Capítulo uno: Condiciones al Rey.

2710 Words
Capítulo uno: Condiciones al Rey. 25 de febrero del 2007 Odio las fiestas en sociedad. Estamos a tres horas del reino, acabamos de llegar pero ya quiero largarme de aquí. Ni siquiera me dejaron traer las cosas que me gustan y ni hablar de como voy vestida. No puedo quejarme porque el día de hoy mi padre está de muy buen humor y por ello, y a petición de mi madre, haré mi mejor esfuerzo por comportarme. Una niña de cabello rubio se sienta a un lado de la mesa y mira a su alrededor con los ojos bien abiertos, como si estuviera pendiente de algo. Lo que más me llamaba la atención de ella era su rubia cabellera y su piel de porcelana, parecía una muñequita de porcelana con las mejillas sonrojadas. – ¿Estás bien?– ella nota mi presencia y me mira asustada pero asiente lentamente. – Si… – Me gusta tu anillo– ella sonríe un poco y me tiende su mano para que pueda verlo mejor. El anillo le queda un poco grande y tiene una piedra azul al medio. – A mí me gusta tu collar– la pequeña señala mi collar con su dedo, decido imitarla y me acerco para que lo vea. Al inicio parece dudar en inclinarse y se queda quieta a mi lado, pero después se anima y empieza a tocar la cadena con su dedo. Veo que comienza a sentirse más confiada porque ya no se veía tan tensa como hace unos minutos. – ¿Cómo te llamas? Es la primera vez que te veo en una de estas fiestas–le pregunto queriendo saber un poco más de ella. –Bonnie. Es la primera vez que vengo a una fiesta-confiesa algo apenada. – Bonito nombre, yo me llamo Krystal– le extiendo mi mano en forma de saludo. La niña despega su mirada del collar y me regala una tierna sonrisa mientras me toma la mano. –Bueno Bonnie, déjame contarte un secreto-hago un ademán con mi dedo para que se acerque más a mi y le susurro cerca a su oído– Eres la única persona que me agrada de esta fiesta. Creo que nos llevaremos muy bien en adelante– al terminar Bonnie me toma de la mano sonriendo provocando que se resalten los hoyuelos en sus mejillas. Krystal – ¿Qué se supone que vas a hacer?– pregunta Bonnie. – Te dije que romperle la pierna estaba mal, rayarle su amado auto era la mejor opción– dice Addison tirándose en mi cama mientras que Bonnie concentrada se pintaba las uñas de un rosa pastel. – ¿Qué no le rayó ya antes el auto a Henry?– dice esta última haciendo que recuerde el otro intento de mi padre por emparejarme. – Cierto, eso ya es reciclar ideas– dice Addison. – Eso ya no importa, el problema es mi padre. No quiero irme y mucho menos alejarme de ustedes pero si logran descubrirme, tendré que casarme con uno de sus candidatos. Les conté absolutamente todo a mis amigas. Ellas, más que unas amigas, eran como unas hermanas para mí. Unas hermanas muy raras pero a quienes amo con todo el corazón. Bonnie luce como un ángel, pero una vez que la conoces terminas dándote cuenta que es todo lo contrario. Tiene las ideas más locas y descabelladas que he podido conocer, ella simplemente es única. También tiene una muy buena intuición y siempre me aconseja en los momentos en los que necesito ser racional. Ella es una princesa vecina de Lenchister. Su madre es una de las mejores reinas que ha podido tener su reino, aunque quizás no haya sido la mejor madre para ella. ¿Su padre? Bueno, ella en realidad no lo conoce, la reina Samantha nunca le dijo nada al respecto. Físicamente, Bonnie tiene una piel muy pálida y su cabello es rubio pero en un tonalidad muy clara. Sus ojos grandes y verdes son los que más destacan en su rostro. Sus facciones lucen muy delicadas, en especial su nariz, ya que todos asumen que ha pasado por alguna cirugía para que quede así de perfecta. Bonnie puede nadar en azúcar y amor, mientras que a Addison es capaz de cortarte la lengua si empiezas a hablar de ello. Ella es como un demonio que te lleva por el mal camino pero es mi mayor confidente junto a Bonnie. Addi no es una princesa pero sí una condesa, su padre y el mío son mejores amigos desde hace varios años. Es una bella morena con ojos marrones, es la más alta del grupo y tiene un buen cuerpo, un físico que Bonnie y yo envidiamos pero que ella prefiere no exhibirlo. –Creo que deberías de hablar con él– dice Bonnie al acercarse a mí para después sentarse al lado mío en mi cama– Sé que para ti es muy difícil confesar el cómo te sientes pero esta vez deberías ser sincera con tu padre. Quizás al escucharte pueda cambiar de opinión, no pierdes nada al intentarlo. –Yo pienso que deberías irte y conseguir muchos candidatos por allá, si yo fuera tú ya me hubiera ido hace tiempo– dice Addison al sentarse a mi otro lado. ¿Ven a qué me refiero? Mi ángel queriendo lo mejor para mí y mi demonio llevándome a la perdición. – No es tan fácil, si