manera? Ni siquiera me conoce —ella le reclama, pero su rostro lleno de enfado, hace que resalte por completo su belleza. Lorenzo no puede negarlo, hace mucho no veía una mujer como ella… Es más, nunca se había quedado unos cuantos minutos observando a una mujer, eso no estaba dentro de sus prioridades. —Tienes toda la razón y me declaro culpable, pero eso lo podemos solucionar… Tuve un error y te juzgue mal, te pido disculpas. Aparte de eso tampoco te conozco así que empecemos por presentarnos ¿No lo crees? —No, no lo creo, no me interesa saber quién es, a simple vista se ve que es un desubicado. Espero no volverme a encontrar con usted —ella dice con una sonrisa falsa. Sin embargo, cuando pasa por el lado de Lorenzo, ella queda completamente estática. Él se giró y pudo ver como un hombre se acercaba a ellos, un hombre con bastón, con su rostro marcado con una cicatriz y con una mirada tan escalofriante que podría helar a cualquiera. —Isabella te estaba buscando, ¿Qué haces aquí con este hombre? Lorenzo puede sentir como su cuerpo timbra al reconocerlo… él es Emiliano Ferro, el maldito que ase.sinó a su familia.