POV DE LUNA
Cuando bajo del segundo piso, encuentro a Stefano saliendo del despacho con Saraí, la madre de Jonathan, cuyo nombre descubrí al llegar, cuando Stefano la llamó así en el saludo. Ambos me miran con intriga y sospecha mientras desciendo por la escalera, sintiendo cómo sus ojos penetrantes examinan cada detalle de mi lenguaje corporal.
La tensión en el ambiente podría cortarse con un cuchillo, y me pregunto. ¿Se nota en este rostro y en mis gestos inseguros que no pertenezco realmente a este cuerpo que ahora habito como una intrusa invisible?
—¿Qué hacías ahí arriba? —cuestiona Stefano entre dientes apretados.
—Yo… subí porque se me quedó algo importante en la habitación —miento descaradamente, intentando mantener la compostura. Soy experta en fabricar excusas creíbles. Siempre tenía una mentira perfectamente y convincente para mis anteriores empleadores cuando llegaba tarde al trabajo por circunstancias que prefería no explicar, o cuando necesitaba salir antes.
—¿Y dónde está lo que fuiste a buscar que no pudiste solicitar a un empleado te pasara? —carajo, este ser humano es tan audaz e intuitivo que parece imposible de engañar. Sus ojos entrecerrados parecen leer cada pensamiento culpable que atraviesa mi mente.
Silencio incómodo que se extiende eternamente. Nerviosismo que me traiciona con cada segundo que pasa, y más silencio es lo único que puedo ofrecer mientras mi mente trabaja frenéticamente buscando una respuesta, consciente de que no tengo nada que mostrar para respaldar mi excusa improvisada.
—Era mi celular, por supuesto —lo saco rápidamente de la pretina donde lo tengo guardado, mostrándolo como evidencia—. Se me había quedado olvidado allí arriba y necesitaba recuperarlo para responder unos mensajes a mis amigos.
No puedo revelarle a Stefano que subí a visitar a Jonathan, y a informarle que estaba en casa esperando, que quería hablar sobre nuestra situación, cuando claramente Stefano no me pidió en ningún momento que hiciera semejante cosa. Solo me había ordenado que permaneciera quieta y callada en la sala, hasta que él terminara su reunión y saliera para darme nuevas instrucciones. Pero yo, quería que Jonathan Hamilton bajara, hablara con Stefano sin intermediarios y llegaran a un acuerdo razonable sobre este matrimonio, donde me permitieran quedarme en esta casa, porque intuyo que es lo que Dakota habría deseado con toda su alma, además, porque me siento asfixiada y amenazada en la otra mansión. Sin embargo, no quiso bajar a pesar.
¿Cómo iba a hacerlo, si al pobre hombre lo molieron a golpes y le resultaba doloroso incluso pararse sobre sus propios pies? Pude notar cómo parecía un anciano intentando incorporarse, sobre todo, caminando como si tuviera reuma avanzada en cada articulación de su cuerpo.
—Stefano, cuando Jonathan esté mejor podremos reunirnos para llegar a un acuerdo satisfactorio para todas las partes involucradas —interviene la suegra de Dakota (o sea, técnicamente mía ahora) con voz conciliadora, intentando aliviar la tensión.
—Ok. Estaremos en contacto, entonces —responde Stefano con fría cortesía, como si estuviera cerrando un negocio cualquiera y no discutiendo el futuro de un matrimonio.
Tras despedirse formalmente de Saraí con un apretón de manos, Stefano me indica con un movimiento brusco de su cabeza que lo siga sin demora. A regañadientes evidentes y arrastrando los pies salgo de la mansión, porque la perspectiva de estar nuevamente encerrada en la otra residencia no me agrada en absoluto, principalmente por la presencia de mi supuesta hermana y especialmente por su esposo, que me da mala espina con cada mirada que me dirige.
POV DE STEVEN
Desde el día de ayer, esa mujer no ha dejado de preguntar por qué tiene una herida en el vientre que no recuerda haberse hecho, ni de solicitar hablar con un tal Jonathan que parece ser importante en su vida, y otros nombres desconocidos, los cuales desconozco que existan en nuestro círculo social. Incluso, se volvió histérica e incontrolable cuando la llamé Luna Roberts, asegurando entre gritos que no era tal persona, que alguien había cometido un terrible error.
Tuve que inyectar un potente sedante en el suero intravenoso que estaba conectado a su cuerpo, para que finalmente dejara de chillar y gritar como una completa desquiciada, alterando la tranquilidad de toda la casa. En serio que las mujeres histéricas y chillonas siempre me han puesto de pésimo humor y me hacen perder la poca paciencia que poseo.
Estoy concentrado en mi despacho privado, revisando algunos papeles confidenciales cuando el sirviente principal me informa que mi hermana ha llegado a la mansión.
—Déjala pasar —ordeno con tranquilidad.
Salgo del despacho para esperarla en la sala principal.
—¿Qué haces aquí a esta hora? —le pregunto luego de saludarla con un abrazo formal.