decido irme estaría dándole la razón a él y si me quedo, quedaría como una cobarde- me paré de la cama y salí de mi habitación. La única a la que necesitaba escuchar en este momento era Nanabanana. Bajé los escalones discretamente hasta la cocina, apenas di un paso dentro y ya podía sentir todos los aromas que provenían del salón. Abrí un poco la puerta para que aún no notaran mi presencia y vi que todo el personal se encontraba preparando los platillos para el almuerzo, desde sopas, guisos, como también panes y tartas. Al rey no le gustaba que bajara a hablar con la servidumbre, raras costumbres suyas a decir verdad, pero a mí no me interesaba lo que él opine. Todos los empleados del castillo son amigos míos y no veo lo malo en ser atenta y cordial con ellos. Al entrar por completo todas las muchachas voltearon a verme para después comenzar a saludarme. Vi a Nanabanana y me acerqué a ella, la abracé por la espalda haciéndola sobresaltar. –Majestad, sabe que su padre le prohibió la entrada aquí– la solté para ponerme a su lado. –Él no tiene por qué enterarse, además quiero uno de los consejos de la mejor persona de esta maldita cárcel. –Ay niña, siempre intentando sacarle canas blancas a su padre, ¿Qué pasó esta vez? Venga, siéntese– me senté donde me dijo y le comencé a contarle todo. Ella siempre ha sido mi confidente dentro del palacio. A mi madre nunca le pude contar mis secretos o hablar de mis sentimientos, y no es que no confíe en ella sino porque se lo cuenta todo a mi padre. Y bueno a él no le puedo decir nada porque es un amargado y peor ahora que se le ha metido en la cabeza la idea de que debo conocer a todos los hijos de los reinos. Nanabanana es como una segunda madre para mí, me da buenos consejos y me riñe cuando me porto mal, lo cual es muy seguido. Al terminar de contarle todo lo que pasó a Ana esta se quedó boquiabierta por unos segundos con los ojos abiertos de par en par. Ya después de haber sacado todo mi vomito verbal, cojo una manzana como si nada y le doy un mordisco. –¿No vas a decir nada?– le pregunté a Ana pues ya habían pasado un par de minutos y ellas seguía en la misma posición. –Es que su majestad esta vez sí se excedió. Usted conoce al rey y sabe que él no tiene mucha paciencia, y aún así hace eso. – Pero ¿Qué querías que hiciera?, ése muy hijo de su madre quiso tocarme los pechos y por eso tuve que ponerlo en su lugar. – Está mal lo que hizo ese jovencito, pero ¿No le explicó al rey las verdaderas intenciones del joven Hinault? – No pude, ni siquiera me dejó hablar–dejo la manzana de lado y me siento en uno de los tantos bancos que había en la cocina. Me apoyo sobre la mesa cruzando mis brazos y apoyo mi cabeza en ellos. Cierro los ojos sintiéndome frustrada y dejo caer un largo suspiro– ¿Qué crees que debo hacer, Ana? –La respuesta no está en mí, mi niña, está en usted. Esta es una oportunidad para demostrarle al rey lo mucho que ha madurado y que puede tomar una decisión digna de una princesa- levanto la cabeza tras terminar de escucharla y la veo mirarme con compasión. Odiaba que me miraran de esa forma pero sus palabras se quedaron rondando en mi cabeza. Quizá no sea mala idea el volver a hablar con mi padre para mostrarle lo capaz que puedo ser de hacerme valer por mi misma. Soy Krystal, la princesa de Lenchister, y no me convertiré en la vergüenza de la familia ni tampoco para el reino. Si bien es cierto siempre he desobedecido las leyes y las órdenes de mi padre, pero esta vez le haré caso y me iré. Me comprometeré en mis estudios y haré mi mejor intento por no ser descubierta durante mi estadía allá en Estados Unidos. Me levanto del banco y me acerco a Ana para abrazarla, ella es como mi ancla de regreso a la realidad. – Gracias Nanabanana– le susurro para después apoyar mi mejilla sobre su hombro. – Ya le he dicho que no me llame con ese nombre– me responde reprochándome. Sé que en el fondo le gusta que la llame así y esa sonrisa de cariño que veo en su rostro me lo confirma. – Te extrañaré mucho. –Yo igual, su majestad. Vaya a empacar y no pierda más tiempo. Cuídese mucho– Ana me toma del rostro y me da un beso en una de mis mejillas. Termino de despedirme de todo el personal en la cocina y salgo directo a mi habitación. Al llegar encuentro a Bonnie y Addison discutir, no me sorprendí ya que esta no era la primera vez que las encontraba en esta situación. Recuerdo que en una de sus tantas peleas tuve que separarlas antes de que empezaran a lanzarse cosas. –¿Por qué siempre quieres controlarlo todo? No sé como rayos llegué a ser tu maldita amiga– dice Addison casi gritando. –Yo no quiero controlar nada, solo digo lo que va a estar bien o mal. Y por cierto, en el fondo sabes que eres mi amiga porque para ti soy como un salvavidas que evita que te ahogues en tus problemas. – Ya basta ustedes dos– las interrumpo antes de que comience la masacre. Las dos voltean a verme más ni una tiene intenciones de responder. Me acerco a mi tocador para sacar algunos objetos que quiero llevar en mi bolso de mano, ya mis prendas y el resto de mis pertenencias lo empacarán las mucamas. – ¿Qué haces?