CAPÍTULO 4

1514 Words
El sonido de pájaros cantando en mi ventana me trajo de vuelta, pero no era exactamente mi ventana, porque de algún modo estaba en la habitación de Jane quien se encontraba dormida a mi lado. Así que concluí que seguramente ella me trajo la noche anterior. Me quedé mirando su rostro por un momento, detallé sus rasgos y me descubrí pensando que pese a nuestro cabello diferente, éramos un tanto parecidas. Es extraño como nunca pensé en ello antes. Después de tanto pensar me levanté lentamente y entonces sentí su movimiento. —Finalmente despiertas —dijo en un bostezo. —Bueno, algún día tendría que hacerlo —bufé. —No sabes lo preocupada que estuve cuando te encontré desmayada en el jardín anoche, desde entonces no dejó de tener esta extraña sensación de que hay algo mal… Eres mi única familia en este momento Elaine, eres mi hermana y... —sus ojos se llenaron de lágrimas. —Estoy bien —aclaré. —Por supuesto —dijo sin convicción —. Por cierto, le dije a tu madre que te quedarías en mi casa —informó. —Gracias. —Si, como digas. Ahora vete y déjame dormir —sonrió un poco, restándole importancia a todo lo dicho anteriormente. —Que amable, no te preocupes ya me voy, no era mi intención molestar a la bella durmiente —reímos al unísono. —No olvides la película —dijo mientras se escabulló bajo el cobertor. Baje las escaleras silenciosamente, salí y cinco minutos después ya me encontraba en la entrada de mi casa. Al entrar encontré a mi mama en la cocina, levantó la mirada y sonrió al verme, entonces recordé a Alison y Daniel, lo que me llevó a correr a sus brazos en busca de su cálido abrazo. Sabía que necesitaba mejorar, quería mejorar y lo haría pronto. —¿Paso algo? —preguntó mi madre, llena de preocupación. —No, simplemente te extrañe —mentí, pero estaba segura que ella sabía lo que sucedía. Poco a poco la dejé ir, no quería parecer una chica frágil que siempre necesitaba a su madre, ella me soltó de mala gana y tomó mi rostro para asegurarse que de algún modo aún era yo. Sus ojos color avellana reflejaron mis ojos verdes y no pude ver más que eso, aunque sabía que trataba de decirme algo a través de ellos. Sonreí para ella tratando de calmar su creciente malestar; pero, no salió tan bien porque su expresión se convirtió en irremediable preocupación. —Sabes que no tienes porque ir mañana, ¿cierto? —ni siquiera lo recordaba, que el día siguiente sería mi regreso a clases. —Estaré bien —aseguré. Sus labios se separaron para protestar y pude ver como fruncía el ceño; pero, se detuvo allí, sin saber que decirme o como decírmelo, entonces se dio la vuelta y se concentró de nuevo en el desayuno. —Realmente no tienes que ir —insistió. —Lo sé, pero quiero ir —me apresure a decir. Puso uno de los platos en mis manos, eran waffles con helado de vainilla, últimamente siempre trataba de mimarme, pero empezaba a irritarme. —Gracias —se mantuvo en silencio —. Iré a casa de Jane en la noche, vamos a ver películas —detuvo lo que hacía, aunque continuaba dándome la espalda. —Solo ten cuidado —aún había algo que no me decía.   Definitivamente no me encontraba de humor para las películas de…, cualquier película. No quería ver nada, me costaba concentrarme; pero Jane se veía como si nada le afectara, como si se encontraba mejor que yo. No deseaba arruinar todo, al menos la comida era buena, después de todo nos tomó un largo tiempo decidir que comprar porque resulta que lo que más pedíamos para comer solo nos recordaba aún más que ahora éramos dos y no cinco. Sacudí mi cabeza, esperaba no pensar más en eso y concentrarme, o al menos lo intente hasta que me di cuenta que era un caso perdido. —Ya regreso —dije con una sonrisa, pero Jane apenas y me dio una mirada. Me levanté lentamente para no hacer evidente mi urgencia por salir de la habitación, entré al baño y me encerré allí por al menos diez minutos. Al observar mi reflejo en el espejo, mi corazón se encontraba agitado y mis manos temblaban. —¿Quién conduce? —se las arregló para sacar las llaves del auto de su bolsillo trasero —, porque yo estoy tratando de descifrar si hay dos o tres Elis.  