Placer

2498 Words
Mientras camino, examino más detenidamente mi cuerpo humano. Por lo poco que sé sobre humanos, no parece muerto. El corazón late, los pulmones inhalan y expelen aire, la temperatura parece adecuada, la sensibilidad también. ¿Cómo sucede todo esto si yo no soy consciente de controlarlo? No hay señales de deterioro en el cuerpo, ni ningún insignificante hedor a putrefacción. Luke DûForet ha resucitado de alguna forma o al menos su cuerpo ha sido preservado, y estoy seguro que yo no tengo nada que ver con ello. ¿Seré un daño colateral o hay algún motivo para que esté en el interior de su cuerpo? Un coche patrulla se detiene a mi lado cuando cruzo el río por uno de los puentes gemelos. Me miran con desconfianza, pero el asombro pronto aparece en sus rostros. El conductor se queda a medio bajarse del vehículo, su compañero saca la cabeza por la ventanilla, ambos con la boca abierta. Intento recordar sus rostros, pero no saco nada en claro. — ¡Por el amor de Dios! –exclama el conductor, rodeando rápidamente el coche y asiéndome por los brazos. — ¡Estás vivo! —Tío, me estás asustando con esa imitación del Dr. Frankenstein –me asombro de lo natural que surge la chanza con la voz del finado Luke. Es como si tuviera aún una parte del humano en mi interior, pero no soy capaz de detectarla. — ¡Llevas desaparecido dos semanas, Vandeleur! –exclama el compañero, saliendo a su vez del vehículo. — ¿Dos semanas? –balbuceo como un idiota. ¿No han encontrado los cadáveres en todo ese tiempo? Por los recuerdos que tengo sobre el Cuerpo de Policía Metropolitana de Nueva Orleáns, no lo tachan de un servicio vago y remolón como para dejar pasar tanto tiempo sin controlar la zona inundada. ¿Tan malo ha sido el huracán que aún se está recuperando la ciudad? — ¿Dónde has estado? —No lo sé… me he despertado hoy bajo una pila de escombros en… –estoy a punto de hablar sobre la iglesia, pero me callo a tiempo. El cómputo de tiempo pasado no me ayuda en nada para intentar dar una explicación, así que opto por no contar nada sobre lo que me ha ocurrido. Cuando los cadáveres se descubran añadirán más misterio a la catástrofe. Me limito a poner cara de idiota y responder con monosílabos. Durante el trayecto al hospital más cercano, comparo lo que veo con lo que recuerdo y eso me permite darme cuenta de las dimensiones de la tragedia que ha traído el huracán Katrina. La planta baja del hospital es una auténtica pecera. Se ha habilitado una entrada por la parte de atrás del edificio, directamente a la primera planta, donde han ubicado Urgencias. Tras unas cuantas horas de pruebas, los médicos confirman mi buen estado de salud. La huella de la herida de mi cuello ya pasa simplemente por una marca de presión de los supuestos escombros en los que he dicho que estuve enterrado. Barajan diversas hipótesis sobre amnesias temporales, estado de fuga tras un fuerte shock, y no sé cuántas tonterías más. Me meten en una cama y me colocan varias sondas que me dedico a sorber directamente como refrescos en cuanto me dejan solo. El hambre me está matando, pero no quieren darme nada sólido hasta no haberme hidratado. Por mi parte, me dedico a rumiar sobre lo que sé del asunto. Creía que había entrado en el cuerpo del humano Vandeleur tras su muerte. Por lo bien que había visto mi reflejo en el cuadro de la puñetera Señora de los Mártires, había pensado que no habría tardado más de treinta y seis o quizás cuarenta y ocho horas en alzarme, pero parece que estoy equivocado. ¡Quince días han pasado, al menos, desde la desaparición de Luke! ¿Cuánto tiempo ha invertido mi esencia en regenerar la carne descompuesta, en llenar las rígidas venas con sangre nueva, en volver a hacer crecer los músculos deshidratados y resecos? Ya no estoy seguro de nada. ¿Y si no ha sido mi esencia la que ha regenerado un cadáver putrefacto, sino que ha sido otro tipo de fuerza poderosa y desconocida? A lo mejor la misma que me ha raptado del Infierno y me ha aprisionado en este cuerpo, resucitándole de paso. Tras pensar un buen rato, creo que me decanto por la segunda posibilidad, lo cual me aterra aún más. A pesar de toda la vorágine mental que amenaza con tragarme, acabo durmiéndome profundamente, con la misma placidez que un despreocupado infante, aunque muy consciente que debo permanecer alerta a posibles inesperados encuentros en el futuro. A la mañana siguiente, tras un copioso desayuno que tardo minutos en devorar, recibo mis primeras visitas, concretamente el capitán Harker, el jefe de Luke, que viene acompañado de mi “esposa”. Los recuerdos sobre ella son muy buenos y coloridos, pero verla en directo… bufff… carne