Me quedé sobre la mesa/potro, solo respirando, recuperándome de lo que significaba lo que había pasado. A partir de ahora iba a ser la sumisa de Lobo. Durante seis meses. Si tenía en cuenta mi forma de ser y, por otro lado, cómo había ido esta sesión, el siguiente medio año de mi vida podría pasar como si fueran décadas o como si fuera solo un suspiro. Aunque, a juzgar por la sensación en mi estómago y la manera en que se apretaban aún mis músculos vaginales, podía predecir que se iba a ir más por la segunda opción. Álvaro apareció en mi campo de visión. Acercó su mano hasta las pinzas que aún apretaban mis pezones. En un movimiento rápido me quitó la pinza del pezón derecho. Un latigazo de dolor acudió a mi pecho, haciéndome jadear por la impresión. Aunque sabía perfectamente que esto