Dejé el agua fluir delante de mí, ya que el sonido me calmaba; sin embargo, no era suficiente, por lo que puse mis manos en ella esperando que se detuvieran los temblores.  ¿Quién manejaba? Luego pasé las manos por mi cara, entre mis cabellos… Susan. Sacudí la cabeza incontables veces, Susan dormía. No, ella trataba de no dormir, pero era verdaderamente una posibilidad que hubiese manejado, ellos lo habían dicho. Imposible. —Imposible —me escuché decir. Golpes en la puerta me trajeron de vuelta a la realidad, entonces revisé mi aspecto en el espejo esperando no reflejar mi intensa desesperación y cerní mis manos sobre el pomo de la puerta para abrirla lentamente. Extrañamente, el pasillo se encontraba vacío, no había nadie afuera y ello causó que los nervios me atacaran. Otro ruido llamó mi atención detrás de mí y me giré rápidamente hacia la ducha donde se escuchaban silenciosos sollozos. No estaba sola. ¿Quién se encontraba en la pequeña ducha? Empecé a moverme lentamente, trataba de no hacer ruido alguno y finalmente deslice mis manos por la cortina para hacerlas a un lado de golpe, encontrando los ojos de una niña. Eran ojos descoloridos que observaban todos mis movimientos. —¿Quién eres tú? —pregunté llena de pánico. La niña estaba llena de barro, solo sus ojos estaban definidos de color verde, demasiado descoloridos para ser reales. Ni siquiera escuchaba su respiración, su pecho no se movía; pero, ella estaba frente a mí. —¿Quién eres tú? —repetí mi pregunta. Las comisuras de sus labios se elevaron mostrando una aterradora sonrisa que me hizo retroceder inmediatamente abrazando mi cuerpo, como si eso detuviera los escalofríos que crecían dentro de mí. Esto no es real, nada es real, me repetí cinco veces, cerrando mis ojos y luego abriéndolos para encontrarla de nuevo frente a mí. —Soy real —dijo ella como si leyera mis pensamientos y tratara de contradecirme. —Al igual que todo lo que te rodea es real, estoy dentro de ti… Mi cuerpo se congeló al sentir su tacto cuando sus manos se envolvieron en mi pierna. Se sentía real, demasiado para no creerlo. ¿Qué significaba esto? Estaba enloqueciendo, esa era la única explicación lógica. ¿Qué había dicho aquel terapeuta? Recordé algo que había leído. ¿Estrés postraumático? Eso era mucho más coherente; pero, no borraba el hecho de que aún estuviera frente a ella y aun sintiera su toque, ¡algo estaba mal allí! Eso era seguro.  La niña apretó su agarre y caí al suelo llena de horror. Me apoyé en mis codos sin apartar la vista de ella y traté de deslizarme en el suelo para alejarme y gritar, porque mi pierna se sentía en carne viva y el dolor me consumía. —No eres real —dije y su mirada se llenó de ira. —¡Sí, lo soy! ¡Todos dicen que somos un monstruo! —no sabía si gritaba ella o yo —. ¡Abre los ojos! —su toque quemaba. —¡Suéltame! —grité. —¡Soy real! —protestó de nuevo. —¡No! —sacudí mi cabeza. Manos me arrastraron de vuelta a la realidad, me alejaban de su agarre. Jane tomaba mi rostro para llevar mis ojos a los de ella. —¡Mírame! —se veía asustada —. No hay nadie ahí —señaló con su dedo índice hacia la ducha —, ¿lo ves? —su voz empezaba a calmarse. —Sí, lo veo —susurré, viendo el lugar vacío —. Lo veo —repetí de nuevo. No estaba del todo convencida al respecto, así que llevé mis ojos a mi pierna derecha que se encontraba intacta. No fue real, me dije a mi misma esperando creer en mis propias palabras. ¿Lo hacía? Definitivamente lo haría. —Vamos, déjame ayudarte —dijo Jane al ver mi tambaleo. Necesitaba levantarme, pero mis piernas no parecían responder, simplemente levántate. Jane no se apartó de mi lado hasta que me encontré completamente equilibrada en mis dos pies. No dije nada porque estaba asustada y no sabía qué hacer.   —Estoy bien, todo estará bien —no sabía si se lo decía a ella o a mí; pero, eso la calmó un poco. —Sí, estaremos bien —me dio una sonrisa forzada —. Lo superaremos —se aseguró a sí misma. —Lo haremos —secundé su afirmación.
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