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— ¡Dios mío que miserable todo!—dije—. Bueno, ahora tomaron parte de esa cafetería, para agarrar ponches a las gomas de las bicicletas.  En estos días  vi mucha gente allí con sus ruedas pinchadas.                        Volvió a sacudir el tabaco para quitarle cierta cantidad de cenizas que se había acumulado en él. Escupió seco como lo haría un sheriff del lejano oeste. Note que salía Daniela por la puerta que daba a la cocina.                       Portaba una mochila negra de dos bolsillos con cierres externos. Se había hecho par  trenzas, que le quedaban hermosas con ese cabello rubio, sabía cuánto me gustaba  verla así con ellas hechas. Pulóver n***o con  short  verde olivo, y un par de botas al mejor estilo militar. Me encantaba mi chica con ese estilo de rockera rebelde.                        Llego y le dio un beso a su papá en la cabeza. Este se quitó el puro de la boca, soltó el humo acumulado, y con la misma le dio otro beso a ella, que continuo donde yo estaba y se acurruco en mis brazos. Le abrace y me abrazo, como si hiciera dos meses que no nos veíamos.                       — ¡Sabes Nuno!, tú lo que deberías es conseguirte una de esas bicicletas chinas marca Forever, para que así no tengan que coger guagua, y vas dando pedales hasta la playa con Danielita atrás…— dijo riendo con tos Gonzalo. Estiro sus manos y atrapo a la hija, halándola  hasta sentarla en uno de sus muslos. Daniela le dio dos besos en la frente—                         —Creo que me estima muy poco  don Gonzalo  — dije—esas bicicletas chinas pesan más que la farola del morro. Yo creo que las fabrican con plomo, o esos chinos comen carne todos los días.                           Daniela riendo se levantó de donde el padre y vino nuevamente a mis brazos. Supuse que ya nos íbamos a ir, y en efecto fue así.  Nos tomamos de las manos y  ella  lanzándole un beso al padre y yo un chao, buscamos la salida. —No sin antes el señor Gonzalo leernos la constitución de la casa— “Que regresáramos temprano, que cuidado con el mar, no hacer locuras, y tener cuidado con todo el peligro que supone salir a la playa en guaguas”.                                  Allí lo dejamos fumando su Habano,  posiblemente al regreso también lo encontraríamos allí debajo del guayabo fumando otro más. Hablando mal de Fidel Castro o inventándose algún chiste que le diría a alguien por ahí. Nos fuimos sin ver a la señora Marta, la mamá de Daniela, y su abuelita Marina, de lo contrario la demora hubiese sido mayor.                                Este día, mi padre no tenía trabajo, laboraba  de secretario general en el PCC (Partido comunista de Cuba)  de la zona y  control de citas a los CDR (Comité de Defensa de la Revolución)  para reportar el rendimiento de los ciudadanos en las labores de cada cuadra,— espero no tener que repetir esto—  Debido a que se conmemoraba  el natalicio de algún héroe revolucionario, o quizás de alguna empresa construida en revolución, como dicen ellos, o simplemente alguna conmemoración de un acto histórico que  estaba vinculado con el socialismo. El caso es que toda  acción revolucionaria, desde el 1959 en adelante, había que conmemorarla.                          Mucha gente del pueblo, se alegraba de estas celebraciones, y tomaban buenas tajadas de esto, debido a que les daban el día y así llegaban temprano a sus casas después de marchar y gritar unas cuantas consignas. Mi padre y sus camaradas, luego de participar en estos actos solemnes. Se iban para la casa a reunirse. Allí —y como principal orador—, volvía locos de fervor a todos los presentes que quedaban envilecidos por cada palabra revolucionaria que él pronunciaba. Cargaban las pilas de solo escuchar nombrar: comunismo, CDR, socialismo, bolcheviques, patria, izquierda, Ernesto Che Guevara.                            