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Megan
Tal vez es el aire otoñal que siempre huele a especias de calabaza y a hogueras en el campus. Tal vez son las celebraciones de la semana de bienvenida, no estoy segura, pero hay algo en esta época del año, que me pone melancolica, que incluso después de una década cuando yo era la que asistía a esta universidad sigue sintiendose igual.
Ahora que soy la profesora Megan Foster en la misma universidad, tengo que fingir que disfruto de las festividades de otoño.
Me siento en el área común del edificio de admisiones, un monstruo de ladrillo de un siglo de antigüedad con techos altos y barandillas de madera tallada, repartiendo bolsas de regalos con los objetos universitarios habituales; una camiseta, un llavero y una alarma personal todos con el estampado de la universidad en sus superficies, repartiéndolos a estudiantes nuevos y no tan nuevos, con una sonrisa falsa que dice que no tengo ninguna preocupación en el mundo. Pero esa sonrisa esconde el huracán que llevo dentro de mí, esa estudiante de último año de universidad, destrozada, mentida, decidida a acabar con toda esa maldita fraternidad Los Alphas. Y lo intente.
Aún tengo una copia de mi infame artículo de venganza enmarcado en casa. En aquel entonces, había sido la chica que había sido votada como la más propensa a cortar a alguien, aunque nunca lo haya hecho, pero las chicas que usaban gruesas líneas de delineador n***o para combinar con sus medias de rejilla, botas militares y corsets, con más tatuajes y piercings que extremidades para ponérselos, siempre tendían a tener mala reputación, y esa era yo, solo una expresión de lo que podía permitirme y hacer que funcionara.
Ahora me visto como una maestra: jeans, y suéteres, bufandas y botas. Dejé de teñirme mi cabello castaño, lo llevo recogido o lacio y hago ejercicio los martes y los viernes por la mañana, soy aburrida y eso me esta funcionando, hasta ahora.
—Hola Megan—
Oh, Dios, su voz no ha cambiado. Miro hacia arriba lentamente, observando cada centímetro de el que puedo ver por encima de la mesa detrás de la cual estoy sentada. Debido a su altura, que aproximadamente es entre 1.90 y 1.95 metros, puedo ver mucho, y aun así es… divino. Piernas largas, cintura estrecha, con abdominales duros como una roca que puedo ver debajo de su ajustada camisa blanca. Cabello castaño claro y ojos grises como el color del cielo nublado. Oh, Dios, sigue siendo hermoso, y mi corazón de 20 años late como un tambor dentro de mi pecho de 30.
—Ashton— intento decir su nombre con una sonrisa, pero probablemente lusco tan estreñida como me está haciendo sentir mi estomago apretado. Le acerco una bolsa y la toma antes de que pueda clavársela en el estómago. —Aquí tienes, Disfruta—
En mi defensa, no sueno como si hubiera comido piedras ni como si hubiera pasado la última década trabajando como operadora de sexo por teléfono, lo cual nunca he hecho, pero algunas veces sueno como si así fuera. Y cualquiera de las dos cosas son tan improbables como la otra, ya que él todavía me recuerda todo esos sentimientos que había inspirado antes: lujuria, atracción... amor.
Mi saludo ensayado debió ser suficiente. Al menos para mí lo fue. No necesitaba que cubriera mi mano con la de él, para que pudiera recordar su tacto. No necesito que me sonria para recordar su belleza y, por supuesto, no necesito respirar el aroma de su colonia para querer cerrar los ojos e inhalarla. Pero en ese tembloroso segundo, todas esas cosas suceden.
Me aparto de golpe porque quiero preservar mi cordura y no hacer una escena delante de las personas que controlan todo, desde mi salario hasta mi vivienda, tengo más sentido común que cualquier estupidez que mi cuerpo y mi corazón me hubieran llevado a hacer si sigo tocándolo.
Ashton enrosca los dedos alrededor de la bolsa y me sonrie. Hace diez años, me habría desmayado. Hoy soy más fuerte, y soy más inteligente. No habra ningún desmayo, al menos no hasta que esté en la privacidad de mi pequeña casa reviviendo con resentimiento cada milisegundo de este encuentro.
—Te ves bien— dice, y sonríe el muy hijo de puta. ¡¡Por que demonios me sonrie!! Pero no tengo ningún deseo de corresponderle ni de decirle lo que el mundo ya sabe.
—Gracias tú también—
Y lo vuelve a hacer. Elimina todo pensamiento consciente y todas las intenciones razonables e inteligentes de mi cerebro con una sonrisa. Hijo de puta.
—Tal vez podríamos juntarnos esta semana para recordar viejos tiempos—
¿Qué? Nuestros viejos tiempos consistieron en dos semanas gloriosas que no me había dado cuenta de que fueron gloriosas en aquel entonces, una noche en el bote de su padre y mi corazón roto. Claro que no hay manera de que me reúna con él para ponerme al día con nada.
—Claro— respondo inconscientemente. ¡¿Que?!. Rápidamente quiero taparme la boca con cinta adhesiva. ¡Dios ¿por que dije "Claro"?
—Bien, te buscare— Siempre lograba esa hazaña en aquel entonces y no tengo ninguna duda de que sabrá exactamente donde estaré cuando quiera verme.
