Capítulo 5
Termino de comer mi cereal y lavo los trastes. Es cuatro de julio en todo su esplendor. El verano se siente bien, aunque yo prefiero el invierno. Sin embargo, no puedo negar que alegra mi día el ver el césped brillando y cómo el agua de la piscina refleja la luz del sol. Sé que no tenía nada planeado para este día, y aún no lo tengo, pero dado que Pippi vendrá, supongo que podría hacer el pie de manzana, al fin y al cabo, lo prometí. Miro el reloj, falta una hora para las dos de la tarde, ella debe de estar en camino.
La noche del viernes estuvo bien. Pippi es realmente agradable y descubrí que tenemos algo en común. Ayer también estuvo bien, conversamos un poco más, ahora sabe que me encantan los autos clásicos y yo sé a cuál instituto quiere ir cuando termine la escuela. Ella quiere matricularse en una de las mejores academias de diseño de modas en el país, en Nueva York. De cierto modo me alegra que no quiera irse tan lejos, es decir… estará a solo cuarenta minutos. Es que en serio estoy empezando a disfrutar mi “Verano con Pippi”. Las cosas que me sucedieron hace dos semanas ya quedaron atrás; aún no he logrado volver a verla como la amiga de mi hija, no puedo evitar verla como una mujer atractiva, pero ya no me siento tan incómodo ni culpable. Supongo que todos los males se resuelven con una buena plática y buena música de fondo.
Termino de hacer mi masa para el pie, lo coloco en un molde y lo meto en el horno. No soy mucho de hornear, jamás he hecho un pastel grande con decoraciones, ni para mi hija, pero me defiendo haciendo cupcakes y pies. Cheyenne es la que ama esas cosas, una vez nos anotó en una clase de padres e hijos, aprendimos a hacer muffins y pasamos un buen rato, le compré una batidora de obsequio. Ella ama cocinar tanto como yo, pero le va mejor con los postres.
Miro mi teléfono, es mi cuñado avisándome que hay una fiesta en el Country Club. Suelto un suspiro, no me apetece ir al Club, no me apetece ir a ninguna fiesta o tertulia. Ya sé que dije que debería de esmerarme en conseguir alguna cita, sociabilizar un poco más, quizá agende un partido de golf con los chicos, pero es que a veces me gana la flojera. Me gusta trabajar, pero lo que más amo de mi trabajo es que puedo estar en mi casa todo el día ¡Tengo un bendito bowling! ¿Por qué querría salir de casa? Echo el relleno de manzana en mi molde y lo vuelvo a meter al horno. Quizá sí deba de sociabilizar más. Le mando un mensaje a mi cuñado, que agende una partida de golf con los chicos. El timbre suena…
— ¿Hola?
Pregunto, aunque ya sé quién es.
— Señor McAlister, soy Pippi
— Ya te abro…
Presiono el botón de la reja principal. Pippi antes venía en su bicicleta, se daba un viaje de unos veinte minutos aproximadamente para llegar hasta aquí. En taxi llegaría más rápido, pero prefiere ahorrar ese dinero y hacer ejercicio, supongo que la bicicleta es parte de su método para mantener la buena figura. Pero tras lo que pasó el viernes, ahora tiene que usar el autobús para llegar hasta aquí. Tiene que tomar como tres buses y el viaje demora un poco más de cuarenta minutos, contando los tramos que tiene que caminar para los trasbordos y de la estación más cercana a mi casa.
Ella antes vivía cerca de la escuela, en una casa con piscina y un gran jardín, pero tras lo que pasó con su padre, ella y su madre tuvieron que mudarse a un vecindario un poco más cómodo para el sueldo de Monique. Pippi ama las piscinas tanto como Cheyenne, aunque prefiere los pilates. Supongo que debería intentar ser más consecuente con el ejercicio, he estado nadando, pero no creo que sea suficiente. Tal vez deba de remodelar una de las salas del sótano y crear ahí un gimnasio.
