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Mi odioso jefe online

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Blurb

Fabiola Hernández es una chica extrovertida y muy simpática. Es la mayor de tres hermanas. Por la pandemia del COVID—19 se quedó sin empleo, pero eso no la llevó a deprimirse, todo lo contrario, la llevó a reinventarse. Envió algunas solicitudes como asistente virtual por todo el mundo. Era su oportunidad de llegar a probar de qué estaba hecha. Solo había un pequeñísimo, pero muy diminuto problema. Fabiola solo habla español y la compañía que la contrata es rusa. ¿Qué pasará cuando el traductor sea el único intermediario entre Yuri Sokalov y la dulce Fabiola?

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Trabajo
—¡Fabi, Fabi! —grita mi hermana menor, solo tiene trece años y es un pequeño grano en el trasero. Quiero seguir durmiendo, me acosté tarde anoche enviando solicitudes de trabajo. Esto de la pandemia me tiene frustrada, necesito generar dinero urgente. —¿Qué quieres? – contesto de mala manera, tapando mis ojos con mi almohada. Siento arena en mis ojos, no he dormido bien. Estoy pasando un mal momento. Llevo dos meses encerrada aquí en mi casa, con mis hermanas, mis padres, tío, abuelos, mis primos. No sé quién les dijo que el distanciamiento social no incluía a la familia, por los dioses del olimpo, estamos más apretados que la sardina en lata. Esto parece una casa de locos. Todos los días llegan para reunirse y pasar el día jugando dominó o ajilei con unas buenas polarcitas bien frías, como si no estuviera ocurriendo nada. —Fabi, te están llamando al teléfono. – me levanto de un salto de mi cama, podría ser importante, he enviado resúmenes por todo el mundo buscando trabajo. Si me quedo local sé que no voy a conseguir nada. —¿Quién me llama? – se encoge de hombro y niega. Blanqueo mis ojos. ―Debiste preguntar, mocosa. ―digo poniendome las pantuflas —No sé, solo dijeron que “desean hablar con Fabiola Jernández”. —trata de imitar su voz— Tiene un idioma extraño. —blanqueo mis ojos. —Dame eso para acá. –pego el auricular a mi oreja. – Hello, soy Fabiola Hernandez. – hablo más como las americanas, uno no sabe cuándo le va a tocar viajar para los niuyores, hay que practicar. —We speak of Sokalov Company (Hablamos de la empresa Sokalov) – despego el teléfono y tapo el lado del microfono. Todos en mi casa me miraban, ya mi bocona hermanita les había ido con el chisme a todos. Los amenazo con la mirada, antes que se le ocurriera decir alguna barbaridad de las de ellos. —Yes, I … can… help you? – pregunto cómo hacen las recepcionistas en las películas que no han traducido en Netflix. Estoy hecha casi una americana gracias a Netflix y su ineficiencia traduciendo al español. —Perfect, You speak english (Perfecto, usted habla inglés). ―trago profundo, un puñetero inglés es lo que sé. Entiendo algunas palabras, pero no paso de lo básico―. Solo quería confirmar que fuera una persona y no un robot. El señor Sokalov le escribirá a su email y dará las instrucciones de su nuevo trabajo. Tenga un bonito día, Miss Jernández. –concluye en un perfecto español y termina la llamada. Yo comienzo a brincar como loca. Al fin tengo un trabajo. Ya quiero comenzar. Respiro profundo y me relajo, aún están todos mirándome a la expectativa. —¡Me dieron el puesto! – digo riendo fuerte, estoy feliz nadie me puede quitar está felicidad. Es mi oportunidad de ser internacional, de poder viajar por el mundo, de… —¿Y de que es el empleo? – pregunta mi madrecita bella sacándome de mis pensamientos. Mi sonrisa se borra. Paro en seco, ¿no me dijo… o sí? Comienzo a tartamudear, el hombre me dijo que me escribirán el email y es cuando recuerdo, ¿Dónde metí mi laptop? Comencé a tirar la ropa que duerme en el lado que no ocupo de mi cama. Mi mamá me dice que soy perezosa, pero no es cierto, es que a mi ropa le gusta dormir conmigo, eso ella no lo entiende. Tiro mis pantalones, camisas, mis bragas, mi sostén, sacudí mi sabana, y nada. Diosito ¿Por qué a mí? Necesito encontrar esa laptop y es ya. Diosito hazme el milagrito, por favor. Busco debajo de mi cama, en la silla de al lado donde hay otro poco de ropa. En mi escritorio, debajo de mis libros. Abro las puertas del armario y verifico, tiro zapatos, tenis. Caigo de rodillas en el piso, miro a mi alrededor y todo es un desastre, todo estaba en el suelo. —Si fueras más organizada, te lo tengo dicho, pero eres más vaga que la quij’a de arriba. – dice mi madre encogiéndose de hombros. — Siempre es lo mismo contigo hermanita, el desastre hecho persona. –dice mi hermana Rosario. Veo que mi padre va a hablar, pero lo detengo. —Ya, ya sé, algún día me tendré que casar y hacerme cargo de una familia. No puedo seguir así. ―digo imitando la voz de hombre―. Pues les informo a todos, según un estudio que yo leí, las personas que somos desorganizadas es porque somos mucho más inteligentes. –todos comienzan a reír fuerte y les saco el dedo del medio. —¿Qué buscas? – pregunta Dilanis mi hermanita menor. —Mi compu… —me detengo al ver que tiene mi laptop en sus manos–. Pequeño demonio, ven acá que hoy si te mato. ―Comienza a correr con la laptop en sus manos–. Si la rompes te va a salir caro. Ven acá te digo. Mama dile que me la entregue. –todos se reían de lo patética que me veía corriendo detrás de mi hermana. Me detengo, estoy cansada, de hoy no pasa que haya funeral en mi casa. Lo mejor es que con la pandemia nadie puede venir al velorio. Después de reírse de mí un rato mi hermana me entrega la laptop. Juro que casi lloré al ver que tenía seis mensajes de mi nuevo jefe. —No te apures que yo te mato después. –Mi hermana me saca la lengua y se encierra en su habitación. Fui a mi habitación y traté de cerrar la puerta, pero no pude, había algunas mudas de ropa impidiendo su paso. Respire profundo, debía limpiar mi cuarto con urgencia. Puse mi laptop en el pequeño escritorio que tengo y abro el primer mensaje. El primero está escrito en algún idioma que no conozco. Busco la parte de traducir a español. Y…. Listo. Señorita Hernández, soy Yuri Sokalov, desde hoy será mi asistencia, espero podamos tener una buena convocatoria y podamos llevaron bien. Estos son sus deberes para la compañía. 1.Debe tener la disposición de unas células 24/7. —¿De unas células? – musito y sigo leyendo la traducción. 2. Retractarse y enviar cartas. Listo, no puede ser tan difícil retractarme. Debo comenzar por saber qué significa. “Nota mental, anotar nuevo vocabulario”. 3.Concientizar llamadas y agendar. Eso es lo mío, soy misis conciencia. Ese es mi segundo nombre. 4. Traducir eficientemente todo en ruso. No hay nada que el traductor de Google no pueda traducir. Este trabajo es más fácil de lo que pensé. Si no tiene problemas con cumplir mis deberes. Firme el documento que le voy a enviar en el otro email. Abro el otro email, efectivamente hay un contrato. Está en ruso. Si dice lo que ya leí, no creo que haya problema si lo firmo. Estampó mi firma como dice las instrucciones. La tecnología vino para quedarse y yo me reinvento con ella. Envié el documento firmado. Veo los otros correos, pero no les di importancia. Cierro mi