Capítulo 4: El beso

1867 Words
  La clase siguió normal, o sea que estuvo más aburrida que estar en el desierto, y ya es mucho decir.  Alonso se dedicó toda la clase a darme miradas reprochadoras, aunque sé que igual  disfruto mi beso. De solo pensarlo se me forma una sonrisa en la cara. Cuando la clase terminó Alonso se posiciono frente a mí, mirándome muy enojado. —¡Esto no ha terminado Tamara! —dijo fulminándome con la mirada, yo solo rodé los ojos, le ponía mucho drama a solo un beso. —¿No crees que le estas poniendo mucho drama? —pregunté sonando lo más inocente que podía. Él gruñó, diciéndome que me callara y se fue por la puerta como alma que se lleva el diablo. Yo solté una risita.  Luego se me prendió la ampolleta, quizás no tan luego, ¿qué pasa si él nunca había besado a otra chica?, Alonso era conocido por ser buen estudiante, y por ser coqueto pero nunca se habían sabido sus amoríos. Y por eso está enojado porque yo le quite su primer beso, además no es como si él se hubiera negado tampoco. Además quién en estos tiempos, y a esta edad no ha dado su primer beso, no creo que sea virgen tambien. Entró diego sacándome de mis profundos pensamientos, venía con una sonrisa en la cara y a la vez el ceño fruncido lo que hizo que soltara una fuerte carcajada, porque imagínense a alguien con esa expresión en la cara, es muy divertido. —¿Qué pasa?, ¿por qué te ríes? —preguntó borrando la sonrisa. —De tu cara —dije tratando de parar de reír, ya hasta me salían lágrimas. —¡Deja de reírte!—dijo molesto Cuando pude parar de reírme, lo que no hace falta decir me costó mucho le conté todo a diego sobre lo que Alonso me había dicho, aunque él sabía una parte, ¿adivinen que? Sí el beso ya estaba esparcido hasta por la sala de profesores. A ese extremo llegan los rumores de esta escuela.  Nos sentamos en las mismas bancas de siempre, nos habíamos conocido ahí así que se había convertido en nuestro punto de reunión de los chismes. Lo sé somos unos cotillas de primera. —Así que… —comenzó diego alargando la palabra—. ¿Alonso va a ser tu hermanastro? —Odiaba esa palabra.   —¡No! —dije moviendo la cabeza—. No somos hermanos ni por un estúpido papel —dije —Pero él va a vivir contigo… —dijo otra vez alargando la palabra, yo lo mire como si fuera un estúpido —¡Él no va a vivir conmigo Diego! —dije frunciendo el ceño ante semejante estupidez —Pero tu mamá lo ha llevado a cenar —Diego hablaba lento, como precavido, porque yo sencillamente ya iba a explotar con las tonteras que me decía.  —¡ve de una vez al maldito punto! —digo esta vez más enojada, él se encoge de hombros. —Cuando Domingo llevó a angélica a cenar la primera vez, como a los tres días ella ya tenía todas sus cosas en nuestra casa —dice encogiéndose de hombros. Domingo es el papá de Diego, a diferencia mía, su madre los abandonó por otro y él y Diego nunca se llevaron muy bien, así que, luego cuando él llevó a angélica a vivir con ellos nunca más volvió a decirle papá, y la verdad no lo podía culpar, la mujer era un completo asco. —Sí eso llega a pasar, no estará por mucho —dije, tenía un plan, yo no iba a dejar que el imbécil del papá de Alonso ocupara el lugar de mi padre. Sí, quería que mi mama fuera feliz, pero también amo a mi papá y siempre lo voy a hacer no iba a dejar que mi mama trajera a un hombre que apenas conocemos a ocupar un puesto que nunca va a estar disponible. —¿Qué estás pensando? —Preguntó Diego—.  