— Hola señor McAlister
— Hola Pippi
Sonrío y me hago a un lado para que ella pase. Hoy lleva sus habituales shorts y una camiseta con la bandera del país, una camiseta que deja a la vista su abdomen. Pippi tiene un buen cuerpo, eso es algo innegable, cualquiera tendría suerte de salir con esta chica, yo envidiaría a esa persona. Sacudo mi cabeza mentalmente, no debo de pensar ese tipo de cosas sobre la mejor amiga de mi hija.
— Iré al salón de baile — informa — ¿Está cocinando algo? — olfatea algo en el ambiente — ¡Oh! — me mira, sonríe — ¡Está haciendo pie de manzana!
— Lo prometí
— Owww… gracias señor McAlister
— De nada Pippi
De nuevo me sonríe, sus ojos ámbar brillan como siempre.
— Tengo que avanzar los tops, al menos estos días han sido productivos y he logrado llenar una caja — comienza a juguetear con una de sus trenzas — Me faltan dos más y por fin estaré libre
— Oh… — se siente raro oír eso — ¿Y cuánto tiempo te tomará?
— Pues… llenar la primera me tomó una semana, supongo que dos más — me mira con un puchero en los labios — ¿Por qué? ¿Ya no quiere que venga?
— ¡No! No dije eso… — me apresuro a contestar, ella vuelve a sonreír, soltando una risita — Es solo que, quizá quieras disfrutar tu verano de otra forma que no sea metida en esta casa…
— Ah…
Se ríe.
— Porque… imagino que habrías tenido algo planeado antes de que mi hija te comprometiera a esto
— La verdad que no… se lo dije
— ¿A sí?
La miro, no recuerdo que hayamos hablado del verano en general.
— Sí, estoy segura que sí lo hice — sonríe — No tenía nada planeado en el verano y le dije que me iba a aburrir sin Cheyenne
— No lo recuerdo
— Pues que mala memoria tiene usted, señor McAlister
Río, tal vez tenga razón.
— Quizá…
— Además, todas nuestras amigas se fueron a los Cabos o a algún lugar a vacacionar… — se encoge de hombros — Pero con mi mamá apenas llegando a fin de mes y yo cubriendo mis propios gastos… — vuelve a encogerse de hombros — Obvio no tendría ni para irme a la esquina, además estoy ahorrando para ir a la escuela de moda
— Claro, me lo comentaste
— Eso sí lo recordó
Sonríe por enésima vez, la imito.
— Entonces no tengo tan mala memoria
— Al parecer, no tanto…
Ambos reímos.
— ¿Entonces no tienes nadie con quién salir? — me atrevo a preguntar — ¿Y tu novio?
— El único novio que he tenido fue Tucker Nishimura de la clase de matemáticas — contesta — Y terminamos hace meses, el idiota me terminó porque dijo que tenía buena química con su compañera de laboratorio — me río — ¡A mí también me pareció chistoso! — suelta una carcajada — Y al final esta chica resulto ser lesbiana y el idiota vino a arrastrarse, pero le dije que “No” — se cruza de brazos — Tengo mucha dignidad
— Eso veo…
Sonrío, me hace sentir bien el saber que está soltera, aunque no debería ser así, no debería de alegrarme que la amiga de mi hija esté soltera, sobre todo porque con lo guapa que es, ella podría conseguir un nuevo novio.
— Bien, aquí me quedo…
Hemos llegado al salón de baile y apenas lo he notado.