Sin duda alguna papá tenía un equipo de aduladores. El profeta del comunismo en la Habana Vieja, bajado de las entrañas más leninista de la sierra maestra. Lo cual los exhortaba a luchar contra  todo lo que tenía que ver con el desaliento imperialista de los norteamericanos. Esto según propias palabras de mi padre. Como dicen en las propagandas de  los dos canales de televisión que tenemos en esta isla: “todo cubano tiene que luchar por atrapar y entregar a los pies de la justicia, al águila enferma del imperialismo yanqui…”                            Siempre me pregunte: ¿Qué cubano iba a entregar un ave tan linda y fina? En todo caso, algún criollo que se encontrara dicha rapaz, sin dudarlo, lo menos que haría sería entregarla a la justicia. Mínimo tan linda ave, iría al fondo de una cazuela abollada, de donde se sacaría un buen caldo para alimentar sus telarañosos estómagos.                          La sala de casa se tornaba muy pequeña para sus enérgicas y autoritarias ideas, pero eso no importaba. Ellos se acomodaban cual aquelarre, corriendo los butacones para uno u otro lado, haciendo todo el lugar, como diría mi difunta abuelita: “Lindo y ordenado, como un verdadero nido de perra paria…”. No era esto la única costumbre de este grupo, era parte de tantas, como el afinar sus cuerdas bucales con una criolla botella de aguardiente. Botella que desde  donde la compraban  a la casa, nunca llegaba sellada de fábrica, sino que antes por el camino  ya había sido catada por alguno.                       Mientras hablaban, tratando de mejorar o de al menos pintar el mundo de su color. Tenían en sus manos todo tipo de cosas, como cigarros, plumas, agendas, bolígrafos. Y hasta las cuatro hojas del periódico oficial de cuba, el Granma. Periódico que  portaba los mismos colores de siempre, blanco y n***o. Aunque en este día de una conmemoración revolucionaria, le agregaban un color al titular de la página principal, el rojo. Imagino que si en el infierno tienen algún tipo de boletín o prensa  escrita, sería muy parecido a este.                        Papa´, a medida que iba tomando impulso —y aguardiente—. Vulcanizaba rebeldes palabras, cosa plausible por sus admiradores.                          — ¡Yo sé muy bien, qué en este país, cuando nos proponemos llegar a una meta lo hacemos compañeros!— decía— ¡Y no hay Dios que nos aguante! ¡Directo a la cima!  Me tiene preocupado y lo voy a plantear en la próxima reunión que tengamos con los compañeros de la provincia. Lo de las piezas de repuestos para los centrales azucareros… ¡Esto es de vida o muerte para la próxima zafra!, y creo que algunos compañeros no reportan esto.                        Los gestos y manotazos que daba en la mesa, hablaban más que su propia boca. Algunos afirmaban   con un gesto, mientras que otros solo hacían la mueca común de un buen trago de aguardiente.                          —Nuestro comandante en jefe—continuo— en su último discurso, mostro gran preocupación  y disgusto, por los  retrasos que existen para esta nueva temporada del  azúcar… compañeros , hay que darle prioridad y rapidez a este asunto, a este gran problema del cual estoy seguro, como ustedes, que vamos a resolver y solucionar, ¡Cueste lo que cueste!. ¡Confiemos en los trabajadores!, protagonistas principales en esta revolución.                             Dijo esto poniéndose de pie, mientras que uno de ellos, llamado Gustavo  de inmediato lo acompaño levantándose con su vaso aun lleno de alcohol, e intento cedérselo. Un  acto que muchos pensarían que fue para  adular, bueno en efecto lo fue. Mi padre le rechazo el trago, con molestia  porque le interrumpía el discurso. El rechazado se bebió de un tirón el vaso rechazado y quedo haciendo muecas con los ojos cerrados.                                               — ¡Claro que sabremos dirigir este llamado de la zafra…! Amigos, este año de mil novecientos noventaicuatro, tiene que ser un año que se ponga un vestido de azúcar. Hay que  hacer un noventa por ciento de producción…. Aunque larguemos las uñas, ¡Si lo podemos hacer carajo…!