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El taxi avanzaba por las calles de Toronto, pero mi mente seguía atrapada en esa mansión y, más aún, en Iván. Todo en él me gritaba "peligro", desde la manera en que pronunciaba mi nombre hasta la forma en que sus ojos parecían perforar mis defensas. Pero, ¿qué era exactamente lo que me atraía de ese hombre? Tal vez era su misterio, o quizás el desafío que representaba. O tal vez era algo mucho más simple: una necesidad desesperada de que este proyecto resultara ser la salvación que Milagro y yo tanto necesitábamos.
—¿Señorita, está bien? —preguntó el taxista, interrumpiendo mis pensamientos.
—¿Eh? Ah, sí, sí. Perdón, estaba… pensando en el trabajo —mentí, aunque no del todo.
—Eso es lo que pasa cuando uno trabaja demasiado. A veces, hay que relajarse un poco, ¿sabe? —dijo el conductor con una sonrisa amistosa a través del retrovisor.
Asentí, aunque en realidad, relajarse era lo último que podía permitirme en ese momento. Llegamos al apartamento y le pagué al taxista con el último billete de veinte dólares que tenía en mi cartera. Mientras subía las escaleras, mi estómago gruñía recordándome que había olvidado comer todo el día.
Cuando entré, Milagro estaba en el sofá, envuelta en una manta y mirando un reality show donde un grupo de gente se gritaba en una cocina. Apenas cerré la puerta, su atención pasó de los gritos en la pantalla a mi rostro.
—¿Y bien? —preguntó, sin rodeos, apagando el televisor.
—Fue… intenso —respondí, soltando un suspiro mientras me dejaba caer en el sillón junto a ella.
—¿Intenso? ¿Cómo de intenso? ¿Del tipo "oh Dios mío, es el trabajo de mi vida" o "oh Dios mío, este tipo me va a matar"? Porque, Vi, tienes esa cara de que no estás segura de si acabas de salvarnos o nos has condenado.
—Un poco de ambos, en realidad —admití, quitándome los zapatos y masajeándome los pies—. La mansión es increíble, y el trabajo que quiere que haga también. Pero Iván… Milagro, él es… complicado.
Milagro se echó a reír y me dio un codazo. —Vaya, eso suena a que alguien te impresionó más de lo que esperabas. ¿Qué tan complicado es, en una escala del uno al? "Creo que necesito un trago para procesar esto"
—Definitivamente, un trago —respondí, riendo también. Aunque sabía que mi risa escondía más nerviosismo que otra cosa.
Milagro se levantó, fue a la pequeña cocina y volvió con dos vasos de vino barato que habíamos comprado para las "emergencias", como nos gustaba llamarlas. Me pasó uno y levantó su vaso para brindar.
—Por no morir en el intento —dijo con su tono dramático característico.
—Por no morir de hambre, más bien —contesté, brindando con ella.
Después de unos sorbos y una pausa para que Milagro me pasara una pizza recalentada del refrigerador, continué contándole los detalles de mi día. Describí la mansión con tanta precisión como pude, desde las paredes con molduras doradas hasta los ventanales que dejaban entrar una luz fría y distante. Le conté cómo Iván había aparecido de repente, y cómo su sola presencia parecía cambiar la temperatura de la habitación. Incluso le describí lo molesta que estaba por no haber pedido algo para beber mientras él me ofrecía… absolutamente nada.
—Así que el tipo te tuvo caminando por su palacio como si fuera una especie de guía turístico emocionalmente distante, y ni siquiera te ofreció agua. Genial —comentó Milagro, rodando los ojos—. ¿Y qué te dijo al final?
—Que el proyecto era importante para él y que esperaba que yo lo entendiera —contesté, intentando imitar su tono grave—. Fue extraño, como si me estuviera advirtiendo de algo… o probando.
