Narra Daniel
Miré el techo en la oscuridad, recordando una y otra vez la mirada de Nahuel, su sonrisa notoriamente nerviosa y sus mejillas sonrojadas. Parecía que le daba vergüenza que le acariciara el pelo o que estuviéramos tan cerca. Sonreí sin poder evitarlo. Hasta ahora no habíamos estado solos afuera del club, ni tan cerca como hoy. Volví a sonreír. Me siento como un idiota ahora mismo, solo puedo pensar en él y sus mejillas sonrojadas.
—No conozco a alguien tan tierno como él… —me sentí culpable al instante; no debo pensar así de mi alumno, no es ético. Suspiré y cubrí mis ojos con mi antebrazo—. Está mal, no debería pensar tanto en él, pero no puedo evitarlo.
Me descubrí los ojos, agarré mi celular y miré la hora; eran las dos de la mañana. Desde que me despedí de él en la puerta de su casa, no puedo dejar de pensar en lo que pasó. Ese momento se repite en bucle en mi cabeza.
De repente, me pregunté si Nahu estaría despierto todavía. Agarré mi celular, entré en w******p y revisé su chat. Después de avisarle que había llegado a mi casa, no habíamos vuelto a hablar. Para mi suerte, estaba en línea. Me debatí un par de minutos si hablarle o no; sigo creyendo que estoy sobrepasando una línea que no debería.
—“¿Estás despierto todavía?” —le mandé casi sin prestar atención.
—“Estaba hablando con una amiga y no me di cuenta de la hora.” —un instante después me llegó otro mensaje—. “¿Vos no podés dormir?”
—“Algo así. Estaba pensando.”
—“¿Más actividades para los chicos?”
—“Sí, estaba pensando en agregar un par de cosas, pero no estoy seguro.” —mentí; no creo que le agrade que le diga que estuve pensando en él.
La conversación siguió amena, contándonos cosas de la semana como si fuéramos amigos desde siempre. De verdad me gusta hablar con él; me gusta la manera tan fluida en la que transcurre nuestra conversación. Ni siquiera con Lucas me siento tan cómodo hablando.
Cerca de las tres y media de la mañana, Nahuel se despidió de mí. Decidí imitarlo e irme a dormir también; aunque sea domingo prefiero no dormir demasiado. Me levanté, busqué mi pijama y me cambié, después volví a acostarme. Me acomodé en la cama cerrando los ojos un poco cansado.
—Él puede ser el tipo de chico que me gusta —ese pensamiento apareció de repente en mi cabeza haciéndome abrir los ojos alarmado. Aparté el pensamiento lo más rápido que pude. ¿Me estoy volviendo loco? Nahuel es mi alumno, no un chico cualquiera que conocí en internet o mediante amigos. Además, sería aprovecharme de él, tanto porque tengo una posición de poder, como porque tratar con Nahuel es como tratar con un adolescente. Suspiré pesadamente pasándome la mano por la cara.
Me acomodé en la cama de nuevo y cerré los ojos consiguiendo que ese pensamiento vuelva una y otra vez a mi cabeza sin que pudiera evitarlo. Seguido, en mi mente aparecía la imagen de su rostro sonrojado, como estuvo durante nuestra pequeña reunión. Decidí no luchar más con ese pensamiento y relajarme de una vez para poder dormir.
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Desperté con el sonido de mi celular, tanteé en la mesa de luz, pero no lo encontré. Me giré hacia el otro lado y, todavía con los ojos cerrados, tanteé sobre la cama. Al fin di con el dichoso aparato, miré con dificultad la pantalla, logrando ver de manera borrosa el nombre de Lucas.
—Hola… —contesté a su llamada.
—¿Estabas durmiendo? Qué raro, siempre te despertás antes que yo.
—Tuve problemas para dormir… —comenté cerrando los ojos de nuevo—. ¿Qué querés?
—Te llamaba para… —no seguí prestándole atención a lo que me decía, mi mente se puso en blanco, empezaba a quedarme dormido de nuevo—… ¡Daniel! ¿Me escuchás? —me sobresalté cuando me nombró, abrí los ojos de nuevo.
—Perdón… —me senté en la cama y me restregué los ojos con los dedos, sosteniendo el celular con el hombro—. Me estaba quedando dormido de nuevo. ¿Qué me decías?
—Que si querés venir a mi casa a ver una película. Hoy no tengo nada que hacer y es muy aburrido estar solo en mi casa.
—Bueno, pero no me quedo —bostecé levantándome de la cama—. ¿A qué hora voy?
—¿A las cinco?
—A las cinco. Nos vemos más tarde —dicho esto, corté la llamada.
Tiré el celular en mi cama, fui hasta mi placar y saqué una remera y un pantalón. Después fui al baño para bañarme y alistarme. Una vez que estuve listo, fui hasta la cocina, puse la pava a calentar mientras revolvía el café instantáneo.
