Siento su cálido aliento chocar contra mi cuello. Su cercanía me desarma y trato de contener el escalofrío que recorre mi cuerpo. Mis piernas parecen perder fuerza, pero me obligo a mantenerme firme. No puedo dejar que lo note.
—¿Entendido? —me repite con voz grave, cargada de autoridad.
—Entendido —susurro, aunque mi voz tiembla ligeramente.
Lo siento sonreír detrás de mí. Da unos pasos lentos hasta quedar frente a mí, su figura imponente eclipsa todo a mi alrededor. Sus ojos oscuros me recorren, evaluándome con una mezcla de frialdad y deseo que me eriza la piel. Luego, se deja caer en el sofá con una elegancia peligrosa.
—No tengo prisa —declara mientras menea el vaso de whisky que sostiene con la mano—. Tenemos toda la noche. Quiero asegurarme de disfrutar cada dólar que pagué por tenerte aquí, frente a mí.
Sus palabras me golpean como un latigazo, pero no dejo que mi rostro lo refleje. Aprieto los labios y bajo la mirada, recordándome que este es mi trabajo. Mi vida. Mi destino. Soy un juguete para hombres como él, hombres que compran poder, placer y silencio.
—¿Qué desea que haga esta noche, señor? —pregunto en un tono frío, luchando contra el nudo en mi garganta.
Él sonríe, una sonrisa que no alcanza sus ojos, y toma un sorbo pausado de su whisky antes de responder:
—Quiero que cumplas cada uno de mis deseos. ¿Estás dispuesta a hacerlo?
La autoridad en su voz me estremece, pero asiento con un leve movimiento de cabeza, incapaz de apartar mi mirada de la suya. Es un hombre apuesto, con una presencia que llena la habitación. Su físico es impecable, y el dinero que pagó por esta noche deja claro que podría tener a cualquier mujer a sus pies.
Entonces, ¿por qué está aquí, solicitando los servicios de alguien como yo?
—Pagaste por una dama de compañía, y eso es lo que recibirás —digo con frialdad, tratando de recuperar algo de control—. Dime, ¿qué es lo que deseas?
Su sonrisa se ensancha, pero en ella hay algo oscuro.
—Tu nombre. Quiero saber tu nombre.
—Aysel.
—Aysel... —repite mi nombre, saboreándolo como si fuera un vino caro—. Quítate eso que llevas puesto y arrodíllate frente a mí.
Mi respiración se detiene por un momento. Su petición es directa, despiadada, y me encuentro tragando en seco. Esto no es nuevo para mí, pero algo en la forma en que lo dice me descoloca. No es un pedido, es una orden.
Sin embargo, no vacilo. Coloco mi bolso en el suelo y desato el nudo de mi americana, dejándola caer al suelo. Bajo la mirada mientras quedo solo con mi ropa interior de encaje n***o.
Cuando levanto los ojos, lo veo observarme como si fuera un depredador acechando a su presa. Su mirada es penetrante, casi abrasadora, y por primera vez, me siento desnuda en más de un sentido.
—Arrodíllate frente a mí. Manos sobre tus rodillas. Hazlo.
Su tono no admite réplica. Trago saliva y hago lo que me pide, sintiendo cómo mi cuerpo se debilita con cada movimiento. Desde esta posición, su figura parece aún más imponente, como si su sombra pudiera engullirme.
Se inclina hacia adelante, su mirada fija en la mía mientras deja el vaso sobre la mesa cercana. Sus pasos resuenan cuando rodea la habitación, posicionándose detrás de mí. No puedo verlo, pero lo siento. Cada fibra de mi cuerpo está alerta.
—Aysel, quiero que cumplas cada cosa que te pida sin rechistar. ¿Entendido?
Su aliento acaricia mi oído, y siento un estremecimiento que se intensifica cuando sus labios rozan mi cuello.
—Sí, señor.
El primer beso es lento, casi calculado, pero lo suficiente para robarme un gemido involuntario. Luego, de repente, sus manos se deslizan hacia mis ojos, cubriéndolos con una venda que anuda con firmeza.
La oscuridad me envuelve. No sé qué va a hacer, y eso me pone nerviosa, pero también... expectante.
