Capítulo 8

1338 Words
No sé de dónde saco el valor suficiente para levantar de nuevo la mirada y observalo. Como era de esperarse, se ha sonrojado ligeramente. Lo cual me hace sentir más estúpido y avergonzado que hace unos momentos atrás. Se acomoda las gafas en un gesto que me sabe nervioso. —Sí —admite—. Lo considero un arte. Reprimo la sonrisa que amenaza con abandonarme. —¿Leer cómo los protagonistas follan lo considera un arte? —cuestiono, con diversión. Pero de nuevo me arrepiento de haber hablado. Ya puedo esperarme lo que sea: un regaño, que me eche de su clase, que mande a la dirección por faltarle al respeto... Pero, sorpresivamente, no pasa ninguna de las cosas que mi loca cabeza se imagina. El maestro actúa con naturalidad y soltura cuando dice: —Me refiero a la manera en que las escenas están escritas. Cada autor las narra a su estilo. Pero ese libro —Señala el que tengo entre las manos— parece estar escrito de forma poética. —¿Es decir...? —Que no todo es lujuria y detalles explícitos —espeta—. Lee el capítulo veintitrés, página doscientos, para que me entiendas. Y así lo hago, sin perder más tiempo busco lo que me ha dicho. Me tomo el tiempo de leerme casi todo el capítulo, y hay un párrafo que llama por completo mi atención de él: «Todo a nuestro alrededor se ha llenado de un aura peligrosa. De un aire prohibido. De gritos silenciosos que piden que nos alejamos uno del otro porque podríamos desatar algo sumamente grande, algo irreversible con consecuencias catastróficas. Pero también somos rodeados por susurros que nos incitan a acercarnos... tocarnos, e indagar en el peligro. Después de todo, es de riegos que se vive la vida. Oscar Wilde lo dijo: la única manera de librarse de la tentación es caer en ella». Me quedo absorto en la cita de Oscar Wilde y cuán cierto es lo que dice. —Guau... —Es lo primero que digo, porque no sé qué otra cosa hacer—. Jamás pensé que la lectura erótica sería esto. Pensaba que era... —¿Puro sexo sin sentido? —pregunta, riendo. Puedo sentir el calor subiendo hasta mis mejillas e instalándose ahí. Y, a pesar de sentirme extraño y a la vez entretenido a su alrededor, asiento lentamente. —No todos los libros son eso. Puedo recomendarte algunos muy buenos. —Me ha convencido —acepto, sintiéndome en confianza—. A partir de hoy me adentraré en el mundo de la lectura. El profesor sonríe, satisfecho y casi por inercia hago lo mismo. De nuevo el silencio nos invade, pero no me sabe incómodo ni tenso. Es un silencio relajante y casi... placentero. Frunzo el ceño cuando un hecho me cae encima como si de un baldazo de agua helada se tratase: aún no han llegado ninguno de mis compañeros. El salón sigue vacío y estoy casi seguro que ya han pasado más de quince minutos. —¿No había dicho que la clase comenzaba en quince minutos? —pregunto, alzando la mirada. Él frunce el entrecejo, curioso y confundido al igual que yo. Acto seguido, mira el reloj sobre su muñeca para inspeccionar la hora. —Tienes razón —asiente—. Voy a hablar con el director. Dicho eso, hace su camino hacia la puerta. En lo que se aleja, algo capta mi atención entre la pila de libros; hay algo en particular que tiene la portada, lo que me ha atrapado. Es muy tarde para arrepentirme cuando mis manos ya están tomando la novela entre ellas para verlo, es apenas un vistazo para darme cuenta que hay dos hombres, de manera romántica, en la portada. Mis ojos se abren en grande y apenas puedo procesar lo que acabo de descubrir, cuando el libro es arrebatado de entre mis dedos. Giro la cabeza para buscar al responsable y me encuentro de lleno con Stefan Clarck. Él no parece afectado en nada, al contrario; mantiene un brillo peligroso y salvaje a través de sus ojos grises. Entonces, una sonrisa taimada se desliza por sus labios. —Este no puedes llevártelo —murmura con soltura—. Aún no he terminado de leerlo. Entonces sí, hace su camino lejos del aula y se pierde por la puerta. Me quedo inmóvil sobre mi sitio. Acabo de descubrir que a nuestro profesor le gusta la literatura erótica y, no conforme con ello, de temática gay. O tal vez puede ser simplemente curiosidad. Lo que se me ha grabado en la mente es el nombre del libro "Dulce Tentación" recuerdo que se llama. Con eso en mente, me digo a mí mismo que más tarde lo buscaré en las librerías, solo para echarle un vistazo... Por mera curiosidad. La puerta es abierta de golpe y, por alguna extraña razón, no me alegra en nada ver a Lottie entrando por ella. Apenas me ve sonríe y cierra detrás de ella. Soy consciente de que ha puesto el seguro, que quizás piensa que estaremos solos aquí y que nadie va a molestarnos, como otras veces, pero no. —Lottie... —Empiezo diciendo, cuando está lo suficientemente cerca de mí, pero no me da tiempo de nada ya que acorta la distancia que nos separa, a toda velocidad, y coloca su dedo índice sobre mis labios para callarme. —¿Me extrañaste? Se pega tanto a mi cuerpo que soy capaz de sentir sus tetas contra mí. Alejo sus manos de mí y su cara se llena de confusión e incredulidad en partes iguales. —No podemos. —Le hago saber—. Acaban de asignar un nuevo profesor y, llegó hace un momento. Sus ojos se cierran de golpe, como si se lamentara algo, y se aleja de mí poco a poco. —Ahora ya comprendo —dice—, antes de llegar vi saliendo de aquí a alguien a quien nunca había visto. —Sí, es él. Lottie asiente, como si por fin entendiera todo, pero rápidamente vuelve a acercarse y frotarse contra mi cuerpo. —Podríamos hacerlo rápido —propone—. ¿No te gusta la idea? —Va a llegar en cualquier momento. Solo fue a la dirección. —Pero... —Lo siento, pero no. —Hasta yo me siento extraño de rechazarla y he de admitir que también me siento mal, culpable y triste. Aún así, al mismo tiempo no tengo ganas de sexo ahora. Solo me interesa conocerr más sobre Stefan. Es interesante para mí saber que tiene aquellos gustos en la Literatura. —¿Entonces cuándo? —urge, con la desesperación colándose en su voz. —Yo te aviso. —¿Vas a dejarme plantada de nuevo, Demian? —Lottie... —Está bien. —Alza la mano mostrándome su palma, como para indicar que guarde silencio—. Ya entendí. Cuando quieras verme, me escribes. Estaré esperando tu mensaje. Sin decir nada más, gira sobre sus talones y guía su camino hacia la puerta. Justo cuando está por abrirla, Stefan entra por esta sorprendiéndola. Lottie solo le dedica un saludo formal y se apresura a salir rápido de aquí. —Ya puedes irte, si quieres. —Me dice Stefan—. Al parecer la mayoría de tus compañeros se fueron creyendo que no había profesor, tal parece que nadie les avisó. Hoy les darán el aviso para que no falten mañana a la clase. Así que ya puedes retirarte. Nos vemos mañana, Demian. Reprimo el impulso que tengo de estrellar la cabeza contra la pared más cercana. No me muevo de mi lugar por lo que parece una eternidad. Si Lottie se entera, va a enojarse creyendo que le mentí y que en realidad no quiero follar con ella. Al cabo de unos segundos —que me saben a una eternidad— espabilo, le agradezco por los libros que me prestó y me retiro del lugar, llevando como recordatorio que investigaré sobre aquel libro que llevaba consigo.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD