Capítulo 4
Salgo de la piscina, sacudo mi cabello y tomo mi toalla. Seco mi rostro y me siento en una de las tumbonas. Miro mi teléfono, ya terminé todos mis pendientes y no tengo mensajes nuevos. Mi hija se la está pasando bomba en Francia con su madre, han comprado como si no hubiera mañana. Despedí al gerente de mi hotel en Ibiza por malversación, resulta que hizo algunos cambios para abaratar costos y él quedarse con el excedente, ahora enfrenta cargos. Una preocupación menos y ahora puedo centrarme más en mí. He decidido hacer más ejercicio, tengo treinta y nueve y a veces me siento de cincuenta. La natación ha sido mi ejercicio elegido, sobre todo porque tengo dos piscinas y tengo que usarlas.
— Señor McAlister
— Dime, Mary
— Pippi ya llegó
— Ah… hazla pasar
Ordeno. Las cosas en mi cabeza están mejor. Ya no he tenido ningún pensamiento raro sobre esa chica y ya no me quedo embobado viéndola. Creo que nos sirvió esa conversación profunda de la semana pasada. Conocí un lado de Pippi que no había visto antes, o quizá sí lo conocía, pero realmente nunca me percaté de ello.
Subo las pequeñas escalinatas y camino por el largo pasillo con ventanales por donde puedo ver el jardín. Son apenas las cuatro y no he cocinado nada aún, podría hacerme una sopa instantánea. Mañana es “Cuatro de Julio”, las familias hacen parrilladas y hay mucha algarabía, pero estoy solo, no tengo nada qué hacer, nunca hago nada para esta fecha, solo ver películas en el cine del sótano. Llego a la cocina, paso mi mano sobre mi abdomen, no tengo mucha hambre aún, así que mejor subo a mi habitación a darme una ducha. Salgo de la cocina y llego al recibidor, Mary espera junto a la puerta abierta.
— Válgame…
La escucho exclamar, me detengo a observar. Pippi camina por el sendero hacia la casa, sosteniendo su bicicleta que parece algo destartalada, pero eso no es lo que me llama la atención. La pierna izquierda de Pippi sangra y su cabello rojo está despeinado, incluso con sus habituales trenzas, se nota que su cabello está despeinado. Salgo de la casa a toda prisa, corro los pocos metros hacia la adolescente, quien tiene el rostro sucio y los ojos llorosos. Me detengo delante de ella, la pelirroja me mira por unos instantes y entonces… me abraza…
— Pippi… — le envuelvo en mis brazos — ¿Qué ha pasado?
— Me robaron el teléfono — contesta, llorando — Fue mi culpa, por estúpida, quise cambiar de canción y aparecieron unos tipos y me arrojaron de mi bici… — nos separamos, su pierna sangra — Y luego un auto arrolló mi bicicleta… — llora — Y por eso llegué tarde y…
— Calma…
La vuelvo a abrazar.
— Mi mamá me va a matar si le digo que me robaron, siempre me dice que no ande con el teléfono en la mano…
— Calma…
Acaricio su espalda.
— Señor McAlister…
— ¿Qué sucede…?
Nos miramos fijamente, las lágrimas también hacen brillar sus ojos ámbar.
— ¿Podría llevarme a mi casa en la noche? — pide — Mi bicicleta ha quedado inservible…
— Pippi… — miro el vehículo, tiene las dos llantas dobladas y el armazón un poco curvado — Sí, por supuesto…
— Señor McAlister…
— Dime…
Nos miramos fijamente.
— Me está mojando la ropa…
Suelta, riendo, nos separamos.
— Oh… lo siento… — también río — Ven, vamos a curarte…
— Sí…
Paso mi brazo por los hombros de la joven y esta se sostiene de mí.
— Traiga el botiquín Mary
— Sí señor…
— Siéntate Pippi…
La joven obedece, dejándose caer en uno de los sofás.
— Aquí tiene señor McAlister
Mary me entrega el botiquín, lo abro y saco un par de gasas y alcohol.