—Tengo una aquí bajo mi responsabilidad médica, y tengo la obligación de revisarla personalmente —responde con determinación.
—Tu trabajo ya terminó. Era salvar a esa mujer de una muerte segura. Ya lo has hecho como siempre. Del resto me encargo yo con mi equipo.
—Steven, ella puede estar temporalmente fuera de peligro, pero necesita de cuidados médicos profesionales. Y conociendo tu legendaria poca paciencia y tu notable falta de empatía con los enfermos, sinceramente no creo que seas precisamente el enfermero calificado que necesita —argumenta.
—No la verás. Este asunto está fuera de discusión.
—¿Por qué? ¿Qué es lo que está pasando con esa mujer? ¿Por qué te empeñas en que no me vea? —cuestiona con intuición.
Nadie en este mundo puede saber jamás que ella sigue con vida, y que está escondida en esta ciudad bajo mi protección. Ese infeliz no puede arrebatarme nuevamente a mi hermana después de todo lo que he sacrificado por recuperarla. La vida feliz que ella vivió con él, fue únicamente durante el confuso período donde ella había perdido la memoria de su verdadera identidad, y me había olvidado totalmente tras ese accidente que tuvimos en nuestra turbulenta adolescencia, cuando intentábamos escapar de nuestros demonios. Después de muchísimos años buscándola por cada rincón del país, al fin la encontré, y fue precisamente en otro accidente, cuando ella intentó escapar de mí, asegurando no conocerme, pero tras ese golpe en su cabeza, milagrosamente volvió a recordarme como su amado hermano, y se olvidó de él y de esa vida falsa que había construido.
Para ella, Stefano Wilson no existe, nunca existió en su realidad. Ese supuesto amor que sintió por él, se esfumó con sus recuerdos. Y honestamente es mejor así para todos, porque de lo contrario, le tocaría elegir entre él y yo, y lo que menos deseo en este mundo es que tenga que sufrir innecesariamente por abandonar a uno de los dos hombres que ama.
—¿Recuerdas que te expliqué que estuviste secuestrada por algunos años en una vida falsa? —asiente con expresión confundida— Pues temo que esa mujer sea parte integral de esa familia criminal, y solo haya llegado a mi vida, para intentar volvernos a separar. Temo que te lleven de nuevo lejos de mi vida, dónde no pueda verte ni, protegerte.
—Yo jamás voy a dejarte, hermano —toma mis manos—. Siempre estaremos juntos, se lo prometimos a nuestra madre en su lecho de muerte, y así lo haremos hasta nuestro último aliento. Nada ni nadie en este mundo podrá separarnos nuevamente, Steven. Te lo juro por lo más sagrado.
Ella me mira con ojos iluminados, llenos de confianza y devoción, pero su expresión se entristece cuando apartó mis manos y le doy la espalda para que no pueda ver el conflicto en mi rostro.
—Es mejor que te vayas, y dejes de venir a esta casa peligrosa —solo manteniéndose alejada estará segura de las consecuencias de mis actos.
—¿Por qué en vez de impedirme venir y estar cerca de ti, no abandonas este trabajo peligroso que te está consumiendo, Steven? ¿Por qué no volvemos juntos a nuestro pueblo natal, vivimos en nuestra cabaña familiar como cuando mamá estaba viva y éramos felices?
—Porque ya no se puede regresar al pasado. Porque debo encontrar al hombre que nos arrebató cruelmente a la única familia verdadera que teníamos, y no voy a descansar ni un solo momento hasta encontrarlo y hacerle pagar por todo nuestro sufrimiento.
—Steven, por favor recapacita…
—Vete ahora —musito entre dientes apretados, con el dolor punzante en mi pecho como una herida que nunca cicatriza—. Sigue adelante. Sigue salvado las vidas de los demás, mientras yo sigo quitando cada una de las que se interponen en mi camino y me impiden llegar hasta ese maldito hombre que destruyó nuestra familia.
—¡Por favor Steven, escúchame por una vez…!
Un grito desgarrador y aterrador proviene de la habitación del fondo, interrumpiendo nuestra discusión. Ella, que llora por mi cruel petición de que se mantenga lejos de esta casa y de mis asuntos, intenta correr hacia el origen del sonido, pero la detengo bruscamente sujetándola con fuerza por el brazo.
Solicito a uno de mis hombres de confianza que la saque de aquí contra su voluntad si es necesario, y procedo a ir personalmente a la habitación para ver qué demonios está ocurriendo ahora.
Aquella mujer no está en la cama donde debería permanecer, sino que la encuentro aterrorizada en el baño adjunto, tocando su rostro con manos temblorosas como si viera un fantasma en el espejo.
—¡No soy yo! ¡Este no es mi verdadero cuerpo! ¿Dónde está mi cara original, mi propio cuerpo? ¿Dónde estoy yo? —grita histéricamente mientras golpea el espejo.
Qué loca desquiciada, parece que la maldita bala no solo atravesó su cuerpo sino que le dañó hasta el último rincón funcional del cerebro.