SUPOSICIONES Y PLANES

2689 Words
NARRA NOAH Brittany abre los ojos ampliamente, como si fueran dos platos. Está a punto de responder, supongo que para decir que sí y revelarle lo sucedido a esta chica. —¡No! No lo conocemos —intercedo, levantándome de la silla de forma escandalosa y llamando la atención de las personas que hay a nuestro alrededor. Veo la pantalla de mi teléfono, como si estuviera viendo algo, para disimular, y digo—: Tenemos que irnos, Bri. Recuerda que tenemos que hacer aquella cosa importante, que se nos ha olvidado y no puede esperar. Brittany frunce el entrecejo, en una expresión de duda, pero luego asiente y se levanta de su asiento, sonriendo con nerviosismo. —Es cierto —exclama, agarrando nuestras bolsas—. Y eso no puede esperar. —Pero... —murmura Camille, como si quisiera detenernos y decirnos algo. —Discúlpanos, Camille —digo—. Ha sido un verdadero placer conocerte, pero de verdad tenemos que irnos. Me paro frente a ella y le extiendo mi mano para despedirme. Me imita y estrecha mi mano, entonces, algo extraño sucede. Siento como una corriente, una calidez que se me hace familiar, acogedora y reconfortante. Suelto mi mano abruptamente y Camille trata de decir algo, pero no la dejo. Me giro y avanzo, alejándome de ella, porque no puedo soportar que me siga contando sobre su boda con el hombre que amo y lo feliz que será con él. Brittany me sigue a paso apresurado, coloca su mano sobre mi hombro y entiendo lo que significa ese gesto. —Estoy bien —espeto, quitando su mano de sobre mí—. No pasa nada. No me gusta demostrar mis sentimientos y tampoco quiero que Bri se dé cuenta de que por dentro me siento destrozada. «Se va a casar. Va a ser esposo de otra mujer y va a formar una familia con ella» Me siento como una verdadera idiota, porque pienso que si le hubiese dado la oportunidad, probablemente, la que estaría cerca de caminar al altar junto a él, sería yo. «Estúpida, estúpida, estúpida» Ni modo, ahora me toca tragarme mi dolor y soportar haber perdido. Al día siguiente, me encuentro sumergida en mis deberes en el hotel, para tratar de no pensar en todo lo que ha pasado y en Liam. Evito pasar por la habitación 315 y acercarme a la playa. Tomo todo tipo de precauciones para no caer en ese abismo de desolación y depresión, pensando en el hombre que se ha colado en mi sistema hasta los huesos, y que ahora no puedo tener. Sin embargo, por más medidas de precaución que tome, para mantenerlo alejado de mi mente y de mi corazón, hay una más letal que no puedo evitar: y es el hecho de que ella venga a buscarme. —Noah, hay una chica buscándote en recepción —me dice una de las recepcionistas, a través del radio transmisor. —Dile que llego en cinco minutos —contesto, pensando que es cualquier otra persona: alguna chica de las proveedoras, alguna buscando empleo, o que sé yo. Mi sorpresa, cuando llego al área de recepción y la encuentro sentada en uno de los sillones que hay esparcidos por el lugar. Mi cara de desconcierto aparece rápidamente, en cambio ella, cuando me ve, sonríe y se pone en pie para saludarme. —Hola, Noah —exclama, demasiado alegre y entusiasta—. ¿Te acuerdas de mí? Nos conocimos ayer, en... —Hola, Camille —la interrumpo, estrechando la mano que me ofrece—. Por supuesto que te recuerdo. ¿Cómo estás? Cuando suelta mi mano, la llevo detrás de mí nuca y la rasco, pues no sé qué actitud tomar con ella. Me siento muy turbada por su intromisión. «¿Será que se dió cuenta? —me pregunto—. ¿Será que le ha dicho algo a él y él le ha contado lo que pasó entre nosotros?» —Estoy bien —responde—. Imagino que te preguntarás qué estoy haciendo aquí. Asiento, sin saber qué más decir. —Bueno —dice, y suelta una risita nerviosa—. La verdad es, que no se tú, pero yo me quedé muy inquieta e intrigada, por el parecido físico que hay entre ambas. ¿No te ha pasado lo mismo? La verdad es que sí, por obvias razones. Nadie podría pasar por alto el hecho de que hay una persona desconocida, muy parecida a uno, sin intrigarse e inquietarse. Pero, hasta ahí, tampoco es que le he puesto mente a ese tan peculiar detalle. —Eh... ¿Quieres beber algo? —pregunto, tratando de mantener la conversación alejada del personal del hotel—. Podemos tomar unos Mai-tai en las mesas que hay en el jardín —le ofrezco—. ¿Has probado los Mai-tai? Camille niega y luego asiente. Parece que le alegra mucho mi ofrecimiento. Le pido que me siga y salimos del edificio, con rumbo hacia el jardín. Nos sentamos alrededor de una de las mesitas que quedan cerca de la playa y le pido a uno de los meseros que nos traiga dos Mai-tai y algo para degustar. —¿De verdad este hotel es