— grito eufórico— Nuestra economía está débil, por culpa del maldito bloqueo gringo, además, con la ayuda de gusanos en la isla. Claro nos pegan donde más nos duele, ¡El azúcar! Que es la que más dinero nos estaba dando. Por eso la zafra es el corazón de nuestra economía y tenemos que hacer lo imposible por lograr ponerla andar. Nuestro lema tiene que ser tres palabras: ¡Luchar…Luchar y Luchar! Por ejemplo tu Gustavo— Miro a este con ojos de León hambriento— Tienes unos muchachos en los tornos, que se pasan todo el día pensando en que pitcher usara Santiago, o Industriales en el béisbol esta noche. Que si la voto de jonrón kindelan… ¡Coño! que eso a mí también me gusta, y entiendo ellos son jóvenes. ¡Pero carajo!, si nos guiamos por estas preferencias, la revolución se nos muere en las manos… ¡Con razón el comandante esta tan molesto!                               El reproche a Gustavo fue directo y sin anestesia. Este  se encargaba de administrar un taller de tornería. De lentes cuadrados tipo de los setenta, una calva en el centro de la cabeza que parecía una autopista, y dos matas de pelos a los lados. Era la analogía perfecta de Gargames, el que siempre odia a los pitufos. Tenía hace dos años cinco trabajadores los cuales, en el mismo taller, — por supuesto, oculto de él—. Armaron todo el armazón de unos botes caseros y rústicos. En el centro de este, pusieron unas balsas y así los cinco se fueron remando rumbo a la Florida y llegaron, no sin antes pasarla muy mal, cuando se quedaron agua y otras dificultas propia de tal aventura.                                                       Cuando Gustavo se enteró de tal cosa, fue tanta la rabia, que dicen rompió el cristal del baño con los nudillos. A partir de ese  suceso, Gustavo  no empleo a más nadie sino muchachos salidos del servicio militar obligatorio, trato de convencerse el mismo, que esos chicos que salían de cumplir los tres años de servicio militar, saldrían con espíritu revolucionario y no le harían una fechoría de esa índole.                          Pedro Páez, era uno de los presentes. Más conocido en toda la sociedad revolucionaria de la Habana como “Pedruco”. Este era un ser, que sin proponérselo, caía en el paladar como un pastel de clavos. Si le dieran a contar el chiste  más gracioso de la historia, lo diría como si anunciara  un entierro a las tres de la madrugada. La naturaleza le diseño un físico muy armónico a su forma de ser. Extraño  rostro mixteca, epidermis africana y  labios más negros que su piel. Pedro,  era de estatura baja y algo panzón,  con un bigote grueso, desaliñado en las puntas, estilo Guy de  MauPassant — les pido disculpas a los seguidores de tan notable escritor.                   Este sujeto de Pedruco, se hizo más popular, hace unos veinte días atrás. Cuando por unas fuentes informantes que tenía, y con la ayuda de la P.N.R (Policía Nacional Revolucionaria). Atrapo a unos muchachos que saldrían por la noche en balsa desde una playa al Este de la Habana. Chicos, a los que el mismo decía, vio crecer y corretear por toda la barreada donde vivía. Debido a su cacería, fue condecorado con dos medallitas de níquel. Pero no le fue tan fácil el trabajo de atrapar jóvenes que querían ser libres. Cuando detuvieron a esos muchachos, todos supieron que fue Pedro quien los delato e hizo todo el proceso de apresarlos, y cuando iba por la calle, los vecinos comenzaron a gritarle chivato, sapo, trompeta, policiciñamba. Eso fue todo un escándalo. Por supuesto mi padre siempre lo defendió, alegando que estaba cumpliendo con su deber. Debido a la defensa de papá, esto unió y solidifico más su amistad con Pedro. Hablando en términos musicales, eran la cadencia perfecta de tónica y dominante.                          — ¡Y ahora compañeros!, dirigiéndome a otro tema—dijo el propio Pedro Páez con tono pausado— Tan o más importante que el que estamos tratando y analizando, —y que por lo menos a mí me tiene desvelado— es sobre los jóvenes, yo digo que por ahí es que nos entra el agua al bote. Como hablan muchos por las calles, dándosela de rebeldes y hablando mal de la revolución. Todo influenciado por Estados Unidos, soñando en tener un Ford, o hablando de equipos de grandes ligas, y hasta comparan capitalismo con socialismo. — Este comenzó a exaltarse. En cambio mi padre esta vez sí acepto un trago que le proporciono Gustavo el cual pimplo en dos tiempos. Apenas hizo una sola mueca, y termino muy atento de lo que hablaba Pedro.                           — ¿Acaso es esta la juventud que heredara  la revolución? —Pregunto señalando hacia la calle—                         —Pero no creas que son solo muchachos culos cagados los que hablan todo esto— interrumpió  mi padre, gesticulando con un vaso de ron que recargo — Hace  unas semanas escuche en una parada de la guagua, a dos estúpidos  más o menos de nuestra edad, o quizás hasta mayores… pues se lamentaban de que el nuevo presidente de Estados Unidos el tal Bill Clinton, fuese demócrata. ¡Que los cojonuos son los republicanos!, porque son los que les patean el culo a los socialistas y comunistas…                      — ¡Me cago en la resingada de sus madres! ¡Malditos!—expreso Pedro   en un indómito alarido—                              Parecía que el licor comenzaba a soltar más la rienda en su mente llena de venganza y revoluciones. Para ser un buen socialista y más aún, comunista, debes de tener dentro un poco de ira, sacada de una echadura celosamente cuidada por la envidia. Los comunistas  jamás aceptaran que pienses diferente, Porque  de lo contrario nunca los dejaras dominarlo todo, incluyendo las  mentes. Con el romanticismo de los próceres y la patria, se convierten en todo menos en un socialista como la palabra lo indica. Roban, mienten, dividen hasta los más seguros grupos familiares. Y sobre todo disecan un país con tal magnitud que cuando el pueblo, o parte de él, se da cuenta, ya están lamiendo el piso a ver si consiguen nutrientes. El socialismo en teoría es perfecto, pero en la práctica es abominable.                           — ¿Qué dirían Celia Sánchez, el Che, Blas Roca…? —Dijo Gustavo.                          — ¡Que debemos actuar de inmediato ante esas mariconerias!—volvió agregar mi papa, pero encolerizado— ¡Amigos míos!, más bien, ¿Qué diría nuestro comandante en jefe?… ¡Coño es nuestro Dios!, ¡Nuestro señor!. ¿Qué diría si ve que gentes cretinas hablan todo esto a cualquier hora delante de otras personas, y nosotros no hacemos nada?  Se molestaría muchísimo. El mismo  les caería a patadas a esos gusanos de mierda…                         — ¡Lo que pasa es que nosotros estamos en el aguante!—continúo Gustavo—tal cual las vacas, que le agarran las tetas, le meten la mano en el culo a ver cuántos meses tiene y ella come yerba cabizbaja. ¡No podemos ser así cojone! Si no hacemos nada y frenamos a esos anémicos cerdos. Los mismos jóvenes que si aman la revolución  se sentirán solos, e incluso muchos de ellos con musiquitas películas, y hasta cosas materiales, pues nos lo compraran y les lavaran el cerebro.  ¡Y amigos míos!, si perdemos jóvenes, ahí seria esto un barco a la deriva.                         — ¡Pues esto jamás sucederá!—salto al paso Pedruco—¡porque nosotros los defensores de esta revolución somos valientes y cojonudos, y eso es lo que los gusanos estos no tienen, cojones!                         Esto lo dijo agarrando sus testículos mediante la portañuela del jean que tenía puesto. Al mismo tiempo, mi padre y Gustavo peña, se  servían  un trago de ron en sus respectivos vasos.                          —No sé cuándo la zona nos va a dar el permiso de actuar  que tanto le hemos pedido. —Siguió su discurso— Siempre es una bobería y un cuento para todo. Estoy seguro que si vamos a militares superiores y le planteamos, convencido de que  nos darán la luz verde que necesitamos…                       — ¡Tú ves!