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Recuérdame.

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Jaen era un tritón de rutina, quien cada mañana salía de su pequeña aldea dispuesto a buscar... ni siquiera él estaba seguro de qué era eso, quizás la manera en que su memoria no olvidara cómo regresar a casa, o sólo salir y encontrar algún nuevo objeto que los humanos perdían, pero él estaba seguro que nunca salió a buscar a Lior, y a pesar de eso, su aparición en su vida no se sentía como algo que no debería de haber sucedido, sino como un complemento que le gustaba, que lo hacía emocionarse de la misma manera que cuando encontraba cosas humanas.

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Capítulo 1.
Estaba seguro que se olvidaba de algo importante cuando tomó su bolso y lo pasó sobre su cabeza y hombro, pero al no recordar nada, incluso después de haber pasado la mirada varias veces por el lugar, sólo se encogió de hombros y salió de su pequeña casa hecha de corales y rocas, que formaban una estructura hueca como una cueva, con colores bastante llamativos, y que los resguardaba de los peligros que pudiera haber. Cada una de las casas de la aldea se parecía a la suya, pero podían ser más grandes o pequeñas, dependiendo de a cuántas sirenas o tritones vivían en ahí. Los habitantes de su aldea parecían conocerlo bien, porque cuando él salía de su casa y se encontraba con alguno, lo saludarían, y a pesar de que no recordara sus rostros o sus nombres, igualmente levantó su mano y esbozó una pequeña sonrisa cuando alguien lo saludó. —Jaen, querido, ¿a dónde vas? Sus ojos se ampliaron por la sorpresa cuando vio a una hermosa sirena delante de él. Su cabello largo hasta la cintura y su cola, eran de color coral; ella parecía conocerlo bastante bien, aunque él no sabía quién era, pero su manera de tratarlo era como si lo conociera desde siempre, sonriendo como si estuviera tratando con uno de los más pequeños de la aldea. Ni siquiera lo pensó cuando señaló hacia la salida de la aldea, y sus labios se separaron intentando decir algo, pero no tuvo tiempo de hacerlo cuando la sirena a su lado comenzó a hablar otra vez, confundiéndolo un poco mientras era arrastrado hacia los jardines centrales de la aldea. La aldea estaba conformada principalmente por una pequeña construcción de piedra a los alrededores, oculta con mucho coral, porque de esa manera se mantendrían a salvo de todo tipo de depredadores. En el interior habría casas que se parecían a las de él, alineadas una cerca de la otra y formando caminos despejados en los que pudieran nadar libremente, llevándolos a los jardines centrales de la aldea, que era el lugar en donde sucedían las cosas importantes. Jaen tenía esa percepción, como si al menos instintivamente pudiera recordar que dentro de su aldea era la zona segura y en el centro de esta, en los jardines, sucederían las cosas importantes. —Lo sé, lo has olvidado —ella habló en un tono suave y comprensivo, pero no dejó de halarlo —recuerda que hoy todos debemos estar presentes. Las cejas de Jaen se alzaron, todavía confundido, ¿presentes para qué?, fue la pregunta que pasó por su cabeza, sin embargo, la respuesta pareció llegar mucho más rápido de lo esperado, porque la sirena a su lado se detuvo cuando llegaron a los jardines, en donde había varias y tritones que miraban a una misma dirección, en donde pudo reconocer al jefe de su clan; estaba seguro que era él por lo imponente que parecía. Todas las sirenas y tritones de su aldea tenían la cola de diversos colores, como era: coral, azul, verde o celeste. Jaen tenía la cola celeste, y la amaba, porque a diferencia de la de los demás, cuando recibía la luz podría tomar una tonalidad casi gris, lo que no sucedía con la de otros y por eso la sentía tan especial, gustándole demasiado ya que sentía que era única, además de ser fuerte y permitirle nadar rápido. —Escuché que van a quedarse aquí a descansar por unos días. Aquella frase atrajo su atención otra vez, lo suficiente para reparar que frente al jefe de su clan había otro tritón, quien estaba inclinado ligeramente y parecía estar haciendo una ofrenda, así mismo le hizo notar a todas las sirenas y tritones que a diferencia de los de su clan, tenían la cola que iba de un n***o hasta un gris mediano, todos marcando la diferencia de que no pertenecían ahí. Intentó comprender lo que estaba sucediendo. El ver al jefe de su clan sonreír y agitar ligeramente de derecha a izquierda su cola verde, casi como si estuviera intentando no mostrarse emocionado. Luego este hizo un asentimiento de cabeza antes de envolver en un fraternal abrazo al tritón delante de él, como parte de su aceptación a que permanecieran en su clan. Y el anuncio a todos fue dado. Aquellos eran un clan de sirenas y tritones viajeros, todo el año se trasladaban por el océano y se asentaban por