Embarazo inesperado

1409 Words
Tres semanas. Han pasado tres semanas desde esa noche con Luca Moretti, y todavía no puedo sacarlo de mi cabeza. Su voz, su toque, esa maldita sonrisa que me hizo olvidar quién soy, se cuelan en cada rincón de mi vida. Me despierto con su nombre en los labios, lo veo en el reflejo de mi café, lo siento en la piel cuando cierro los ojos. Pero también está la vergüenza, el peso de saber que fui un error, una desconocida que se coló en su mundo de lujo y salió corriendo como una cobarde. Me digo que fue una noche sin importancia, pero mi cuerpo no está de acuerdo. Y ahora, mi cuerpo me está gritando una verdad que no estoy lista para escuchar. Estoy en el baño de mi apartamento en Brooklyn, mirando una prueba de embarazo que sostiene mi mundo en dos líneas rosas. Mi corazón late tan fuerte que duele, y mis manos tiemblan tanto que la prueba casi se me cae al lavabo. Embarazada. La palabra me golpea como un tren, y me siento en el borde de la bañera, enterrando la cara en las manos. ¿Cómo pasó esto? Usamos protección, o eso creo. Todo fue tan rápido, tan intenso, que los detalles se desdibujan en un borrón de deseo y locura. Pero los detalles no importan ahora. Hay un bebé creciendo dentro de mí, y el padre es un hombre del que solo sé el nombre y el sabor de sus labios. Me quedo ahí, mirando las baldosas agrietadas, intentando respirar. Mi apartamento es un caos de cables, tazas de café y manuales técnicos, tan lejos del penthouse de Luca que parece otro planeta. No estoy lista para ser madre. Apenas puedo pagar el alquiler, mi nevera está medio vacía, y mi vida es un desfile de noches frente a la laptop. Pero más allá del pánico, hay algo peor: la idea de enfrentar a Luca, de contarle que una noche de pasión nos ató de una manera que ninguno esperaba. Mi teléfono vibra en la mesita de noche, y lo ignoro. No puedo hablar con nadie, no ahora. Pero sigue sonando, insistente, y cuando lo agarro, veo el nombre de Sofía parpadeando en la pantalla. Mi mejor amiga, la que me metió en esa gala, la que no tiene idea de la tormenta que estoy enfrentando. — ¡Elena! —exclama cuando contesto, su voz alegre como siempre—. ¿Dónde te has metido? Llevo días tratando de hablar contigo. ¿Qué tal la gala? ¿Ese tipo sexy te llamó? Trago saliva, y un sollozo amenaza con escapar. Sexy. Sí, Luca era eso y más. Pero también es el hombre que me dejó embarazada, y no sé cómo encontrarlo. — Sofía, necesito verte —digo, mi voz tan débil que apenas la reconozco—. ¿Puedes venir a un café cerca de mi casa? Es importante. — ¿Estás bien? —pregunta, y la preocupación en su tono me rompe un poco más. — No. Solo ven, por favor —respondo, apretando el teléfono con fuerza. Una hora después, estoy en un café de esquina en Brooklyn, con el aroma de espresso flotando y el murmullo de los clientes como un ruido de fondo. Mi café está frío frente a mí, y mis manos destrozan una servilleta mientras espero. Sofía entra como un torbellino, con su melena rizada rebotando y una sonrisa que se desvanece cuando ve mi cara. — Dios mío, Elena, pareces un fantasma —dice, dejándose caer en la silla frente a mí—. ¿Qué pasó? ¿Es por el tipo de la gala? ¿Qué te hizo? Miro la mesa, buscando valor en las manchas de café seco. — Estoy embarazada —suelto, y las palabras caen como una piedra en el silencio. Sofía abre los ojos como platos, y su taza tiembla en sus manos. — ¡Embarazada! —exclama, bajando la voz cuando un cliente nos mira—. Elena, ¿cómo…? ¿Es del tipo de la gala? ¿El del acento que te tenía babeando? Asiento, y las lágrimas que he estado conteniendo se derraman. Sofía se mueve a mi lado, envolviéndome en un abrazo que huele a su perfume de vainilla. — Oh, cariño, lo