– pregunta Addison siendo la primera en romper el silencio entre nosotras. Saco el cofre con el collar que me regaló mi abuela del cajón de mi tocador y lo guardo en mi bolso. No soy de las personas que le gusta usar excentricidades pero este collar es el regalo más significativo que me ha obsequiado mi abuela. Además es lo único que me queda de ella después de su muerte hace cuatro años, jamás lo dejaría. –Estoy empacando– les respondo mientras las miro de reojo. –¿Empacando has dicho?– veo a Addison frunciendo el ceño. – Sí, ni modo que me vaya desnuda. Soy hermosa desnuda, no voy a negarlo, pero no les voy a dar el privilegio de verme así– le guiñó un ojo. –Pensé que le daríamos pelea a tu padre. No puedes irte– Addison se acerca a mí y toma mis manos, deteniéndome. –Addison tiene razón, debe haber otra forma de arreglarlo. Ya encontraremos otra manera, Krystal. No puedes dejarnos– Bonnie me agarra por los hombros. A ella no le gustan las despedidas. Es capaz de tener un ataque de pánico y sus ojos me dicen que si no la tranquilizo, puede tener uno en cualquier momento. El mayor temor de Bonnie es que la abandonen, tiene muchas pesadillas al respecto pero no recuerda que originó ese miedo en ella ya que es algo que la ha acompañado desde que era pequeña. –Chicas, la decisión ya está tomada y no hay nada que pueda hacer para que él cambie de parecer. Quiero demostrarle que puedo cumplir con su castigo, ya es momento de demostrarle que soy mucho más que su hija descarriada y rebelde. Además Bonnie, no estarás sola, ambas se tienen la una a la otra, sólo tienen que dejar de crear peleas por cosas tan insignificantes y ser más pacientes entre ambas. De igual manera, seguiremos en contacto cada día y las llamaré cuando menos se lo esperen. No se desharán de mí tan fácilmente. Veo como empieza a relajarse pero puedo notar como sus ojos comienzan a llenarse de lágrimas. Me acerco a ella y la abrazo, Addison también se une a nosotras y la abraza por la espalda. –Entonces… ¿Si te irás?– Addison me mira con ojos de cachorro tras la pregunta de Bonnie. – Sí, tengo que hacerlo. –Bueno, al menos déjanos escoger tu vestuario para que pases desapercibida– mis amigas comienzan a rebuscar entre mi armario y les digo que cuando terminen me ayuden a acomodar las cosas mientras voy al despacho de mi padre. Ya al llegar a su puerta los guardias me anuncian dejándome pasar. Lo encuentro en su escritorio con el ceño fruncido revisando unos papeles. Al sentir mi presencia dirige sus ojos a los míos. –Vengo a aceptar tu castigo, iré a donde tú me ordenes– él se levanta de su escritorio. – Espero no recibir ninguna queja, de lo contrario ya sabes lo que pasará. – No las habrá. ¿Cuándo me iré? – Mañana a primera hora. – Está bien, pero con una condición– tras escucharme mi padre arquea una ceja. –¿Condición? No estás en condición de pedir cosas, Krystal. – Lo sé, pero sólo escúchame esta vez. Si no logro ser descubierta hasta terminar mi último año de carrera, podré tener la opción de escoger a mi futuro esposo. –Eso no es aceptable– se para de su silla para quedarse en su mismo lugar cruzándose de brazos. –Tú dices que la mejor opción no siempre parece ser la correcta a primera vista y que sólo los buenos reyes toman sabias decisiones. Déjame probarte que puedo cumplir con este deber y te prometo que podré ser la reina que deseas que sea. Tan solo te pido que me concedas la libertad de escoger a alguien realmente merecedor de ser mi esposo. Tienes mi palabra. De no ser así, ya sabes que hacer. Tras escucharme se queda unos minutos meditando mis palabras. Camina alejándose de su escritorio y se posiciona al frente mío, su mirada sigue siendo seria pero ya puedo verlo menos tenso a comparación del inicio de nuestra conversación. Nos quedamos en esa misma posición por unos segundos que parecieron eternos, dejando que nuestras miradas sean las protagonistas de este acuerdo hasta finalmente mi padre estira la mano y la extiende hacia mí. –Acepto– pronunció firme y sin agregar nada más. Le respondo estrechándole la mano pactando nuestro acuerdo. Acabo de firmar una sentencia y espero que no sea de muerte porque si algo sale mal, yo misma buscaré el árbol más cercano para colgarme. Sólo tengo que seguir el plan y todo saldrá bien, o al menos eso espero.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD