Capítulo 2

1954 Words
Narra Daniel Releí por decimocuarta vez el mail que me habían mandado. Era del club Atlanta y me citaban para mañana para una entrevista. Después de una semana, al fin tengo una entrevista. Anoté la hora en la que debía estar allí tanto en mi celular como en un papel que pegué en la puerta de la heladera. Mañana a las ocho de la mañana debía estar allá para la entrevista. Según el aviso, mi trabajo consistía en trabajar como entrenador de tres grupos de chicos y jóvenes con síndrome de Down. Apagué la computadora y me levanté del escritorio. Caminé hasta la heladera y miré el papel que había pegado un rato antes, saqué mi celular del bolsillo, le saqué una foto enviándosela instantáneamente a Lucas. No tardó ni un minuto en contestar. —"¿Ya conseguiste un trabajo nuevo?" —"Pronto te abandonaré" —me envió un emoji triste—. "No te pongas triste, nos vamos a ver igual" —le envié volviendo a guardar el celular en mi bolsillo. Me alejé de la heladera y decidí ir a mi cuarto. Apenas son las nueve de la noche, pero estoy algo impaciente porque llegue la mañana. Mi celular vibró en mi bolsillo, lo saqué rápidamente y leí el mensaje de Lucas. —"No va a ser lo mismo, ya no vamos a vernos todos los días, ni vamos a salir a almorzar juntos" —sonreí; casi puedo ver su cara haciendo pucheros como un nene. —"Dramático" —le escribí soltando una risa. Dejé el celular en la mesa de luz y me acosté, no tenía sueño, así que prendí el televisor para ver si encontraba algo interesante. Comencé a pasar canales lentamente, aunque, en poco, apenas observaba lo que estaban pasando. Media hora después, apagué el televisor aburrido, decidiendo ir a dormir aunque fuera tan temprano, me acomodé en la cama y cerré los ojos. El celular me despertó por la mañana, me senté en la cama sintiendo que no había dormido prácticamente nada. Bostecé y apagué la alarma, después miré la hora, la pantalla marcaba las seis y media de la mañana. Dejé nuevamente el celular, me levanté de la cama para tomar mi ropa y dirigirme al baño para higienizarme y alistarme. Una vez listo, fui hasta la cocina para prepararme un poco de café. Con la taza llena de café, volví a mi habitación, dejé la taza en la mesa de luz, agarré mi mochila y guardé un par de cosas. Después, me senté en mi cama volviendo a prestarle atención a mi café, tomé un sorbo mientras agarraba mi celular para revisar los mensajes. Había un par de Lucas de anoche, aun llorando porque me cambiaría de trabajo. Revisé los demás mensajes por si había alguno de mi madre, pero no había más que mensajes banales de conocidos y compañeros de trabajo. Desvié la mirada a la hora, aún me quedaba un poco de tiempo, pero, de todas maneras, decidí salir. Me tomé el resto del café de un trago, guardé el celular, agarré mi mochila y salí de mi casa. Calculé con el reloj que, si todo iba a tiempo, llegaría diez o quince minutos antes a la entrevista. Bajé las escaleras de dos en dos un poco apurado y bastante nervioso, miré por la puerta acristalada del palier, notando la cantidad de gente que transitaba a aquellas horas de la mañana, la mayoría se dirigía a la estación de trenes que se encontraba unas cuantas calles más abajo. Caminé en la misma dirección, esquivando personas que iban más lento o gente que iba en sentido contrario al mio. La estación, como la vereda, estaba repleta de gente. Mi primer pensamiento fue dejar pasar el primer tren que llegara a la estación, ya que seguramente estaría repleto, pero, después de ver la hora, decidí tomarlo sin más; quería llegar temprano después de todo. El tren no tardó en llegar (por suerte), me subí junto con la marea de gente a uno de los vagones y miré las estaciones que faltaban para llegar a Villa Crespo, la estación donde tenía que bajar. —Cuatro estaciones... —susurré, mientras me colocaba a un costado cerca de la puerta. Saqué mi celular junto con mis auriculares, los conecté rápidamente y me puse los auriculares en los oídos. No tardé en escuchar la música resonar en mis oídos. —"Paso a buscarte por el gimnasio a las cinco, vamos a tomar un café" —escribí rápidamente el mensaje y se lo mandé a Lucas. No tardó mucho en verlo y menos en contestarme un simple "ok". Levanté la mirada de la pantalla y miré por la ventanilla prestándole atención de nuevo al camino. Rápidamente llegué a mi destino. Bajé junto con la marea de gente, esquivando a las personas que se amontonaban delante de la puerta del tren. Me abrí pasó entre las personas, esquivándolas, hasta que salí de la estación. Crucé el paso a nivel, caminé hasta la esquina y doblé hacia mi derecha. Caminé unos cuantos metros hasta llegar al club. En la entrada, atrás de un pequeño escritorio, un hombre de mediana edad me recibió preguntándome que necesitaba. Después de explicarle de la entrevista que tenía en diez minutos, él hombre abandonó su puesto y se ofreció a llevarme hasta el lugar donde tendría la entrevista. Subimos unas escaleras hasta llegar a la planta de arriba, caminamos hasta una oficina donde el hombre me dejó solo para volver a su puesto. Toqué la puerta y esperé; no había nadie esperando para la entrevista. ¿Soy el único que está interesado en este trabajo? Estoy seguro que entrenar chicos con síndrome de Down no debe ser fácil, pero no creí que sería el único. La puerta se abrió repentinamente haciendo que me sobresaltara, me