— ¡Ay…!
Exclama la chica.
— Lo siento…
— Ay… — se muerde el labio inferior — Uh… ya no duele tanto…
— Bien… — coloco otra gasa en el raspón — Al menos no es nada grave, no te quedará marca
— Eso espero… — ríe, moviendo las piernas — Amo usar shorts
— Sí, lo noto, siempre los usas
— Es que me queda bien ¿Verdad?
Sonríe.
— No pienso responder a esa pregunta — Pippi se ríe — Ven, te mereces un coctel de frutas
— Sin alcohol
— Obvio
Caminamos hacia la cocina.
— Con el pésimo día que he tenido — llegamos a la cocina, Pippi se sienta en la barra — Merezco un coctel con alcohol
— No niña
Pippi ríe.
— Que aburrido es usted…
Me detengo.
— No lo soy… — abro el refrigerador, frunciendo ligeramente el entrecejo — Solo… no quiero darle alcohol a una menor
— Sabe… si a una persona no se le da a probar y experimentar con el alcohol en la adolescencia, es más propenso a abusar de ello en la adultez
— ¿De dónde sacaste ese dato?
Río, negando la cabeza y lanzando la fruta y el hielo a la licuadora.
— De ningún lado, pero estoy segura que debe de estar escrito en algún lado — se encoge de hombros — Es lo más lógico si lo piensa bien
— No realmente
— ¿Usted no bebe?
Me giro a ver a mi invitada.
— Solo cuando la situación la amerita — contesto — Ya sabes, una fiesta, una reunión, algo similar…
— Mmm…
— Eso no es ser aburrido
— No, para nada — nos miramos fijamente, me siento incómodo de que me mire tanto — Supongo que es una buena cultura de alcohol
— Vaya forma de llamarlo
Le entrego su coctel.
— ¿Tiene algún plan para el domingo?
— No, la verdad que no — me sirvo lo que sobrante en un vaso — ¿Y tú?
— Venir aquí a seguir cosiendo — contesta sonriente — No sé cómo haré las cosas hoy sin mi teléfono — bebe un poco y pasa la lengua por sus labios — Necesito escuchar música para no aburrirme… — se ríe — Ay… ahora entiendo a mi madre cuando dice que soy dependiente de mi teléfono
— Lo mismo le digo a Cheyenne — río, Pippi vuelve a darle un sorbo a su bebida y de nuevo hace ese gesto con la lengua — Bueno… en esta casa hay un equipo de música en el bar del salón — señalo hacia un lado — También hay uno en el bar de la piscina… — miro mi vaso — Y creo que hay uno en el salón de baile, pero no lo cambian desde los ochenta, así que no sé si funcione
— ¿Puedo trasladar mi máquina de coser al salón de baile?
— Sí, no veo por qué no puedas — me encojo de hombros — Jamás usamos esa área — me río — Es la única habitación que tenemos desamueblada, no sé por qué rayos hay un salón de baile en esta casa…
— Sobre todo porque nunca hacen fiestas
— Exacto
— ¿Y si hace una mañana? — pregunta, terminando su bebida y lamiéndose los labios por enésima vez — O durante el verano…
— No, realmente no soy el tipo de persona que le guste las fiestas
— ¿Y bailar?
— Me gusta bailar — contesto, terminando mi bebida — Pero no soy mucho de fiestas
— Ah… — asiente con la cabeza — Bueno… quizá debería, para relajarse
— Quizá sí…
Nos volvemos a mirar.
— Bueno… — Pippi aparta la mirada — Iré a recoger las cosas de la habitación de Cheyenne — se levanta de la barra — Para llevarlas al salón de baile
— Sí, voy contigo — también me levanto — Para ayudarte
— Gracias… — se gira a verme, mordiéndose el labio para evitar sonreír — Por cierto… se ve bien sin camisa…
— ¿Eh…?
