Firma Desastrosa ©

Capítulo uno Pov Xochi Atender a la gente no es problema para mí, de hecho, me gustaría que en la peluquería llegasen más personas a arreglarse el pelo y hacerse maquillajes bonitos con mi talento aprendido en los cientos de videos que he visto a lo largo de mi vida, sin embargo, aquí estoy, sentada en la silla reclinable del lugar observando hacia la nada y pensando en todo. A quien quiero engañar, solo estoy pensando si en algún momento del día llegará alguien. Sacudo mi cabeza sacando esos pensamientos negativos de mi mente y doy mi mejor sonrisa, aunque no haya nadie. Hay que creer en la ley de atracción para que venga alguien y creo que este es un buen momento para poner a prueba ese dilema. Me levanto de la silla con actitud positiva y doy un largo suspiro antes de empezar a hablar. ―Atraigo hacia mí cualquier potencial cliente, quiero atender a alguien, así que, universo, deja que venga una persona a la cual yo pueda mostrarle mi talento de horas de practica con la cara de mi madre en los maquillajes y todas las quemadas que tuvo que sufrir en el cabello con mis peinados ―pestañeo varias veces y hago un puchero como si realmente hubiese alguien que me estuviese viendo desde el más allá. Me quedo callada esperando que el universo me haya escuchado, pero la verdad es que dudo que lo haya hecho con todas las personas que tiene que escuchar. Debe ser pesado ser el universo ahora que lo pienso. De la nada la campanilla de entrada a la tienda llama mi atención y volteo animada esperando ver a mi primera clienta, pero con lo que me encuentro es con algo totalmente distinto. Diosito, dame fuerza para no reírme. En la puerta del salón yace un chico alto, con piel blanca y unos ojos amarillentos increíbles, de la mano trae a una pequeña niña idéntica a él y lo curiosos de todo esto es que ambos traen puesto un vestido de blanca nieves con una peluca mal puesta. ¿Esto es una broma, cierto? ¿Dónde están las cámaras? Me acerco a ambos con cautela y la niña se suelta de su mano, se coloca delante de él con una sonrisa amigable y subo a observar al chico quien no sabe ni dónde meter la cara por la vergüenza que tiene en estos momentos. Bajo la vista a la niña y me dirijo hacia ella quien parece ser la más confiada de los dos en este momento —Hola, ¿Los puedo ayudar en algo? —Sí, mira él es mi hermano mayor y le gané una apuesta —habla orgullosa con sus manos en la cintura —Una de mis condiciones, si yo ganaba, es que se tenía que vestir como mi princesa favorita, pero— se gira a observarlo de arriba a abajo— sinceramente parece más una bruja a medio arreglar que una verdadera princesa. —Lea. —le riñe este con voz suave y ella solo sonríe. —Yo solo digo la verdad —se encoge de hombros y sigue hablando conmigo —Estamos aquí; primero, porque este lugar siempre está casi vacío y aquí al señorito le da vergüenza que lo vean conmigo, así como anda vestido en un lugar con más gente; segundo, porque quiero que nos arregles nuestras pelucas y tercero, quiero que nos maquilles a ambos como todas unas princesas —gira a ver a su hermano —Bueno... Tu princeso para no discriminarte —mueve una de sus manos al aire y yo lo único que puedo hacer es morderme los labios conteniendo las carcajadas que quiero soltar. Ojalá tener una hermana como esta niña. Sonrío negando llamando la atención de él, pero automáticamente la borro por la cara de pocos amigos que me brinda mientras se cruza de brazos. Que tipo tan agrio. Debería aprender más de su hermana y no tener una cara de plátano cuadrado deforme. En fin, la hipotenusa. Le extiendo la mano a la niña para llevarla directo a una de las sillas del lugar y le señalo a él que tome asiento justo al lado de ella, pero simplemente ignora mis señas y decide ponerse a textear sin darme la mayor importancia. Eh, así que un indomable... Pues ya verá cómo lo dejaré. Como toda una diva total. ... —Ahora la parte más dolorosa y desastrosa para un hombre —muevo el enchinador de pestañas junto con el rímel de un lado a otro. —Lea, ¿realmente es necesario que me pongan esa cosa en los ojos? —No seas cobarde, Jayden. ¿Después de viejo te vas a poner a llorar por algo así? ¿quieres que te llame niña? —Vamos, Lea. Ya estoy lo suficientemente pintado —palmea sus mejillas rosadas por el rubor —ya me veo bien y estoy como tú quieres —habla bajo ­—aunque me vea ridículo. —Hazlo, Xochi. —dice ella segura y me acerco a Jayden con una sonrisa de maldad pura por haberme hecho perder mi tiempo en reiteradas