aparté un poco de la puerta dirigiéndole la mirada a quien tenía en frente. Era un hombre alto de mirada amable. —Buenos días, estoy citado para la entrevista de trabajo —él asintió dejándome pasar. —Daniel Garza, ¿no? —preguntó mientras se sentaba atrás de un pequeño escritorio, yo simplemente asentí algo nervioso. Me senté delante de él, abrí mi mochila y saqué mi currículo para entregárselo. ---------------------------------------------------- A las cinco, como habíamos arreglado Lucas y yo, lo esperé afuera del gimnasio donde solo trabaja él ahora. Él apareció unos minutos después de la hora que habíamos acordado. Me sonrió apenas me vio, se acercó rápidamente a mí acomodándose la campera. —¿Cómo te fue? —me saludó con un beso. —Empiezo el viernes. —Qué suerte —sonrió ampliamente—. Felicitaciones, Dani, aunque estés abandonándome —solté una risita haciéndole una seña para comenzar a caminar hacia el café que frecuentábamos. No tardamos en llegar, ya que estaba a un par de cuadras de distancia. Una vez en el lugar, nos sentamos en la mesa de siempre e hicimos nuestros pedidos. Nos quedamos unos instantes en silencio cuando el mozo se fue. —Entonces... ¿Cuál va a ser tu trabajo? ¿Vas a ser entrenador? —asentí. —¿Te acordás que mi primer trabajo fue como profesor en una escuelita de fútbol? —asintió—Bueno, mi trabajo consiste en ser entrenador de fútbol de nuevo, pero de chicos con síndrome de Down. —¿Qué? —Lo que escuchaste —Lucas se quedó callado cuando el mozo llegó a servirnos nuestros pedidos—. ¿Sabes lo difícil que es tratar con esas personas? Además, son muy lentos para aprender las cosas. No deberías haber aceptado ese trabajo. —lo miré unos instantes en silencio—No debiste renunciar por ir con unos mogólicos. —¿Desde cuándo sos así, Lucas? —Desde siempre y vas a darme la razón al final —me quedé en completo silencio estudiando las palabras de Lucas; ¿cómo es posible que piense algo así de una persona? Tomé un sorbo de café intentando apartar sus palabras de mi cabeza. Siempre lo había visto como un buen amigo y una persona casi intachable, nunca imaginé que pensara así de chicos que solo tienen un problema, que ni siquiera es su culpa. Lucas comenzó a hablar, pero no le presté atención; ahora mismo no tenía ganas de prestarle atención a nada de lo que dijera. Después de lo que dijo, creo que no quiero saber qué piensa de otras personas con alguna enfermedad o dificultad. Nos pasamos en el café un par de horas, hablando de cosas banales. Después, cuando el sol había caído casi completamente y las luces de la calle ya se habían encendido, decidimos volver a nuestras respectivas casas. Lucas vive a pocas cuadras de mi casa, así que caminamos juntos. Durante el camino, intenté borrar el comentario que Lucas había soltado antes con una charla banal y cotidiana. Al llegar a mi casa, dejé mis cosas en el sillón y me dirigí directamente a mi cuarto. Me tiré en mi cama sin siquiera sacarme las zapatillas; realmente estoy cansado, después de la entrevista, tuve que comenzar a buscar libros y cursos donde podría aprender sobre el síndrome de Down, dado que Santiago, quién me entrevistó y me dio el trabajo, me pidió que, mientras entrenaba a los chicos, hiciera cursos para poder entenderlos mejor. Saqué el celular del bolcillo, lo desbloqueé y comencé a buscar algo de información. Me desperté cuando sentí el celular vibrarme en el pecho, abrí los ojos con pereza. Agarré mi celular y lo miré quedándome prácticamente ciego con el brillo. Parpadeé un par de veces, antes de poder mirar sin molestia la pantalla. Era una llamada de Lucas, rápidamente contesté. —Hola... —la voz me salió ronca y adormilada. —¿Te desperté? Perdón, antes estabas despierto a esta hora. —Me quedé hasta la madrugada leyendo algunas cosas —bostecé—. ¿Qué querías? —Verte antes de entrar a trabajar. ¿Me abrís? —me aparté el celular de la oreja para ver la hora; eran las ocho de la mañana, tengo que agradecerle que me haya despertado. —Esperá, no tardo en bajar —corté, me levanté y, a diferencia de ayer, simplemente me lavé la cara, los dientes, me ordené un poco el pelo y me cambié la remera. Como si hubiera sabido que Lucas venía, anoche me quedé dormido con la ropa que había salido ayer por la tarde, ni siquiera las zapatillas me había sacado. Salí de mi casa y bajé rápidamente las escaleras, desde el pie de esta pude ver a Lucas a través del cristal de la puerta. Crucé el palier rápidamente y le abrí, él me sonrió mientras entraba. Después de saludarnos, lo guie hasta mi casa. —¿A qué se debe la visita tan temprano? —pregunté mientras nos acomodábamos en el comedor. —Solo quería verte —sonrió—. Ahora que ya no trabajamos juntos, no te voy a ver tan seguido —hizo un pequeño puchero, logrando hacerme sonreír. —No seas llorón, nos vamos a ver igual, y los fines de semana vamos a salir como siempre. —me acerqué un poco a él—Todavía tenés que llevarme al boliche gay del que me hablaste —asintió esbozando una sonrisa. Lucas se quedó en mi casa poco más de diez minutos, ya que tenía que ir al trabajo. Yo, por mi parte, me senté frente a la computadora y comencé a buscar cursos para mi nuevo trabajo. Santiago me dijo que iba a tener un ayudante, uno de los chicos que había elegido para eso, pero que tenía que aprender y a adaptarme al ritmo de ellos igualmente.
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