Sin previo aviso, me levanta del suelo con una fuerza que me deja sin aliento y me arroja sobre la cama. Mi cuerpo rebota suavemente, y el colchón se hunde bajo su peso. El corazón me late tan fuerte que temo que pueda escucharlo.
—Coloca tus manos sobre mi pecho. Ahora.
Obedezco sin dudar, dejando que mis dedos busquen los botones de su camisa. Siento el calor de su piel bajo la tela mientras desabrocho cada uno. Cuando termino, él se la quita y la arroja al suelo, y yo solo puedo imaginar su torso desnudo.
Sus manos viajan por mi cuerpo con una mezcla de delicadeza y urgencia, delineando cada curva hasta detenerse en mi cintura. Mi respiración se acelera cuando siento sus dedos explorarme sobre la tela de encaje.
Mi cuerpo reacciona de inmediato, y un torrente de sensaciones me consume.
—Eres mía esta noche, Aysel —murmura, su voz grave y autoritaria—. Cada gemido, cada susurro, cada suspiro... todo será para mí.
No me da tiempo de pensar cuándo siento sus manos sobre mi cachetero el cuál sujeta con ambas manos y jala con fuerza haciendo que este se rompa en dos .
¡Maldición!
Sus manos abren mis pierna de manera bruta , se coloca entre ellas y empieza a repartir besos sobre mi vientre haciéndome gemir y doblarme ante tan exquisita sensación.
— ¿Alguna vez te han practicado sexo oral ? - pregunta con voz autoritaria - respóndeme con la verdad.
—No - titubeó - no señor .
—Bien.
Siento cómo se levanta de la cama , escuchó el plástico de algo rasgar y rápidamente se de que se trata , vuelve a la posición que tenía ya antes sobre mi , sujeta mis brazos y entra en mi de manera brusca .
Empieza a moverse de manera lenta mientras con su boca empieza a chupar y lamer mis pezones ,acelera sus movimientos mientras empiezo a gemir extasiada por la sensación.
Sale repentinamente de mi, me voltea colocándome de espalda , entra en mi nuevamente de manera brusca mientras una de sus mano sujeta mi cuello y otra mi cintura para hacer más fuerte sus estocadas .
—Aysel , Gime - susurra con dificultad en mi odio —. Quiero que Gimas para mi .
Empieza a penetrarme de manera más rápida y profunda y eso basta para cumplir su petición. Empiezo a gemir entre gritos ahogados de satisfacción, sin un ápice de vergüenza lo hago tan alto que no me importa quién me escuche .
Sale nuevamente repentinamente de mi , se levanta de la cama y me toma por las manos levantándome bruscamente. Trato de recuperar la respiración mientras camina conmigo por la habitación hasta que siento mi cuerpo chocar contra un frío cristal;retira la venda de mis ojos y confirmó mi sospecha es el cristal de la ventana.
Empieza a repartir besos por mi espalda hasta bajar a mis nalgas dónde con una de sus manos las azota haciéndome gemir de dolor .
Sus manos bajan lentamente acariciando mis muslos suben nuevamente pero esta vez se desvían y las introduce dentro de mi entrada acariciándola levemente por fuera.
— Aysel ... abre las piernas para mi —Dice con autoridad y así lo hago .
Lentamente introduce dos de sus dedos en mi feminidad y empieza a masturbarme , apoyo mis manos sobre el cristal retorciéndome ante la maravilla que hacen sus dedos .
Se levanta sin dejar de masturbarme,empieza a besar mi cuello. Su mano sujeta fuertemente mi cuello a tal punto que me hace falta el aire , saca sus dedos de mi feminidad los lleva a su boca saboreándolos .
—¡Maldita seas¡ Aysel —Susurra en mi oído.
Para luego entrar en mi nuevamente con toda esa agresividad impulsando nuestro cuerpo contra el cristal , cierro los ojos mientras jadeo de placer y dolor por el agarre tan fuerte en mi cuello y cintura.
—Abre los ojos —Me ordena con los dientes apretados —. No quiero que los cierres .
Siento mi garganta secarse , el aire faltarme , ciertamente ya no se si es por la excitación o por su agarré, siento mi vientre contraerse y gimo fuertemente cuándo el orgasmo se apodera de mi y una sensación húmeda correr por mis piernas ; siento tu duro torso contraerse en mi espalda y cuando suelta un pequeño gemido en mi oído se que el también a llegado .