tuyo? —pregunta, observando los alrededores, asombrada. Alzo una ceja y la observo a la expectativa. Me intriga saber cómo y por qué sabe tanto sobre mí. —Lo siento —murmura, avergonzada, adivinando lo que me estoy preguntando—. No creas que he andado averiguando sobre tu vida, es solo que, cuando pregunté por ti para saber cómo encontrarte, me preguntaron si a quién buscaba se trataba de Noah, la dueña del Hotel Paradise —explica—. Les dije que se trataba de Noah, una chica parecida a mí y con una amiga llamada Brittany Daniels. Rápidamente me dijeron que sí, que era la dueña del Paradise, entonces vine aquí y resulta que sí, eras tú. Otra vez sonríe, como si estuviera impresionada por mi logro. —Sí, yo soy la dueña —contesto, dedicándole una leve sonrisa. —¿De verdad tuyo? —inquiere—. ¿O de tus padres? La sonrisa de mi boca, se alza más hacia un lado. Entiendo la verdadera razón de su pregunta. «¡Oh, Camille! Muy astuta» —No tengo familia, Camille —declaro—. Soy huérfana. —¿De verdad? —exclama—. ¿Eres huérfana porque tus padres murieron o porque te abandonaron? —Mi madre murió cuando yo era muy pequeña y a mi padre no lo conocí jamás —espeto—. No tengo la menor idea de quién sea. Guarda silencio y se muerde el labio inferior, como si estuviera analizando su próxima pregunta. Así que alzo una ceja y me quedo a la expectativa, esperando que hable, para contraatacar. —¿Y nunca has tratado de averiguar quién es tu padre? —indaga, con más curiosidad. —¿A dónde quieres llegar, Camille? —pregunto, yendo directo al grano, porque no me gustan los rodeos. Me gustan las cosas directas, sin tapujos, ni filtros. Otra vez sonríe, en tanto juega con la servilleta, con nerviosismo. —Bueno, ya sabes —farfulla. —No, no sé la verdad —espeto—. Quiero que seas clara, porque no me gustan los rodeos. Toma aire a profundidad y, cuando lo suelta, habla: —No puedes pasar por alto el hecho de que nos parecemos mucho —dice, al fin. —No por supuesto —coincido y bebo un trago de mi Mai-tai. —Yo pensé que podía ser una simple coincidencia, ya ves que dicen que tenemos siete caras parecidas en el mundo. Alzo los hombros y hago una mueca de indiferencia a su comentario. Saco la cajetilla de cigarros del bolsillo de mi pantalón y le ofrezco uno. Niega. Cojo uno, lo llevo a mi boca y lo enciendo. Ella me pone inquieta con tantos rodeos y necesito relajarme. —Pero, ahora has dicho que no tienes familia —prosigue—. ¿No te parece más extraño aún? Suelto el humo y achico la mirada. Ahora estoy entendiendo de qué va todo esto de venir a buscarme. Según yo, su visita se trataba sobre Liam y solamente estaba divagando, para llegar al tema central. Me he mantenido tan concentrada, pensando en todo lo relacionado al capitán imbécil, que no había puesto verdadero interés en nuestro parecido físico. O sea, sí noté el parecido, pero no lo relacioné a nada más. Para mí fue simple curiosidad y no le presté atención. —¿No piensas que podemos ser familia? —pregunta y su suposición me desequilibra por completo. Eso sí que sería una broma muy perversa del destino. De las 8000 millones de personas que existen en el mundo, y terminar siendo familia con la mujer que será esposa del hombre del que estoy enamorada... ¡Sería bastante perturbador! Sobre todo, porque me he querido mantener alejada de ella y he querido mantenerlo a él alejado de mis pensamientos. —No lo había pensado —manifiesto, y en eso no miento—. Pero no te hagas ilusiones, probablemente, únicamente sea una gran casualidad. —No lo creo —replica—. Tú dices no haber conocido a tu padre y te pareces mucho a mí. —Ajá, ¿y eso qué tiene que ver? —Que yo me parezco a mi padre. Mis genes, le pertenecen a la familia Spencer. Todos, o al menos la mayoría, somos muy parecidos: Cabello oscuro, tez blanca, ojos color azul grisáceo... Es que tendrías que ver a nuestro hermano, Caden, es muy parecido a nosotras... —¿Nuestro hermano? —refuto, soltando un bufido—. Por Dios, Camille. Creo que te estás yendo demasiado lejos. Apago la colilla del cigarrillo y lo arrojo en el cenicero. —Creo que será mejor dejar este tema ahí —mascullo—. Agradezco tu visita y tu interés, pero tengo bastantes cosas por hacer, así que si no te molesta, me retiro. Si quieres pasar más tiempo aquí y disfrutar de las comodidades del hotel, no tengo ningún problema con eso. Eres bienvenida a quedarte. Me levanto de la silla, me despido de ella de forma ceremoniosa y me marcho. En otras circunstancias de mi vida, me hubiese sentido feliz ante algo como lo que Camille acababa de decir y hubiera estado brincando de alegría, deseando que fuera cierto. Tener una hermana, un padre... Es