poco tiempo en el lugar que les brindaban las mejores condiciones antes de continuar su camino. Jaen estaba seguro que nunca antes los había visto, pero claro, él no recordaba ni a los de su propio clan, peor a unos peces viajeros que pudieron no haber estado más de unos cuantos días ahí. Cuando pareció que lo más importante había terminado y una celebración para los recién llegados empezó, Jaen perdió el interés en todo, nadando hacia afuera de la aldea. Esa era parte de su rutina, quizás por eso sabía a dónde ir, porque todo se había convertido en algo mecánico, aunque cuando estuvo a pocos metros lejos, no estaba seguro hacia dónde dirigirse, todo parecía exactamente igual, a pesar de que no lo era, pero en su percepción, en la de su seguridad, sí que lo era. Se encogió de hombros, restándole importancia al no reconocer el lugar, nadando sin un rumbo fijo. Quizás no tenía el instinto de supervivencia, porque cualquiera en su lugar habría regresado a la aldea que era lo más seguro si no conocía el área, o se quedaría en la segunda zona segura, la cual utilizaban las sirenas y tritones pequeños en sus primeras exploraciones al exterior de la aldea. Agitó su cola más rápido cuando vio algunas algas y aunque no tenía hambre se acercó a ellas, deteniéndose para cortar unas pocas antes de continuar con su expedición del mar. Jaen esperaba que si lo hacía a diario, al menos pudiera recordar el camino de regreso a la aldea, algo que no era sencillo, no con corales, algas, el agua tan azul por todos lados y que para él seguía luciendo exactamente igual, pero cada día se las arreglaba para volver. Sus dedos tan sólo rozaron las algas cuando algo brillante en la arena llamó su atención, y olvidándose de su comida nadó más hacia lo profundo del océano, desenterrando de la arena una pulsera dorada que a pesar de la poca luz que había parecía seguir brillando, o sólo era ante sus ojos entrenados para identificar objetos que provinieran de tierra firme, que parecían tener un magnetismo para él. Miró la pulsera con gran interés, y una brillante sonrisa adornó sus labios, porque eso le gustaba, se encontraba maravillado por las cosas que podían aparecer en mitad de la nada, como había sido en ese momento. Guardó la pulsera en su bolso que era tejido con plantas verdes y coral, y miró a su alrededor, algo confundido, ¿qué había estado haciendo antes de ver la pulsera?, se encogió de hombros, posando sus ojos en las algas que antes había rozado, y agitó su cola rápido, nadando hacia ellas, tal vez podría cortar algunas para comerlas después cuando tuviera hambre, sí, no eran tan deliciosas como cuando las acababa de cortar, pero no sabía si encontraría otras en su expedición. Tan sólo rozó las algas cuando un par de ojos aparecieron al otro lado de estas, sorprendiéndolo y haciendo que retrocediera, viendo como surgía un tritón al otro lado de las algas. Este tenía el cabello castaño obscuro y algunos mechones un tono más claro, llegando hasta sus hombros y era recogido por la mitad; sus ojos eran de color miel, su mirada tan intensa que algo dentro de Jaen le decía que nadara por su vida, y a pesar de eso no se movió, todavía sorprendido por el otro tritón. La mirada de Jaen pasó por el torso del tritón, como si estuviera hipnotizado por su repentina aparición. Su piel era bronceada que parecía haber sido besada por el sol, tan diferente a la suya que era muy blanca, pero esa diferencia no le quitaba su hermosura, pareciendo incitarlo a que la tocara, ¡y su cola! era de un gris obscuro que casi parecía negra. La cabeza de Jaen se movió un poco hacia la izquierda, mostrando confusión, estaba seguro que nunca había visto un tritón igual, ¿o tal vez sí?, daba lo mismo, no recordaba a nadie con las características de quien tenía en frente, el cual era un perfecto desconocido, y a pesar de eso no estaba huyendo como su instinto le decía que lo hiciera, parecía hipnotizado, ¿ese tritón tenía poderes que lo hacían actuar así? —Hola, soy Lior. Con escuchar la profunda voz, Jaen estaba seguro de que se encontraba suspirando, era como si hubiera lanzado un hechizo sobre él que lo hizo actuar sin pensar, nadando lento más cerca del tritón de nombre Lior, y su mano se posó en el centro de su pecho, levantando sus ojos azules claros hacia los miel del otro, sí, ese tritón debía de ser un hechicero, porque él estaba seguro que no actuaba así con todos los desconocidos, solía ser cauteloso. —Jaen —susurró su nombre en un suspiro. Se inclinó ligeramente hacia adelante, hundiendo su nariz en el pecho de Lior, sintiéndose seguro de que su aroma no lo había sentido nunca antes, era nuevo e indescriptible, pero le gustaba, era como si lo adormeciera y, podría quedarse así todo el día, estando maravillado de hacerlo, ¿por qué actuaba de esa forma con un desconocido?

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