NARRA NOAH
Trata de volver a hablar, pero no le doy tiempo ni para decir «pío». Le doy un empujón, trata de agarrarme, pero me le escabullo y voy hacia la puerta. Con mucha determinación, la abro y le pido que salga de una buena vez.
—Gisselle —anuncio, llamando la atención de la asistente, que en ese momento está sentándose en su silla—, desde ahora en adelante, el señor Spencer tiene terminantemente prohibida la entrada a esta oficina sin mi autorización. Cualquier cosa que quiera decirme o tenga que entregarme, que te la diga o te la dé a ti.
La chica me mira con ojos bien abiertos y llenos de desconcierto. Escucho a Kai mencionar mi nombre, pero lo ignoro.
—¿Lo has entendido? —cuestiono, irritada, al ver que Gisselle no ha respondido y se ha quedado como lela.
—¡Sí, señorita Spenc