lo que más he deseado. Pero no ella. ¡Por Dios! ¡Ella no! [...] NARRA CAMILLE SPENCER No entiendo la actitud tan reacia de Noah. No creo que haya dicho nada malo u ofensivo, como para que haya actuado de tal forma. Quizá se deba al hecho de que ha crecido prácticamente sola. Ha estado sola durante toda su vida y vengo yo con mi estupidez, a soltar una idea tan loca, así por así. «Eres tonta Camille» Sin embargo, no me doy por vencida. Yo sé que algo debe de haber, que no es pura casualidad el parecido. Además, yo sentí esa conexión con ella ayer. Hay una frase que dice: «La sangre llama a la sangre» Y yo pienso que eso es lo que sentí con ella. Así que voy a llegar al fondo de este asunto. Saco el móvil de mi bolso y busco su contacto en él: Liam junto a un corazón rojo. —Hola, cariño —Lo escucho saludar al otro lado del teléfono—. Por favor, dime que ya terminaste y ya vienes de regreso, porque te extraño demasiado. Sonrío como tonta y suspiro, enamorada. —También te extraño, y mucho —le digo—. Pero, en realidad, no creo regresar por los momentos. —¿Ah no? ¿Y eso? —indaga—. ¿Qué te retiene por allá? ¿Acaso conociste a otro soldado y te sedujo. —Por supuesto que no —replico entre risas—. Pero, sí hay un motivo en especial por el cual quiero estar más tiempo aquí. —¿Ah, sí? —murmura—. Y se puede saber cuál es ese asunto? Tomo aire y le confieso todo. Confío en él a plenitud, no por nada llevamos cinco años de relación y toda una vida de conocernos. —Ayer, mientras almorzaba en el centro comercial, he conocido a una chica. —¿Una chica? —murmura—. No me asustes, mi amor. —Sé serio —lo reprendo y prosigo—. Esa chica, tiene un gran parecido conmigo, a los genes Spencer. —Hum... —cavila—. ¿Piensas que es alguna prima que no conoces o algo así? —Pienso que puede ser mi hermana —declaro. —¿No estarás hablando en serio, Camille? —espeta, desconcertado—. ¿Estás hablando de que Cameron y Lucille tuvieron otra hija, la abandonaron y no le dijeron nada a nadie? ¿Por qué harían algo así? —No creo que sea hija de mi madre —contesto—. Pienso que quizá es el fruto de algún amorío de mi padre. —¿Tu padre? ¿En un amorío? —replica—. Cameron no haría tal cosa. Tú más que nadie, sabes cómo es la familia Spencer. Sus reglas, lo apegados a la religión que son y sus buenas costumbres, para continuar siendo la prestigiosa familia que es. Utiliza un acento ceremonioso y rimbombante para decir las últimas frases. La verdad es que mi familia, sobre todo mi madre, son demasiado estrictos y demasiado insufribles con sus aires de grandeza y de ser una familia de prestigio, que viene de un linaje real inglés y todas esas cosas de las que las familias pretenciosas alardean. —Pues, no lo sé, es lo que quiero averiguar y por eso me quedaré unos días más—manifiesto. —Entiendo —dice. —Escucha esto —acoto—. La chica, dice que nunca conoció a su padre y tiene los genes Spencer, ¿no te parece demasiado sospechoso? —Puede ser —murmura. —Yo lo voy a averiguar, te lo aseguro —declaro—. Por cierto, la chica se llama Noah y es dueña del hotel Paradise —comento—. ¿No la conoces, de casualidad? —Hum... —vacila y se queda en silencio por un instante, como si estuviera pensando—. Conozco el Paradise, pero no conozco a ninguna Noah —responde. —Bien —murmuro—. Pensaba que quizá, cuando estuviste aquí, la habías visto y te habías enamorado de esa chica tan linda, que pienso debe de tener tu misma edad, porque es mayor que yo. Debe de tener la edad de Kai, más o menos. —No seas tonta —ronronea, con su peculiar estilo seductor—. Sabes muy bien que yo nunca he tenido, ni tendré, ojos para ninguna otra mujer que no seas tú. Te he amado desde siempre y eso jamás va a cambiar. Ninguna mujer podría superarte nunca. El corazón me late a prisa y las mariposas de mi estómago revolotean sin parar, mientras mi alma flota entre las nubes, al escuchar sus palabras. Este hombre me tiene suspirando y no puedo creer que yo sea tan afortunada, como para tener a alguien como él: tan amoroso, tan fiel, tan leal y tan buen compañero de vida. ¡Me he ganado la lotería! Por eso no me arrepiento de nada de lo que ha pasado, con tal de casarme con él. —Oye, ¿y cómo vas a lograr averiguar si esa chica, Noah, es hermana tuya? —pregunta—. ¿Acaso piensas preguntarle a Cameron? —No por los momentos —respondo—. Cuando esté segura de que Noah es una Spencer, clnfrontaré a mi padre. —¿Y cómo vas a asegurarte de eso? —inquiere. —Eso, mi amor, ya lo tengo resuelto y lo pondré en marcha hoy mismo —declaro, agarrando en mis manos la colilla delcigarro que Noah fumaba hace unos minutos.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD