- c-claro, es la historia de terror que mamá nos contaba a mí y a mi hermano mayor cuando nos portábamos mal - respondió confundido - la leyenda del conde vampiro que sucumbió ante la magia y creo nueve sombras con las cuales asesinaba seres mágicos y absorbía sus poderes para creer su propio ejército de orcos malignos... pero, ¿Qué tiene que ver con lo que me vas a contar?
- hoy en el bosque me pareció ver una...
- ¿una qué?
- una de esas sombras.
Gill la miró como si estuviera loca.
- ajá - dijo con incredulidad - ¿has estado tomando tus pastillas para tus ataques de ira?
- ¡esto es serio, Gill! - regañó al mestizo, mientras este reía - te lo juro que la vi, además esto no tiene que ver con esas pastillas.
- zafiro eso no puede ser real porque el rey Tyrion acabó con el conde vampiro y sus sombras hace dos mil años, por eso te digo que estas alucinando.
- te digo que la vi, fue real, sentí como la magia oscura se paseaba del bosque de los arboles gigantes por un instante, Draca lo sintió - Gill frunció el ceño ante esas palabras.
- ¿el bosque de los arboles gigantes? - Zafiro asintió con su cabeza - Zafiro, ¿Qué hacías en el bosque a estas horas?
- estaba cansada y salí a pasear con Draca - se encogió de hombros. Gill soltó un suspiro de frustración y sobó su sien intentando calmarse y no regañar a la chica.
Era muy peligroso que un prodigio saliera a esas horas y más si el prodigio era la princesa de los mágicos que tenía problemas para controlar sus sentimientos.
- bueno, bueno ¿Qué dices que viste?
- estaba en la parte donde se reúnen las luciérnagas de luz azul... aunque especialmente hoy no había ninguna - murmuró pensativa. Gill se aclaró la garganta y Zafiro asintió volviendo a su relato - yo sentí la magia oscura...
- ¿cómo supiste que era magia oscura?
- era demasiado densa para pertenecerle a otro prodigio, se sentía rara sobre la piel... era como una marea invisible de color rojo.
Gill frotó su barbilla pensado en la historia de Zafiro, todo sonaba muy raro para él.
- no me crees ¿verdad? - preguntó con voz pequeña. Gill abrió su boca, pero de ella no salió nada- No me crees...
La chica se dio la vuelta enojada dispuesta a salir de ahí. Sabía que ir con él había sido una equivocación.
- no, Zafiro - el chico de cabello blanco tomó a la princesa por el brazo y detuvo su paso. La princesa lo miró con el entre cejo fruncido, claramente molesta.
- ¿Qué? - preguntó con un tono tosco - tu silencio lo dice todo, no me crees.
Gill soltó un suspiro y negó.
- no es que no te crea, es que es algo difícil de digerir - la expresión de la princesa se suavizó de a poco - es muy serio lo que dices, si lo que viste es cierto... - la chica abrió la boca para hablar, pero Gill la interrumpió de inmediato - y no dudo que sea así, el reino podría atravesar otra guerra mágica.
- ¿Qué podemos hacer? - preguntó con preocupación.
- nosotros nada, hay que esperar que a que Sama'el regrese de la misión en dos días y hablar con él - rascó su mejilla con preocupación.
- ¿crees que él me creerá? - Gill hizo una mueca.
- eso no te lo puedo decir - Zafiro asintió.
Gill pudo ver algo en el aura de Zafiro que no le gustó para nada, la chica tenía miedo, nunca la había visto con miedo en su vida, lo que sea que vio en el bosque era tenía que ser algo muy grave para que la chica ser pusiera así.
Recordó lo que había pasado una semana atrás y se sintió mal por no haberle pedido disculpas por lo que dijo.
Después de haberse ido de ahí, Gela le dijo que había sido muy cruel en decirle esas palabras a la princesa y tenía razón había sido un idiota, Zafiro es así porque busca el reconocimiento de su hermana y que esté todo el tiempo sola tampoco ayuda mucho.
Sabía que los chicos de la Academia no la querían cerca, pensaban que era una privilegiada por ser princesa de los mágicos, pero la triste verdad es que tiene que ser el doble o hasta el triple de buena que ellos, por eso las pastillas, no son para controlar su ira, son para que no se salga de control mientras nadie la ve.
- me voy - Gill agarró su brazo y la detuvo antes de que pudiera dar otro paso, la princesa lo miró con desconcierto.
- Zafiro... mira, lo siento - la chica frunció el ceño sin entender - por lo que te dije hace una semana, no debí haberte dicho eso.
- oh, era eso - la princesa suspiró con nostalgia - aunque me duela admitirlo, tú tienes razón, no tienes por qué disculparte.
Y sin decir más se soltó del agarre de Gill y salió de la habitación con una expresión vacía en su rostro.
Gill soltó un suspiro un suspiro cansado y se acostó de en la cama boca arriba, tenía un mal presentimiento de todo eso.
...
Zafiro se sentó en la cama de golpe, su respiración agitada y su cuerpo bañado en sudor, el cabello se le pegaba a los lados de la cara y sus mejillas estaban sonrojadas dándole una apariencia desordenada.
No recordaba lo que había soñado, pero estaba segura de que era una advertencia a lo que se aproximaba.
¿Qué eran las joyas de poder?
Miró el reloj en la mesita café que estaba al lado de su cama, eran las dos de la mañana, no había dormido nada. Con pereza se levantó de su cama y caminó hacia su mesa de estudio.
Había pasado un día desde que le habló a Gill de lo que le había pasado en el bosque de los árboles gigantes, no había visto al chico desde ahí. También había intentado buscar respuestas en los libros de historia de la biblioteca, pero todos decían exactamente lo mismos.
《El conde vampiro fue derrotado por el rey de los elfos Tyrion en unión con uno de los portadores de las gemas celestiales》
Se le hacía muy raro que no dijeran cuál era el portador de las gemas celestiales, extrañamente no habían registros de el rey mágico de esa época, era como si nunca hubiera existido y según tenía entendido Zafiro, solo los nobles de su r**a podían hacer uso de las gemas celestiales.
- esto es muy extraño, en ningún libro dice cuáles eran el propósitos del conde vampiro sólo dicen como fue derrotado... y que quería crear un ejercito de orcos malignos... nada tiene sentido - miró con más atención la ilustración del libro y suspiró cansada.
Sólo habían dos hombres peleando los que suponía que eran el donde vampiro y el rey Tyrion... Aunque uno de ellos tenía una capa y no se le lograba ver la cara, solo se podía ver una de sus manos donde tenía un anillo y un brazalete, pero nada más.
- ¡Qué complicado es esto!
Exclamó alcanzada.
Habían muchos vacíos en las historias de su reino.
...
El choque del hierro contra hierro se escuchaba por todo el lugar, en el los sirvientes caminaban de un lado a otro haciendo sus deberes, entre ellos estaban los horripilantes orcos con una apariencia desagradable de ver. En lo más alto de la cueva se encontraba el líder con una sonrisa divertida en su rostro y sus ojos rojos brillando con fascinación ante la nueva información que había traído uno de sus subordinados.
- ¿la princesa estaba en el bosque? - el chico frente a él asintió con la cabeza gacha sin mirarlo a los ojos - esto es muy interesante ¿Qué hacía a la princesa de los mágicos a esta hora fuera de las habitaciones de la Academia? - preguntó pensativo - ¿Que eso no va contra las reglas?
- sí, mi señor. Ningún prodigio debe de estar afuera de su habitación después de las ocho o se les castiga con las esposas anti magia.
- eso es muy cruel - el tipo fingió tristeza mientras colocaba una de sus manos sobre su pecho. El asistente parado en una de las esquinas torció sus ojos - algo me dice que el juguetito de la reina está comenzando a despertar.
- ¿cree que eso sea problema, mi señor? - preguntó el subordinado a lo que el vampiro mayor negó.
- ¡claro que no! - exclamó con un tono alegre - esto es perfecto.
- si me permite la pregunta... - el vampiro mayor le hizo una seña para que siguiera hablando - ¿porqué eso sería algo bueno?
- es la princesa de los mágicos, la joya en su frente significa poder, a eso agrégale que es una prodigio. Puede ser una gran aliada ¿no crees? - el subordinado asintió pensativo.
- eso solo pasará si es que la princesa decide cooperar - el asistente habló por primera vez.
- claro que lo hará, la hemos estado observando por años, es fácil de manipular - el asistente levantó una ceja y asintió sin decir nada más - dile a los orcos que se preparen, ya es hora.
El subordinado asintió y se transformó en una sombra desapareciendo del lugar.
- ¿cree que la princesa va a aceptar?
- tengo mis métodos - señaló el brazalete en su muñeca.
El asistente vampiro miró aquella joya con recelo y asintió.
- ve a prepararte, ya va siendo hora.
El vampiro asintió y también se convirtió en una sombra.
- es el fin de tu reinado, reina Amatista.
La joya en su mano brilló por un momento y el vampiro sonrió a medio encantado.
Porque hasta las almas puras se corrompen con un poco de poder.