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[+21] La Novia Impostora del CEO

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Blurb

No hay mejores amores, que los que nunca se esperan.

Su belleza lo engañó, la calidez lo cegó y su falso mundo lo volvió loco. Un hombre que hacía derretir a las mujeres con una vista, temblar el cuerpo sin pensar y sin descontrol, es sometido a una guerra, donde hasta el mismo debe salir ileso.

Ella no llega para robar su corazón, sino su cartera. Sin embargo, es sometida a descubrir que el hombre que creía conocer por las redes, era diferente cuando solo estaba con ella.

Una batalla entre el amor y la fortuna, ¿quien será el vencedor?

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Prólogo
—¡Impostora! —gritó el CEO al tope de la cólera, traspasandome con su mirada llena de intensidad y decepción. Golpeó la mesa de vidrio con su mano hecha un puño, rompiendo la misma en el acto, ocasionando daño en su muñeca y un sonido estruendoso con eco en la sala de estar—. ¡Insensible y descarada imitadora! —su voz quería romperse, pero parecía firme con el volumen que mantenía. Muy en el fondo me preguntaba si vendrían después los vecinos a quejarse del estruendo con recepción, pero recordé luego que él era un empoderado hombre de negocios y que todo podía manejarlo con su simple presencia. Me encontraba con la cabeza en alto, bajo su mirada oscura y ensombrecida, como si algún espectro se hubiese adueñado de su mente tan recta y nada impulsiva. Sabía que algún día se daría de cuenta que la novia con la que estaba solo era una farsa, una copia de su verdadera pareja y que la original estaba secuestrada por mi equipo. Pero, ¿de que se preocupaba?, era mucho mejor que ella, tenía modales y no le hacía la vida imposible. Pero bueno, esa era una idea bastante especulada. Dove Lee había fallado en su misión de conseguir seducir y someter al CEO millonario Demián Howart, hasta el punto de que me diese acceso a sus cuentas bancarias, siendo la copia de su novia original. Lo que se me hizo difícil, fue ganar su confianza. Tan acostumbrado estaba a los tratos y cambios de humor poco amables de su novia, que la tarea se me volvió un completo desafío a todo o nada, pero tan ingenuo era, que por amor accedió a ver una nueva faceta de su novia. El hombre, vistiendo todavía la bata de cocina, su típica camisa blanca y unas bermudas, no dejaba de dar vueltas en su lugar, tomando su cabeza con ambas manos. Algunas gotas de sangre se deslizaban por su rostro, al hacer presión. Tras la camisa, podía notar los músculos de sus brazos tensos y sobresaltaban las venas de sus brazos bombeando sangre a todo dar. No podía evitar el pensamiento de lo sexy que se podía ver enojado, pero no era el momento, ni el lugar para ser bombardeada por mi lado pervertido. — ¿Por qué? —masculló con su voz llena de ira, en un pequeño susurro, a la vez que su mirada se perdía tras las ventanas. Allí se encontraba el imponente Space Needle de Seattle. Noté que una lágrima brillante se colaba por sus mejillas, pero era un hombre orgulloso y odiaba que lo vieran débil. No parecía importarle tampoco las heridas abiertas de sus manos, podría hasta perder un dedo y simplemente estaba ahí, impacible al dolor. Estaba claro que había un dolor más grande y sin remedio que los externos, en su interior. No tuve el coraje de responder a su pregunta. La realidad era tan cruel, que incluso para mí, quien iba a hacer ese daño, me parecía demasiado directa y dolorosa, después de haber descubierto a un hombre atento y con un corazón incomparable. Lo contrario a lo que en realidad esperaba. Giró su cabeza a mi silencio y pude ver las lágrimas de la decepción caer sobre sus mejillas. Su mirada seguía siendo dura y oscura, a pesar de las lagrimas. Me ponía de los nervios verlo en ese estado, tan vulnerable y poco habitual de él, pero era mi trabajo desde la adolescencia y controlar los sentimientos era lo primero que se debía aprender a llevar una vida tan peligrosa como lo era la mía. —¡¿Por que, maldita sea?!, ¡¿Yo que te hice?! —su voz se quebró, pero no bajó la cabeza y volvió a dar un golpe