Sin poder soportarlo más cierro los ojos lentamente y dejo caer mi cuerpo contra el perdiendo la noción del tiempo...
(...)
Abro los ojos lentamente y sigo viendo oscuridad. La luz que entra por la ventana es lo único que deja ver un poco de claridad en la habitación.
Me siento en la cama y veo que sigo aún desnuda, observó la figura sentada en el pequeño sofá frente a la cama mirar en mi dirección y, aunque la poca claridad no me deja verlo perfectamente, sé que me mira fijamente.
En sus manos lleva nuevamente un vaso del cual toma un trago, se levanta y camina en mi dirección.
—¿Te encuentras bien? —me pregunta seriamente, parado frente a mí—. ¿No te alimentas bien? ¿O no aguantaste la presión que ejercí sobre tu cuello?
—No lo sé —me levantó de la cama y trato de buscar mi americana entre la oscuridad.
Tocan la puerta. Me veo obligada a regresar a la cama y taparme con las sábanas. Él camina hacia ella, la abre y lo escucho murmurar con alguien.
Escucho cómo cierra la puerta, sus pasos acercarse, enciende la luz de la mesita y veo que consigo trae un sobre en la mano, el cual me entrega, dejándome completamente sorprendida.
Al ver su rostro perfectamente, me doy cuenta de que no estaba tan equivocada; se trata de un hombre bastante joven. Sus ojos negros como la noche y las facciones duras de su rostro lo hacen derrochar cierta frialdad.
—Quiero que lo leas y lo firmes —toma asiento en el sofá.
Abro el sobre, observo el documento dentro de él, leyéndolo cada vez más y más, me doy cuenta de que se trata de un contrato de confidencialidad, donde me comprometo a no comentar con nadie su identidad ni mucho menos dar detalles de su persona o del encuentro.
Ahí es donde me doy cuenta de que es una persona mucho más importante de lo que pensaba y que no quiere correr el riesgo de que alguien sepa de esto.
Esto puede ser por dos razones:
O es casado y no quiere que esto llegue a oídos de su esposa o familia, o simplemente es una persona bastante importante y no quiere que su figura sea perjudicada.
Siento un pequeño bulto dentro del sobre. Lo saco y me doy cuenta de que es un bolígrafo.
Lo tomo, firmo el documento, lo introduzco dentro del sobre nuevamente, lo dejo sobre la cama y me levanto, tomando mi americana del piso y entrando a la pequeña puerta que hay en la habitación, la cual supongo es el baño.
Enciendo la luz del baño y, al verme al espejo, ahogo el chillido que amenaza con salir de mi boca.
¡PERO QUÉ DIABLOS!
Observo mi cuerpo frente al espejo y quedo en shock al ver las marcas moradas de sus manos que ha dejado sobre mi cuello.
Observo mis muñecas y estas también tienen morados, al igual que mi cintura.
¿Por qué no lloré o simplemente me quejé en el momento?
Para hacer estas marcas tuvo que haber ejercido demasiada fuerza sobre mí, pero al parecer estaba más ocupada disfrutando del momento que dejé de prestarle atención a mi cuello.
Un momento, ¿disfrutar?
Esa palabra nunca la había pensado y mucho menos sentido con alguno de los clientes.
Es la primera vez que no siento asco por un cliente.
Es la primera vez que un cliente me hace gemir de placer.
Pero sobre todo, es la primera vez que un cliente me hace sentir un orgasmo.
¡Maldita sea!
Esto es una locura.
Tomé una pequeña toalla que reposa sobre el lavamanos, abro el grifo mojándola un poco y la llevo a mi cara, limpiando el labial rojo que tengo corrido. La dejo en el mostrador y entro a la ducha, dándome un baño con agua caliente para relajar mi adolorido cuerpo.
Salgo de la ducha, me seco y me coloco mi americana, acomodo nuevamente en su lugar cada cabello y salgo del baño ya lista, encontrándome la habitación completamente sola.
Me acerco a la cama y observo una nota junto a dos fajos de dinero.
Disfruté cada uno de los minutos de esta noche.
Gracias por haber cumplido con cada uno de mis deseos.
Esto es una pequeña indemnización por los moretones que le causé.
Gracias por su servicio.