— Oh… okey, yo iré a ver mi pie de manzana
— Espero que esté rico
— Yo igual
Volvemos a sonreír. Me doy media vuelta y camino de regreso a la cocina. Que mal por Tucker Nishimura por no haber apreciado a una chica como Pippi, pero que bueno por el hombre que se adueñe de sus sentimientos. Llego a la cocina, el temporizador comienza a sonar justo a tiempo. Saco el pie de manzana del horno y lo dejo sobre la barra, huele delicioso, sin embargo, mi estómago se me revuelve. Quisiera ser un adolescente de nuevo, pero no para intentar algo con Pippi, eso sería enfermizo, sino para hacer mejor las cosas cuando tenía esa edad. Mi mejor amiga, una despampanante rubia con la que después me casé y divorcié, quien me dio el mejor regalo de todos, mi hermosa hija Cheyenne, siempre fue un espíritu libre desde que éramos unos niños. Quisiera haber podido ser un poco más como ella, pero sobre mis hombros recaía una gran presión, misma que yo no he querido entregar a mi hija. Tal vez me hubiera servido ser un poco más intrépido, más aventurero y espontáneo, menos avergonzado. Quizá no estaría divorciado o quizá jamás me hubiese casado con Chantal, pero entonces no tendría a mi hija y ese es un mundo en el que no quiero vivir. Mi teléfono comienza a sonar…
— Hola papi — saluda como cada tarde desde que se subió al avión — ¿Cómo estás?
— Bien, acabo de hornear un pie de manzana
— ¿En serio? — me mira con la sorpresa dibujada en toda su casa — ¿Tú?
— Sí… — sonrío, enfocando el postre sobre la barra — Usé uno de tus moldes, espero que me haya quedado bien — miro a mi hija — ¿Cómo estás?
— Bien, en Estocolmo
— ¿Estocolmo? — miro a mi hija con extrañeza — Tu madre no me dijo nada de llevarte allá
— Lo sé, lo mismo le dije — rueda los ojos — Pero ya sabes cómo es — ríe — Se le metió en la cabeza el querer venir y pues… sacó boletos de avión
— Debiste de estar aquí, Ian — mi ex esposa aparece en la pantalla — Fue cómico
— Hola Chantal
Saludo.
— Cheyenne y yo entramos en el hotel con todas nuestras cosas y le dije: “Hijita, hay que pedir una habitación, aunque no tengamos reserva”
— Y yo le dije “Mami… debiste de llamar a papi antes de viajar hasta aquí” — mi hija ríe, su madre la abraza — Así que entramos
— Y para nuestra mala suerte, había un recepcionista nuevo
— Pobre chico…
Mi hija niega con la cabeza.
— Yo no me había dado cuenta, supongo que es porque lo hago todo mecánicamente — Chantal se ríe — Así que le dije “Por favor, dame las llaves de mi habitación que tengo unas ampollas del tamaño de Texas en mis pies y pide que nos suban el almuerzo”
— Y el joven nos miró con cara de “¿Quiénes son estas locas?” — ambas rubias ríen — Y nos dijo “Lo siento, ustedes no son huéspedes” — mi hija ríe aún más — De seguro lo dijo porque nos veía recién llegadas con las maletas y despeinadas por el vuelo
— Y yo le dije: “Lo sé, no llamé antes para avisar, pero en serio me urge un baño en la tina y el almuerzo” — Chantal ríe a carcajadas, con el rostro totalmente rojo — Y el chico me dice: “Bueno…” y se puso a revisar algo en su pantalla “Solo tengo disponible una habitación simple y una doble” — ambas ríen más fuerte — Y yo le dije “¿Qué? No… mi habitación… ¡Mi habitación!”
— El chico no lograba entender cuál habitación, por qué esta mujer tendría una habitación en el hotel si acaba de confesar que no hizo reserva y mami no lograba entender por qué este chico le negaba el acceso a su habitación
— Debió de haber pensado que estaba ebria — Chantal comienza a peinar el cabello de Cheyenne — Y entonces le dije que mi habitación es la habitación McAlister, que soy una McAlister… — sonríe — Bueno, técnicamente no, pero aún tengo el apellido…
— Y entonces nos volvió a mirar y dijo que no nos la podía dar
— ¡No nos creyó!
Ambas vuelven a reír.
— ¿Por qué no me llamaron?
— Creímos que podíamos solucionarlo nosotras mismas
Confiesa mi hija.
— Y no pudimos — Chantal se lleva las manos al rostro — Pero por suerte, Patrick estaba por ahí, algo sobre relojes suizos y no sé qué
— Oh… el primo Patrick
— Sí, él ya estaba de salida y nos reconoció
— El pobre chico se puso pálido — Cheyenne comienza a reír — Se acababa de dar cuenta de que había rechazado a la hija y a ex esposa del dueño…
— ¡Y ahora estamos en nuestra habitación! — Chantal extiende los brazos, ambas vuelven a reír — Por cierto, cómo le va a la amiga de Chey
— Sí… ¿Cómo le va a Pippi? — pregunta mi hija — Ayer hablamos y me dijo que estuvo trabajando como mula
— Bien, ya llenó toda una caja
— Me siento mal por ella — Cheyenne hace un puchero — Quisiera estar con ella, pero me gusta estar con mi mami…
— Owww
Ambas se abrazan.
— ¿Van a hacer algo hoy?
Pregunta Cheyenne.
— Comer este pie de manzana
— ¿Solo eso? — mi hija me mira con indignación — Mínimo invítala a cenar papá, ha estado trabajado como esclava
— Hice un pie de manzana…
— Ay… Ian — Chantal niega con la cabeza — Te hace falta un poco más de consideración y empatía…
— Bueno, par de consideradas, qué proponen
— Prepárale algo para cenar, aunque sea fríe un par de carnes en la parrilla, es cuatro de julio
— Aish… está bien, haré hamburguesas con queso ¿Está bien?
— Perfecto — mi hija sonríe — Quiero que trates bien a Pippi
— La trato bien, le dejé que convierta nuestro salón de baile en un taller de costura
— Pues al fin le das un uso a esa habitación
Ríe Chantal.
— Lo mismo dije…
Me río.
— Bueno, esta niña y su madre ya deben de colgar que mañana llevaré a Cheyenne a tomar fotos — Chantal abraza a nuestra hija — Le enseñaré el fino arte de la fotografía profesional, para que así puedas fotografías mejor a tus modelos cuando hagas un catalogo
— Adiós papi, te quiero
— Yo también te quiero, Princesa
— Adiós Ian
— Adiós Chanty…
Cuelgo el teléfono, no puedo evitar sonreír. En verdad me alegra no ser como otras parejas de divorciados donde la comunicación es incómoda o escasa o inexistente. Mi relación con Chantal no ha cambiado para nada en comparación a como solíamos ser el uno con el otro cuando estábamos casados, seguimos tratándonos como nos solíamos tratar desde que estábamos en la escuela. Lo único que ha cambiado, obviamente, es que, cuando regresa a casa por fiestas decembrinas, únicas fechas en donde está en el país para pasar Navidad y Año nuevo con nuestra hija, ya no nos besamos ni tenemos intimidad, obviamente. Fuera de ello, nada ha cambiado entre nosotros, seguimos siendo los mejores amigos de siempre.
Cubro el pie de manzana y camino hacia el refrigerador, sé que tenemos carne en alguna parte. Un par de hamburguesas con queso, unas papas fritas y cocteles de fruta. Espero que a Pippi le gusten las hamburguesas, no tiene pinta de tener alguna dieta especial, pero ya dejamos en claro que nunca es bueno juzgar un libro por su portada.
Lanzo todo lo que necesito en un enorme tazón y salgo de la cocina. La parrilla la tenemos en el jardín, en una terraza justo al lado de la piscina. Atravieso una puerta de cristal en medio del pasillo y salgo de la casa. Mi jardín es enorme, lo sé, varias veces he considerado el comprar un carrito de golf para ir de la casa al área de parrilla, pero sería un saludo a la pereza y no quiero eso. Llego a la terraza, hay un bar pegado en la piscina, los taburetes están dentro de ésta. Hay un área grande con tumbonas y un par de mesas con tres sillas cada una, un espacio perfecto para fiestas en la piscina que jamás daré. Todo esto cubierto por una estructura con cuatro columnas, mi primo realmente se emocionó cuando le dije que quería una terraza techada. Miro todo lo que tengo en mi tazón y suelto un suspiro, me espera un buen rato de trabajo…