El goteo de un grifo roto llena mi apartamento como un metrónomo que marca mi indecisión. Estoy sentada en el borde de la cama, con el ultrasonido arrugado entre mis manos, mirando el techo agrietado como si fuera a darme respuestas. El peso de mi secreto —que Luca Moretti es el padre de mi bebé— me aplasta, y cada día que pasa sin decírselo completo siento que me hundo más. Anoche, en su loft, casi me rendí otra vez, pero su hermano Matteo y esos rumores sobre su familia me detuvieron. Ahora, el silencio de mi refugio en Brooklyn es tan opresivo que apenas puedo respirar. Me levanto, caminando hacia la ventana. Las luces de Manhattan brillan a lo lejos, un mundo que parece tan lejos de mi caos de cables y tazas sucias. Quiero escribirle a Luca, terminar de confesar que el bebé es suyo, p