ocasiones. —Entendido, jefa. Le acerco el aparato a los ojos y él me toma de ambas manos con fuerza para que no pueda hacer nada, el poco equilibrio que tengo se ve afectado por el desbalance en el que estoy y termino enterrando la cara en sus pechos, o las esponjas que tiene en el sostén. Muy suaves, peor cierto. Inmediatamente trato de levantarme de sus melones, valga la redundancia, pero sin querer choco la cabeza con su cara —Lo siento, lo siento —me disculpo repetidas veces viendo lo roja que se está volviendo su quijada y él abre los ojos, que ni había notado que tenía cerrados, para fijarse en los míos con una expresión molesta. Uis, creo que el cara berenjena ya llegó al límite de lo que podría soportar. —Un —hace comilla con sus dedos ­—"lo siento" no sirve de nada contra el coco que tienes como cráneo. ¿Eh? ¿Perdón? ¿Disculpa? Abro mi boca para replicar y soltar mi veneno, pero como un chip en mi cabeza recuerdo el trato amable que hay que darles a los clientes, y si no se lo doy a él es seguro que ira con mi jefa a reportar el incidente y entonces sí, patitas en la calle. Y por nada del mundo puedo dejar que eso pase, mi mamá me mataría a chancletazos por perder otro trabajo debido a mi boca suelta. Sonrío falsamente —No me queda otra cosa que decir que lo siento, y como disculpas —escondo la máscara de pestañas en mi espalda —no le hare más nada, puede ya pagar e irse, ¿quiere que haga la factura? —¿Cómo que no le pondrás nada? —su hermana se baja de la silla con los brazos cruzados —¡yo lo quiero ver completo! Me agacho a su altura y la atraigo hacia mí por los hombros, —Pues, a nuestro princeso no le agrada la idea y creo que ya está por reventar en enojo —susurro en su oído mientras señalo al susodicho —además, si te pones a verlo desde esta perspectiva, ¿no crees que así ya se ve demasiado bien? ¿no tienes miedo de que otra niña te lo robe o incluso una chica de su edad se le acerque y te lo quite? Lea me voltea a ver con recelo y corre a abrazarlo por la cintura —No te quedaras con mi hermano, yo sé que está guapo, pero mi hermano es solo mío. Levanto las manos en forma de rendición —Tranquila fierecita, yo no estoy para nada interesada en tu hermano, el cara rábano —me encojo de hombros desinteresada, pero inmediatamente me tapo la boca al darme cuenta de lo que he dicho. Ya la cagué. Jayden sonríe cambiando el aspecto molesto de su rostro mientras alza sus cejas con impresión —¿Cara rábano yo? —cuestiona irónico e ignoro su pregunta yendo a la caja. Intento disimular un poco la rojez de mi cara haciendo que el cabello me caiga por las mejillas y le paso la factura, él sin verla me paga con un billete grande y cobro sin tomarle tanta importancia a su mirada en mí. A quién quiero engañar, por dentro estoy rezando para que no me pida el número de mi jefa. Le doy su cambio y los llevo de cortesía hasta la puerta —Muchas gracias por venir. —De nada —dice la niña con una sonrisa antes de salir —Prometo hacer más apuestas con él de este tipo para venirte a ver, eres la única que le ha puesto sobrenombres a mi hermano igual que yo y eso me gusta. —Claro, aquí estaré si vienes a visitarme nuevamente —giño y él la empuja para que vaya a la lujosa camioneta dándonos espacio para finalmente hablar solos. —Escucha. —Sí, —respondo automáticamente —el número de mi jefa es... —Eso no es lo que iba a decir, cálmate un poco, Xochi— por primera vez en el día mi nombre sale de sus labios haciéndome tragar grueso, sus ojos ámbar enfocan los míos, pero me quita la vista al no resistir el contacto visual —¡Maldición! Debo verme ridículo —susurra para sí y regresa a mí con una mirada fría —No creo que volvamos más por aquí y te agradecería que no le contaras a nadie lo que hiciste conmigo hoy, aunque si lo cuentas no creo que alguien te crea, pero mejor es prevenir que lamentar—saca su cartera ­—¿Cuánto dinero quieres? ¿Quinientos? ¿Mil? —¿Dinero? ¿disculpa? ¿me viste cara de necesitada o qué? —doy dos pasos hacia atrás y junto las cejas —mira, no sé qué tipo de tratos estás acostumbrado a hacer, pero yo no soy una de esas personas que viven su vida contándole la vida de los demás a la gente, además, ¿Quién eres tú? Yo a ti ni te conozco, ni sé nada de ti como para que vengas a decirme algo así... No te creas tan importante, ahora si me disculpas, princeso. No lo dejo hablar y le cierro la puerta en la cara, el sentimiento de ira crece en mi espina dorsal y abro y cierro el puño varias veces para calmarme. Ojalá no vuelva a ver a ese cara limón nunca más.