de primera, me digo. Sonrío ampliamente y alargo los brazos. Cae en ellos, entre gemidos y lágrimas. El aroma de su perfume me embriaga y su carne es tan suave y tierna… Debo controlarme. Nunca he abrazado una humana, tan solo a otros Excavadores e Incursores con los que me he criado, y puedo jurar que solo sirven para un calentón y poco más. La aparto un poco para mirarla a la cara. Las lágrimas se han convertido en regueros oscuros al arrastrar el rimel. Sus ojos casi esmeraldas se clavan en los míos. Descubro algunas pecas que quedan sobre su nariz, recuerdo de su infancia. Le aparto un rizo pelirrojo que se ha escapado de su moño y sonrío de nuevo, con confianza. —Luke… oh, Dios, Luke… te creí muerto –musita, acariciándome la mejilla con sus delicados dedos. —Estuve perdido, Eloise… pero he regresado –y al término de esas palabras, me besa tan apasionadamente que el capitán carraspea, llamándonos al orden. —Se te ve bastante bien, Vandeleur para haberte pasado quince días entre barro y agua –masculla el capitán, un hombre fornido y pasado de kilos, con voz de barítono. —La verdad es que no me acuerdo de una mierda, capitán, al menos hasta despertar en la vieja iglesia del Lower Ninth Ward. No recuerdo el huracán ni los destrozos. Despertarme todo rodeado de agua fue inquietante –explico para ambos. — ¿No recuerdas con qué te has alimentado todos estos días? ¿Dónde has dormido? –pregunta mi esposa, agitando esos deliciosos rizos pelirrojos. —No, de verdad que no recuerdo dónde he estado, cariño. Lo que es cierto en verdad, pero, en ese momento, me preocupa más recordar el vocabulario que utilizaba Luke así como sus giros. Debo decir que me cuesta. Los demonios somos muy mal hablados, ya se sabe, y cínicos, burlones, criticones… vamos, que somos muy completitos. Sin embargo, empiezo a sentirme satisfecho con lo que consigo. Tras unas cuantas preguntas pertinentes, el capitán Harker se despide. Antes de marcharse, me mira directamente a los ojos y dice: —Descanse unos días, Vandeleur y pida cita al psicólogo del cuerpo. Tendrá que certificar que está repuesto de su aventura antes de reincorporarse. Necesitamos manos con todo este desastre. —Por supuesto, capitán –contesto con una sonrisa. No estoy seguro si se ha creído mi historia, pero da igual, nadie puede demostrar que no sea cierta. En cuanto nos quedamos solos, mi esposa se tiende en la cama, a mi lado, y se acurruca contra mí. Se pasa todo el rato haciéndome mimitos en la cara, peinándome, y contándome el miedo que ha pasado. Solo se detiene cuando llega la enfermera para revisarme, un poco antes de que el médico haga su ronda de consulta. En cuanto este firma el alta médica, Eloise, que me ha traído una bolsa con ropa, me ayuda a vestirme con delicadeza, como si fuese de porcelana, y pronto me encuentro metido en su pequeño utilitario de fabricación italiana, rumbo a donde estuviera la casa de Luke y ella. Recuerdo que el coche es el mismo que tenía Eloise de soltera; no se había querido desprender de él, a pesar de las continuas burlas de su marido. Luke era de la opinión que solo los automóviles americanos eran dignos de confianza. —El médico me ha hablado de tu amnesia, pero… algo tienes que recordar, cariño… ¿Qué te ha pasado para estar perdido todos estos días? –pregunta ella, apartando un segundo los ojos de la calzada al conducir. —Sssshhh… calla y conduce, preciosa –musito, acercándome a ella y besándola en la mejilla. Mi mano se posa sobre su rodilla, presionando para alzar la falda en el lento recorrido muslo arriba. Eloise traga saliva e intenta mirarme. — ¿Qué… qué haces? Estoy conduciendo, Luke… no… —Ssshhh… creí que moriría bajo aquellos escombros y… solo pensaba en ti, en que no volvería a verte… tocarte… nunca más –susurro mientras deslizo mis labios por su cuello y la línea de su mandíbula. Detecto el quedo suspiro que escapa de sus labios. Mi mano asciende por el interior del muslo hasta alcanzar la delicada tela de la braguita. Mi dedo corazón se atarea en aquel espacio y no tarda en palpar una creciente humedad tras la prenda. Eloise detiene el coche en un semáforo y, con otro suspiro, cierra los ojos y abre un poco más las piernas. —Oh, Luke… pensé que te había perdido en el huracán... me he pasado noches enteras… llorando –confiesa en un murmullo, mientras una de sus manos me acaricia el pelo de la nuca. —En cuanto lleguemos a casa, comprobaras que no estoy muerto –bromeo mientras hundo mi dedo en su cálida y anhelante vulva. El coche que está detrás de nosotros toca el claxon, impaciente. — ¿Te han dado permiso los médicos para hacer esto? –pregunta ella con sorna. —Me han prohibido hacer el amor, pero nada me han dicho de follarme a fondo a mi señora… ya sabes, como a una perra… —cuando me doy cuenta de lo que he dicho ya es tarde para hacer algo. Sin embargo, tengo suerte. Puedo notar su estremecimiento al escucharme. Intenta disimular su excitación con una risita, pero yo descubro su reacción. Si estuviera aún en mi cuerpo demoníaco detectaría mucho más, como lo que experimenta su cuerpo; podría oler sus procesos químicos, incluso. Como Excavador, mis sentidos preternaturales eran finísimos, superiores a los de otros seres del averno, pero estoy limitado a los pobres sentidos humanos. Así que solamente puedo imaginarme el goteo incesante del flujo amniótico en su v****a, lo que hace relamerme de deseo y hambre. —Mira cómo me tienes, amor –digo, volviendo a sentarme recto en el asiento del copiloto para bajar la cintura elástica del pantalón de chándal que llevo puesto. — ¡Luke! ¡Te van a ver! ¡Oh, Dios Santo! ¡Está muy hinchada! –empieza a recriminarme, pero cambia totalmente al ver la férrea erección que yergue mi polla. —Como que llevo un mes y medio sin catar ese rojizo coño tuyo. Ven, dame tu mano… tócala –le susurro, llevando su mano derecha sobre el amoratado glande. No tarda en empuñar mi falo, casi con desesperación, moviendo suavemente la piel arriba y abajo. —Cre…creo que está más gorda que nunca –jadea mi esposa, manteniendo la vista en la carretera. –Y caliente… —Eso es que la has echado de menos, cariño –no es el momento de decirle que mi esencia infernal ha incrementado el m*****o en un par de centímetros tanto en largura como en anchura. Luke era un mulato que ya disponía de una buena herramienta, algo superior a la media, así que no ha sido necesario añadir más peso extra para alcanzar unas medidas apropiadas a un demonio. La dejo tocar y amasar hasta llegar a casa. La excitación la hace saltarse una señal de Stop y casi nos la pegamos, pero aparca ante un inmueble de cuatro plantas que reconozco inmediatamente y apenas me suelta el pene al conducirme hasta el vestíbulo. Ni siquiera esperamos al ascensor, pues vivimos en la segunda planta. Subimos las escaleras entre besos, caricias y dulces pellizcos. A pesar del juego s****l, una parte de mí ha estado atenta al camino, recordando a cada calle que recorríamos más y más detalles del apartamento de Allen Street, muy cercano a la universidad Dillard. Al igual que el coche, se trata del mismo apartamento que tenía Eloise cuando llegó a la ciudad para estudiar en la universidad y al que se mudó Luke en cuando se hizo seria la relación. Siempre hablaron de buscar algo más amplio cuando tuvieran familia, pero aún no se había dado la oportunidad, ni se daría… En esta ocasión, mi primera vez con una humana, me dejo llevar por el instinto, por el irrefrenable impulso que siento en mis genitales, por la suavidad de sus besos… Como entidad infernal, sé de lo que es capaz mi cuerpo, de sus límites y resistencia, pero este no es mi cuerpo, sino el de un humano y debo aún aprender hasta dónde puedo llegar. Ni siquiera nos hemos desnudado al entrar en el apartamento. La empotro contra la puerta al cerrarla y ella me echa los brazos al cuello con furia, gimiendo desesperadamente en mi boca, intentando que nuestras lenguas se fusionen en busca de un placer que pensaba desaparecido. Con una destreza que no sabía poseer, deslizo el pantalón cadera abajo, hasta disponer del espacio suficiente para sacar una erecta polla, a la que no le falta más que clamar su necesidad de enfundarse en carne. —Vamos… vamos, cariño… hazlo ya –susurra Eloise en mi boca, alzándose ella misma la falda caderas arriba. Al deslizarme en su estrecho interior, pienso que aquel acto es sin duda lo que deben promover entre las almas del Cielo. No hay nada que se le pueda comparar en mi mundo natal, ni siquiera violar brutalmente una de las almas condenadas. —Ooooh… Luke… oh, mi dulce Luke –gime ella contra la puerta a cada embate enardecido al que me entrego. Por unas de esas casualidades universales, el orgasmo nos alcanza a ambos al mismo tiempo. Ella se deshace en montones de besitos por toda mi cara, yo quiero seguir martilleándola, pero mi m*****o no colabora. Mis recuerdos me aclaran que debo descansar un ratito para que vuelva a levantarse. “¡Qué mierda de humanos!”, me digo. — ¿Aún tenemos esa cotilla de vecina? –pregunto, tomándola en brazos y llevándola al dormitorio. —Sí, ¿por qué? —Porque vamos a darle motivos para que critique de verdad –y ella entierra su rostro en el hueco de mi hombro con deliciosa dejadez. Y así comienza mi nueva vida en este mundo.
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