— alego Gustavo peña— ¡ahí si difiero contigo…! Mira, la demora no es más, que la zona quiere evitar enfrentamientos. Esos gusanos están desesperados por formar escándalos y que le demos un solo motivo para decir que somos represivos y que aquí se maltrata… ¡Además caballero! Hay una tonga de periodistas españoles y de una pila de países, caminando mansos por la calle. Tenemos que estar precavidos.                      — ¡Camaradas, camaradas! ¡Atiendan aquí un minuto! —salto mi padre poniendo freno al debate y gesticulando las manos con dosis de espaviento. Bebió otro vaso de ron, que esta vez le hizo hacer algunas muecas, luego acomodo su presumido bigote, pasándole las yemas de sus dedos de arriba abajo— ¡No se imaginan cuan oportuno ha caído este tema…!  ¡Yo les tengo buenas nuevas en cuanto a esto! El compañero Páez tiene toda la razón, pero es que ya tenemos la solución en nuestras narices. El compañero Duniesky, aquí presente. Fue el que asistió a la reunión del partido, efectuada al medio día de ayer. ¡El me acaba glosar algo que los va a dejar con la boca abierta!                       Se hizo un silencio total. Ni siquiera se escuchó un vaso de ron  ser ingerido. Mi padre abrió todo el escenario para que el tal Duniesky, —Que hasta ahora estaba en silenció bebiendo, escuchando, y afirmando—. Se levantara para por primera vez en el aquelarre, fuese protagonista. Este  era de esos que en Cuba le llaman jabados, ósea era de piel mestiza  y de  cabello   corto encaracolado  más no n***o, sino  castaño  claro. Dientes  grandes y para adelante, que no podía con su boca cerrarlos completamente, de ahí que daba la sensación de una sonrisa perenne.                            —¡Camaradas!—Hablo  por fin, limpiando un poco su garganta para ser más claro— Como dijo el compañero Renato , ayer me fui para la reunión del partido  que se efectuó al medio día,  la cual duro cuatro horas.  Se habló de todo  y de verdad fue  temáticas muy productivas. —Qué bueno se toca el tema. — Ayer cuando ya me iba, el compañero que allí estaba a cargo de la reunión, me hizo a un lado para decirme que las autorizaciones que tanto habíamos pedido para actuar con los “Órganos de respuesta rápida”, contra esos parásitos, gusanos contrarrevolucionarios, ya estaba aprobado.  Lo que tanto deseamos.                      Todos quedaron fríos con la noticia y el único que tenía una sonrisa amplia, era mi papa’                        — ¡Estoy que no lo creo aun! — dijo Pedro, llenando un vaso de ron y arrimando la botella que ya llegaba a su final, a una pata de la mesa—realmente estoy anonadado, pero con mucha alegría en el corazón… pero cuéntenos camarada. ¿Cuándo ya podremos actuar, que viene después de esta noticia?                        — ¡Bueno, bueno!— respondió Duniesky—cuando queramos debemos ir a la zona, para hablar con el presidente del partido en el municipio, que nos hará firmar a los cuatro, unos papeles de rutina, pero que son el fiel compromiso a ejecutar y activar las brigadas de respuesta rápida, ante cualquier foco de apátridas. Porque así nos llamaremos… “Brigadas de respuesta rápida”…                     — ¡Coño! que  hasta lindo suena.—  exclamo Gustavo peña—mira que yo no estoy muy de acuerdo en darles el gusto del escándalo y  que se agarren de ahí para decirnos asesinos y todas esas babosadas…pero qué carajo…bienvenida sea, y todo por nuestra revolución…                         Con toda la emoción del mundo, Gustavo se puso de pie y pasó sus manos por la calva acomodando las matas de pelo que le quedaban a los costados de la parte de atrás. Fue directo donde  Duniesky y se dieron un grávido abrazo con sus respectivos manotazos en la espalda.                        —Ahora hay que buscar una buena botellota de ron, para cuando vengamos de finiquitar allá en la zona festejar por todo lo alto…- agrego mi padre tratando de sobresalir entre los murmullos y risa de los demás—                          —Pasamos por mi casa— dijo Pedruco —que allá tengo una especial de Habana Club, que tenía guardada para mi cumpleaños, pero con estas buenas nuevas ¡Que caray!   