al vidrio a solo centímetros de mi lugar. Por mero impulso, me altere al sentir los vidrios rotos caer en mi dirección. Mi pecho y brazos estabas descubiertos, sirviendo de impacto. Él inmediatamente se preocupó por lo que había hecho, y con la mano casi inmóvil y sin sentir dolor al respecto, intentó quitarlos, tocando cada centímetro posible de mi torso, aunque me dejó una que otra gota de sangre. La piel caliente de su mano herida y la suavidad de la que aún estaba intacta, me hechizaron por el milisegundo que duró su preocupación, antes de que en su cerebro se volviera a activar el modo Realidad, y se apartase como si hubiese tocado veneno. Su mano izquierda había estado bajo la mía por un momento, y mi vista se deslizó entre mis dedos hasta dar con el anillo adornando mi dedo anular. Un precioso anillo de compromiso con diamantes de 16.5 quilates. Sabía que había costado una fortuna, como dos villas, ya que este había pasado por la generación de las prometidas de la familia Howart. Toda una generación de mujeres que cargaron millones en un pequeño anillo. Y pensar la verdadera situación de los estratos bajos, mientras la gran sociedad disfrutaba de cosas tan insignificantes, pero con un valor que podría haberle dado de comer a toda una civilización de personas necesitadas. La empresa de Damián se encargaba de hacer ese tipo de caridades y beneficencias, para apoyar tanto a su imagen, como a la sociedad. Su corazón era sincero, y podía ser de gustos humildes, pero aún así, vivía entre cosas que valían más que mi pequeña suite. —Preguntaré UNA sola vez más —me concentré en él de nuevo, al oírlo hablar de nuevo, resaltando la palabra y levantando su dedo índice lleno de sangre. Se veía horrible. Seguía sin ponerle atención a su herida, ni la miraba. Quizás por la adrenalina y la frustración, sabía que eso podía desvanecer el dolor por un rato—. ¿Por que has fingido ser mi novia todo este tiempo, sacando la excusa de que habías cambiado varias de tus cosas por ese maldito campamento?, ¿Por qué hiciste que me volviera a enamorar profundamente de... ti?, sentí todo el tiempo que no era ella y por eso... —se detuvo tragando fuerte, como si quisiese evitar ese pensamiento. La nuez de adan bajo barbilla se deslizó con fuerza y lentitud—. ¿Por que hacerme algo así?,... y lo más importante, ¿donde está mi novia? —masculló entre dientes un poco perturbado por la situación, pero notaba el dolor e intriga en su voz. Como si ya no controlara mi cuerpo, cambió mi expresión y desvié la mirada, intentando responderme a mi misma las preguntas. Él lo volvía más difícil. Me tomó por sorpresa su acercamiento repentino, al notar que lo había ignorado, y sin cuidado me tomó de la barbilla, atrayendo bruscamente mi mirada. La temperatura de su mano era todo menos normal, y la presión que hacía con ella ascendía gradualmente—. ¿Que es lo que quieres? —susurró tan cerca, que su aliento mentoso, revuelto con una casi nulo olor de vino chocó contra mis labios. Me estremecí—. ¿Mi fortuna?, ¿Mi vida?, ¿Destruirme?, ¿Matarme?, ¿Extorcionarme por medio de mentiras? —preguntó demasiado insistente, pero seguía sin poder articular palabra—. ¡¿Que quieres?!, ¡Respóndeme, maldita sea! —gritó desesperado, y me sobresalte por la cercanía. Se detuvo un segundo, un poco pensativo, desordenando cabello n***o que siempre estaba acomodado. Por primera vez notaba que tenía su cabello largo, y corto, como se le veía arreglado, pero no pude pensar mucho en ello cuando sus ojos de iluminaron de una manera extraña—. ¿Eras tú?,... a-aquella supuesta repartidora, si, eras tú y no... ¿Como fui tan estúpido? —se pasó la mano por la cara, sorprendido y enojado—. Diablos. Debiste haberte reído en mi cara todo el tiempo. —Plan B. Las autoridades están a veinte minutos —me informó Franco por el micrófono que tenía en la oreja. Asentí una sola vez, discretamente, aunque no podía verme. Me enderece repentinamente, llamando la atención del CEO, sintiendo al mismo tienpo que en cualquier momento mi piernas se romperían en pedacitos. Sus iris eran tan radiantes, que me ponían débil, pero no era una opción dejarme llevar por las