Cuando tuve el café hecho, camine hasta el living y me senté en el sillón prendiendo el televisor. Tomé un sorbo de café pasando canales sin prestar demasiada atención. Me pregunté, de repente, que estaría haciendo Nahuel hoy. Me pregunté si estaría disponible para verlo. Este último pensamiento se apoderó de mi cabeza; quiero verlo, tengo muchas ganas de verlo de nuevo. De repente, el viernes se ve demasiado lejos, como si faltaran años para que ese día llegara.
—Tengo que calmarme —susurré mirando la taza de café. ¿Qué es lo que me pasa ahora? Me estoy volviendo un idiota como Lucas, que no puede mantener las manos lejos de sus clientes—. Al menos yo no tengo dobles intenciones como él… —suspiré, tomé otro sorbo de café y me acomodé en el sillón intentando distraer mi cabeza de aquello.
Terminé distrayéndome con la televisión. Miré películas hasta que se hizo la hora de ir a la casa de Lucas. Cuando llegué al edificio donde él vive, le mande un mensaje y esperé a que bajara. Un par de minutos después, lo vi a través del vidrio de la puerta del palier. Abrió y me saludó con una sonrisa dejándome pasar. Subimos por la escalera hasta el cuarto piso, donde está su departamento y entramos. Me llevó hasta el living, tenía en la mesa ratona varios paquetes de frituras y unas cuantas latas de cerveza.
—Parece que querés hacerme engordar hoy —agarré una papa frita y me la lleve a la boca mientras me sentaba.
—Después vas a pasar horas en el gimnasio, no deberías preocuparte por engordar o no.
—Para ser entrenador, cuidás muy poco tu cuerpo —se rio.
—Y vos no comés nada —abrió una de las latas y se sirvió cerveza en un vaso—. Tenemos que disfrutar un poco, ¿no te parece? —asentí. Se sentó al lado mio y prendió el televisor, después empezó a buscar una película.
Nos pasamos un rato largo intentando ponernos de acuerdo, pero al final logramos decidirnos por una. Pensé que, de todas maneras, daba igual cual elijamos, siempre terminamos hablando en vez de mirar la película que ponemos.
Como supuse, diez minutos después de que pusiéramos la película, nos pusimos a hablar sobre ayer, sobre cómo nos había ido. Lucas empezó a hablar sobre los clientes a los que logró sacarles el celular y arreglar una cita; sinceramente, no me sorprende en lo absoluto que siga atrás de sus clientes.
—Te podría pasar alguno de los números para que intentes encontrar a tu príncipe azul.
—No, gracias. Ya tengo a alguien en mente.
—¿Manuel, o conociste a alguien y no me contaste? —¡mierda! Hablé de más y no me di cuenta.
—Algo así —le sonreí; no puedo decirle lo que me está pasando con Nahuel, sé que se va a poner como un idiota como el día que le conté sobre mi trabajo.
—¿Por qué no me contaste? —me encogí de hombros.
—Apenas lo estoy conociendo. No te emociones —me pregunté cómo me veía Nahuel. ¿Me vería solo como su entrenador? Probablemente sí, estoy totalmente seguro de que me ve así y nada más. Escuché que Lucas bufaba, lo miré, pero no pregunté nada.
—Cada vez sé menos de tu vida, pareciera que me estás ocultando algo siempre —se cruzó de brazos como si estuviera haciendo berrinches; perdón, Lucas, pero no voy a contarte nada de esto, ya sé cuál va a ser tu respuesta.
Me quedé callado un rato escuchándolo resoplar. Miré lo que quedaba de película, aunque no le estaba prestando mucha atención en realidad. El silencio duró hasta que la película terminó, más o menos veinte minutos. Lucas volvió a hablarme, aunque un poco cortante a diferencia de antes.
Decidí volver a mi casa cerca de las ocho de la noche. El ambiente se había vuelto un poco pesado y no era agradable quedarme ahí. Cuando llegué a mi casa, tiré mis cosas en el sillón y fui hasta mi cuarto. Me acosté sacando el celular del bolsillo y revisé los mensajes que tenía. Después de asegurarme de que no había nada importante, le envié un mensaje a Lucas avisándole que había llegado bien a mi casa, como me había pedido antes de salir de su departamento.
Después de un rato dando vueltas por internet, decidí dejar mi celular y prender el televisor. No tenía mucho interés en encontrar algo realmente.
De repente, no pude evitar pensar en Nahuel, pero aparté el pensamiento rápidamente. Tengo que convencerme de que no está bien lo que me está pasando; no está bien que piense tanto en él, mucho menos que quiera hablarle constantemente, o estar con él…
Solté un suspiro pesado y me acomodé en la cama obligándome a concentrarme en el televisor, aunque no me interesara en absoluto el programa que transmitían.