laptop y me tiro a la cama para leer una de las novelas románticas que tanto me gustan. A los minutos recibo un mensaje por w******p. Número desconocido. Salgo de la aplicación de libros para ver de qué se trata. —¡Qué rayos! —grito al ver el mensaje. Número desconocido. Buenas tarde señorita Hernández. Necesitar enviar los documentos que le llevé. Es importante para la compañía. ¡Muchas gracias! —Santa cachucha, y ahora como me salvo de esto. –corro a la laptop, abro los correos. Y efectivamente son dos cartas una en mandarín y otra en ruso. Me tiro a la cama con la laptop en las manos. Esto va para largo. Comienzo a buscar la forma de traducir todo en minutos para enviarlos pronto. Debía hacerlo todo y quedar bien. Estoy concentrada pasando párrafo por párrafo del traductor a la hoja en blanco donde voy montando la carta, no entiendo ni pio lo que dice, solo sé que mi traductor no me va a fallar. El que lo invento es mi superhéroe. Qué superhombre, ni qué hombre araña. Mi súper Google es el campeón indiscutible. Estoy pasando de mandarín a ruso para que mi flamante jefe pueda leerla y contestarla. —A ver –abro otro traductor buscando hacerlo más rápido–. ¡Ay no! A qué demonios le di que ya se sombreo todo lo copiado, ¡quítate, quítate! —digo mientras le doy a todos los botones del teclado para que quite las marcas. Escuché la notificación de un w******p, ya no era un número desconocido, ya lo guardé como “mi jefazo”. —”Señorita Hernández, necesitar urgente los documentos que le envié, Espero su envió a la brevedad. Yuri Sokalov. –blanqueo mis ojos. —“Señorita Hernández, necesitar urgente los documentos que le envié. Esperar envío al a brevedad"— imito como pienso que puede ser su voz. Si los quería tan ligero por qué no lo hizo él. Dejo el mensaje en visto. Sigo buscando como quitar la sombra a las palabras que copié. Siento que me voy a volver loca. Esto no me puede estar pasando a mí. Escucho mi celular sonar. —Hola – contesto sin mirar la pantalla, tengo mis auriculares puestos. —Fabi, salimos, te llamo para que estés pendiente del arroz, sabes que a tu padre no le gusta que se queme. —blanqueo mis ojos, pero ellos ¿Que se piensan? Yo soy una mujer ocupada. —Pero deja a Rosario, para que van a salir todos, si sabes que está prohibido, además, para que se arriesgan. — Trato de convencerlos. —Ay nena, está pendiente. Solo vamos a llevar a tus tíos a la casa y volvemos. –Suelto un suspiro cansada. —Bueno, pero estoy trabajando. —me defiendo. —Ese trabajo no es trabajo, es un medio de entretenimiento para ti, no te andes quejando. —blanqueo mis ojos, siempre es lo mismo con todos. Piensan que no hago nada. Ellos no saben que es un dolor de cabeza, de espalda, en fin, de todo mi cuerpo. Termino la llamada y sigo mi misión. Mi teléfono vuelve a sonar. Tomo la llamada directo del auricular. —¡Que sí mamá, que sí! —grito, no me dejan terminar, ya me estoy cansando. — Mncc Эрнандес (Señorita Hernández) – abro mis ojos grandes al escuchar su voz fuerte y firme. ¡Qué demonios! Miro la pantalla de mi celular. Marca “Mi Jefazo” tragué profundo, no entendí que rayos me dijo. Miro al techo. Diosito porque me has abandonado. Trago saliva y vuelvo a hablar. —I no entendeichon. — digo temblando, su voz es verdaderamente intimidante. Lo escucho resoplar en el teléfono. —Señorita Jernadez. – su español es algo extraño. —¡Aja! –digo como quien no quiere la cosa. —Mejor escribiré, vea su w******p. — no me deja hablar y termina la llamada. Suelto el aire que no sabía que estaba reteniendo.

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