emociones. Debía dejarlo para siempre, y poner en marcha el plan de respaldo, dejando todo atrás. No habría una última vez, solo el fin. Me acerqué lo suficiente para sentir la calidez de su cuerpo envolverme, como si me dijera por ese medio que él también deseaba en el fondo estar más cerca, pero era un completo error que no pensaba cometer, por mi bien. Me ganaba casi dos cabezas de altura sin tacones, y eso era lo que más me encantaba, que llegaba a sentirme muy segura o aveces sumisa a él, pero eso se iba a acabar. De reojo pude ver cómo había levantado la mano hacia mi cintura, pero nunca pude llegar a sentir sus dedos rodearme. Me quité el anillo de compromiso, tan precioso y tan valioso, con un nudo fuerte en la garganta. Lo dejé con discretas retenciones, por abandonar aquello que valía demasiado, en la zona del vidrio que aún no había sido roto. Sentí su mirada pesada y algo triste en mis manos. Me revolvía el estómago, y mi cabeza se estaba volviendo un vacío. Me volvían loca. "¡Concéntrate, diablos!" Después de una cachetada mental furtiva, tomé su barbilla de igual manera que él había hecho, haciendo presión con mis uñas, aunque me ganaba en altura, y no tenía casi fuerzas para lo que tenía que hacer. Con una mirada de disgusto, hablé: —A mi... —lo miré de pies a cabeza—, me das asco —sonrei cínica como los nudos en mi vientre me dejaban, lo cual llegaba a sentir que era tan falso, que se daría de cuenta, pero la expresión de dolor y su respiración agitándose me dio a entender lo contrario. Otra vez se me hizo un nudo en la garganta, que deseaba simplemente devolverme, correr a sus brazos y abandonar todo para quedarme con él, pero ni por todo el amor del mundo me arriesgaría a algo así. Intenté aparentar que no sentía nada, aunque se incendió mi pecho, mientras caminaba segura hacia la salida y entraba la secretaría irritante que estaba loca por él. Me ignoró por completo, al ver a su jefe en ese estado tan horrible. —¡Por Dios, Damián! —corrió hacia él, para auxiliarlo—. ¿Que te pasó?, tengo que llamar a una ambulancia urgente —dijo con su voz chillona, mientras él no se negaba a nada y se dejaba llevar por ella. Se sentó en la silla en la que estaba yo hacía momentos, con el anillo en sus manos y la mirada perdida, sin darse cuenta que ella casi se tiraba a sus piernas para consolarlo—. ¿Por que tu prometida salió, viéndote así?, ¿Que es lo que le pasa por la cabeza? —sonreí un poco cínica al ver su falsa preocupación, y el logró verme en el inicio del pasillo, observandolos. Le lancé un beso, alejándome con lentitud—. ¿Para donde se ha ido?, ¿no se preocupó por tu estado?, debería estar aquí. —Ya no es mi prometida, y ya no volverá jamás. Y no es nada para mi ahora —oí la firmeza en sus palabras y sentí que algo en mi interior se rompía, pero no le puse mucha atención. Y por supuesto, mientras él no veía, la arpía sonreía triunfante por qué ya no tendría adversaria. Rodé los ojos con una corta sonrisa, a medida que negaba cin la cabeza. ¿Cómo podía ser tan estúpida de creer que él le pondría cuidado?, parecía salida del peor centro de belleza, pobre y mediocre. Y no tenía nada de decente. —¿Te fue infiel? La mirada de Damián se volvió oscura de nuevo, para nada feliz de por dónde se estaba yendo la conversación—Soy su jefe, y por ende, no le debo ninguna explicación a mis problemas personales. Le agradezco de corazón su preocupación, pero mantengamos con más seriedad las formalidades de hoy en adelante. Voy a prohibir su acceso al edificio, solo nos veremos fuera de mi edificio y fuera de mi vida personal, ¿quedó entendido? —me sorprendí por sus palabras duras, al igual que la arpía, quien inmediatamente se molestó y decepcionó por la actitud nueva de su jefe, pero obviamente no rechistó nada, solo asintió—. Prepare la limusina, tengo muchos asuntos que empezar a resolver en este momento, y no vamos a ir al hospital, no es necesario, estoy bien. No tengo tiempo para perder. —Pero es domingo, y tiene cortada graves, señor Howart. Podría empeorar. —No le pregunté —lo escuché casi detrás mío, antes de cerrar la puerta.

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