Otra vez, me encuentro frente a aquella puerta blanca. La abro y avanzo, dirigiéndome hacia aquel punto que ya conozco: El escritorio. Todo está igual. Sumergido en completa oscuridad y un aterrador silencio, pero unos segundos después, las tinieblas se convierten en una imagen vívida y aquellos seres demoníacos vuelven a aparecer frente a mí, atacando a Mikaela. —¡Ayúdame! —me grita. La observo aterrorizado, pues está bañada en sangre y con el cuerpo temblando de modo incontrolable. Trato de correr en su ayuda, pero apenas logro rozar la punta de sus dedos y me despierto. El corazón me late a mil y tengo la respiración entrecortada. Me siento ofuscado y tengo el cuerpo entumecido. Entonces, caigo en cuenta de que estoy dormido en su cama y la estoy abrazando fuertemente. Está a

