
Ella, desde el vientre de su madre, fue destinada para mí.
El pago de una deuda del pasado la volvió de mi propiedad.
Jamás fui parte de su vida, jamás quise tenerla presente en la mía, por mucho que me obsesionara con la belleza de mi dulce prometida.
El destino es cruel, movió sus cartas y ahora ella duerme plácidamente en mi cama. Ahora yo debo hacer pagar con sangre los que la hicieron llorar. Será mi esposa, siempre la tendré y de mis garras jamás la soltaré.
Porque yo soy el único que tiene derecho a sacar sus lágrimas, su risa, su rabia, su odio y su felicidad.
Solo yo, Vlad Romanov.
Desde mi mayoría de edad supe que él era mi prometido.
Por el pago de una deuda, se volvió mío sin yo pedirlo.
Jamás he sido parte de su vida, jamás he querido que sea parte de la mía, porque no lo conozco, porque no lo quiero, porque lo odio.
Pero el destino es cruel y ha movido sus cartas y ahora yo debo aceptar su mano tomando la mía, dormir a su lado, soportar su presencia mientras me exhibe como un trofeo en medio de su mundo sucio y manchado. Pero yo lo haré desear, no haberse negado a mi mano jamás. Lo llevaré a ese punto donde no quiera saber de mí jamás. Solo yo lo volveré loco, solo yo lo haré acabar con esa deuda para que me entregue mi libertad.
Solo yo, Rebecca Reed.