Odio cuando estás así de concentrada, tus momentos así son los que provocaron tu reputación —lo mire y rodé los ojos —Me gusta mi reputación —dije sonriendo maliciosamente. Diego solo se rió, tenía un plan y aunque no quería admitirlo necesitaba la ayuda de Alonso, quería que fuera algo que no pusiera en contra mía a mamá. Necesitaba pensarlo muy bien. Cuando llegamos a mi casa con Diego, mi mamá otra vez estaba vuelta loca, lo que significaba que otra vez los señoritos perfectos vendrían a nuestra casa. Lo que a su vez significaba que mi plan no podía esperar.  Saludamos a mi mama y luego subimos a mi habitación, mi mamá ya no se preocupaba por Diego sabía que éramos solo amigos. —Hace tiempo que no venía a tu casa —dijo y lo mire con cara de, bueno con cara rara. —¡Viniste hace tres días! —dije y él solo sonrió. —¡Pero parecía que no venía hace años! —dijo y lo volví a mirar como si le hubieran salido pechos. —¿Por qué siquiera pensarías eso? —le pregunto aun con la misma mirada. —No sé, solo lo hago —dijo encogiéndose de hombros, moví la cabeza. —A veces me pregunto cómo es que pasas de curso con ese cerebrito pequeño que tienes —dije moviendo la cabeza y luego lo mire—. ¡A claro gracias a mí! —Diego me miraba haciéndose el ofendido. —¡Sabes que te amo! —dijo parándose a darme un abrazo pero yo me revuelvo en sus brazos, no me gusta que me hagan mucho cariño me siento extraña. —¡Suéltame imbécil! —digo tratando de salir de su agarre. —¿Vas a ir a la fiesta de Damián? —preguntó Diego. —¡Si! —dije remarcando la i—. Y ¿tu? —  —También nena, tengo unas conquistas en esa fiesta —dijo dándome un beso en la mejilla y guiñandome un ojo, yo ruedo los ojos—. Te veo luego —  se despide —¡Ya pero suéltame! —me quejo cuando comienza a apretarme. Se ríe y  me suelta, sabe que no me gusta que me haga eso a menos que esté muy triste como cuando deje que Alonso me abrazara, ¡dios! recuérdenme nunca, pero nunca, volver a dejar que eso pase, aunque lo del beso podría repetirlo. Cuando diego se fue estuve pensando en un plan para que esta cena fuera arruinada sin estar muy verdaderamente involucrada en el asunto, lo que debo admitir no sabía cómo lograrlo. Lo único que sabía era que tenía que hacer algo. Algo es algo, ¿no? —¡Tamara! —gritó mi mamá, oh dios por favor que no sea otro estúpido vestido. —¡Voy! —grité de vuelta, baje la escalera y cuando estaba cerca de mi mamá suspiré dramáticamente, ella me miro y enarcó una ceja, ¡rayos me descubrió! —¡Ni se te ocurra Tamara! —me hice la dolida, me llamaba Tamara solo cuando se enojaba conmigo. —¡Mamá! —me quejé cuando me paso una bolsa con un logo de una marca reconocida de moda, genial otro vestido. —No digas nada —dijo levantando  la mano en señal de advertencia—. Si no te pones ese vestido no irás a la fiesta de esos amigo tuyos —me advirtió —¡Oh! —dije furiosa, me estaba extorsionando. Subí corriendo las escaleras, yo no tendría que estar usando este estúpido  vestido si no fuera por los señoritos perfectos. Saque el vestido y mis ojos se abrieron en sorpresa, no era nada como el otro. Este era n***o y el otro era rosado color crema, este era corto pero apegado al cuerpo, tenía añadido a la parte de arriba un pequeño velo n***o transparente que llegaba hasta mis codos. Muy mi estilo.  En la parte del sostén llevaba copas lo que me informaba que no debía usar sostenes.  Me gusto, dentro de la bolsa venían unas de esas bragas de un puro hilo, me reí con la imagen de mí usando eso pero luego volví en sí y me di cuenta de que si usaba bragas normales se marcarían. ¡Qué vergüenza! Los zapatos eran los que use para el funeral de  la tía mari eran negros con pequeñas piedritas rojas y con una plataforma que me prometía poder caminar sin terminar en el suelo sin dientes. Me bañe y me arregle el pelo con una trenza francesa hacia al lado, me delineo un poco los ojos y me encrespo las pestañas añadiendo rímel. Me puse un poco de colorete en las mejillas y un rosa suave en los labios y  lista. Cuando sonó el timbre me di cuenta de que no había planeado nada para hoy,  no importa, lo planearía después. Cuando  baje ya todos estaban sentados, no me moleste en saludar a nadie excepto el asentimiento de cabeza de parte del señorito perfecto de mi mamá, y una mirada de lujuria de Alonso. Estoy segura de que ese chico es virgen. ¡Tú también eres virgen genia! Dijo una voz en mi cabeza, sí, lo era pero yo no era de esas chicas que buscan a su príncipe azul, que va a ser que no les duela y se lo van a hacer  con amor, ¡al diablo eso! Yo no creo en el amor y no pretendo encontrarlo, para las chicas como yo no hay amor. —Tamara, porque no vamos a tu habitación a conocernos mejor —dijo Alonso, mi madre lo miró rápidamente, incluso su padre, había puesto en marcha mi plan él mismo. Excelente. —No puedo, después de esta agradable cena voy a salir  —dije encogiendome de hombros —Cariño, ¿por qué no te quedas? —dijo mamá, yo la mire, este era el acuerdo, no había vuelta atrás, además no podía obligarme a estar con personas que no quería, este no era mi ambiente. —No lo creo madre, la verdad es que Alonso me está mirando de una manera lujuriosa y yo tengo pensado mantener “mi flor intacta” —dije, Alonso se puso rojo, y me miró rápidamente, mientras mi madre y su padre lo  miraban—. Si saben a lo que me refiero —termine. La cena estuvo demasiado aburrida, Alonso me miraba con ira y yo le devolvía una genuina sonrisa que lo cabreaba más. Mamá y el señorito perfecto lo único que hacían era conversar entre ellos puras tonteras. Ya no aguantaba más estar aquí. En mi mente suplicaba que Diego pasara y tocara el timbre para irnos, hasta cerré los ojos. “Din, don” El timbre.  Me paré de un salto y fui a abrir la puerta, un Diego en camisa y pantalones ajustados estaba en la puerta se veía muy guapo,  él también no pasó desapercibido mi atuendo, lo que por alguna razón me hizo sentir sexi. —¿Nos vamos? —le pregunté a Diego —¡Sí! —dijo —¡Adiós mamá! —grité y  antes de que pudiera decir nada más, cerré la puerta y nos fuimos. Solté un suspiro ahogado cuando ya nos encontrábamos en el auto del papá de Diego. Él se lo prestaba solo cuando íbamos a fiestas lo que era muy divertido porque a Diego le gustaba beber y a veces a mí también. No sé cómo aún seguíamos vivos. —¿Estuvo muy mal? —preguntó Yo solo asentí, recosté mi cabeza en el respaldo del asiento y en unos minutos estuvimos en la casa de Damián que era igual de grande que la mía. La música retumbaba en los altavoces de la casa de Damián, muchos autos estaban aparcados en las veredas, la fiesta se veía muy prendida. Entramos y todo estaba oscuro a excepción de la cocina donde estaban tomando cerveza algunos chicos. Diego me hizo una seña de que se iba a ir a buscar a una chica, y yo solo asentí, iba a ir por un vaso de cerveza cuando alguien me tomó por la cintura atrayéndome a un pecho duro y tonificado. Podía sentir su respiración en mi oído cuando  hablo. —Te estaba esperando —dios casi me desvanecí ahí mismo. Estaba segura, ¡hoy tenía que pasar!
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