Arrugo el papel entre mis manos, observo los fajos en la cama y cada uno tiene la cifra de cinco mil dólares sobre ellos. Los meto en mi bolso junto a la nota y me dispongo a salir de la habitación.
Al salir doy un paso en seco al encontrarme con los dos guaruras que estaban cuando llegué.
¿Acaso su jefe ya no se fue?
—Señorita - uno de ellos me habla - el señor nos encargo de escoltarla hasta la salida y de solicitarle un transporte privado para que la lleve a su destino .
—Gracias , pero no lo necesito.
—No se lo estamos ofrecido, se lo estamos comunicando - menciona serio el otro - es nuestra obligación cumplir.
Ruedo los ojos , camino a los ascensores con ambos detrás de mi , presionó el botón y cuándo este llega suben y se colocan detrás mío .
Al llegar al recepción me encuentro a los mismos tipos que cuando llegue y sonrío con malicia .
Antes de salir me detengo justo frente a ellos y me volteo .
— ¿Pueden hacer algo por mi?.
—¿ En que le podemos servir ?
—Díganle a su jefe que para la próxima se consiga un mejor hotel - observó a los seguridad - en este los trabajadores son un asco tratando a las personas y discriminándolas .
Observó a los hombres y la mirada de los dos caen en ellos entendiendo a lo que me refería.
—No se preocupe , pondremos a mi jefe al tanto de todo – uno de ellos me señala al frente - ese es el auto que la llevara a su destino .
— Muchas gracias muchachos.
—Que termine de pasar buen día Madan.
Camino al auto , al subirme me doy cuenta que se trata de un Uber , le digo la dirección a la cuál llevarme y este sale rápidamente del hotel colándose en las calles para luego de algunos minutos llegar a mi dirección.
Cuándo le intento pagar niega y me hace saber que la carrera ya fue pagada, me despido amablemente del señor y subo las escaleras para entrar a mi apartamento.
Observó el reloj y son pasada las cuatro de la mañana , enciendo la luz y veo que la cama de Ana está vacía , eso quiere decir que está con el cliente o sigue aún en el club .
La organización para la cuál nos tiene trabajando Brenda , nos renta un condominio dónde nos alquilan a cada una de nosotras, el condominio está vigilado las veinticuatro horas del día para que nadie más aparte de nosotras entre en el .
Tampoco podemos salir sin avisarle a ellos a dónde vamos o con quién y si lo hacemos el castigo que nos podemos llevar es grande por lo que evitamos desobedecer sus ordenes .
Me deshago de la americana, busco en uno de los cajones una pijama y me la coloco para acostarme y poder descansar un poco...
(...)
Al levantarme y, al abrir los ojos, me encuentro a Ana sentada sobre su cama junto a Tania; ambas me miran con evidente preocupación.
Me levanto de la cama y me siento en el borde de ella, mirándolas ahora yo a ellas, preocupada.
—¿Sucedió algo? —me froto los ojos—. ¿Por qué me miran así?
—Mejor dinos tú a nosotras, ¿qué te sucedió? —pregunta alarmada Ana—. Esos moretones en tu cuello y muñecas, ¿quién te hizo daño?
Observo mis muñecas y paso ambas manos sobre mi cuello, frotándolo.
¡Era eso!
—No es nada grave —me levanto de la cama y camino a la cocina, con ellas siguiéndome—. El cliente de anoche solo se pasó un poco con su fuerza, pero estoy bien, no tienen de qué preocuparse.
Saco de la nevera la leche, busco en la alacena la caja de cereal para servirme un poco y sentarme en el taburete a desayunar.
—¿Cómo puedes estar tan tranquila? —me pregunta Tania—. Digo, si te dejó marcas, es porque tuvo que ser muy agresivo.
Recuerdo todo lo sucedido y siento cómo, rápidamente, mi cuerpo se eriza.
¡Dios! No debería pensar en él.
—La verdad es que me di cuenta de los moretones después —ambas me miran como si estuviera loca—. Además, el cliente me dejó dos fajos de cinco mil dólares como indemnización por los moretones.
—¿¡Quéeeee!? —gritan ambas al unísono.
—¿Pero quién diablos era ese tipo? —dice Ana, sorprendida—. Es la primera vez que escucho que un cliente deja una indemnización, y de esa cantidad.
—¿Cómo era él? —pregunta Tania, curiosa—. ¿Era un viejo o un hombre joven? ¿Alguien que ya hayas visto antes?
—No sé quién era ni tampoco lo llegué a ver, ya que cuando llegué las luces estaban apagadas y, rápidamente, me vendó los ojos —recuerdo sus ojos negros y su mirada fría—. Supongo que nos quedaremos con la duda de saber quién es.
Ambas asienten y yo sigo comiendo mi cereal. Encienden el televisor y empiezan a cambiar los canales hasta dejarlo en uno de noticias.
"Sin duda, es uno de los hombres más jóvenes en amasar una fortuna tan grande y hacerla crecer día a día. En pocos meses, se ha convertido en dueño de varias compañías importantes del país, y su éxito sigue creciendo gracias a su inteligencia en los negocios.
Hablamos del multimillonario empresario Nathan Collins, quien, con tan solo veintisiete años, ya es dueño de diferentes compañías, hoteles e industrias constructoras".
—Ese sí que es un bombón —escucho a Ana murmurar, y levanto la vista para fijarme de quién habla.
Cuando observo el televisor, dejo caer la cuchara sobre la mesa y quedo atónita ante lo que mis ojos ven.
¡Es él!
Él fue el hombre que pagó veinte mil dólares por pasar una noche conmigo.
¿Pero por qué?
Las chicas están tan embobadas viéndolo en el televisor que no han notado mi reacción. Me levanto y dejo el plato sobre el fregadero.
Busco en el mueble de mis pertenencias mi teléfono y empiezo a buscar en el navegador información sobre él, escribiendo su nombre. Vaya que encuentro mucho, pero relacionado a sus empresas y negocios.
Sigo buscando y buscando para tratar de encontrar información personal: si es casado, soltero o viudo, pero no hay nada al respecto.
¿Por qué tanto misterio con su vida personal?
Dejo a las chicas en la cocina y vuelvo a mi cama a tratar de descansar un poco. Observo el reloj y veo que son pasadas las tres de la tarde.
Debo estar descansada para llegar al club a las ocho, como todos los días, y poder alistarme a tiempo.
Suspiro, tratando de no pensar en que hoy me toca atender a un nuevo cliente o quizás a alguno que ya frecuente la página, y solo de pensarlo me provoca náuseas. Pero la realidad es que no podemos hacer nada.
Cierro los ojos y vuelvo a caer en el sueño para levantarme a las siete y apenas darme tiempo de ducharme y alistarme para ir al club.
Ya lista, me hago un moño tratando de recoger todo el cabello que tengo, y es que hace semanas no lo corto.
Mi cabello es bastante largo, n***o, al igual que el de la peluca que me encanta usar. Pero prefiero esconderlo bajo ella, ya que así evito que alguien me reconozca.
Si hay algo que he aprendido todo este tiempo es que una peluca y un maquillaje bien hecho pueden transformarte en otra persona, y eso es lo que me encanta.
No quiero que nadie sepa quién soy realmente ni mucho menos que puedan vincularme a algo.
Tania, Ana y yo salimos del condominio ya listas. El chófer del club ya nos espera abajo, y al subir a la camioneta salimos en dirección al club.
Al llegar, casi todas las chicas ya están allí. Todas las miradas se posan en mí por las evidentes marcas en mi cuello, pero ninguna pregunta ni hace un comentario. Algunas comienzan a vestirse, así que me siento frente al espejo para empezar a maquillarme y tratar de cubrir las marcas, cuando veo a Brenda acercarse con cara de pocos amigos.
—Aysel, no pierdas tu tiempo. Hoy no trabajarás —me dice molesta.
—¿Por qué? —pregunto preocupada, girándome hacia ella.
—No lo sé —escupe con desdén—. Son órdenes de arriba, así que puedes irte a casa.
Se retira, y las demás chicas me miran asombradas.
La única manera de que una de nosotras no trabaje es que estemos indispuestas de salud, y yo no lo estoy. Incluso con golpes notorios nos han obligado a cumplir con nuestro deber, ya que no les gusta perder dinero.
Mi pregunta es: ¿por qué no puedo trabajar?
¿Habrá sucedido algo?
Es muy extraño todo esto, y yo necesito saber qué está pasando...