La chica no dice nada más, solo sigue su camino fuera de la cocina. Me observo a mí mismo ¡Mierda! Con razón no podía dejar de mirarme, estoy en ropa de baño, con el torso desnudo ¡Mierda! Miro de nuevo el lugar por donde Pippi ha desaparecido, al menos no le he parecido desagradable a la vista. Niego con la cabeza, pero no puedo evitar sonreír, me hace sentir bien que una adolescente guapa como ella diga que me veo bien sin camisa.
Corro fuera de la cocina y subo las escaleras a la carrera. Entro en mi habitación y cierro la puerta con llave. Camino hacia un espejo y me miro de pies a cabeza. Por suerte no estoy flácido o arrugado. Miro mi rostro y paso mi mano por la escaza barba que tengo, me prefiero con barba recortada, debería de averiguar si a Pippi le gusto más así o afeitado por completo… ¡¿Qué carajos?! ¡Ian! ¡Maldición! ¡Ya tenías eso superado! Mejor me doy una ducha y me visto, Pippi debe de necesitar ayuda para trasladar todo hacia el salón de baile.
Salgo de la ducha y me visto con lo primero que encuentro. Respiro hondo y camino hacia la habitación de mi hija. Me asomo por la puerta, Pippi no está al igual que una de las máquinas de coser, de seguro ha estado llevando lo más ligero. Miro el caballete a un lado de la mesa de trabajo. Esta chica tiene talento. Sé que la parte creativa de “Ginger and Blondie” es trabajo de ambas, pero no puedo negar que la pelirroja tiene mucho talento, incluso más que mi hija. Cheyenne puede decirle cómo visualiza las cosas, pero la que termina bosquejándolo es Pippi, luego ambas crean el producto. Sin embargo, es más que obvio que Pippi es la mente y Cheyenne la mano de obra. Estos dibujos son excelentes, son incluso mejores que los que hacía Chantal a su edad. Pippi es muy talentosa…
— Señor McAlister
Me giro.
— Oh… venía ayudarte
— Gracias — sonríe — Puede ayudarme a llevar la mesa de trabajo — dice, levantando las telas encima de este — Se pliega
— Ok…
Obedezco, plegando la mesa.
— Vamos, yo llevo las telas
— Sí…
Sostengo con fuerza la mesa y juntos atravesamos el pasillo.
— Sabe… si no tiene planes para el domingo, hornee un pie de manzana
— ¿Por qué?
Le miro sin entender.
— No hay nada más patriota que un pie de manzana — contesta, sonriendo, llegamos a la planta baja — Además, ya que vendré el domingo… podría ser su jueza de cuán delicioso le salió
— Ya veo por donde vas, niña…
— Es que se me acaba de antojar un pie de manzana — ríe — Su coctel de manzana estaba rico
— Me alegra que te guste
— Tiene talento, debería de abrir su propio camión de comida y no dejarlo como una mera broma
— Realmente, no tengo tiempo para eso… — nos miramos — Además, me gusta cocinar para mí y mi hija, no para los demás
— ¿Ni para mí?
Esboza un puchero, me río, esta chica es coqueta y no se da cuenta… o quizá sí… pero eso no tendría sentido ¿Por qué querría coquetear conmigo? Soy mucho mayor que ella, puede que me encuentre guapo, pero no creo que al punto de gustarle de otra forma. A eso debo de agregarle que ella es una adolescente, yo un hombre maduro, obvio que jamás nos veremos como algo más que, quizá, gente atractiva. Además, está el hecho de que Pippi es muy guapa, es muy agradable y de seguro es popular en la escuela, debe de tener a todos sus compañeros detrás de ella, chicos de su edad que caen rendidos ante sus piernas tonificadas y su largo cabello rojo, chicos de su edad que sí podría atraerle de esa forma.
