Capitulo 4. Divorcio.

2157 Words
Capítulo 4. *Divorcio. Mientras Meredith va en camino, en la gran mansión Smith Lanz, Rodrigo organiza los documentos sobre la mesa. Lleva más de una hora que llegó a casa y es la primera vez que nota lo tarde que ella llega a casa. La carretera es bastante solitaria y en lo único que piensa es que quizás pueda pasarle algo. Noto su coche en el estacionamiento, el cual se nota que no usa. La espera empieza a impacientar a Rodrigo, quien se encuentra parado frente a la ventana del gran salón mirando en dirección al jardín y la entrada, como si en el fondo esperara que ella cruce esa puerta en cualquier momento. Hoy más que nunca se siente ansioso por la ocasión, una que sin duda no olvidará. —Disculpe, señor, su café. La mujer del servicio lo espera por unos segundos hasta que Rodrigo por fin la enfoca con su mirada, recibiendo de sus manos la taza con el café que no le apetece, pero que le recibe cortes para calmarse un poco. —Que lo disfrute, señor, disculpe. La mujer de mayor edad se mueve para retirarse, siendo detenida por Rodrigo, a quien lo carcome la curiosidad. —Florencia. —¿Sí, señor? La dama se detiene para escucharlo. —¿La señora acostumbra a llegar tarde a casa? La mujer se sorprende con su pregunta y niega. —No, señor, es la primera vez que llega tan tarde. Rodrigo la mira conforme a su respuesta y asiente, dándole la salida a Florencia para retirarse. —Permiso, señor. Rodrigo no le da respuesta alguna, se mueve directamente al sofá, donde revisa su celular mientras toma de su café con tranquilidad. Los minutos empiezan a correr; no pasa mucho cuando la luz de un coche se enfoca en los ventanales de la enorme entrada. Es de suponer que ha llegado y espera en su lugar, pacientemente curioso, pensando: "¿De quién es el coche que usa?" Mientras que Meredith se queda por unos segundos en el coche, respira profundo al ver el coche de Rodrigo estacionado en la entrada. Verlo ahí le causa una fuerte sensación que la conmueve; es la hora, ha llegado el momento. Su piel se eriza ante sus emociones, no puede evitar sentirse débil, mira a la entrada y el vaivén de su pecho se vuelve más irregular. No quiere hacer esto, sentía que tenía el valor, pero siente que al verlo quizás no pueda controlarse, teme verse débil frente a él y se enoja con ella misma por no tener las mismas agallas que tiene Rodrigo para dejarla después de todo lo que han vivido, después de que ella lo ha dado todo, lo intentó todo y aun así nada valió la pena. Esos pocos minutos en el coche y la hora en su celular le informan que no puede retrasarlo más. ¿Qué espera? No lo sabe, quizás entrar en la casa y que ocurra un milagro. Con ironía se baja del coche, toma su bolso, su celular y camina a la entrada en la que se detiene junto a su suspiro de dolor. Meredith cierra los ojos y presiona el botón de la entrada que le da acceso a lo que ha sido su hogar por tanto tiempo. En cuanto entra al gran salón, lo nota: hoy no viste de traje. Está sentado, como acostumbra, en el sofá frente a la mesa; con lo que puede ver son los documentos del divorcio. Hoy viste casual y lleva esa chaqueta de cuero color n***o que a ella tanto le gusta y que quizás él lo sepa. Se ve tranquilo; su mirada se une con la de Meredith como una ráfaga de puñales que van directo al corazón de ambos. Ella, tan hermosa y atrayente, camina con determinación hacia él. No hay nada más, no hay sorpresa, ni milagro, es un hecho: tras firmar los documentos, todo habrá terminado. — Buenas noches, Rodrigo. — Buenas noches, Meredith. Meredith se sienta junto a Rodrigo y, sin esperar nada más, enfoca su vista en los documentos sobre la mesa. —¿Me permites? Su pregunta es respondida con una señal de aprobación. Rodrigo le da su espacio para leer los términos; sin embargo, Meredith no se toma tal molestia, toma el bolígrafo cerca de la taza de café y, una a una, sin detenerse, va firmando cada página, cada puñal que se incrusta en su débil corazón. —¿Está listo? —pregunta, sorprendiéndolo al cerrar la carpeta. —Sí. —Responde Rodrigo, tan confuso y sorprendido, pero no se lo demuestra; ambos se mantienen calmados y neutrales como hace mucho no lo hacían. —Bien, buenas noches. —Dice levantándose para irse a su recámara. En el momento en que se mueve para marcharse a su habitación, Rodrigo toma su mano. Ese simple contacto ocasionó en ella un desequilibrio; no esperaba que él la detuviera, quería salir de ahí lo más rápido posible, necesitaba que él no intentara nada más. Tocarla la quema y no quiere voltear a verlo porque no podrá controlar las lágrimas que apuntan a salir. No se voltea, espera y, en cuanto lo siente levantarse, su pulso se descontrola. —¿Así de simple? No desea hablar sobre… —Meredith interrumpe, esta vez lo enfoca de manera rápida a esos hermosos ojos verdes en los que se sumerge, recordando las veces que su mirada se enfocaba en ella, acusante y llena de odio; con ello toma el valor para enfrentar la situación que ante ella es su mayor debilidad. —Así es, ¿hablar has dicho? ¿Ahora para qué? —Llevo cinco años pidiéndote que hablemos, tengo frente a ti a un cobarde que después de jugar conmigo desaparece como un cobarde… —Rodrigo la interrumpe. —Meredith, yo lo sien… —Meredith interrumpe. —No te preocupes, me has hecho cosas peores. Con esas palabras se suelta de su agarre y camina alejándose de él, camina de espacio, calmada, no quiere demostrarle cuánto le duele lo que ha hecho, en lo que la ha convertido. Con ese divorcio termina su venganza, se acaba su esperanza, se acaba su mundo. Rodrigo la ve alejarse y no puede moverse de su lugar; ha firmado y eso lo enoja. Lo ha firmado como si fuera un documento más que trae para ella, como si no le importara. Lo sorprende lo fácil que ha sido todo; quizás esperaba que ella le pidiera pensarlo. Tantos años rogando que la perdonara, que lo ama y quería una oportunidad y ahora simplemente firma los documentos y se aleja como si nada pasara. En el fondo siente enojo, dolor, ¿pero qué le ha hecho? Lo tiene tan sorprendido que lo motiva a ir a verla; vaya que será una gran discusión, es increíble. ¿Todo este tiempo ha fingido amarlo? ¿Desvivirse por él? Tantas palabras, tantas acciones; por un momento le creyó la farsa. Se lo puso fácil para irse con su amante, es lo que lo motiva a pensar mientras se dirige a su encuentro. En el fondo, Rodrigo esperaba que ella le rogara, quizás le pidiera que no lo hiciera, que no la dejara. Nunca pensó que ella se resignaría, que se rendiría tan fácil. Lo que no sabe es que para ella ha sido una batalla difícil; ha luchado por tanto tiempo que se siente cansada de saber que quizás este con Barbara le dio un golpe que ella no esperaba. Luego lo de su madre… Meredith no podría sentirse más humillada y resignada a que todo ha terminado. Rodrigo piensa en todo lo que le ha hecho o dicho, lo invade, va con todo a buscarla, deteniéndose en la puerta, su mano cerca de la perrilla, su respiración se acelera, desea entrar, desea sostenerla en sus brazos por un segundo, que lo mire a los ojos, que le diga que todo fue un juego, que todo fue una farsa; lo necesita, necesita saberlo de sus labios, pero se detiene, cierra los ojos un instante y trata de controlarse. Se acabó. Rodrigo se acerca a la puerta y coloca inconsciente la mano sobre la fría madera, se detiene unos segundos sin saber que al otro lado ella lo espera, lo espera sobre el suelo frío frente a su cama, donde está abrazada a sus rodillas con la esperanza de que quizás él entre a verla y que le diga que todo fue un sueño, una mentira y que la pesadilla se ha terminado, pero eso jamás ocurre; las esperanzas se mueren al notar las