Milagro tomó un sorbo largo de su vino, pensativa. —Vi, no quiero ser pesimista, pero esto me huele raro. Ya sabes, raro de mafia. ¿Seguro que sabes en lo que te estás metiendo? Sabes que he visto muchas telenovelas y series, uno se puede esperar de todo.
Me encogí de hombros, sabiendo que ella tenía razón, pero sin querer admitirlo en voz alta.
—Lo sé, Mili, pero… no puedo dejarlo pasar. Si este proyecto sale bien, estaremos cubiertas por meses. Y no puedo negar que hay algo en todo esto que… me atrae. Es como si estuviera a punto de descubrir algo grande, ¿entiendes?
—Eso es porque eres una adicta a los retos, Vi. No puedes ver un misterio sin querer resolverlo —dijo con una sonrisa, aunque sus ojos seguían mostrando preocupación—. Solo prométeme que no te dejarás arrastrar demasiado por esto. A veces, lo que parece un desafío emocionante termina siendo un desastre.
—Lo prometo —dije, aunque sabía que era una promesa difícil de cumplir.
*
Terminamos la noche viendo películas tontas y comiendo más pizza, pero mi mente no dejaba de regresar a la mansión, a Iván, y a esa sensación de que algo grande estaba por suceder. Sabía que no sería fácil, pero estaba decidida a demostrarme que podía manejar lo que fuera que se me presentara. Después de todo, había llegado hasta aquí sin rendirme.
**
Los siguientes días fueron una mezcla de trabajo intenso y una espera constante. Iván no se comunicaba directamente conmigo, lo cual me extrañaba, pero su equipo me enviaba correos electrónicos con instrucciones precisas. Yo pasaba horas revisando los planos y seleccionando materiales, tratando de anticipar lo que él podría aprobar o rechazar. La perfección era el mínimo aceptable en este proyecto.
Una tarde, justo cuando terminaba de ajustar unos detalles en el diseño de la sala principal, recibí una llamada de un número desconocido. Miré la pantalla con el ceño fruncido antes de contestar.
—¿Señorita Harper? —la voz al otro lado de la línea era grave y familiar.
—Sí, ¿quién habla?
—Iván. Necesito que venga a la mansión mañana por la mañana. Hay algo de lo que debemos hablar en persona.
Mi corazón dio un vuelco, aunque no estaba segura si era por el tono en su voz o por la inesperada cercanía que sentí a través del teléfono.
—Por supuesto. Estaré allí a las nueve —respondí, tratando de sonar más tranquila de lo que me sentía.
—Bien. Hasta entonces.
Y colgó. Sin despedidas, sin explicaciones. Era tan críptico como siempre, pero ahora había algo más en su tono. Algo que no lograba descifrar, pero que me inquietaba.
Esa noche, a pesar de estar exhausta, no pude dormir. Milagro roncaba suavemente a mi lado, mientras mi mente corría por escenarios posibles. ¿Qué podía querer Iván conmigo a solas en la mansión? ¿Había algo mal con el proyecto? ¿O había algo más en juego, algo que no alcanzaba a entender del todo?
Cuando finalmente me quedé dormida, tuve un sueño extraño en el que caminaba por un laberinto de habitaciones, todas decoradas de forma opulenta, pero vacías. En cada habitación, la sensación de que alguien me observaba era abrumadora, pero nunca lograba encontrar a esa persona.
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La mañana siguiente llegó demasiado rápido. Me desperté antes de que sonara la alarma, con la sensación de que me faltaba el aire. Me arreglé con cuidado, eligiendo un traje formal, pero cómodo, algo que me hiciera sentir segura. Si Iván quería discutir algo importante, yo estaría preparada.
El viaje hacia la mansión fue igual de largo que la primera vez, pero esta vez el nerviosismo era mucho más palpable. Cuando llegué, el mismo portón imponente me recibió, y tras una breve espera, un guardia me dejó pasar.
Iván me esperaba en la entrada, su postura relajada pero su mirada tan intensa como siempre. Algo en su semblante me indicó que lo que estaba por suceder no sería un simple intercambio profesional.