— Tú eres la excepción — contesto — Y mi familia cuando amenazan con venir a visitarnos — Pippi ríe, sus ojos brillan como siempre — Pero sí… solo para mis allegados
— Igual debería de tenerlo en cuenta
— Eso haré…
Nos sonreímos. Llegamos al salón de baile, un área muy grande de mi casa. No sé qué pensó mi primo cuando diseñó la casa y no sé qué pensé yo cuando decidí pagar por esto, pero bueno… según él era del estilo de vida de Alpine, sea lo que sea que signifique eso. Ahora tengo dos piscinas, un bowling, una cancha de básquet y mucho espacio que no uso, como este salón de baile. Al menos Cheyenne lo disfruta, ama cada rincón de la casa, cuando era pequeña decía que era su castillo y ella una princesa. No somos de la realeza, pero esta casa tiene una arquitectura que se asemeja mucho a un palacio.
— Bien… te dejo trabajar, ahí está el equipo de música y las bocinas están en la pared — le señalo todo — Cualquier cosa que necesites, ya sabes dónde encontrarme
— La oficina — asiento — Gracias señor McAlister
Vuelve a sonreír, le devuelvo el gesto y me voy…
Abro los ojos, me he vuelto a quedar dormido en mi oficina, al menos no tenía ningún pendiente, solo responder correos que me llegaron y una corta llamada con Kelly sobre el cuatro de julio y cómo iría a Atlanta a pasar unos días con nuestros padres. Yo iría, pero me gusta estar metido en casa. Además, toda la familia se reúne por navidad y el aniversario del Grupo McAlister, así que tarde o temprano veré a mis padres en lo que queda de año.
Me levanto de mi sillón y me estiro para desperezarme. Salgo de mi oficina y atravieso el pasillo hasta la escalera. Llego a la primera planta, atravieso la enorme sala de estar, camino por un pasillo de ventanales que ya no dejan entrar los rayos del sol, sino más bien que te deja ver la belleza de la noche. La música llega hasta mis oídos, sonrío, ella debe de estar brincando por todas partes como aquella vez. Me acerco a la entrada del salón de baile, Pippi está sentada, moviendo la cabeza al ritmo de la música mientras pasa la tela a través de su máquina de coser. Me quedo unos segundos viéndola, se le ve muy entretenida y concentrada. Saca de una de sus trenzas un objeto brillante y puntiagudo; parpadeo varias veces, eso explica por qué siempre usa trenzas, las usa de alfiletero. No puedo evitar reír, esta niña es una ocurrencia andante. Me aclaro la garganta, la chica alza la mirada.
— Señor McAlister — toma un control remoto y apaga la música — ¿Hice mucha bulla?
— No, para nada — contesto, caminando hacia ella — Es solo que ya son las ocho de la noche y quizá ya debas ir a casa
— Oh… — comienza a quitar todos los alfileres y demás cosas de su cabello — Ok… — me mira — ¿Me llevará?
— En eso quedamos
— Gracias señor McAlister
— Toma tus cosas
La pelirroja asiente, luego pone cara de tristeza.
— Ya no tengo cosas… — se cruza de brazos — Me robaron…
— Cierto… — río — Lo siento…
— No hay problema…
Suelta un suspiro, levantándose y acomodándose la ropa.
— Vamos…
La miro, ella me mira de vuelta, sus ojos ámbar se ven más brillantes con la luz de la habitación. Hago un gesto con la mano indicando el camino. La forma más rápida de llegar a la cochera es por la cocina, así que debemos de regresar por el otro pasillo para llega hasta allá. Pippi juguetea con su trenza como siempre ¿Estará intentando encontrar más alfileres? Llegamos a la cocina, los vasos de nuestro coctel siguen sobre la barra, luego los lavaré. Cruzamos la cocina y atravesamos una puerta. Si hay algo que me apasiona en este mundo además de los negocios y mi sofá, son los autos. Mi favorito es mi Porsche 959 color rojo. Fue el primer auto que compré cuando tomé el mando de la cadena de hoteles y resorts. Tengo tantas anécdotas con este auto. Como cuando llevé a Cheyenne a su primera pijamada y ella estaba tan contenta en su pijama de oso de peluche. O como cuando llevé a Cheyenne a su primer día de clases en el preescolar. O como cuando volví del hospital con Chantal cuando nuestra hija acababa de nacer. Los mejores recuerdos de mi vida están con este auto. Así que no lo usaré para llevar a Pippi a su casa. Tomo las llaves del Cadillac y desactivo la alarma. Abro la puerta del auto y dejo que la pelirroja entre.