siento —murmura, acariciando mi espalda—. ¿Cómo pasó esto? ¿No usaron…? — Pensé que sí —interrumpo, secándome los ojos con la manga—. Pero algo falló, no sé. Todo fue tan rápido, Sofía. Se aparta, mirándome con una mezcla de preocupación y determinación. — Okay, vamos a resolver esto. ¿Quién es él? ¿Tienes su número, su apellido, algo? Niego con la cabeza, y la vergüenza me quema. — Solo sé que se llama Luca Moretti. No tengo nada más. Era una gala benéfica, no un formulario de registro. Frunce el ceño, tamborileando los dedos en la mesa. — Luca Moretti… Suena importante. Apostaría a que es alguien con dinero. Podemos buscarlo. Google, redes, algo tiene que salir. — No sé si quiero encontrarlo —admito, mi voz apenas un susurro—. ¿Y si no le importa? ¿Y si piensa que quiero su dinero o algo peor? Sofía me toma de las manos, apretándolas con fuerza. — Elena Harper, escúchame. Eres una genio que se abrió camino desde Brooklyn. No eres una cazafortunas, y si este tipo no lo ve, es su problema. Pero tienes que intentarlo, por ti y por ese bebé. Asiento, aunque la idea me aterra. No estoy lista para enfrentar a Luca, no después de huir de su penthouse como una ladrona. Pero Sofía tiene razón: no puedo ignorar esto. De vuelta en mi apartamento, me siento en el sofá con mi laptop, con el corazón en la garganta. Escribo “Luca Moretti” en Google, y los resultados me golpean como un vendaval: artículos sobre un multimillonario ítalo-americano, CEO de Moretti Enterprises, fotos de él en eventos con modelos colgadas de su brazo. Mi estómago se retuerce. Ese es él, el hombre que me besó como si fuera la única en el mundo, pero también el hombre que parece cambiar de compañía cada noche. Cierro la laptop, incapaz de seguir mirando. ¿Cómo le digo a alguien como él que estoy embarazada? ¿Cómo me enfrento a un hombre que vive en un mundo donde yo no existo? La semana pasa en un borrón de náuseas y ansiedad. Me despierto con el mismo nudo en el pecho, preguntándome cómo voy a salir adelante. Pero también hay momentos en los que toco mi vientre, todavía plano, y siento un cosquilleo que no puedo explicar. Miedo, sí, pero también algo más, algo que me da fuerza. Estoy revisando mi correo una noche, con una taza de té en la mano, cuando un mensaje me detiene en seco. Es de Moretti Enterprises, una oferta laboral para un puesto de analista de ciberseguridad. Mi corazón se acelera. ¿Moretti Enterprises? ¿La empresa de Luca? Leo el correo dos veces, buscando una trampa, pero parece legítimo: un contrato temporal para un proyecto de seguridad, con un salario que me dejaría sin deudas. Pero la idea de trabajar para él, de verlo otra vez, me paraliza. — ¿Qué demonios? —murmuro, dejando la taza en la mesa. ¿Es una coincidencia? ¿O el universo está jugando conmigo? Llamo a Sofía, que contesta al primer tono. — ¡Dime que encontraste a tu multimillonario! —exclama, y su entusiasmo me hace sonreír a pesar de todo. — No exactamente —digo, mordiéndome el labio—. Pero me ofrecieron un trabajo en su empresa. Sofía suelta un chillido que me obliga a apartar el teléfono. — ¡Eso es el destino, Elena! Tienes que aceptar. Es tu chance de hablar con él. ¡No puedes ignorar esto! — No sé, Sofía —admito, mirando la pantalla de mi laptop—. ¿Y si me ve y no quiere saber nada? — Entonces sabrás quién es realmente —responde, su voz firme—. Acepta el trabajo, Elena. Por ti. Por el bebé. Cuelgo con un suspiro, mirando el correo otra vez. Mis dedos tiemblan mientras escribo una respuesta, aceptando la oferta. No sé si es lo correcto, pero sé que no puedo seguir huyendo. Luca Moretti está a punto de volver a mi vida, y esta vez, no hay escapatoria.
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