—Gracias por venir, señorita Harper —dijo mientras me guiaba hacia el interior de la mansión, esta vez en completo silencio.
Me llevó a una habitación diferente, una biblioteca que parecía sacada de una novela gótica. Las paredes estaban cubiertas de libros antiguos, y un gran ventanal dejaba entrar la luz gris del día. En el centro de la habitación, una mesa de madera oscura estaba preparada con dos tazas de café.
—Por favor, siéntese —me indicó, señalando una de las sillas frente a la mesa.
Me senté, algo sorprendida por el cambio de escenario. El ambiente en la biblioteca era mucho más íntimo, más personal, y sentía cómo la tensión en mi estómago aumentaba. ¿Por qué había elegido este lugar?
—¿Café? —ofreció Iván, sirviendo dos tazas antes de sentarse frente a mí.
¿Qué? El hombre tacaño me está ofreciendo algo, ja, ja, ja, ¿será que es brujo y se enteró de lo que pienso de él?
—Gracias —dije, tomando la taza, aunque mis manos estaban tan frías que dudaba poder sostenerla mucho tiempo.
Iván tomó un sorbo de su café antes de hablar, su mirada fija en la mía.
Nooo, esto me pone nerviosa, ¡ya deja de verme!
—He estado revisando el progreso del proyecto, y debo decir que hasta ahora, todo ha sido satisfactorio, pero hay algo más que necesito discutir con usted, algo que va más allá del trabajo en la mansión.
Sentí que mi respiración se detenía por un segundo. No era lo que esperaba escuchar. Intenté mantener la calma y asentí, animándolo a continuar.
—Sí, puede continuar.
—Entiendo que ha oído rumores sobre mí, señorita Harper. Es inevitable en mi posición. Lo que quiero saber es qué piensa usted de todo esto. ¿Cree que es capaz de manejar el… entorno en el que se está adentrando?
¿Hablar de él?
—¿Hmmm? Bueno, no he escuchado más que es un hombre adinerado, serio, mujerieg… Eh, eso lo dejamos a un lado, creo que lo que digan de usted es lo que piensan los demás y quieren que otros crean, en absoluto me importa las páginas amarillas, nada de eso, estoy aquí por trabajo y para complacer al cliente.
Su pregunta me tomó por sorpresa, pero también encendió mi curiosidad aún más. No era solo un trabajo para él, eso estaba claro, pero ¿qué estaba tratando de decirme?
—¿Mujeriego? Oh, eso es nuevo.
—Sé que este proyecto es importante, y sé que usted no es una persona cualquiera, señor Novikova. Pero lo que realmente importa para mí es hacer bien mi trabajo, y hasta ahora, creo que estoy cumpliendo con sus expectativas —respondí con cautela, intentando no revelar más de lo necesario.
Iván sonrió levemente, pero sus ojos no dejaron de analizarme.
—Es una respuesta diplomática, señorita Harper, pero hay algo más que necesita saber. A partir de este momento, su trabajo aquí la vinculará a mí de una manera más… permanente. Mis asociados, mis enemigos, todos estarán observando. Y necesito saber si está preparada para eso.
La declaración me dejó helada. ¿Qué quería decir con "permanente"? ¿Qué clase de enemigos estaba mencionando? La tensión en la habitación creció, y sentí que estaba a punto de cruzar un umbral del que no habría vuelta atrás.
—No sé exactamente qué implica eso, señor Novikova, pero estoy comprometida con este proyecto. Si hay algo más que deba saber, prefiero que me lo diga directamente.
Iván se inclinó ligeramente hacia adelante, apoyando los codos sobre la mesa, su mirada más intensa que nunca.
—Lo que necesita saber, señorita Harper, es que a partir de ahora, está bajo mi protección. Pero eso también significa que debe ser consciente de los riesgos. No hay marcha atrás.