CAPITULO 4

1545 Words
La noche llegó y con ella la majestuosa luna que se alzaba con orgullo acompañada de sus amigas las estrellas. El viento soplaba murmurando secretos, los arboles permanecían vigilantes a cualquier movimiento en el bosque. Había sido un anoche extrañamente silenciosa, solo se escuchaba el choque del viento contra las hojas de los árboles y si te concentrabas podías escuchar a los lobos aullándole a la luna llena. Zafiro miraba el cielo con admiración acostada en el césped con las manos detrás de su cabeza, Draca a su lado la mantenía caliente y se mantenía en alerta a cada movimiento en el bosque, ya sea de animales o personas, aunque nadie debería de estar en el bosque a esa hora. Sabía que no debía de estar ahí, le pondrían las esposas anti magia si la encontraban fuera de su dormitorio a esa hora. Le daba igual, se sentía ahogada ahí adentro, prefería estar afuera con Draca haciéndole compañía, había decidido vivir su vida de la forma en la que ella quisiera, Gill tenía razón, no sabía una mierda de vivir la vida sin ser una aguafiestas odiosa (aunque nunca lo admitiría en voz alta). Había pasado exactamente una semana desde que discutió con Gill, el chico no le volvió a hablar desde entonces y cuando se cruzaban por los pasillos ni se volteaban a ver, tampoco le importaba, ya estaba acostumbrada a la soledad, no es como si lo extrañara o algo así, bueno sí lo extrañaba pero su orgullo no la dejaba admitir que así era. Desde la muerte de sus padres ha estado sola, todo el mundo la ignora, la princesa sin magia que resultó ser una prodigio, para el mundo ella tenía todo, así que no necesitaba compañía de nadie. Odiaba la soledad, pero odiaba más a las personas que la dejaron sola. Una pequeña onda de poder salió de su cuerpo, alertando a Draca. Se obligó a calmarse, no quería destruir el bosque por error, habían muchos animales hermosos en ese bosque, animales que solo habitaban ahí, no quería ser una asesina de animales. Aunque la habían entrenado para matar y mantener el orden en las tierras mágicas, prácticamente era asesina con permiso para serlo. La reina le había mandado una carta en esa semana, ni se molestó en abrirla, se sabía de memoria lo que decía esa carta. "Querida princesa Zafiro... bla bla bla, introducción innecesaria. Confío en que eres completamente capaz de cumplir con todas tus responsabilidades y honrar a la familia real... bla bla bla, más introducción innecesaria. Estaré al pendiente de sus avances como prodigio, atentamente: Amatista Cybele, monarca de Topaz". A veces pensaba que su hermana era una anciana de ochenta años y no una adulta de veintinueve. Escuchó unos pasos a lo lejos, al estar vinculada con Draca sus sentidos eran agudos y precisos como los de un dragón. Se apoyó en sus codos y miró en la dirección en la que había escuchado los pasos. Se apresuró a levantarse, Draca a su lado se movió inquieto, un escalofrío recorrió todo su cuerpo y abrió mucho los ojos cuando sintió la energía oscura recorrer por todo el bosque. La energía oscura estaba por todas partes, era tan grande y abominable que por primera vez en mucho tiempo sintió miedo. Un gran sombra pasó por encima de su cabeza y se adentró al bosque, intentó seguirla, pero Draca se colocó en el medio imposibilitándole seguir a la sombra. Draca gruñó poniéndose en defensa, la gema en su cabeza brilló y con ella la gema en la frente de Zafiro. - ¿Qué mierda fue eso? - susurró activando un campo de protección a su alrededor. Miró en todas las direcciones buscando dicha sombra, no tuvo éxito. El sonido de los pasos había desaparecido por alguna razón. El silencio volvió a llenar el lugar, escuchando sólo su respiración acelerada y los gruñidos de advertencia que soltaba Draca. Con rapidez se subió en el lomo de Draca y emprendió vuelo hasta la Academia preguntándose a quién le contaría lo que vio. El conde y su asistente estaban en una misión y regresaban en tres días, tampoco tenía confianza en los otros maestros como para contarles algo tan importante y que no la castigaran por estar fuera de su dormitorio lejos de la hora de dormir. Recordó a cierto chico de cabello blanco y gruñó considerando aquella opción, todavía estaba muy enojada por lo que había antes, pero eso podía quedar en segundo plano por ahora. Le ordenó a Draca ir a los establos, caminó