— Tengo que inventar una buena excusa para que mi madre no me castigue
— Di la verdad, que por irresponsable te robaron y ahora no tienes bicicleta
— ¡Señor McAlister! — protesta, río — Debe de ponerse de mi lado, no en mi contra
— Me pongo del lado de la sensatez, niña
— Que malo es usted…
Se cruza de brazos, vuelvo a reír.
— No lo soy…
— ¿Puedo encender la radio?
— Claro
Ella se estira y enciende la radio.
— ¡Oh! ¡Amo esa canción!
Hysteria de Def Leppard está sonando.
— ¿En serio?
— ¡Claro! ¡Amo Def Leppard! ¡Rick Savage! ¡Amo a ese hombre!
— ¿En serio?
Me sorprende que una chica de su edad escuche rock ochentero.
— Sí — repite, sonriente — Rick se ve mejor ahora que cuando era joven — ríe — Igual que el actor de Iron Man, son como el vino
— ¿Cómo el vino?
— Cuanto más viejo, mejor
Contesta, trago saliva…
— No sabía que te gustara ese tipo de música
— ¿Por qué no me gustaría?
— No aparentas ser el tipo de chica que escucha ese tipo de música
— Oh… si quiere puedo alborotar mi cabello y ponerme calentadores en las piernas
— ¡Ja! — no puedo evitar reír — Ok… entendí…
— Nunca juzgue un libro por su portada
Sonríe.
— No lo volveré a hacer…
Hysteria acaba y una nueva canción comienza.
— ¡Oh! ¡Amo esta canción!
Pippi comienza a cantar, la sigo, yo también amo esa canción.
— Piromanía es un buen álbum
— ¿Un buen álbum? — me mira con una ceja alzada — Si coincide conmigo cuando digo que es mucho mejor que “Appetite for destruction”
— Ummm… pienso que ambos son buenos
— El rock inglés es mejor que el de este lado del charco
— Ahí sí te doy la razón
Pippi ríe, está moviendo el cuerpo al ritmo al ritmo de la música.
— “¡Tú eres todo lo que quiero!” — canta — “¡Mi fantasía!”
— “¡Oh!” — canto — “Mira lo que le hiciste a este payaso rocanrolero”
— “¡Oh!”
Pippi estira los brazos con emoción.
— “¡Mira lo que me hiciste!” — esto es divertido — “¡Tengo que tener tu…!”
— “¡Fotografía…”!
Canta, moviendo sus brazos y cuerpo al ritmo de la música.
— “No quiero tu…
— Fotografía…
— No necesito tu…
— Fotografía
— Todo lo que tengo es una fotografía — la miro de reojo — “¡Entraste derecho a mi cabeza!”
— Señor McAlister
Pippi ríe.
— ¿Qué…?
— Canta horrible — vuelve a reír — Pero es divertido
— Ya no soy aburrido, aunque no deje que una menor beba alcohol y le mienta a su madre
— No, ya no lo es…
— No debes de juzgar un libro por su portada, Pippi
— Usted tampoco señor McAlister…
Nos miramos fijamente, la pelirroja solo sonríe, se ve preciosa…
— Ya llegamos a tu casa…
— Sí… — la chica desabrocha su cinturón — Nos vemos mañana señor McAlister
— Nos vemos mañana Pippi
— Y no se olvide de hornear el pie de manzana, hay que tener nuestra propia celebración de cuatro de julio
— De acuerdo Pippi, haré un pie de manzana
— Gracias señor McAlister, hasta mañana
— Hasta mañana Pippi…