Capítulo 2-2

1106 Words
Odiaba tener que mentirle a mi madre, pero a pesar de lo mucho que quería retrasar aquella conversación, no podía. Cuanto antes le hablase de Alec, mejor. Mi madre sabía que lo detestaba, y aquello iba a confundirla. ¿Cómo iba a convencerle de que me había enamorado perdidamente de mi némesis? Entré en nuestro apartamento atestado de cosas y estudié los muebles, viejos y harapientos. El único lujo de la habitación era la televisión de pantalla plana de cincuenta pulgadas que había comprado con mi primer salario. El dinero de Alec lo cambiaría todo, y él lo sabía. Con él podríamos comprarnos una vida nueva. Demonios, incluso podríamos alquilar un piso decente en una buena zona de la ciudad. Lo único que tenía que hacer era tolerar a Alec Grayson durante los siguientes meses. Era difícil, pero no imposible. ―Has vuelto ―señaló mi madre, dibujando una sonrisa. Bajó el volumen de las noticias. Centré toda mi atención en ella, dejando caer mi cuerpo agotado en nuestro desvencijado sillón individual. ―Hola. Mamá me observó. ―¿Qué ha pasado, niña? ―Uhhh, tengo que decirte algo. ―Dudé antes de entregar aquella extraña noticia―. Estoy saliendo con Alec Grayson. No dijo nada, pero de repente mostró una enorme sonrisa. ―Muy gracioso, Gabby cariño. Ahora dime qué está pasando de verdad. Suspiré y volví a intentarlo. ―Estoy… saliendo con Alec. Mamá se quedó con la boca abierta. La cerró. ―No lo comprendo. Odias a ese hombre, ¿y ahora dice que estás saliendo con él? ¿Cómo ha pasado? Me mordí el labio. ―Simplemente ha pasado. La cara se le contorsionó en un gesto de confusión. ―¿Cómo? ―Es, eh… ―Me aclaré la sequedad que sentía en la garganta―. Es un buen hombre. Ugh. Si alguien me hubiese dicho que llegaría a decir algo así sobre Alex, le hubiese dado una colleja. Mamá no me creyó. Y yo tampoco tenía razón alguna para creerme a mí misma. ―Me gusta ―solté, agitando la cabeza para parecer más convincente―. Es genial. Mamá me observó durante un largo momento con los ojos entrecerrados. ―¿Cómo habéis acabado juntos? Apretó los labios, recordando las frases que había ensayado en el coche. ―¿Recuerdas cuando fui a la fiesta de la empresa, hará un mes? Bueno, Alec también estaba. Nos tomamos algunas copas, nos conocimos un poco mejor, y resulta que lo había juzgado mal. No es como yo creía. Tragué saliva. Tendría que creérselo; no existía ninguna otra opción, y era por su propio bien. La verdad era que… Sí, Alec había estado en la fiesta, pero después de tomarnos las copas no habíamos hecho más que humillarnos el uno al otro delante de todos. Nuestro odio hacia el otro se había vuelto más pronunciado aquella noche. Me aclaré la mente y volví a centrarme en la conversación que tenía entre manos. Me obligué a sonreír de manera creíble. ―Una cosa llevó a la otra, y empezamos a hablar. Mamá arqueó las cejas e inclinó la cabeza ligeramente a un lado, como si estuviera sospesando las pruebas. ―Me dejas sin palabras. Es un gran cambio. Estás saliendo con Alec Grayson. ―Sí. Mamá bajó la mirada para estudiarme atentamente. ―¿Cómo te trata? «Como basura». Abrí la boca para responder, pero el iPhone empezó a sonar. «Salvada por el misterioso tono de llamada». Rebusqué en el bolso en busca del teléfono. ―¿De quién es ese teléfono? ―preguntó mamá. ―Es… un teléfono de empresa. Estamos renovando los terminales ―la tranquilicé, levantando el pulgar para indicar que todo iba bien. Mamá entrecerró los ojos antes de volver a subir el volumen del televisor con el mando a distancia y reclinarse en el sofá. Contesté a la llamada, yendo hacia mi dormitorio para tener algo de privacidad. ―¿Hola? ―Prepárate ―ordenó una voz grave e imponente al otro lado. ―¿Para qué? ―Esta noche vamos a ir a una fiesta ―anunció sin preámbulos―. Vamos a proclamar nuestra encantadora relación. Oír el desdén de su voz hizo que quisiera informarle que el sentimiento era mutuo, pero no era el momento adecuado. Tenía que centrarme en el juego, y mi actuación hasta el momento había sido pésima. Se me revolvió el estómago; todo estaba pasando demasiado rápido. ―¿No es demasiado pronto? Me asomé para mirar a mi madre. Parecía embelesada por las noticias de última hora, pero de todos modos seguí hablando en voz baja. ―Cuanto antes mejor ―contestó Alec―. Con esto ganamos todos, no lo olvides. Eso era cierto. Cuanto antes mostráramos en público nuestra estúpida relación falsa, antes vería un buen montón de dinero en mi cuenta bancaria. Me obligué a ser afable. ―De acuerdo. ―Te enviaré el vestido y los zapatos para esta noche, junto con una experta en maquillaje ―anunció. Sentí una prisión en el pecho. ―No. Ya es bastante grave que me estés obligando a llevar un vestido que odiaré; me puedo ocupar de mi maquillaje. ―No tienes voz en esto, Gabrielle. Has firmado el contrato. Mis protestas habían empezado siendo firmes, pero acabaron sonando frágiles, asqueándome. Resoplé contra el teléfono para que pudiera oír mi desaprobación. ―Bueno, eso no significa que haya renunciado a mi libertad. ―Hay una cláusula que dice que seguirás mis instrucciones al pie de la letra. ¿No la has visto? ―Estoy segura de que la has escrito de tal modo que nadie podría entenderla. ―Deberías leer los contratos mejor ante de firmarlos ―me aconsejó. ―Lo he hecho. ―Estaba furiosa―. Pero no me había dado cuenta de que estabas intentando engañarme para que lo firmara. Soltó una carcajada brusca y sin humor. ―Tú eres la tonta que lo ha firmado. «Es verdad. La tonta que se ha fiado de un c*****o engreído». ―Y ya habíamos hablado lo de cambiar tu aspecto para que fuera más adecuado. Mi tiempo es muy valioso; por favor, no vuelvas a pedirme que me repita ―me regañó―. Y ahora dime tu dirección. Dudé. No quería decirle dónde vivía, pero lo hice de todos modos, estremeciéndome de rabia mientras me obligaba a pronunciar las palabras. ―Recibirás el vestido a las siete ―anunció con tono severo―. Te recogeré a las ocho. ―De acuerdo ―accedí. ―Y, ¿Gabrielle? ―Sí. ―No te retrases.
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