por el jardín de la Academia rezando por no encontrarse con ningún guardia, a veces eran un verdadero dolor de culo solo porque ella era la princesa, por favor, si necesitara protección no se la pediría a esos inútiles buenos para nada. Caminó por los pasillos de la Academia con cuidado de no ser vista o escuchada por nadie, con gran sigilo llegó a edificio de las habitaciones. Su corazón se aceleró cuando escuchó unos pasos detrás de ella y se escondió rápidamente detrás de una de las armaduras que había en el pasillo activando un hechizo de invisibilidad, las armaduras mágicas eran un gran bloqueador de magia así que el cuidador de esa noche no notaría su presencia de prodigio. El maestro de historia mágica pasó por el su lado y miró hacia la armadura donde estaba ella con sospecha. Su respiración se aceleró y tuvo que contenerla para no ser descubierta. El hombre de barba larga y canosa, se acercó más a la armadura para visualizarla mejor. Zafiro quiso desaparecer ahí mismo, ya estaba convencida de que la descubriría y le iba a colocar las esposas anti magia. El hombre limpió una mancha que había en la armadura y siguió con su caminata nocturna. Zafiro soltó la respiración retenida y suspiró aliviada apenas el tipo cruzó por el pasillo. Desactivó el hechizo de invisibilidad y corrió con sigilo hasta la habitación de Gill. Sabía que probablemente el chico ya debía de estar dormido y que la mandaría al demonio apenas la viera, lo obligaría a escucharla. Una vez que estuvo frente a la habitación del mestizo tomó coraje y tocó la puerta. Nada. Nadie respondió. ¿no podía haber salido o si? Acercó su oreja a la puerta de la habitación y escuchó unos sollozos... ¿Gill estaba llorando? Se acercó tratando de escuchar más y abrió mucho los ojos cuando se dio cuenta que eran los sollozos de una chica, ella se estaba quejando ¿Qué pasaba ahí adentro? Tomó la perilla de la puerta dispuesta a abrirla y descubrir qué pasaba, pero un gemido de la chica la detuvo, en ese momento se dio cuenta de lo que pasaba. Gill estaba follando con una chica detrás de esa puerta. Eso no se podía poner peor. - ¡a-ah! ¡Gill! ¡joder, más duro! Bueno si se podía poner peor, apretó sus dientes y abrió la puerta de golpe, una chica pelinegra estaba montando a Gill, por su esencia podía deducir que era una mágica de bajo rango. El de cabellos blancos estaba con sus dos manos detrás de su cabeza y los ojos cerrados, su frente brillaba por el sudor y sus labios estaban entre abiertos jadeando bajito. La chica que montaba a Gill miró hacia atrás y se asustó cuando vio a Zafiro parada frente a la puerta con los brazos cruzados a la altura de su pecho asesinándola con la mirada, sus ojos azules brillaban en la oscuridad dándole un aura intimidante. Se bajó del regazo de Gill con rapidez. El chico abrió los ojos confundido esperando una explicación por la repentina pausa, la pelinegra señaló por encima de su hombro, Gill siguió la mirada de la chica encontrándose con Zafiro. El chico levantó una ceja y miró a la princesa con escepticismo. - largo - Zafiro ordenó con voz neutra. La pelinegra no lo dudó dos veces y comenzó a cambiarse con rapidez, era una orden directa de la princesa de los mágicos, al ser parte de esa r**a tenía que obedecer sí o sí. Zafiro le brindó una última mirada antes que desapareciera por la puerta de la habitación de Gill, gimió con disgusto al ver que la chica ni siquiera volteó a mirarla cuando pasó por su lado. Qué maleducada, pensó con fastidio. - acabas de arruinarme una buena follada - se quejó - ¿a qué debo el gusto de tu visita? - Gill preguntó levantándose de su cama. Zafiro abrió sus ojos en grande cuando se dio cuenta que el chico todavía seguía desnudo con su enorme cosa el aire libre, miró hacia otro lado avergonzada del descaro del mestizo. El chico de cabellos blancos sonrió de lado y se agachó para coger su bóxer del suelo. - ya puedes ver - le dijo a la princesa. Zafiro aclaró su garganta intentando disimular su sonrojo. El chico aún estaba sin camisa, pero eso ya no le importaba, lo había visto así muchas veces. - te tengo que contar algo. Gill levantó su ceja ante la seriedad de la princesa y asintió sentándose de nuevo en su cama. - antes que nada, ¿has escuchado la leyenda de las sombras del vampiro siniestro?
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