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Mirame

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Blurb

La universidad es la mejor época para las personas. Los exámenes son lo peor pero es la etapa en la que los jóvenes se van de su casa, y son libres para descubrirse a ellos mismos.

Ella acaba de salir del orfanato.

El estudia cine.

Nadie esperaría que se juntaran pero las cosas no son como se esperan.

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Prologo
Por muy invierno que sea. jamás nieva en la zona de Los Angeles, su clima veraniego casi todo el año es un placer para muchas cosas pero en invierno hace frío, y eso nadie lo puede negar. Pero no estamos aquí para hablar del clima de la ciudad. San Pedro. Un centro para niños sin tutores que se responsabilicen de ellos, el lugar en el que los niños juegan y se educan hasta que alguna persona se los quiera llevar. El orfanato San Pedro, era llevado por un grupo de ex monjas que se separaron del camino de Dios al ver los muchos abusos de los curas a los niños, para ellas, los niños eran lo más puro y se debía proteger, así lo pedía Dios y quien no lo hiciera, debería ir al infierno a arder con criminales. Pero solo ellas pensaban así. Nadie les escucho, nadie les hizo caso y las tacharon de locas, brujas. Mujeres que quería dominar a los hombres, pero como podrían ser tan insolentes, su misión era servir a los hombres. Se cansaron. En 1980, las mujeres ya tenían algunos derechos y se dieron cuenta que no eran las marionetas de unos hombres depravados que se disfrazaban bajo el habito, no todos eran así pero bastaba uno para que la gente tuviera miedo, uno bastaba para que estuviera mal. —La chimenea no va—comento la hermana Catarina. Una novicia de ojos verdes y pelirroja. Ella era la más novata en esto, y solo se unió a ellas por Lilibeth, su hermana en la parroquia y quien era la que le enseñaba todo, la que le apoyo en todo y la que le ayudaba a superar los malos momentos y cuando se fue, Catarina no se lo pensó y la siguió. Aunque se hubieran alejado de la iglesia, seguían teniendo su fe por lo que, la institución estaba atada a las normas de dios, pero las normas bien puestas, no lo que los hombres ponían para su interés. El frio viento del invierno golpeaba las ventanas mientras las mujeres corrían para cerrar bien las ventanas. —¿Alguno de los niños tiene frio?—pregunto la hermana Eva. Eva era una mujer que se crío en una abadía de España, donde solo salían a dar clases a las niñas del colegio del pueblo, un lugar con muchas normas y a ella le encantaba enseñar, pero ser monja de clausura le impedía ayudar a los necesitarías como ella deseaba, por lo que se marcho. —No—respondió Mila. Esta ultima, era la lider de las diez mujeres que llevaban el lugar, fue la que más tiempo paso como devota ya que se crío en  un comento al ser abandonada ahí, por lo que erala que mejor podría guiarlas, pero no era la mayor de las mujeres. —Todos duermen bien, sin frío—comento Elizabeth. Las mujeres asintieron. —Entonces nosotras también debemos ir a dormir—comento Mila. Todas asintieron y caminaron a sus habitaciones, pero el timbre sono haciendo que las mujeres se quedaran quietas. Solían dar auxilio a la gente, pero estos eran enviadas por el párroco de la zona, jamás nadie vino directamente a donde ellas por lo que las sorprendió, y los niños se los el gobierno, por lo que no entendían que podría ser. —No abramos—dijo Catalina. —Debemos hacerlo—dijo Mila y todas la miraron—Nuestro deber es ayudar a los necesitados—comento. Ella se acerco a la puerta para abrirla y ver una cesta en el suelo. La mujer se agacho, y vio que dentro de ella había un bebe. —Oh dios mío—comento la mujer horrorizada. Sin dudarlo cogía la cesta y entro con ella. La hermana María, cerro la puerta detrás de ellas. Mila dejo la cesta en el suelo y saco al bebe para acunarlo entre sus brazos. —¿Que ser tan cruel haría eso?—pregunto la hermana Catalina horrorizada. —No lo se pero esta helada—comento Mila. Rápidamente las mujeres se movieron para traer mantas para envolver a la niña, que tenía la nariz roja del frío. —Pobre bebe—comento Mila acunando al bebe en sus brazos. —Es una niña—comento Agatha, la mayor de todas en el lugar,. Ella debería estar dormida, pero parece ser que el ruido de las mujeres le había despertado, y había ido donde ella. —¿Como sabes?—pregunto Catalina sorprendida. —Va envuelta en una manta rosa—comento. Se acerco a la niña caminado lento con su bastón y miro primero a la niña y luego la cesta. —Debería lanzar piedras a quien son capaces de abandonar a seres tan inocentes—comento la mujer mayor y señalo un trozo de papel. Rápidamente Isabela, la más jóvenes de las mujeres, se agacho y cogió el papel para leerlo.  —Se llama Neha—comento la mujer. Todas las mujeres se miraron impresionadas por ese nombre, que jamás habían oído. —Es un nombre persa—comento Isabela y todas se miraron—Lo pone en la nota, dice que es muy importante para la madre de la niña que ella sepa sus orígenes—explico. —Es una hija del islam, no podemos criarla—comento Agatha. —Sería horrible abandonar a un bebe indefenso—comento Elizabeth. Mila les dio la espalda a las mujeres que discutían, si debían quedarse o no a la niña. La niña en brazos de Mila abrió los ojos y miro a la mujer con curiosidad, pero no lloro, río al ver a la mujer y extendió sus manos para poder tocar a Mila, ya no tenía el frío cuerpo, con el que entro y sus ojos verdes brillaban con gran alegría en brazos de la mujer. —No la podemos echar—dijo en un tono brusco Isabela. Mila se giro y todas se callaron. —Se va quedar con nosotras, sus orígenes no importan—comento la mujer. —Esa gente es peligrosa—se quejo Agatha. —Igual que los rusos o vietnamitas, no importa el origen, los niños no tienen la culpa de los crímenes de los adultos—dijo Mila. Todas la miraron mientras la mujer miraba a la niña que la miraba curiosa, como si estuviera viendo algo en la mujer que le daba curiosidad. —Ahora, todas a dormir—ordeno. Todas las mujeres se fueron en silencio, mientras Mila caminaba con tranquilidad con la niña. —Bienvenida a San Pedro, pequeña Neha—le dijo Mila a la niña que río—Esta será tu nuevo hogar—le dijo. La mujer llevo al bebe a la sala donde dormían los niños y la puso en la cuna que tenía libre, por suerte esa semana un niño había sido adoptado y otros por crecer, habían pasado a las camas.

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