***Adrian*** El sonido del papel desgarrándose llenó la habitación cuando Valeria rasgó el envoltorio de su regalo. Su expresión pasó del desconcierto a la sorpresa y, finalmente, a una sonrisa ladina cuando sostuvo el vibrador en sus manos. — Qué considerado, Adrián —murmuró, girándolo entre sus dedos. — Lo sé, lo sé. Agradeceme bien —respondí, apoyándome en el umbral de la puerta con una ceja arqueada. Valeria se levantó lentamente, su mirada encendida con un destello de juego y peligro. Dio unos pasos hacia mí, deslizándose como una fiera al acecho, hasta que quedamos a un suspiro de distancia. — ¿Te creíes mucho, no? —susurró, con una sonrisa pícara. —¿Querés ver lo agradecida que puedo estar? Solté una risa ronca y deslizando los dedos por su cintura, la jalé de golpe contra mí.