luces del pasillo apagarse, y es ahí donde comprende que no hay vuelta atrás. * Un nuevo amanecer la recibe en el baño vomitando, Meredith trata de controlarse, piensa que al no comer el estómago reacciona de mala manera, las emociones no la ayudan, ver su cuarto totalmente vacío la tortura, pero así debe ser, a despertado temprano y ha guardado lo poco que le queda en el coche, solo una caja más y todo esto abra terminado, no deja rastro de ella más que una caja, una pequeña caja en la que deja todos los regalos que un día Rodrigo le dio, todo recuerdo de él, excepto una pequeña foto se queda en esa pequeña caja que deja sobre la mesa de noche, está lista, sale de la habitación dejando todo atrás sin saber que en el documento estipulaba que él le dejaba la casa, no quería arrebatarle su hogar, no es que sea un hombre despiadado, sin embargo ella no lo sabe, porque no se tomó la molestia de leer el documento, tampoco lo aceptaría, con esa caja llena de recuerdos de los dos ella deja en claro que no desea nada de Rodrigo, no se lleva nada de él, incluso le a dejado el anillo, no espera más, piensa que quizás en cualquier momento llegue alguien a sacarla de la casa como lo hicieron con su madre, no desea ser humillada. Sube lo que queda en el coche y se marcha sin mirar atrás. Rodrigo despierta tras pasar la noche en la mansión. Está listo para ir a la oficina, prepara todo siendo la última vez que pise esta casa. Toma su chaqueta y su portafolio y sale de la habitación, notando que al pasar la puerta de la habitación de Meredith está abierta. Es la primera vez en mucho tiempo que la ve de tal manera y es inevitable no fijarse en lo vacío del lugar; es evidente que se ha ido. A medida que va entrando al lugar, percibe el olor de su perfume; sin duda alguna se ha marchado. Estaba muy apurada en irse que no esperó a que el sol saliera; tomó sus cosas y se marchó. La escena lo incomoda muchísimo, se siente burlado, como si ella hubiera esperado este momento, no puede creerlo y no se da cuenta de lo afectado que está por todo esto. En cuanto se da la vuelta para marcharse, nota la caja sobre la mesa de noche. Rodrigo se acerca de espacio y en cuanto la abre su corazón empieza a latir tan fuerte que siente que se saldrá de su pecho, uno a uno los recuerdos de ellos juntos viene a su mente, uno tras otro, con cada detalle, incluso tenía guardado la rosa que le obsequio cuando tan solo eran amigos, marchita y sin vida dentro de la tarjeta que acompañaba tal detalle que ella a preservado junto al resto de sus regalos, incluso las joyas, incluyendo los pendientes que su padre le regaló en su cumpleaños y el anillo de bodas, dándole a Rodrigo un gran golpe, uno que no esperaba y que lo lleva a sujetarlo sentándose en la cama donde las lágrimas que había retenido por tanto tiempo no se aguantan en salir enviándolo a ese mundo oscuro del cual nadie sabe y le cuesta salir. Meredith estaciona su coche frente a la casa de John, quien la espera desde muy temprano. Al verla llegar, sale a su encuentro. En cuanto Meredith baja del coche, se refugia en los brazos de John con gran dolor; su corazón late fuerte y siente que su mundo se desmorona a simple vista. Necesita levantarse de tanta oscuridad, pero hoy solo quiere descansar. John la ayuda a bajar las cosas del coche y la lleva a la casa donde su madre puede ver que la pesadilla ha terminado. Se siente tranquila al saber que Meredith ha hecho lo correcto. Ahora no hay nada que las ate a Rodrigo, no habrá nada que la detenga de empezar de nuevo. —¿Se acabó? —pregunta su madre y Meredith asiente. —Ven aquí, mi pequeña, todo va a estar bien, nos tenemos la una a la otra, sé que saldremos de esto, pronto Rodrigo no será más que un horrible recuerdo; con suerte, no volverás a verlo jamás.
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