El crepitar de la chimenea en mi loft de SoHo llena el aire con un calor que contrasta con el frío de la noche neoyorquina. Estoy de pie junto al fuego, con un vaso de bourbon en la mano que no he probado, observando las llamas danzar como reflejo de la tormenta que llevo dentro. Elena Harper está aquí, sentada en el sofá con un vestido azul que resalta cada curva, su cabello suelto cayendo como un río oscuro. La invité esta noche, atraído por la necesidad de cerrar la distancia que nos separa desde que la prensa empezó a husmear. Mi pulso late con una mezcla de deseo y determinación que no puedo ignorar.
Ella levanta la vista, sus ojos oscuros encontrando los míos, y hay una chispa que me enciende.
— No pensé que me traerías a un lugar tan… acogedor, Luca —dice, su tono sarcástico pero
