La señora Leonor me encerró en mi habitación y me dio una golpiza que me dejó malherida, no había comido bien en estos días, así que eso fue lo que me ayudó a no tener fuerzas para levantarme.
— Toma esto — ella me dio unas pastillas — con eso vas a tener fuerzas para levantarte, mi novio viene hoy así que necesito que prepares unas bocas de salmón y también algo de sushi. Tienes todo lo necesario en la cocina, de almuerzo quiero pato a la naranja.
— Yo no voy a beber esto y tampoco pienso seguir trabajando en esta casa, se cree mucho por el poder que tiene, pero le recuerdo que la vida es como una ruleta y da vueltas, puede ser que hoy está arriba, sin embargo, mañana puede estar hasta abajo — lancé la medicina — el karma existe señora Leonor y va a llegar a usted tarde o temprano, no soy ignorante y sé muy bien que lo que hace conmigo es un delito que va a pagar muy caro.
— ¡Te callas, maldita gata! — ella tomó las pastillas y me las dio a beber — te tragas eso si no quieres que te dé una lección, recuerda que tengo la dirección de tu casa y a tu bebé, junto a la india ignorante de tu madre le puede pasar algo muy, pero muy feo que va a recaer en ti.
El miedo se apoderó de mi cuerpo, así que no tuve más opción que acceder a lo que esta mujer me pedía, ya buscaría la forma de escapar de está casa e ir a buscar a mi hijo con mi mamá para mantenerlos a salvo. Limpié dentro de mis posibilidades, le preparé lo que pedía y después me fui a la puerta, ya tenía mis cosas listas para irme, pensaba aprovechar que se había ido al trabajo.
— ¿Qué? — intenté abrir, pero no pude — maldita sea, ella me dejó encerrada, quizás la puerta del garaje o la de servicio.
Busqué como salir en cada una de las puertas, pero me encontraba encerrada, no podía quedarme un solo segundo aquí, así que intenté brincar la pared, sin embargo, tuve tan mala suerte que un perro se me lanzó a mi pierna y la mordió sin ninguna consideración.
— Suéltame — le di de golpes y miré como sus colmillos se llenaban de sangre — ¡Déjame, déjame, por favor! ¡Me estás lastimando!
Recordé que en estos casos se debía asfixiar al animal para aturdirlo, saqué una bufanda y con dificultad fue que me puse detrás para poder ahogarlo. Una vez que lo hice y miré que estaba respirando un poco, fui a la casa y me quedé encerrada ahí.
— ¡¿Qué haces aquí?! — la señora Leonor entraba a la casa — te dije que no te quería ver cuando viniera con mi novio, largo de mi presencia.
Al ver al famoso novio de la señora Leonor miré que se trataba de Oliver, sonreí con cinismo y el me miró con una sorpresa tan grande que la notó su actual pareja.
— No se preocupe, señora Leonor, no me encuentro interesada en la porquería de hombre que tiene. Antes de que fuera suyo, fue mío y déjeme decirle que solo es un hijito de papi que se esconde detrás de él para cada cosa.
— Al menos él mejoró su gusto, veo que has intentado escapar y te encontraste con la sorpresa que te dejé — sus ojos vieron la mordida en mi pierna — ¿Te gustó mi nueva mascota? Fue un obsequio de mi querido Oliver, es un rottweiler puro y por ende carísimo.
— Espero que siga vivo, lo asfixie para poder liberarme de su mordida. Yo que usted iba a revisarlo que se encuentre bien.
Ella se fue preocupada por su mascota, me iba a ir a la cocina cuando las manos de Oliver me tomaron por la cintura y empezó a acariciarme de una forma degenerada. Le di una patada en su pie y salí corriendo, pero para mi mala suerte me alcanzó, estaba malcomida y herida, así que no pude hacer nada y evitar esto.
— ¡Oliver!
La señora Leonor entró justo en el momento que él me tenía casi desnuda, lo último que sentí y miré fue a mi jefa levantando un jarrón para darme con el mismo.
Perspectiva de la autora
Cuando Leonor miró que Sariah se encontraba con mucha sangre debajo de su cabeza, se asustó. Ella vio a Oliver buscando una solución, pero él estaba en el mismo estado.
— ¡Solo a ti se te ocurre meterte con esa india! Si me tienes a mí que soy más mujer que ella.
— Estás embarazada y me da asco follar contigo, te dije muchas veces que debías cuidarte.
— No me hables así, recuerda que el destino de tu familia se encuentra en mis manos. Ahora ayúdame a lanzar a esta tipa al bosque, ahí hay animales salvajes que pueden eliminar el cadáver.
Oliver cargó a Sariah y la metió en la cajuela del coche. Cuando llegaron a un bosque en las afueras, arrojaron el cuerpo de la chica y se fueron.
— ¿Qué es eso? — un anciano miró a lo lejos — ¡Pero si es una muchacha!
El anciano puso en una carreta a Sariah y se la llevó a una cabaña que se encontraba lejos, donde nadie podía imaginar que pudiese existir alguien viviendo.
Leonor llegó a la casa, ella llevó su mano a su vientre y sentía una enorme molestia al ser reemplazada por alguien inferior a sus ojos.
— ¡¿Cómo se te ocurre hacer esto?! Eres un asqueroso — Leonor golpeó varias veces a Oliver — infeliz, desgraciado, perro mujeriego.
— ¡Déjame de pegar, maldita vieja loca! — Oliver le dio una bofetada y ella se vino al suelo — todo esto es tu culpa, no debiste salir embarazada. Al menos Sariah no era histérica conmigo, pide al diablo que su madre no haga un escándalo por la desaparición de su única hija, no tienes idea de lo que esa mujer puede hacer.
La mujer no había dicho nada, ella sintió un dolor agudo en el vientre al pensar que iba a caer en prisión. Pronto empezó a sangrar y fue ahí donde le pidió ayuda a Oliver.
Estando en el hospital, el doctor habló con Oliver y después se marchó. Él le dijo a Leonor las noticias, su semblante fue muy serio y no dijo palabra alguna en horas.
— Oliver, me has dicho de la madre de esa india. Quiero que hagas algo al respecto, no me voy a dar el lujo de caer en la prisión por culpa de esa idiota, escucha bien lo que vas a hacer.
Él escuchó atentamente lo que Leonor decía y se limitó a asentir, luego hizo una llamada y con eso fue más que suficiente para cumplir con la petición de aquella mujer que era la única salvación de su familia.
— Vamos, muchacha — el hombre le daba té a Sariah y limpiaba su rostro — ya tienes mucho tiempo que no despiertas, más de alguien te debe extrañar.
Sariah tenía una venda alrededor de su cabeza y en la misma habían varias hierbas. Aquel anciano la tenía bien atendida y se esmeraba mucho en que despertara.
— ¡Mamá, hijo!
Sariah se sentó de un brinco en la cama y una lágrima se deslizó en su rostro, en su pecho había una gran angustia y luego de unos minutos fue consciente de su entorno.
— ¿En dónde estoy? — ella puso su mano en su cabeza — ¿Qué me pasó? ¿Quién es usted? ¿Qué es esto que tengo aquí puesto?
— Estás en mi choza, al parecer te golpearon para luego abandonarte en el bosque, soy el huesero que te salvó y lo que tienes puesto es una venda con unas hierbas para pegarte la rajadura que te hicieron en la maceta.
— ¿Cuánto tiempo he pasado inconsciente?
— Tres días.
— ¡¿Qué?! ¿Cómo puede ser posible? Mi mamá debe de estar preocupada por mí, mi hijo me necesita. Tengo que regresar al pueblo cuanto antes, ¿Cómo puedo irme?
— Si quieres que te devore un oso o una pantera, te puedes ir caminando en plena oscuridad. Mejor partes mañana a primera hora. Yo te llevaré en mi carreta, es vieja pero fuerte, así como tu servidor.
Sariah se levantó muy temprano al día siguiente, el anciano ya se encontraba listo y aprovechó a apilar unos cuantos troncos de madera que le iban a salvaguardar del frío invierno.
— Vamos, entonces, me sirve para recoger leña de paso — él se puso delante de la carreta — sube, soy viejo, pero fuerte.
Ella con vergüenza se sentó en la carreta y se sorprendió al ver que el anciano podía llevarla sin problemas. Finalmente, llegaron a la civilización y de ahí aquel hombre le dio lo que tenía de dinero.
— Prometo regresar, lo buscaré y de alguna manera voy a agradecer por su bondad.
Sariah se fue a su pueblo, las horas se le hicieron eternas y cuando llegó a su casa, lo único que encontró fue las cenizas de la misma mientras las personas lo veían con sorpresa y alivio. Aun el humo se encontraba en el aire y los bomberos del pueblo vecino recogían sus cosas. Dos cuerpos estaban cubiertos por una especie de papel brillante y las personas ahí hablaban entre dientes.
— ¿Qué es lo que ha pasado con mi casa? ¿Quiénes son esas personas ahí acostadas?