Me dedica otra sonrisa, aquella sonrisa desgarradora que alguna vez hizo que mis rodillas temblaran y mis pelos se pusieran de punta y mi corazón latiera con fuerza queriendo salir disparado de mi pecho, luego se da la vuelta y camina hacia la puerta. Avergonzada, observo cada uno de sus movimientos. Es un hombre que no solo camina, sino que se desliza como si tuviera una nube bajo sus pies que lo impulsa hacia adelante. O tal vez es un efecto de la luz o un producto de mi imaginación. Hasta ahora, no sé cuál de los dos es.
....
Paso el resto de la tarde repartiendo bolsas y anotando nombres con lápiz antes de que termine mi turno en la mesa. No es que recuerde mucho de eso. He estado demasiado ocupada intentando y fracasando olímpicamente no pensar en Ashton como para que eso funcione.
Hay tanto que recordar, tantas cosas sobre el que pude haber olvidado si no fuera por mi corazón roto. Había logrado empujar esos recuerdos a los rincones más recónditos de mi mente, pero desde esta tarde, parace que no puedo pensar en nada más y todos esos recuerdos regresaron con una claridad impactante.
Diez años atrás....
Soy una adicta, no en el sentido tradicional del tipo que use drogas y ama el alcohol, si no en el sentido de que tengo que mirar fijamente y babear por Luka Fisher. Luka Fisher no es algo simplemente extraordinario y asombroso; es el epitome de cualquier nivel que exista por encima de lo extraordinario y asombroso. Tiene el pelo, los ojos, la arrogancia de un hombre que ya conoce su lugar en el mundo y está dispuesto a reclamarlo y a reclamar cualquier cosa que se interponga en su camino. No esta mal que sea la estrella de futbol y el líder de la fraternidad Alpha Phi. También tiene reputación de salir con Deltas, la hermandad más elitista del campus, una hermandad que me miró en primer año y me paso. Fue duro.
Luka Fisher ha hecho que más de una chica intente unirse a las Delta. Y yo no soy la excepción; me importa una mierda ser una Delta, excepto por el hecho de que, con el tiempo, Luka se las arreglaría para salir conmigo. Si, es patético, lo sé, pero eso no me impidió hacer todo lo posible para encajar con ellas. Pero, desafortunadamente para ellas yo era la chica de la escuela que solo había conseguido una beca por dificultades económicas para completar su ayuda financiera. Era la chica que compraba sus cardigans en la tienda de segunda mano y que no sabia cómo levantar el meñique cuando bebía su té de las tazas de porcelana fina. No tuve ninguna oportunidad de pertenecer. Me rendi y volví a mis botas militares y mis medias de rejilla rotas, contenta de comerme con la mirada a Luka desde lejos y odiar a las Delata desde mi pedestal en el periódico de la escuela.
Hoy estoy en mi clase de Estudios cinematográficos, más que feliz de ignorar “Mi bella dama” en la pantalla de proyección y dibujar al señor Luka Fisher y a la señora Megan Foster con los corazones y flores necesarios en la esquina de la hoja que detallaba el proyecto que debía entregarse la próxima semana.
—Hey Megan, ¿tienes un bolígrafo? — Ugh. Ashton Bailey. Otro Alpha. Casi tan lindo como Luka, pero no tan… Luka. No es rubio, pero tiene mechones de color castaño claro un poco largos y diseñados para parecer descuidados. Sus ojos no son verdes, si no grises que no bailaban ni centellan cuando sonrie. Bien. Puedo admitir que tiene cuerpo bonito. Pero no es Luka. Aunque Ashaton me hablaba de vez en cuando.
Le entrego un bolígrafo de mi bolso y luego regreso a mis garabatos.
—¿Señor Bailey? — la profesora al frente de la clase nos sonríe.
—¿Está de acuerdo o en desacuerdo? — Mierda, me alegra de que haya llamado a Ashton y no a mí. No estoy poniendo atención a lo que esta preguntando.
—Lo siento, estaba buscando un bolígrafo—
—El actor principal. ¿Narcisista o no? —
Observo a Ashton luchar. He visto esa película cientos de veces. Es una de mis favoritas. Asiento levemente, tratando de disimular, pero la profesora me atrapa. —La señorita Foster cree que lo es. Ayúdalo señorita Foster—
—Es el clásico narcisista. Su forma es la única forma, aunque la protagonista le pidió ayuda. El protagonista se convirtió en una persona importante, de modo que no tendría que ser vulnerable con su yo personal. Cambio a la protagonista en algo aceptable para él, lo que él quería que fuera, en lugar de dejar que se encontrara a sí misma y fuera feliz consigo misma—
Hablo como si estuviera aburrida, pero creo completamente en lo que estoy diciendo. —Al final de cuentas ella consiguió a su chico, pero al costo de no ser ella misma, gracias a el—
Lamentablemente, la parte de la declaración que más me impacto fue en la que ella había conseguido a su hombre. Y de ahí, tristemente, surgió la peor idea de mi vida.
Me giro rapidamente hacia Ashton, lo miro fijamente.
—Te tengo una propuesta—