No espera más y muere hoy mismo.                          — ¡Míralo!…—dijo Gustavo riendo, y dándose un trago que lo hizo estremecer— ¡Mira que esas botellas están muy difícil de encontrar! Solo habitan en las tiendas en dólares.                          — ¡Sí! Y buenas divisas le dan a nuestra economía esas botellas. Gracias a la iniciativa de nuestro comandante en jefe… esta me la dio el padre de uno de esos culos cagados que se iban en balsas, los que agarramos.                            — ¡Como no recordar a esos diablos! se pudrirán en la cárcel— comento el viejo Duniesky—                            — Bueno, el padre de uno de ellos trabajaba como camionero en la ronera de Santacruz del Norte. Me dio una botella de Habana Club que tenía guardada añejo ocho años.  Todo por tal que intercediera para poder ver a su hijo en la cárcel. Total me la dio y yo no pude hacer nada para que lo viera— Todos explotaron en risas. Esa risa típica de una ebriedad con muy poco control de todo y si mucha diversión de cualquier cosa— yo si tengo influencias en la cárcel donde los llevaron allá en kilo Ocho... Pero quien le manda a no educar bien a sus hijos, a no enseñarles el camino revolucionario de verdad… ¡Que se jodan y se pudran en la cárcel!                       Con la alegría acabaron lo que quedaba de alcohol en los vasos. Mi padre comenzó abrazarlos uno por uno. Era como si en estas reuniones o en cada abrazo revolucionario de esos que se daban, el ego de mi padre se tornara  heptagonico, y su conciencia se regaba henil por los rincones. Me dolía reconocerlo, pero papá era peor que todos esos juntos. Era un tipo que de enemigo nadie lo querría tener, lo digo yo, que  ya lo tenía.                          Entre murmullos y júbilo comenzaron a buscar sus cosas, dejar cigarros por la mitad en el cenicero, otras colillas en el piso , unos limpiando los espejuelos, otros acomodando su cartera, y mi padre buscando la camisa que había dejado en el picaporte  de la puerta del cuarto. Pedruco saco un pañuelo y se sopló la nariz lo más que pudo                        — ¡Camaradas! — Dijo mi padre abotonando la camisa— marchemos a buscar esas planillas y firmar, que estoy loco por verlas. Y por el camino también les contare como haremos para lo de la celebración de los  C.D.R  (comité de defensa de la revolución)  este año…                        — ¡Si señor!—comento Gustavo— El año pasado nos pusimos medio bobos y nos agarró a última hora y casi ni una libra de papa pudimos conseguir para la caldosa. ¡Tenemos que prepararlo a tiempo!                               —El año pasado nos agarró tarde a todos menos al camarada Duniesky —dijo Pedruco— ¡La cogiste al duro y sin guantes! ¡A mí me tocó el turno de sobriedad! ¿Pero tu…? allá me fueron a buscar unos camaradas de que el compañero Duniesky estaba en las escaleras destruido. Cuando voy a buscarlo, andaba narrando un partido de béisbol solo. Y parece que en c***o porque no se le entendía muy bien la cosa…                                  Las carcajadas se escuchaban a dos cuadras, y quien más reía era el propio Duniesky. Salieron bajando los siete escalones de la entrada de la casa en fila india— Gozando y felices en su dogmatismo revolucionario—Dejando la sala de la casa con olores a ron y cigarros, como un bar del quinto mundo. Butacones fuera de su lugar, piso lleno de  cenizas  y todo el desorden  de sus acostumbradas  reuniones. Después  vendría mi mama a tratar de poner orden luego de sus casi nueve horas de trabajo, o de como un día  feriado tal cual hoy, después de recorrer media ciudad buscando algo que cocinar.                                  Siempre intentaba ayudarla adecentar y lo único que me decía era que le trajera cubos de agua de un depósito o cisterna   —que mi abuela había mandado a construir allá en el patio al principio de erigir   la casa — que ella se encargaba de lo demás. Esa tarde cuando llegaba de la playa, sentía la escoba dándole al agua que estaba en todo el piso, y los muebles corridos de un lado para otro.  Subí la escalera esquivando la cascada que caía por ella, solté la mochila para enseguida ponerme ayudar. Le di un beso en la frente y ella con su tierna sonrisa me dio otro con su frente sudada, pero deliciosa.                     Mamá agarro un trapo que embarro con “luz brillante” (kerozen) y mientras ella le pasaba trapo a los muebles, yo terminaba de trapear. El piso de la casa era sumamente agradecido, como mismo se ensuciaba uno de pasar un trapo solamente, agarraba su brillo de vuelta. Era de esos pisos de granitos donde imperaba el marrón y se dividía en cuadros de metro cuadrado.                         Esa noche, mamá y yo estábamos muy cansados. —Ella de su quehacer diario tan difícil en esta isla, creo que es la peor faena que ser humano podía pasar—. Y yo de luchar con el transporte, el calor, el salitre, el sol y la playa. Ella comenzó hablar desde la cama debido a que su cuarto estaba a una puerta de la sala, en donde me había acostado en el sofá a ver un poco de la anémica televisión, o lo que quedaba de ella porque de los dos únicos canales que existían, ambos terminaban su programación a las doce. Veía unos musicales  internacionales  en un programa que se llama  Colorama. Mientras mamá me comentaba con ese acento delicioso de una madre amorosa y somnolienta, todo lo que hizo en el día. Yo no aguante más, apague la  tv, y me fui acurrucar junto a ella.                          Siempre que hacía esto, recordaba con nostalgia lo linda que había sido mi niñez, con mamá saludable, fuerte, con un padre más cariñoso, que jugaba béisbol conmigo. Mamá me decía, que Mayda, —una vieja desdentada media loquita, que vivía aquí en el barrio—, me llevaría si no me dormía, por eso me aferraba más aun a ella y a papá. Yacía con la seguridad de estar protegido por ese sagrado   amor de ambos. Papá me quería muchísimo y podía apostar algo que no debe hacerse ni poner en una balanza, pero el amor de él por mi superaba un poco al de mamá, y es mucho decir.                           No dejaba de haber problemas económicos —nunca Cuba en esta revolución deja de tenerlos—, pero eran mucho menos que ahorita. El país tenía la ayuda  perenne de la Unión Soviética, lo cual nos enviaban  de todo. Incluso fui criado con compotas rusas, comía manzanas importadas de Bulgaria, y la economía estaba  bien sostenida. En realidad a los cubanos no nos faltaba absolutamente nada, solo libertad. Hasta que en 1990 cayó el sistema socialista  como un efecto  domino. Y recuerdo que el infierno comenzó, con un discurso de Fidel Castro refiriéndose a lo ocurrido en Europa del este, sobretodo  la URSS. Anunciando a todo el país, que lo que se venía era muy difícil para todos. A partir de ahí Cuba esta disecada en todo sentido, como diría mi abuelo “Aguanta pared que lo que viene es mandarria”.                           Mi vida se fue  desinflando como el país, a medida que me despedía de la niñez y comenzaba mi adolescencia, —lo cual me convirtió en el chico más  decepcionado de la tierra—. Esa metamorfosis incomoda, acompañada de espinillas y voz abatanada, fue el pañuelo en el espigón despidiendo la infancia y con ella el amor que tenía papá por mí.  Al preferir un régimen, una política, un sistema, que a su propio hijo. El primer encontronazo duro con él— recuerdo— fue cuando una mañana se apareció con una boina para que fuese como el Che Guevara, tal cual el lema de los pioneros que dice: “Pioneros por el comunismo… seremos como el che”. Lance la boina al piso, sin saber nada del comunismo ni capitalismo, simplemente, no me gusto y me la quite tirándola. Ese día me pego, no recordaba otra ocasión que lo hubiese realizado.
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